Quien revele sorpresa por la vuelta de Carlos Menem a la política argentina, o el eventual retorno de Alberto Fujimori a la de Perú, que se prepare para algo mejor: el posible regreso de Abdalá Bucaram a Ecuador, país que durante seis meses intentó gobernar hasta que en febrero de 1997 el Congreso lo destituyó […]
Quien revele sorpresa por la vuelta de Carlos Menem a la política argentina, o el eventual retorno de Alberto Fujimori a la de Perú, que se prepare para algo mejor: el posible regreso de Abdalá Bucaram a Ecuador, país que durante seis meses intentó gobernar hasta que en febrero de 1997 el Congreso lo destituyó por «insania mental».
El prolijo politólogo Norberto Bobbio dice que «no hay poder si no hay, junto al individuo (o grupo) que lo ejerce, otro individuo o (grupo) que se ve inducido a comportarse del modo deseado por el primero». Pero en Ecuador, donde todo es desprolijo, se debate quién induce o se comporta del «modo deseado»: si Bucaram, prófugo de la justicia, o Lucio Gutiérrez, el alicaído gobernante del país andino.
Como ambos personajes representan el paroxismo de un escenario político centrifugado por múltiples tendencias, el uno requiere del otro. Gutiérrez para terminar su mandato en 2006 y Bucaram para cobrar deudas pendientes con quienes lo quitaron del poder ocho años atrás.
Totalmente desacreditado luego de su traición al movimiento indígena-popular que lo encumbró en 2001, el presidente retiene el poder formal. Sin embargo, el líder del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) cuenta con el respaldo de masas de Guayaquil, ciudad-puerto donde se deciden todas las justas electorales.
En la banqueta opuesta, agua y aceite mezclados: los ex presidentes León Febres Cordero (1984-88) y Rodrigo Borja (1988-92), símbolos máximos de una sociedad a la que, con distintas modalidades, tampoco pudieron dar respuesta dentro del capitalismo dependiente, y en la que ya nada representan.
Reducido a protectorado militar del Pentágono, en Ecuador no hay decisión política de fondo que no vaya acompañada por el monitoreo de la embajada de Washington en Quito y el Centro de Operaciones Avanzadas de la base de Manta.
Gutiérrez oficia como peón del Departamento de Estado; la ID y el PSE buscan salvar el pellejo en caso de ser aprobado un tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos y Bucaram, quien en su época de oro oficiaba de Batman para salvar del mal a Ciudad Gótica (Guayaquil), pesca en río revuelto.
Las condiciones para que el comandante «Loco cero-cero» retorne a la política ecuatoriana están dadas. Y no tanto porque tal era el rango de Bucaram cuando se autonombró miembro honorario de la fuerza aérea (o porque algunas radioemisoras de la tórrida Guayaquil recalientan el ambiente transmitiendo El hombre sin cabeza, su rock predilecto, sino porque gracias a los socialistas y los maoístas, el PRE cuenta con 26 de 51 diputados, a más de la Corte Suprema de Justicia.
Restaría hablar de los pueblos ecuatorianos conscientes de sí y de la crisis terminal del país andino. A fines de diciembre pasado, la Confederación de Nacionalidades de Indígenas (Conaie) realizó el segundo congreso en la ciudad de Otavalo, al norte de Quito.
Allí los indígenas manifestaron su repudio al gobierno de Lucio Gutiérrez, a la política neoliberal, a la intervención militar abierta de Estados Unidos y al ALCA. Leónidas Iza, presidente saliente de la Conaie, hizo un balance de su gestión:
«A través de sectas religiosas, partidos políticos y compra de conciencia no podrán aniquilar al Ecuador, presidido desde el gobierno de Bush. Es la hora de fortalecer la unidad, dejando las diferencias personales y recogiendo la herencia dejada por nuestros mayores.»
El saraguro Luis Macas, ex ministro de Agricultura de Gutiérrez, fue elegido presidente de las tres matrices de la Conaie; Santiago de la Cruz (chachi) vicepresidente, y Miguel Guatemal (karanki), Efrén Kalapuchea (kichua), Rafael Pandám (shuar), Carolina Minte (manteña), Vicente Pujota (achuar), Manuel Guatán (puruhá), Evelio Gende (tsáchila) y Manuel Castro (cañari), miembros de la confederación.
En un análisis de noviembre de 2002 apuntamos: «Los pueblos antiguos del Ecuador le han dado el apoyo a Lucio Gutiérrez, en el entendido de que su gobierno (producto de la alianza del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo País y el Partido Sociedad Patriótica 21 de enero) respetará la cosmovisión indígena, factor decisivo para la reforma y la transformación de la sociedad ecuatoriana…»
«… En caso de obstaculizar o impedir el cauce de las reivindicaciones indígenas y populares, (Gutiérrez) podría sufrir una suerte similar a la de los ex presidentes Abdalá Bucaram y Jamil Mahuad, destituidos en sendas movilizaciones nacionales a causa del capitalismo salvaje aplicado por sus gobiernos, el FMI y el Banco Mundial…» (La Jornada, 25/11/02)
El presidente de Ecuador optó por ignorar a los pueblos indígenas y Pachakutik-Nuevo País se dejó seducir por el canto de sirena de la Izquierda Democrática. Al igual que Menem y Fujimori, la carta de recambio del dúo Febres Cordero-Borja o la de Fujimori en Perú y la de Bucaram en Ecuador es clara: sin proyectos económicos alternativos, visiones de país y figuras de recambio, las oligarquías latinoamericanas marchan hacia el basurero de la historia.