El presidente estadounidense Barack Obama acaba de realizar una rápida visita a Arabia Saudita, donde el pasado viernes 28 sostuvo conversaciones con el Rey Abdulah bin Abdelaziz, para tratar de solucionar las discrepancias que se han puesto de manifiesto en las últimas semanas, con su acaudalado socio petrolero. Con este, Estados Unidos ha mantenido privilegiadas […]
El presidente estadounidense Barack Obama acaba de realizar una rápida visita a Arabia Saudita, donde el pasado viernes 28 sostuvo conversaciones con el Rey Abdulah bin Abdelaziz, para tratar de solucionar las discrepancias que se han puesto de manifiesto en las últimas semanas, con su acaudalado socio petrolero. Con este, Estados Unidos ha mantenido privilegiadas relaciones desde que, a principios de los años cuarenta del pasado siglo, el presidente Franklin D. Roosevelt firmara con el rey Abdelaziz bin Saud, a bordo del acorazado «Quincey», fondeado en el mar Rojo, un «Acuerdo de Protección, Colaboración y Seguridad», que se ha ampliado y perfeccionado hasta nuestros días, dando lugar a una alianza que a pesar de grandes diferencias culturales y religiosas, ha parecido indestructible.
La despótica monarquía, ha gozado desde entonces de una incondicional protección de Washington, quien se toma el derecho ─no otorgado por nadie─, de hacer listados y sancionar a aquellos países que a su entender no respetan los derechos humanos, no cumplen las normas democráticas dictadas por ellos o apoyan supuestamente el terrorismo. Sin embargo, en ninguna de estas listas, han incluido al régimen de Ryad.
Los políticos de Washington han recibido enormes beneficios de estas relaciones especiales, las cuales después fueron extendidas, mediante acuerdos similares, a otros países de la región, hasta llegar a formar el Consejo de Cooperación del Golfo, especie de subsidiaria menor de la OTAN. El Complejo Militar Industrial estadounidense, uno de los principales resortes del poder real en Estados Unidos, se ha nutrido y continúa haciéndolo, con las cifras incalculables de armamentos que vende a éstos, sus socios incondicionales.
Dichas relaciones fueron decisivas para derrotar y expulsar de Afganistán a las fuerzas militares soviéticas que se encontraban en ese país, a finales de los años setenta del pasado siglo, lo cual ha sido considerado como un factor muy importante que influyó en el posterior derrocamiento del socialismo en la URSS. De la colaboración estadounidense con los países del Golfo, quienes se dice financiaron en gran medida esta guerra, surgirían los ahora llamados «hijos de Frankestein», fanáticos extremistas y terroristas integrados primero en Al Qaeda, quienes levantaban la bandera de la «jihad islámica», basados en la variante wahabita de esta religión que patrocinan los sauditas. Entrenados y pertrechados por la CIA y Tropas Especiales estadounidenses, son los mismos que se extenderían posteriormente, en diferentes estructuras, con mayor o menor capacidad y fuerza, por todo el Oriente Medio, el norte de África, Asia Central y aún más allá.
Con la experiencia combativa y terrorista obtenida en Afganistán y con recursos económicos que provienen lo mismo del comercio de la droga, que de donaciones de organizaciones y creyentes fanáticos y jihadistas, o incluso de financiamientos gubernamentales, han pasado a convertirse en pequeños ejércitos de mercenarios capaces de desestabilizar y derrocar gobiernos.
El criminal ataque contra las Torres Gemelas en New York y contra el edificio del Pentágono en Washington, aún no esclarecidos totalmente, fueron solo estremecedoras muestras, del peligro que constituyen la creación y el uso de estas organizaciones, aún para aquellos que les dieron vida. Otros grandes países occidentales, miembros de la OTAN, aliados de EEUU y de Ia entidad sionista, han sido expuestos también a sus terroristas acciones.
Más recientemente, los gobernantes estadounidenses y sus socios de las grandes potencias occidentales, buscando disminuir las bajas entre sus propias tropas, han venido aplicando nuevos conceptos para lograr los objetivos que le permitan someter a los gobiernos que consideran enemigos, en guerras que califican de «nuevo tipo o cuarta generación». Los principales pilares en que se basan estas guerras son:
1-la utilización de campañas de prensa especialmente diseñadas para intimidar y promover la confusión del enemigo, y llevar a la mente de la opinión pública nacional e internacional, que las acciones bélicas que se van a lanzar, son justas y persiguen la defensa de los derechos humanos, la libertad, la democracia, etc. En este sentido, los medios de información masiva pasan a ser considerados «armamento de guerra»
2-Nuevos medios y técnicas de movilización que puedan ser utilizados de acuerdo con sus intereses, sobre el propio territorio considerado enemigo, como redes de comunicación por satélite y otros.
3-Utilización de armamento «inteligente», distintos tipos de drones, misiles, bombas guiadas por laser, para las cuales no sea necesario el despliegue de tropas propias sobre el terreno de operaciones militares.
4-La introducción en combate, donde sea necesario, de tropas de países de la región, (no de los países amigos o llamados occidentales), así como de las organizaciones terroristas tipo Al Qaeda, buscando y promoviendo a la vez, si fuera conveniente, el desgaste de estas a través de luchas internas.
Este tipo de guerra ya fue ensayada en Libia, donde utilizando sus aliados del Golfo, introdujeron un ejército de mercenarios jihadistas y salafistas, quienes llevaron el peso de los combates y solo participaron especialistas de los EEUU y de la OTAN como consejeros a distancia. La aviación de la OTAN fue la que llevó este simulacro de guerra, donde a partir de mantener pleno control del aíre, mataron impunemente a miles de inocentes «en defensa de los derechos humanos». Una de las pocas bajas estadounidense que hubo, fue precisamente el embajador de Washington, quien había sido el coordinador en Benghazi con estos grupos jihadistas y según ha trascendido, no tomó las medidas de seguridad necesarias que le debió orientar la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, la que fue relevada de su cargo por este hecho.
Ahora, la rápida estancia de Obama en Arabia Saudita, perseguía enmendar la crisis de confianza creada con este país, producto de los siguientes incidentes:
-Desde hacía meses existían negociaciones secretas entre Estados Unidos e Irán, con sede en el sultanato de Omán, lo cual no había sido informado a los dirigentes sauditas, quienes continuaban por su cuenta, empeñados en promover acciones de todo tipo contra Teherán y al parecer habían establecido un canal de coordinación para ello con el gobierno israelí. Los sauditas llegaron a hacer el ridículo cuando enviaron a su jefe de Inteligencia, príncipe Bandar bin Sultán a Moscú para tratar de intimidar y chantajear a los rusos, buscando que estos retiraran su apoyo a Siria, considerando este un paso necesario para después ir sobre Teherán.
-El príncipe Bandar bin Sultán, coordinador de la introducción en Siria, de los mercenarios terroristas y salafistas, había asegurado a los dirigentes estadounidenses que el derrocamiento de Bashar al Assad se produciría en cuestión de pocos meses. Sin embargo, la guerra ya ha durado más de tres años y el gobierno sirio no solo resiste, sino que parece estar ganando la confrontación. Por todo ello tratando de salvar la situación, los sauditas discutieron con Washington para que introdujera aviación y fuerzas de la OTAN, considerando que en el caso de Libia, ello había sido el factor decisivo de la guerra. Al parecer, Obama había prometido acceder a ello, si el ejército sirio utilizaba armas químicas, por lo que montaron la provocación con el falso ataque en las cercanías de Damasco. Sin embargo, Rusia puso al descubierto el plan y amenazó con involucrarse a fondo en la guerra, si los EEUU atacaban con sus fuerzas.
-Estados Unidos, al ser presionado por Arabia Saudita, acusó a este país de no ser cuidadoso y selectivo en la introducción de los mercenarios islámicos terroristas, quienes han pasado a formar la principal fuerza que combate en Siria y constituyen un verdadero peligro, incluso para Occidente, si llegaran a tomar el gobierno de Damasco, pues han trascendido muestras de su sanguinario accionar. Arabia Saudita estimó casi como una traición la decisión de EEUU de no atacar a Siria, pues esto los ha expuesto y dejado en evidencia su interés, coincidente con los sionistas, de atacar a Irán, al que consideran su principal enemigo en la región.
-La resistencia del ejército y el gobierno de Siria, que se ha perfeccionado y fortalecido también con la ayuda de Hizbulá; la decisión de EEUU de no involucrarse por el momento directamente en la guerra; y la firme posición de Rusia, han creado una nueva situación en el región, repercutiendo en el incremento de las contradicciones dentro de los miembros de la Liga Arabe y el Consejo de Cooperación del Golfo, que en la práctica se ha dividido. Catar, lidera un grupo que se enfrenta a los sauditas y promueve acciones contrarias a los intereses de estos en la región, incluido el apoyo a las organizaciones de los Hermanos Musulmanes.
-Al debilitamiento de la guerra contra Siria, Irán y Hizbulá, se han sumado también, además de los factores anteriormente mencionados, el derrocamiento del gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto; los conflictos internos en Turquía, donde el gobierno del AKP ha sufrido cierto deterioro por acusaciones de corrupción, represión, y por el rechazo mayoritario del pueblo turco a hacer la guerra sucia contra Siria. El traspaso de la cercana península de Crimea a Rusia, fortalece la posición de esta en la región.
-El anuncio hecho por el gobierno estadounidense de que el aumento de su producción energética, utilizando las nuevas técnicas del «cracking» los llevará a la autosuficiencia en un futuro no tan lejano, ha preocupado sobremanera a sus suministradores del Golfo, quienes ya están considerando que pueden verse relegados a un segundo plano de importancia debido a esta realidad.
Todos estos temas y otros que pueden haber estado sobre la mesa de discusión del presidente Obama y el rey Abdulah, dan una idea de lo compleja que se torna la situación en toda la región y los peligros que se ciernen sobre los pueblos de la misma. Muchos conflictos no tienen todavía solución justa a la vista, incluido el Palestino, que para beneficio de los sionistas, ha quedado relegado a un segundo plano gracias a la acción de la reacción árabe.
Ojalá surjan gobernantes sensatos en la región que se den cuenta de ello y en lugar de promover nuevas guerras y trabajar en función de intereses hegemónicos y colonialistas del imperio, busquen acciones basadas en la justicia y la legalidad internacional, que conduzcan a la tan ansiada y necesaria paz.
Se suponía que esta debía ser alcanzada después de terminada la Guerra Fría, ¿No?
Ernesto Gómez Abascal, escritor y periodista, fue embajador de Cuba en Turquía y en otros países del Cercano Oriente.
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