«¿Nos hemos equivocado de lugar?» Es una pregunta natural bajo estas circunstancias. Hemos llegado al punto de encuentro de la manifestación, pero aquí no hay nadie. Nadie, es decir, salvo unos mil antidisturbios con palos largos de madera, y grupos de secretas no tan secretas, y sus jefes que parecen parodiar a Pinochet con sus […]
«¿Nos hemos equivocado de lugar?» Es una pregunta natural bajo estas circunstancias. Hemos llegado al punto de encuentro de la manifestación, pero aquí no hay nadie. Nadie, es decir, salvo unos mil antidisturbios con palos largos de madera, y grupos de secretas no tan secretas, y sus jefes que parecen parodiar a Pinochet con sus medallas y gafas de sol. Estos amables señores nos contestan la pregunta, trasladándonos a empujones a la Plaza Central. Allí cada camino, cada pared está adornado de filas de otros antidisturbios, todos vestidos de negro como sus colegas… Y ¿el motivo de nuestra protesta? Protestar por las detenciones de la gente que protestaba contra las detenciones de otra gente protestando por la detención de dos pueblos enteros! (con asesinado y tortura añadidos). ¡Un momento! ¿He salido de mi vida y he entrado en una película de ciencia ficción negra? No, bienvenido al Egipto de Hosni Mubarak y a las leyes de emergencia vigentes en este país desde hace 25 años
. Hay que reconocer que no hay mucha policía trabajando hoy -5 mil contra 500 manifestantes-; ¡Egipto tiene un millón de antidisturbios! (en una población de 70 millones). ¡Esto es creación de empleo!
Estos hechos ocurrieron justo después de acabar la Tercera Conferencia del Cairo contra la Globalización, el Imperialismo y el Sionismo, en la cual yo había participado, y da una idea de la realidad de la dictadura que controla el país, a pesar de estar escondida. No te dejes engañar por las elecciones tramposas que se están planeando; Mubarak pretende pasar el poder a su hijo Gamal; y su régimen prohíbe los sindicatos independientes, las organizaciones de mujeres y los partidos de izquierdas.
Este régimen de terror, aliado de Washington, era el telón de fondo de la Conferencia, acontecimiento que tuvo lugar los días 24 al 27 de marzo.
También lo era la ocupación americana y sionista en la región, hechos que han generado rabia y luchas por todo el mundo árabe (la intifada, la resistencia iraquí, las manifestaciones en solidaridad con estos movimientos desde Marruecos hasta Jordania…).
Todas estas luchas estaban representadas en la Conferencia -entre las y los participantes figuraban activistas palestinos organizados contra el muro apartheid de Sharon y en los campos de refugiados y un representante del dirigente rebelde chiíta Moqtada al-Sadr- hecho que la dio un carácter combativo.
Este carácter fue reforzado por las intervenciones de representantes de los movimientos antiguerra de muchos países no árabes, participantes que inspiraron desde la ceremonia de apertura -en la que asistieron unas mil personas, la mayoría egipcias- hasta el final. Entre ellos, George Galloway, el diputado expulsado del partido laborista de Tony Blair por su oposición a la guerra, explicó que, unos días antes, 150 mil personas se habían manifestado en Londres contra la ocupación de Irak; y activistas griegos, canadienses y escoceses nos animaron a participar en la próxima gran protesta internacional con motivo de la reunión del G8 en Escocia este julio.
La Conferencia destacaba por sus raíces locales y el papel que está jugando en forjar un nuevo movimiento de oposición al régimen de Mubarak. Las dificultades que este movimiento tiene son evidentes, tomando como ejemplo la propia historia del encuentro:
El Estado quería prohibir la Primera Conferencia y los participantes optaron por no manifestarse; en la Segunda, sólo un activista se atrevió criticar a Mubarak y fue detenido inmediatamente. Este año ha sido diferente y, a pesar de la presencia de muchos miembros de las fuerzas del orden, el encuentro se convirtió en un tribunal de denuncia del régimen. El último día se llevó a cabo una concentración en la puerta de la sede de la Conferencia (el edificio del sindicato de periodistas), en que todos y todas gritábamos «¡abajo Bush, Blair y Mubarak!».
La Conferencia se ha constituido sobre una base local amplia que une a los tres grupos significantes de la oposición: los socialistas radicales, los nacionalistas árabes (Nasseristas) y los islamistas (los Hermanos Musulmanes). Esto garantiza una Conferencia plural y viva, y no libre de fricciones. A la vez, me sorprendió positivamente el alto grado de acuerdo sobre los temas centrales en el movimiento del mundo árabe, hecho que se refleja en el eslogan muy explicito de la Conferencia: «Con la resistencia en Palestina y Irak. Contra la Globalización, el Imperialismo y el Sionismo».
La necesidad de la participación de los islamistas en este tipo de actividad -algo que no siempre se ve con buenos ojos en la izquierda europea – quedó patente cuando varios activistas muy jóvenes de los HH.MM. denunciaron que habían sido expulsado de sus estudios por las fuerzas de seguridad que operan en los campus universitarios.
Los foros y los talleres no se limitaban a las denuncias del imperialismo. Hubo charlas muy originales sobre la estrategia imperial de los EE.UU. y la ideología sionista detrás del Estado de Israel, y talleres sobre como apoyar a la resistencia en Palestina e Irak. En uno de estos, el médico iraquí Dr. Salam Ismael describió su llegada a la ciudad de Faluja después del asalto norteamericano sobre esta ciudad, cuando encontró perros comiendo cadáveres en las calles.
Una de las sesiones más emotivas fue el foro de ‘trabajadores y campesinos contra la globalización’, en que hablaron representantes de luchas diversas. Los campesinos del pueblo de Sarandu explicaron como se les han confiscado sus tierras ¡gracias a una nueva Ley que revierte una reforma agraria de hace 50 años! Cuando los habitantes de este pueblo y otro protestaban, ¡detuvieron al pueblo entero! Mucha gente fue torturada y una mujer mayor murió después de una interrogación. Luego, durante los días de la Conferencia, 100 islamistas fueron detenidos por mostrar su solidaridad con las victimas.
También habló un portavoz de un grupo de trabajadores sobre la ocupación de una fábrica que su colectivo había realizado en protesta por el uso de material peligroso (amianto) en ésta.
Hubo momentos emocionantes fuera de las reuniones también. Se me acercó Dr. Salam Ismael porque había oído que venía de Barcelona, y me saludó energéticamente. «Por todo Irak la gente está orgulloso del pueblo español», me dijo, en referencia a la caída de Aznar y la retirada de las tropas. Este pequeño encuentro me reveló el gran abasto de la victoria ganado por el movimiento en el Estado español.
En el Cairo conocí gente de acero luchando bajo las condiciones más adversas, mujeres y hombres cuya fuerza era inspiradora y cuyo optimismo, contagioso. Nunca olvidaré los ojos de Khamil Kahlil, un hombre que ha pasado mucho tiempo en la cárcel debido a su actividad política. Antes de escuchar la traducción de sus palabras, ya me habían convencido de que «¡ganaremos!». «El régimen está en su punto más débil», añadió.
Se podía ver de dónde venía esta afirmación en la protesta unos días más tarde. Mientras los jefes policiales daban ordenes, sentados en la sombra bebiendo té, sus ‘subordinados’ aguantaban, rectos, bajo el sol infernal del mediodía y sin agua. Con tantos salarios policiales por pagar (los policías en este país están muy mal pagados), ya se han producido grandes huelgas en el sector. Y cuando cantábamos contra Mubarak y contra la injusticia ¡no eran pocos los antidisturbios que cantaban con nosotros!
Luke Stobart, activista de Aturem la Guerra, Catalunya, y coordinador del libro Resistencias a la Guerra Global (Ediciones de la Tempestad, 2003)