Momento en el que el presidente George W. Bush escribe una nota a la secretaria de Estado Condoleezza Rice, durante la 60 Asamblea General de la ONU, en la cual menciona que necesita ir al baño y pregunta a la funcionaria si esto es posible, ayer en Nueva York FOTO Reuters Nueva York, 14 de […]
Momento en el que el presidente George W. Bush escribe una nota a la secretaria de Estado Condoleezza Rice, durante la 60 Asamblea General de la ONU, en la cual menciona que necesita ir al baño y pregunta a la funcionaria si esto es posible, ayer en Nueva York FOTO Reuters
Nueva York, 14 de septiembre. Mientras una de sus ciudades sigue bajo el agua con cientos de miles de refugiados pobres, el presidente George W. Bush declaró ante la cumbre mundial de la Organización de Naciones Unidas, que la lucha contra el terrorismo y la promoción del libre comercio son las prioridades supremas, y las vías para lograr la reducción de pobreza y la paz en el mundo.
En el primer día de la Cumbre Mundial -la reunión más grande de jefes de Estado en la historia- los discursos instaron a los gobiernos del mundo de resolver los problemas que ellos mismos han generado, incluyendo conflictos armados, desigualdad económica, falta de salud, educación y más.
Pero aquí parece que todos estos problemas brotaron desde algún lugar misterioso, y ahora hay que abordarlos. Casi todos hablaron de paz, de niños inocentes que padecen las consecuencias de todas las injusticias, de pobreza e igualdad.
En una institución que cumple 60 años con una crisis de credibilidad tanto al interior como ante la opinión pública mundial, encabezada por un secretario general debilitado, y con su agenda del «milenio» -para reducir la pobreza, promover el desarrollo, y lograr el desarme nuclear-, casi anulada por órdenes de Washington, hoy los muros de la Asamblea General retumbaron con las palabras elegantes de jefes de Estado reafirmando la necesidad de que los países del mundo se dediquen a rescatar el planeta.
Pero el documento que será adoptado por los entre 150 y 170 jefes de Estado (cambia la cifra cada día), al fin de esta cumbre, más bien manifiesta la fragilidad del consenso de la comunidad internacional que de nuevo, como hace tres años en torno a la invasión de Irak, no logró enfrentar con unidad la imposición de la postura estadunidense en este foro mundial.
El consenso casi alcanzado estableciendo metas y mecanismos concretos para reducir la pobreza, promover el desarrollo, avanzar sobre el desarme y no proliferación nuclear y asuntos ambientales, fue sujeto a un sabotaje de última hora por Estados Unidos, y el resultado ahora es un documento diluido donde los temas clave fueron dejados sólo en términos abstractos para resolverse en un futuro indeterminado o, de plano, quedaron ausentes.
Varios oradores, incluido el secretario general, Kofi Annan, admitieron hoy que no se llegó al acuerdo deseado, pero buscaron evitar la palabra «fracaso», y argumentaron que es «un paso» hacia delante.
«Tenemos que seguir trabajando con determinación en los asuntos difíciles sobre los cuales urge avanzar, aunque eso no se haya logrado aún», declaró ante la Asamblea General. Advirtió que «sean cuales sean nuestras diferencias, en nuestro mundo interdependiente, o nos mantenemos juntos o caemos juntos». Aunque señaló que el documento ofrece varios avances sobre temas como la condena del terrorismo, la responsabilidad de proteger a pueblos contra el genocidio, la lucha contra la pobreza y más, «no hemos logrado aún la reforma amplia y fundamental que yo y muchos otros creemos necesaria», indicando que las diferencias no permitieron un consenso pleno sobre eso.
Pero el consenso fue minado por Estados Unidos, y hoy Bush no lamentó en ningún momento la falta de acuerdos sobre temas clave como el desarme nuclear y el enfoque sobre el desarrollo. No lo hizo porque este era el resultado deseado, señalaron fuentes dentro del organismo mundial a La Jornada hoy. «Han estado sangrando poco a poco a la ONU», comentaron, al asegurar que las investigaciones sobre corrupción y más, han servido para debilitar tanto a la institución como al propio secretario general.
La forma en que se elaboró y negoció el documento final sólo respondió a las demandas de Washington, y ante la falta de unidad de otros países y regiones, se cedió. Una ONU debilitada es precisamente lo que deseaba el gobierno de Bush, y para muchos dentro de la institución, tristemente, esto se ha logrado.
«El avance de la libertad y la seguridad es la misión de nuestro tiempo. Esta es la misión de Naciones Unidas», declaró hoy Bush en la apertura de la 60 Asamblea General. Señaló que la clave para resolver los problemas de pobreza, desarrollo y paz es por medio del combate al terrorismo y la promoción del libre comercio. «Lucharemos para liberar del peso de la pobreza de lugares de sufrimiento… y el camino más seguro a mayor riqueza es a través de mayor comercio». Insto a los gobiernos a llegar a un consenso de la llamada «ronda de Doha» para un acuerdo comercial mundial, y con ello ofrecer a los pobres la gran oportunidad de participar en la economía global. No sólo eso, sino al ampliar el comercio «difundimos esperanza y oportunidad a las esquinas del mundo, y con ello damos un golpe contra los terroristas que se nutren de la ira y el resentimiento».
Bush señaló que «nuestra agenda de un comercio más libre es parte de nuestra agenda de un mundo más libre», dijo, y señaló que hoy existe una gran oportunidad para la promoción de la libertad en el mundo, citando como ejemplos a Irak y Afganistán. La libertad es democracia, según esta formulación, y países democráticos sostienen un régimen de ley, imponen límite sobre el poder del Estado y «naciones democráticas protegen la propiedad privada, la libre expresión y la expresión religiosa», afirmó.
Bush advirtió que la reforma de la ONU es necesaria para que ejerza su papel de actor efectivo y lograr promover estos objetivos mundiales. «Si los países miembros quieren que Naciones Unidas sea respetado, respetado y efectivo, tienen que empezar por asegurar que amerita ser respetado».
Bush concluyó declarando que en toda etapa de la historia «el espíritu humano ha sido desafiado por fuerzas oscuras y de caos», y recordando los principios de la ONU, convocó a cumplir con la promesa de esta institución para «asegurar que cada ser humano goce la paz, la libertad y la dignidad que nuestro Creador prometió para todos».
El poder de «mercados abiertos» y libres, por lo tanto, son la propuesta para combatir la pobreza, el terrorismo, lograr la paz, la democracia y la «libertad». El discurso de Bush se presentó ante un mundo escéptico, y no fue recibido más que un aplauso final de cortesía.
En el Consejo de Seguridad, poco después, los presidentes de los 15 países miembros adoptaron una resolución que llama a los 191 países de la ONU a promulgar leyes para definir como delito «toda incitación para cometer un acto terrorista» y negarle albergue a cualquier sospechoso.
Por lo menos en este primer día el mundo cedió ante los deseos de Washington, y esta institución de la comunidad internacional está más débil que nunca. Fue justo aquí que Washington violó la Carta de la ONU al lanzar la invasión de Irak, y fue aquí donde regresó para declarar al mundo que esta organización sólo será efectiva en los términos definidos no por consenso real, sino por decisiones convenientes o aceptables al último superpoder.
Los discursos de la mayoría de los jefes de Estado aquí comprueban que todos reconocen los graves problemas que sufre el mundo. Pero hasta el momento, traducir esa conciencia en algo más que discursos aún no se siente aquí, aunque todos repitan justo esta advertencia.
Mientras el mundo, o buena parte, no logre rebatir a Washington, las posibilidades por el momento son casi nulas. Las consecuencias inmediatas son que este foro mundial, único ahora, está tal vez más débil que nunca, justo lo que le conviene al gobierno de Bush en esta coyuntura.