El fútil altercado que protagonizan los presidentes, cancilleres y embajadores de México y Venezuela se ha desarrollado en tres espacios diferentes. La reunión misma, las calles de Mar del Plata y los medios internacionales. Para analizar sus motivos y consecuencias habría que hacerlo en las razones de fondo que están en la confrontación político-ideológica, o […]
El fútil altercado que protagonizan los presidentes, cancilleres y embajadores de México y Venezuela se ha desarrollado en tres espacios diferentes. La reunión misma, las calles de Mar del Plata y los medios internacionales. Para analizar sus motivos y consecuencias habría que hacerlo en las razones de fondo que están en la confrontación político-ideológica, o bien, en la parte anecdótica, mediática y de la práctica diplomática.
Discutir la utilidad y viabilidad del ALCA lleva a posicionarse en cuanto a los regímenes neoliberales y los gobiernos nacionalistas socialmente comprometidos, asunto que ya ha dado tema a algunas docenas de libros. Como la bulla está alcanzando tono de gresca, vale ocuparse de la pendencia a que ha llevado el abandono de las formas, las reglas y la cortesía.
La cuarta reunión Cumbre de las Américas en Mar del Plata tenía como tema principal el empleo. El presidente Fox introdujo forzadamente el tema del ALCA y produjo el rechazo del presidente argentino, anfitrión y presidente de la reunión; de los demás miembros del Mercosur y de Venezuela, por supuesto. Como el tema no fue admitido, cuando menos de buena manera, el presidente Fox transitó con enfado toda la reunión, disgusto que lo llevó a cometer algunas faltas de cortesía al anfitrión y a sus colegas. La introducción del tema ALCA no era necesaria para México, cuando menos en cuanto a sus intereses directos, porque México ya tiene para sí un acuerdo como el que se busca para toda la región. Quizá lo que se consideró fue tener un acto de solidaridad con el socio comercial, o hacerle un favor al amigo. De cualquiera manera, lo que sucedió en el interior de la reunión debió haberse quedado ahí y ahí estaría el nivel del diferendo, pero los siguientes acontecimientos obligaron a su revelación.
En las calles hubo protestas populares encabezadas por Maradona -el astro del futbol colocado por sus hinchas en un lugar destacado de la épica argentina- en contra de la presencia del presidente Bush y del ALCA (lo que demuestra que la introducción del tema en las discusiones no era del todo inesperada). En ese episodio participó el presidente Chávez, quien atacó a su colega estadunidense y al ALCA con insultos y epítetos fortísimos, pero no sorpresivos, si recordamos que ha llamado a ese mismo personaje «pendejo (1)» en discursos televisados. A esta algarada el presidente Bush reaccionó prudentemente considerándola como gajes de la democracia. México no estuvo involucrado en el asunto hasta que el presidente Fox comentó a la prensa que los escándalos los atizaba un futbolista que debía ocuparse del futbol y no de la política. También dijo que el anfitrión de la reunión, el presidente argentino, no había dirigido los debates en atención a los participantes, sino para agradar a la opinión pública argentina. Del presidente Chávez dijo que, a diferencia de sus colegas del sur, rechaza tajantemente cualquier posibilidad de acuerdo comercial y también que era él mismo, el presidente Fox, el que estaba verdaderamente animado por el espíritu bolivariano. En una brusca respuesta, pero sin perder el estilo, el presidente Kirchner dijo al mexicano que se ocupara de los mexicanos y que de los argentinos se ocuparía él. Es muy importante hacer notar que la cuestión con Argentina se arregló por la vía fácil y correcta. Los cancilleres hablaron y acordaron dar por terminado el asunto. Simple y llanamente. No ha sido así en el caso de Venezuela. Cuando el presidente Chávez llamó al presidente Fox «cachorro del imperialismo» y otras lindezas, el canciller mexicano no procuró a su colega venezolano para aplicar el procedimiento que había aprendido tres días antes. No. En este caso se siguió el camino largo y tortuoso. Se convocó al embajador venezolano para «pedirle explicaciones», es decir, pedirle que se disculpara en nombre de su gobierno. ¿Se olvidó el canciller de que en su propia casa, cuando una subsecretaria ofreció ella misma una disculpa por una falta de delicadeza del presidente Fox ante los negros estadunidenses, fue desautorizada desde la misma Presidencia de la República? No había explicación posible porque el embajador no podía decir ni que Fox se lo merecía ni que su jefe se pasó de la raya. El canciller mexicano lanzó un boletín de prensa declarando insuficientes las explicaciones del embajador. Enseguida llamó por teléfono a su contraparte venezolano y, según se anunció, trabajarían en buscar una solución. Hasta de un grupo de trabajo se habló, lo que es un verdadero disparate. Después, el presidente Chávez desde su programa de radio dijo a su colega, «no se meta conmigo, caballero, porque sale espinao». Eso pareció insoportable al canciller mexicano, quien a primera hora dispuso que se emitiera un comunicado en el que, ahora sí, «…toda vez que las declaraciones del presidente de Venezuela atentan contra la dignidad del pueblo y gobierno mexicanos, México exige una disculpa formal del gobierno de Venezuela, en el transcurso del lunes 14 de noviembre. De no producirse esta disculpa, el gobierno de México procederá a pedir el retiro inmediato del embajador de Venezuela y a llamar al embajador de México en ese país, reduciendo el nivel de las relaciones al de encargados de negocios». Un verdadero ultimátum que de inmediato se desafió. Y ahora las relaciones estarán en manos de encargados de negocios y la comunicación severamente reducida.
No se vio en el talante de ninguno de los dos rijosos la posibilidad de dar al asunto una salida elegante como la dio el presidente de Cuba, Fidel Castro, cuando México se dio por ofendido porque dijo en una reunión del SELA, aludiendo al abandono mexicano de América Latina y su acercamiento a Estados Unidos, que los niños mexicanos ya conocían mejor a Mickey Mouse que a los héroes nacionales. Después de algunos intentos de solución que parecieron insuficientes, la secretaria Rosario Green dijo: «Estamos esperando una respuesta personalizada. Estoy segura de que llegará muy pronto». La respuesta llegó en la forma de una larga carta, Mensaje fraternal al pueblo mexicano, que explicaba el afecto de largo plazo que el cubano siente hacia México y la tergiversación que se hacía de sus palabras y terminó diciendo: «Si a pesar de todo mi esfuerzo por explicarles directamente mis pensamientos y mis sentimientos hacia ustedes, millones de mexicanos, o cientos de miles, decenas de miles, unos cuantos cientos o un solo mexicano se siente todavía ofendido por mis palabras, no tengo objeción alguna en pedirles excusas. Más aún: si un solo niño se siente todavía ofendido por lo que con la mayor honradez y cariño quise expresar, humildemente le pido perdón».
Cuando el presidente Fox ofendió a los estadunidenses negros optó por la arrogancia y se negó a dar cualquier satisfacción. Cuando se siente ofendido él mismo «exige una disculpa». Parecería que la disputa está solamente en la lógica de la soberbia. Pero al escoger el camino largo para la solución con Chávez, en realidad se decidió que en este caso sí vale la pena elevar la confrontación, porque eso sí es un gesto a favor de Estados Unidos.
(1) No en su sentido piloso, sino en alguna de sus dos acepciones de pusilánime o estúpido