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Preocupación mundial por el “efecto contagio”

EEUU, la UE y Kosovo, una maniobra peligrosa

Fuentes: APM

La «independencia» kosovar amenaza con sentar un delicado precedente en los conflictos separatistas del mundo. La jugada política de Washington puede significar un precio muy alto para otros países

Un nuevo argumento a favor de la adopción del vocablo «balcanización» al lenguaje político internacional se ha sumado a una lista que ya contaba con sustentos suficientes para la utilización de este término como sinónimo del desmembramiento de un país o nación en territorios o comunidades enfrentadas. La declaración unilateral de la «independencia» de Kosovo es un nuevo capítulo en la historia de una zona marcada por el segregacionismo, la violencia étnica y la multiplicidad de divisiones y reclamos territoriales. Un nuevo capítulo que se perfila como desencadenante de futuros conflictos a sucederse en la zona de los Balcanes pero también en diferentes escenarios mundiales.

Sabido era que detrás de la independencia de Kosovo se escondía una fuerte polémica entre los actores involucrados en la disputa, sabido también era que la utilización del elemento «libre determinación de los pueblos» como factor justificativo de la «independencia» kosovar, podría provocar una reacción en cadena de los distintos pueblos que a lo largo y ancho del planeta, reclaman su independencia.

Pese a esto, las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos y los socios de mayor peso de la Unión Europea (UE) -excepto España-, decidieron llevar a cabo esta peligrosa maniobra. Porque más allá del conflicto político entre Serbia y su ex provincia autónoma, la decisión final tiene un autor intelectual indudable: la Casa Blanca. De ningún modo Kosovo podría haberse declarado «independiente» sin el consentimiento y la recomendación de Washington y, en menor medida, la UE.

Para graficar estas aseveraciones es necesario tener en cuenta lo siguiente. El pasado primero de febrero, el portal digital Rebelión publicó un artículo del periódico italiano Il Manifesto titulado «Kosovo: en un acta secreta instrucciones de EE.UU a la UE». En este artículo queda plasmado cómo la Casa Blanca desplegó toda la estrategia necesaria para que se declarara la independencia de Kosovo a través de un comunicado secreto enviado a Eslovenia, país que preside actualmente la UE y que mantiene estrechas relaciones con Estados Unidos. «El cómo, el dónde y el cuándo de la independencia kosovar, su reconocimiento y la llegada de la misión internacional civil», fueron las instrucciones recibidas en la UE y que a la luz de los acontecimientos fueron llevadas a cabo minuciosamente días más tarde.

Esta acción por parte de Washington y de Bruselas (sede de la UE) es vista en el ámbito internacional como un paso más en la estrategia occidental de ampliar su influencia en áreas de histórica afinidad con Rusia y antipatía con Estados Unidos, tal es el caso de Serbia. Es decir, que el mundo está frente a una nueva jugada por parte de la Casa Blanca que no abandona la búsqueda de una hegemonía absoluta en el tablero internacional.

Sin embargo, el caso de la independencia kosovar tiene una arista que puede desatar una cadena de conflictos interminables. Es que la maniobra estadounidense resulta un claro estímulo para reavivar los conflictos separatistas y los reclamos territoriales en todo el mundo. El «efecto contagio» y la posibilidad de provocar escenarios de inestabilidad política y social, no resulto impedimento para quienes motivaron la secesión de Kosovo.

¿Cómo justifican Estados Unidos y la UE esta decisión que inevitablemente dará lugar a nuevas demandas en otras zonas de conflicto?

El argumento más utilizado es aquel que asegura que Kosovo es un caso único y que no supone precedente para ningún otro pueblo que reclame su «libre determinación». Pero quienes manifiestan esto saben que además de ser una explicación absolutamente frágil, este argumento inevitablemente servirá de justificativo para todos aquellos pueblos con aspiraciones independentistas. Los acontecimientos que siguieron a la declaración kosovar demuestran claramente que esta última afirmación se hará realidad más rápido de lo previsto.

Esto se ha manifestado en el reaparición a la luz pública de grupos o regiones secesionistas que aparecían «como dormidos» en el escenario internacional y que se han hecho eco de la declaración unilateral de Kosovo para revalidar y reavivar sus propias causas. El resurgimiento de esta cuestión, se revela en las sucesivas negativas de una gran cantidad de países a reconocer a Kosovo como Estado, lo cual traerá aparejado disputas en el seno de la UE y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando deba aceptarse o no al nuevo Estado como miembro del organismo.

Los tres países más importantes que han manifestado que no reconocerán a Kosovo, son Rusia, China y España. Todos estos cuentan en sus territorios regiones secesionistas que cuentan con diversos grados de autonomía y reconocer el nuevo estado sería, de algún modo, abrirle la puerta a esos grupos independentistas internos y, por otro lado, un gran revés entre sus pobladores que no aceptarían la balcanización de sus respectivos países. Cabe destacar que en el caso de Moscú, posee una estrecha relación bilateral con Belgrado y consideran la división de Serbia como una maniobra estadounidense para socavar el peso de Rusia en la región balcánica.

A fin de entender con mayor claridad que escenarios pueden desencadenarse con la declaración unilateral de la independencia de Kosovo, apoyada por Estados Unidos y la UE, sustentada en el principio de «autodeterminación de los pueblos», vale la pena repasar algunas de las regiones del mundo en donde se suceden conflictos por los respectivos reclamos independentistas. La «autodeterminación de los pueblos», es el factor clave para entender estos escenarios y, también, su contraparte, el principio de integridad territorial de los Estados.

La cuestión más conocida es la que atañe a España. Pase lo que pase, Madrid difícilmente alguna vez reconozca un derecho que contraponga el principio de integridad territorial ya que, por un lado, es el argumento en contra de los reclamos independentistas de Catalunya y del problemático País Vasco. Por otro lado, este argumento también es utilizado por los españoles en los reclamos de soberanía sobre los territorios del peñón de Gibraltar, históricamente en manos de Gran Bretaña.

Por su parte, Rusia, el más reacio a la idea del reconocimiento a Kosovo, parece haber encarado una estrategia de golpe por golpe señalando que el caso Kosovo podría permitirle a otras minorías declararse independientes, por ejemplo las regiones autónomas de Abkhazia y Osetia del Sur en Georgia. Ambas aspiran a depender de Moscú y sus respectivos líderes realizaron declaraciones públicas en las que aseguran que comenzarán el camino hacia la independencia. En un referéndum realizado en 2006, el 99 por ciento de los osetios votaron a favor de la escisión de Georgia.

En este mismo sentido, sectores del Kremlin manifiestan posiciones cercanas a la independencia de las regiones autónomas de Transnistria (que en 1990 declaró su independencia de Moldavia) y de Nagorno-Karabaj (busca independizarse de Azerbaiyán). Además, existen minorías rusas en diversos estados nacidos luego de la fractura de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Contra esto hay que mencionar los problemas de segregacionismo interno que debe sortear la Federación Rusa. Varias de las regiones autónomas de Caucasia tienen aspiraciones independentistas, entre ellas el caso más resonante es el de Chechenia, de población mayoritariamente musulmana como Kosovo.

Por otra parte, China cuenta con un panorama interno por demás complicado en este sentido. Los escenarios más relevantes son Taiwán y el Tíbet. El primero no es reconocido por Pekín pero cuenta con el reconocimiento internacional, aunque nunca ha formalizado su solicitud de ingreso a la ONU teniendo en cuenta el poder de veto que posee China. Por su parte, la región autónoma del Tíbet reclama su derecho al autogobierno y a la libertad religiosa. En el gigante asiático también coexisten 56 minorías reconocidas por el gobierno central. Uno de los temores es que algunas de esas minorías exijan mayor autonomía, el caso más preocupante para Pekín es la región autónoma Xinjiang mayoritariamente ocupada por los uighurs, pueblo de confesión musulmana y lengua turca, en cuyo seno existen grupos que luchan por la independencia.

Rápidamente se puede mencionar el gran número de países que también se niegan a reconocer a Kosovo por los conflictos internos que los aquejan. Dentro de la UE, además de España, Chipre se niega debido al conflicto que mantiene desde hace años con los turcochipriotas del norte de la isla, que declararon su independencia de Nicosia pero sólo fueron reconocidos por Turquía. Grecia tampoco se pronunciará a favor de Kosovo, en apoyo a Chipre. Por su parte, tanto Eslovaquia como Rumania tampoco lo harán debido a sus conflictivas minorías húngaroparlantes que reclaman mayor autonomía en cada uno de los países.

Otros países del mundo que aún esperan para reconocer a Kosovo o que no piensan hacerlo son Sri Lanka (lucha desde hace décadas contra movimientos separatistas tamiles, conflicto enmarcado por las luchas étnicas entre cingaleses y tamiles); Indonesia que actualmente cuenta con asiento en el Consejo de Seguridad (niega la independencia a las provincias separatistas de Papúa y Aceh); Tailandia (lucha contra la organización por la Liberación del Patanni Unido que pretende un estado musulmán); Filipinas (la provincia autónoma de Mindanao busca crear una nación musulmana); además hay que considerar los problemas étnicos, las luchas tribales y las guerras civiles que continúan desangrando gran parte del continente africano. Un claro ejemplo lo constituyen las divisiones internas en Somalia. También puede mencionarse el conflicto étnico en Etiopía y la lucha del gobierno de Marruecos contra el Frente Polisario que persigue la independencia del Sahara Occidental.

Por otra parte, puede mencionarse la lucha del pueblo palestino contra la ocupación israelí y, por último, el caso del Kurdistán, el mayor pueblo sin Estado del mundo, que divide sus poblaciones en los territorios de Turquía, Irán, Irak, Siria y Armenia.

Siguiendo con los escenarios conflictivos, en Sudamérica Bolivia y Argentina han manifestado que no reconocerán a Kosovo como Estado, teniendo en cuenta dos disputas de distinta naturaleza. Por un lado, La Paz ha señalado que respetará el principio de integridad territorial de los Estados, evitando de este modo que los cuatro departamentos separatistas tengan argumentos como para justificar sus reclamos de mayor autonomía respecto del gobierno central. En tanto que Buenos Aires se ha manifestado en igual sentido teniendo en cuenta que este es el fundamento que sostiene para reclamar las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur ocupadas por el añejo imperio británico.

Por último, vale la pena volver al comienzo. Uno de los peligros mayores que la declaración de Kosovo puede traer aparejada es el recrudecimiento de los conflictos étnicos dentro de la antigua Yugoslavia. Kosovo es la séptima república que surge de la ex Yugoslavia y todos estos territorios escindidos cuentan con minorías que a partir de ahora comenzarán a exigir su derecho a la soberanía. La misma serbia cuenta Voivodina una región autónoma ocupada por croatas y húngaros en su mayoría. Bosnia- Herzegovina no reconoce a Kosovo, teniendo en cuenta el costo que significaría que la llamada República Serbia de Bosnia comience a presionar por su independencia. Por otro lado, Macedonia cuenta con un 30 por ciento de su población de origen albanés y hace algunos años debió enfrentar un levantamiento armado de grupos albaneses.

En conclusión, en todos los territorios habitan grupos étnicos de las repúblicas de la antigua Yugoslavia y, también, de otra procedencia como Albania. Muchos diplomáticos advierten que esta situación podría llevar a una nueva serie de conflictos étnicos en la antigua Yugoslavia. Esta situación podría verse agravada entre serbios y eslovenos teniendo en cuenta el rol que actualmente asume Liubliana como presidente de turno de la UE.

Para terminar, es necesario resaltar el carácter sumamente peligroso de la maniobra llevada a cabo por Estados Unidos y la Unión Europea al permitir que una provincia se declare independiente unilateralmente. El precedente puede generar una serie de conflictos y escenarios inestables generadores de violencia étnica. Si esto sucede ¿cuál será la actitud de Washington?

Evidentemente detrás de la jugada, la Casa Blanca esconde su estrategia de reforzar la hegemonía en el plano internacional. Nuevamente, esta estrategia se ha basado en el antiguo principio del «divide y reinarás». Aunque es bueno preguntarse ¿Qué sucedería si Estados Unidos o alguno de sus aliados sufren procesos separatistas en sus territorios? ¿Qué pasaría si los texanos reavivan un viejo anhelo independentista o los flamencos belgas deciden escindirse de Bruselas o Gran Bretaña sufriera con los secesionistas irlandeses o si los portorriqueños resolvieran soltar la mano de Washington o Québec hacer lo propio con Canadá? La respuesta es obvia. Estados Unidos y sus aliados se opondrían tajantemente.

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