El principal reto que afronta la humanidad en los tiempos actuales ante la crisis multidimensional del capitalismo es la construcción de una nueva civilización a partir de la activa participación de las grandes masas populares, sostiene la filósofa argentina y educadora popular, Isabel Rauber. No se trata de un cambio de sistema, explica, sino de […]
El principal reto que afronta la humanidad en los tiempos actuales ante la crisis multidimensional del capitalismo es la construcción de una nueva civilización a partir de la activa participación de las grandes masas populares, sostiene la filósofa argentina y educadora popular, Isabel Rauber.
No se trata de un cambio de sistema, explica, sino de un reto mucho más ambicioso que apunta a un cambio sustancial de modo de vida, lo que «requiere de la constante transformación de los sujetos de cambio» que se construyen «en las luchas y resistencias concretas no solo en el plano territorial local, sino también global».
Si bien este proceso requiere de una larga transición, Rauber considera que » construir una civilización superadora de lo construido hasta ahora no es tarea de pocos ni de elegidos, requiere de la participación de la humanidad toda, al menos de la mayoría absoluta, y esto reclama de la sucesión concatenada de procesos histórico-concretos que vayan abriendo canales para la participación en dimensiones diversas, creando y acuñando, a la vez, nuevas prácticas de inter-relacionamiento humano en lo social, político, económico y cultural. En tal sentido, los actuales procesos de luchas sociales, y las experiencias de los gobiernos raizalmente transformadores, constituyen laboratorios del nuevo mundo que pueden ayudarnos a crecer colectivamente en saberes, si somos capaces de dar seguimiento y apropiarnos críticamente de las experiencias. Ellas constituyen, a la vez, por ello, fuentes de inspiración para la vida. Y la brújula está en el accionar-pensar constante de los movimientos».
En diálogo con el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano WWW.CRONICON.NET en la ciudad de Buenos Aires, esta científica social hace hincapié en el ímpetu del accionar que vienen protagonizando los movimientos sociales al despuntar el siglo XXI cuyo eje articulador es el de la lucha por la vida. «Tienen en claro que, -afirma- en su estadio actual, la continuidad de la lógica de producción y acumulación del capital amenaza a toda la humanidad. Y esta amenaza se resume y expresa en la contradicción antagónica vida-muerte, al tiempo que caracteriza el problema fundamental del tiempo actual, y resume y articula, además, nuevas contradicciones sociales».
Rauber es doctora en Filosofía de la Universidad de La Habana, directora de la revista Pasado y Presente siglo XXI y coordinadora de la red de investigación del mismo nombre. Además, es Investigadora adjunta del Centro de Estudios sobre América, coordinadora del Laboratorio de Pensamiento Argentino del Centro Cultural Caras y Caretas de Buenos Aires, docente de la Universidad Nacional de Lanús, profesora adjunta de la Universidad de La Habana, miembro del Consejo Científico Asesor de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) e integrante del Foro del Tercer Mundo y del Foro Mundial de las Alternativas. También es investigadora de la UNESCO en temas de género, pobreza urbana y procesos de transformación social, así como asesora de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Se ha especializado en estudios de sociología política, análisis de coyuntura, memoria histórica, ensayos filosóficos y estudios antropológicos de movimientos sociales, barriales, sindicales, indígenas y de género. Ha publicado artículos, reseñas y más de dieciocho libros en Latinoamérica.
Es investigadora invitada del Centro de Estudios Tricontinental (Cetri) de Lovaina la Nueva, colabora con el Instituto de Estudios para el Desarrollo de Ginebra, y dirige el Programa de Formación Sociopolítica a Distancia (Profosd). Entre sus obras más recientes están: Dos pasos adelante, uno atrás. Lógicas de superación de la civilización regida por el capital (2010); Cayo Hueso, estampas del barrio (2010); Miradas desde abajo (2008); sujetos políticos (2006); Movimiento social y repercusiones políticas, articulaciones (2004).
Su vida académica y de investigación ha estado dedicada a sistematizar y conceptualizar las experiencias de los movimientos sociales e indígenas latinoamericanos en búsqueda y construcción de una civilización desde abajo.
La humanidad requiere de herramientas culturales
– En su libro «dos pasos adelante, uno atrás» usted sostiene que en esta crisis civilizatoria del capitalismo están dadas las condiciones para una transición que permita cambiar el sistema. ¿Esta crisis capitalista será la oportunidad para comenzar este proceso de transformación?
– Yo he dejado de hablar de cambio de sistema para plantear cambio civilizatorio. Podría pensarse que es lo mismo pero no lo es porque un cambio civilizatorio implica una transformación de las lógicas profundas que vienen dominando la civilización actual, y lo que aprendimos del socialismo del siglo XX fue el planteamiento de una alternativa superadora del capitalismo y ciertamente podemos decir que mal o bien lo logró en el sentido de que hubo varias revoluciones pero quedaron entrampadas en la lógica de la competencia económica del capitalismo. Se pensó que hacer la revolución pasaba por apropiarse de los medios de producción por parte del Estado, reduciendo el poder a las personificaciones institucionales, sin ver otras aristas, sin contemplar la hegemonía, simplemente teniendo una visión institucionalista y economicista del poder y eso automáticamente produciría la liberación humana. La historia no es así y lo que hubo fue un cambio de dueños que no modificó la lógica, por eso yo creo que el problema no es superar el capitalismo sino superar toda la civilización del capital, el desafío es mayor. Nosotros vivimos una civilización deshumanizada en el sentido de que promueve una alienación muy grande de los seres humanos porque somos cada vez más objetos de consumo. Cada vez vivimos menos para nosotros y mucho más para el mercado.
– Pero esto tocó fondo…
– No, nunca toca fondo, se profundiza cada vez más, esto no se termina espontáneamente. El ser humano está tan enajenado que se sigue autoflagelando para responder a la cuestiones que se consideran normales y no se piensa en los cómo y en los para qué. La humanidad no se va a dar cuenta de todo lo que está pasando: guerras, destrucción de la naturaleza, etc., porque para darse cuenta tendría que tener las herramientas culturales y no las tiene. Y aquellos que quieren cambiar el mundo en vez de estar simplemente en la calle deberían dedicarse a concientizar. Y no quiero decir que estar en la calle sea una pavada porque a veces hay que estar en ella, pero hay que avanzar en la concreción del pensamiento estratégico, en el sentido de Paulo Freire, no ir a meter conceptos sino tratar de razonar y discutir las realidades. El problema del mundo es la inexistencia de una humanidad consciente para lo cual tenemos que encontrar un nuevo modo de vida entre todos y todas, y eso no se logra por decreto sino que hay que construirlo, por eso la construcción del poder es desde abajo. Es decir, tenemos que cambiar el modo de producción y de reproducción y eso hay que pensarlo, hay que inventarlo, y es todo un caminar de muchos años. Pero además, la humanidad tiene que saber porqué lo hace para querer hacerlo.
– ¿Si bien el capitalismo no se va a caer sólo, una manera de reproducirse no son las propias crisis y las guerras que él mismo genera?
– Por supuesto que sí pero sobre todo porque la humanidad sigue los dictámenes del mercado. Lo que necesitamos es una superación real, histórica, civilizatoria, no necesitamos actos, requerimos construir un nuevo tipo de producción y reproducción que no es solamente económica sino que es también cultural, con la naturaleza y con los seres humanos. Implantar la solidaridad no se puede hacer con el mercado por lo que es preciso comenzar por despreciar el consumismo de manera autónoma y conscientemente, y ese es un proceso de muchos años.
– ¿Pero para ello no se requiere la irrupción de un nuevo sujeto político?
– El sujeto político se va construyendo. La primera persona que asume una actitud crítica ya está en el cambio civilizatorio, como es un proceso de varios años, quién puede decir en qué grado estamos. Toda la toma de conciencia que se está produciendo en cuanto al respeto por la naturaleza es parte de ese cambio, es una acumulación que de repente hace un estallido y la humanidad evoluciona. En todo este proceso ocurren los gobiernos populares, las revoluciones democráticas, todo es parte del mismo.
– ¿Hablando de la lucha político-ideológica en América Latina, el caso de la revolución cubana, constituye un elemento de cambio a la lógica capitalista?
– Yo creo que Cuba es la última revolución de la tipología del siglo XX. La revolución cubana desde el punto de vista de modelo paradigmático en América Latina es la primera y la última del siglo precedente, en el sentido de que pasa por la toma del poder, la estatización, que además después tiene que rever para poder enfrentar las condiciones actuales porque ya no se adapta al sistema-mundo. La revolución cubana se ve obligada a discutir sobre la realidad del mercado, el diálogo internacional y frente a la vorágine de contradicciones de la cual estuvo afuera durante el tiempo en que perteneció al bloque socialista. Ese periodo que fue maravilloso con todos los defectos que tuvo, yo lo experimenté y puedo dar fe de lo que es vivir sin las leyes del mercado y del dinero, es extraordinario, porque el diálogo entre las personas no está mediado por el interés. Tuve el privilegio histórico de haber vivido ese suspiro de la historia, lo voy a tener como anhelo siempre, porque así como vi las deficiencias, vi también la inyección de espiritualidad. Además, Cuba tiene muy metido adentro el tema de la liberación desde un punto de vista del ideario martiano (de José Martí), en el sentido de ser cultos para ser libres.
– ¿Coincide en que América Latina a excepción de algunos países centroamericanos, México y Colombia, está históricamente en su mejor momento político?
– Yo creo que sí porque como nunca antes consignas del pasado como la integración están plenamente vigentes. Creo que estamos en el sentido de lo que tenemos que hacer, cuestionando las lógicas del sistema, se están abriendo pistas, independientemente de si triunfaremos. Hay un tránsito hacia una racionalidad diferente y triunfaremos cuando el mundo sea diferente. No me inquieta en este proceso del caminar que estos gobiernos populares de América Latina se reelijan o no, lo que me interesa es si apuntalan y fortalecen el sujeto colectivo y puedo decir que todos lo están haciendo. En ese sentido la revolución cubana ha tenido siempre claro la participación del sujeto, una participación sui generis porque está organizada de forma vertical pero que de todas maneras se ha dado el tiempo para escuchar las opiniones del pueblo y por eso ahí está Cuba.
– ¿Los movimientos sociales en América Latina han sido papel predominante en el ascenso de gobiernos populares?
– Yo creo que los movimientos sociales han tenido un papel fundamental en las luchas contra el neoliberalismo, que son las luchas contra el sistema que hay, son las resistencias por la vida. Estos últimos treinta años tienen que ver con la constitución de la nueva mentalidad de los movimientos sociales, poniendo énfasis en la defensa de la vida no por el cese de la explotación como ocurría en los años 70. Por supuesto que en la lucha por la defensa de la vida está el cese de la explotación, eso les da una nueva tónica muy fuerte a los movimientos y un entronque político muy serio que los partidos políticos no logran cambiar ni entender porque sigue aferrados a que el problema es el pulso electoral, qué representan, o hacer la revolución como una tarea partidaria, cuando eso ya fue. En cambio los movimientos sociales crecieron y maduraron con otra lógica y aprendieron que la vida se defiende en todos los ámbitos y esa defensa es el primer y último acto político de la historia, mientras que los partidos no comprenden eso, y con su mentalidad muy estrecha consideran que el objetivo es la militancia en sus filas. Por ello se puede afirmar que los movimientos abonaron el camino de la llegada de los gobiernos populares porque fueron protagonistas de resistencias y luchas de los pueblos. Después hay diferencias en los procesos con ritmos, historias y disputas distintas, como ocurre por ejemplo con los casos de Ecuador y Bolivia. Mientras haya tensiones en estos procesos políticos implica que hay diálogo, que hay debate.
– Efectivamente, en los casos de Bolivia y Ecuador hay una permanente tensión y hasta rupturas entre los gobiernos de Morales y Correa con los movimientos indígenas y sociales…
– Sí, es que la constitución del sujeto es permanente, es parte del caminar, por ello es importante tener presente que el haber constituido gobierno reclama como nunca antes seguir en la disputa de la construcción social, cultural, económica y política de lo nuevo, incluyendo a los actores en el proceso de cambio y transformación que es y será siempre, a la vez y en primer lugar, un proceso de transformación. La instalación de un gobierno popular supone la conformación de nuevas interrelaciones sociales y el surgimiento de nuevas contradicciones, conflictividades, afinidades e interacciones de fuerzas e intereses sociales, económicos, culturales y políticos acorde con la nueva realidad política e institucional, de conjunto, estas configuran un nuevo mapa sociopolítico que define nuevas tareas y desafíos a los actores sociales, ahora claramente confrontados en su matriz política o sociopolítica.
– Usted ha señalado que la izquierda requiere de una autotransformación igual a la ocurrida en la Iglesia Católica con el Concilio Vaticano II. ¿Hacia dónde debe apuntar esa transformación de la izquierda?
– Esto implica una mentalidad muy abierta, un construir en medio de la coyuntura, porque el sujeto no solo se construye en el acontecimiento, hay que meterse dentro del sujeto, y el político o el intelectual se ubica afuera, hay que estar atentos a sus contradicciones y a sus cambios. Y por eso es que la izquierda necesita un Concilio Vaticano II para darse cuenta de que es el pueblo el que hace los cambios y no los mil o diez mil militantes que están en los partidos, que es fundamental trabajar con la gente, desde la gente y para la gente. Hay que abrir las puertas, hay que salir de la cripta partidaria y habrá que ver cuáles son las formas nuevas, y si uno se dispone a escuchar entre todos se puede construir una conducción colectiva. Es indispensable quitarse las anteojeras instaladas sistemáticamente por el capital, romper con las fragmentaciones de las realidades y conciencias. Para que el humanismo tenga posibilidades de triunfar sobre la barbarie hay que dar la batalla de construir una nueva conciencia colectiva diferente a la acuñada por el capitalismo y en eso la izquierda puede aportar si cambia la concepción y la acción política, poniendo fin a su distanciamiento jerarquizado sustituyéndolo por el diálogo permanente, el aprendizaje mutuo, la horizontalidad en las decisiones y el control popular.
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