Lucio Gutiérrez, que pretendió ser «el mejor aliado de EE.UU.», administró un gobierno mediocre, entregado en el manejo de las políticas económicas a sectores de la plutocracia y al FMI. Esto y su entorno, en buena medida cuestionado por malos manejos, más la torpe conducción parlamentaria, junto a sus aliados, obnubilados por objetivos focalizados, al […]
Lucio Gutiérrez, que pretendió ser «el mejor aliado de EE.UU.», administró un gobierno mediocre, entregado en el manejo de las políticas económicas a sectores de la plutocracia y al FMI. Esto y su entorno, en buena medida cuestionado por malos manejos, más la torpe conducción parlamentaria, junto a sus aliados, obnubilados por objetivos focalizados, al margen de una visión de país, lo liquidó.
El repudio popular y la rebelión del ‘forajidismo’ quiteño, sepultó a un gobierno desleal, que sembró expectativas, como alternativa del viejo poder, que ha gobernado a lo largo de un cuarto de siglo de período «democrático», consolidando la especulación, saqueando los dineros públicos y cuasiliquidando la soberanía nacional.
El 20 de abril, el pueblo exigió que se vayan todos , nada con «los mismos de siempre» y advirtió que no aceptará «más de lo mismo». Obligó, en consecuencia, al nuevo Presidente a comprometerse con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), como base para refundar la República .
Las viejas trincas, que tempranamente coparon al nuevo gobierno, se encargaron de archivar esta promesa, que quizo alentarse con una extraña encuesta del CONAM, en búsqueda de determinar preferencias populares de reformas. Tardíamente el gobierno reaccionó y asumió la propuesta de consulta popular, para impulsar la ANC(Asamblea Nacional Constituyente). Lo hizo torpemente, con un mamotreto de estatuto electoral, prácticamente redactado para torpedearla.
Se diluyó, por tanto, el proyecto gubernamental, en medio de acuerdos y desacuerdos con las trincas representadas en la mayoría del Congreso y de su hijo putativo, el Tribunal Supremo Electoral.
Uno y otro, persistentes violadores de la Constitución y la ética, burdos instrumentos de las trincas, autoproclamándose campeones de la «democracia» y archidefensores de la Constitución, bloquean el proceso. El Gobierno sucumbe ante ellos y archiva la ANC.
Todo esto indigna al pueblo que se siente burlado por estas acciones que parecían o eran un show montado para mantenerse en el poder y mantener el status quo.
El gobierno se preocupa y retoma el tema, esta vez decidido a impulsarlo con energía y a enfrentar al Congreso que, asustado, está inmerso en sus propósitos de «romper el candado». No lo logra, porque no encuentra la «pata de cabra»; esto es, acuerdos entre los bloques para el reparto de esta nueva «troncha».
El nuevo Ministro de Gobierno, Alfredo Castillo, con el respaldo de importantes sectores sociales y políticos inicia, en firme, un nuevo proceso, enfrenta a la partidocracia, la acusa de causante de la crisis y de inepta e insiste en la consulta popular, sobre la base de reivindicar el derecho del pueblo a ser consultado, reconocer que la soberanía radica en él y que debe decidir sobre su destino y sobre la ANC con plenos poderes.
Con este panorama concluye el año 2005 y las proyecciones son claras: las organizaciones populares decidirán sobre la consulta popular, con o sin candado, con o sin Congreso y más allá de los límites del gobierno.
Las reformas que requiere el país son de fondo, no dan lugar a retaceos ni a entretenimientos parlamentarios epidérmicos.