El altermundismo en México tiene una capacidad de movilización limitada. Desde febrero de 2001, durante el encuentro regional del Foro Económico Mundial, realizado en Cancún, sus foros alternativos y llamados a participar en protestas han tenido pocos asistentes. Su impacto en la sociedad mexicana ha sido, hasta ahora, escaso.El hecho no deja de ser una […]
El altermundismo en México tiene una capacidad de movilización limitada. Desde febrero de 2001, durante el encuentro regional del Foro Económico Mundial, realizado en Cancún, sus foros alternativos y llamados a participar en protestas han tenido pocos asistentes. Su impacto en la sociedad mexicana ha sido, hasta ahora, escaso.
El hecho no deja de ser una ironía. El altermundismo en Europa y Estados Unidos reconoce en el levantamiento zapatista de enero de 1994 y en la realización de los dos Encuentros por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, convocados por el EZLN, momentos claves en la fundación de su movimiento.
Resulta, además, que México ha sido terreno de experimentación de una de las más agresivas modalidades del Consenso de Washington. La globalización neoliberal ha producido aquí millones de damnificados sociales y un descontento profundo en amplias capas de la población.
Sin embargo, quienes participan en los circuitos altermundistas no han podido canalizar el malestar de la población hacia el libre comercio. Tampoco han sido capaces de mostrar al gran público la relación que existe entre el deterioro de sus condiciones de vida y los acuerdos que se toman en las cumbres de los organismos multilaterales que se realizan en México.
De manera muy esquemática puede decirse que en el altermundismo mexicano conviven de manera problemática dos campos. De un lado, una serie de organizaciones no gubernamentales (ONG) con años trabajando en el mundo de la cooperación internacional, dotadas de infraestructura, personal profesional y financiamiento; frecuentemente forman parte de redes trasnacionales más amplias. Del otro, un archipiélago de colectivos juveniles sin estructura estable, muchos de vocación contracultural y sin recursos económicos.
A estos dos campos se suman, en momentos específicos, tanto asociaciones gremiales de trabajadores o campesinos que no hacen del altermundismo el centro de su acción, como organizaciones partidarias o protopartidarias de inspiración marxista-leninista clásica que rechazan ser globalicríticos y se asumen, básicamente, antimperialistas.
Ejemplos del primer tipo de organismos son los trabajadores electricistas o los productores rurales de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA); muestra de la segunda clase de agrupaciones es el Frente Popular Revolucionario.
La mayoría de las ONG que intervienen en el movimiento altermundista son grupos que no tienen membresía. Su presencia proviene de años de trabajo sobre temas como el comercio mundial, las relaciones internacionales que han tejido, los recursos con que cuentan para hacer su labor y los estudios y propuestas que han elaborado. Con frecuencia dedican parte de su actividad al cabildeo o a entrevistas con dependencias públicas u organismos multilaterales. La larga lista de siglas que muchas de sus convocatorias públicas suman tiene, por lo regular, muy poca incidencia a la hora de movilizar contingentes sociales en protestas específicas. Sus críticos les reprochan comportarse como coroneles sin tropa y asumir una representación en nombre de la sociedad civil que nadie les ha otorgado.
El archipiélago de asociaciones que luchan contra la globalización neoliberal ha crecido en los últimos años de manera acelerada. Para muchos jóvenes el altermundismo se ha convertido en una forma de ser simultáneamente internacionalista, contemporáneo y genuino. Dotados de un sentido de solidaridad y cooperación, rechazan, en ocasiones por consideraciones éticas, la mercantilización de la vida cotidiana y la destrucción del medio ambiente. Combinan el estudio, la reflexión, el arte y la acción política. Fundan bibliotecas, dan conferencias y se reúnen regularmente. Hacen todo aquello que la izquierda partidaria abandonó hace años para dedicarse a organizar elecciones. Su ideología es abierta y la gran mayoría considera que la resistencia civil pacífica es una forma de lucha importante.
Es así como han surgido grupos del tipo de la batucada pink and silver mexicana Ritmos de Resistencia, inspirada en parte por el Infernal Noise Brigada, de Seattle, y por las bandas europeas Rythms of Resistance, de Londres y Amsterdam, y Batucada Intergalactique, de París. Iniciativas como Nueva Orden Mundial, en la que estudiantes artistas hacen performance callejero, como Acción Informativa en Resistencia, que se propone generar y difundir información independiente sobre los movimientos de resistencia locales y globales, o como los distintos Centros de Medios Indymedia, establecidos en la ciudad de México, Chiapas, Guadalajara’ Sonora y Tijuana, no son una excepción. Coordinan sus acciones en plataformas más amplias como la Caravana Carlo Giuliani.
Sin embargo, su ámbito de acción es limitado. Su capacidad de convocatoria se circunscribe, regularmente, a su entorno inmediato. Pero su imaginación y disposición para la acción no son para nada despreciables, y han mostrado -durante la reunión de la OMC en Cancún- tener disciplina y orden en circunstancias muy difíciles.
Pero, más allá de sus limitaciones, la saña y el encono con que estos jóvenes fueron tratados por la policía y los medios de comunicación en Guadalajara son un indicador del peligro que la derecha conservadora percibe en ellos. El desdén con el que los partidos de izquierda han encarado el altermundismo (y la represión que han sufrido) es un termómetro de hasta dónde esos muchachos son un desafío a sus modos de hacer política.