La ola popular en América Latina tiene nerviosos y obsesionados a los integrantes de la pandilla de George W. Bush. Los recursos políticos, jurídicos y coercitivos previstos por el sistema de dominación del imperio en la región ya no les funcionan para apagar las llamas que se extienden por la pradera. Ni la desprestigiada «gobernabilidad […]
La ola popular en América Latina tiene nerviosos y obsesionados a los integrantes de la pandilla de George W. Bush. Los recursos políticos, jurídicos y coercitivos previstos por el sistema de dominación del imperio en la región ya no les funcionan para apagar las llamas que se extienden por la pradera. Ni la desprestigiada «gobernabilidad democrática»(neoliberalismo electoral) ni el llamado sistema interamericano bastan para apagar el incendio. Además, ya no es raro que por vía de elecciones lleguen al gobierno, o se mantengan en él, personajes y fuerzas políticas que no son del agrado de Washington. De allí la desesperación, la conducta errática y los raptos agresivos que se manifiestan a orillas del Potomac. La desesperación, dice la sabiduría popular, es muy mala consejera.
En el Caribe, que dejó de ser el mare nostrum estadunidense a partir de la revolución cubana, vemos claros ejemplos de esto. Además de redoblar el fracasado cerco contra Cuba, Washington practica un injerencismo cada vez más descarado contra Venezuela, donde el personal de la embajada de Estados Unidos está dedicado a tiempo completo a conspirar contra el gobierno. En la patria de Bolívar habrá elecciones este año y la oposición no tiene la más mínima posibilidad de competir con Hugo Chávez ni siquiera en el remoto caso que lograra ponerse de acuerdo en un candidato único. El hecho de que sea incapaz de derrotar al gobierno bolivariano por vía electoral la ha llevado a hacer de la subversión su arma preferida. Pero esta arma siempre se vuelve en su contra y termina fortaleciendo a la revolución bolivariana como se ha demostrado hasta la saciedad. Ello explica los recientes alaridos antivenezolanos del primer ministro británico Tony Blair -escudero de Bush en la «guerra larga»- y de altos personeros de Washington, cuyo efecto más importante ha sido fortalecer la conciencia antiimperialista en Venezuela y la solidaridad internacional con ella.
En el otro extremo del Caribe, le ha ido muy mal a la ofensiva lanzada por el bushismo contra el independentismo puertorriqueño, que tuvo su punto de inicio en el cobarde asesinato de Filiberto Ojeda, líder del Ejército Popular Boricua(Macheteros) por agentes del FBI. El sepelio de Ojeda constituyó una multitudinaria manifestación de duelo popular como hace mucho tiempo no se veía en la isla, su muerte galvanizó la unidad y la combatividad del independentismo, mientras la última escalada represiva de fuerzas de la Secretaría de Seguridad Interior y el FBI en zafarrancho de combate ha acelerado este proceso. Como ya se ha convertido en costumbre, el gobierno colonial no estaba informado del operativo. Se trató de una invasión de Borinquen por fuerzas venidas de Estados Unidos, que no dudaron en usar gas pimienta contra los periodistas que intentaban informar sobre los hechos. Como dijo un líder independentista: «Esta es la mejor prueba de que Puerto Rico es una colonia». Y habría que añadir, una colonia donde las fuerzas independentistas, aunque minoritarias por ahora, son el sector político que expresa y simboliza los sentimientos más puros y recónditos de la nación. Una nueva hornada de jóvenes independentistas, con liderazgo colectivo, recorre el país en el Proyecto Nueva Escuela para llevar su palabra a todos los rincones de la isla.
Cerca de allí, en Haití, Washington acaba de sufrir una importante derrota. Luego de posponer varias veces las elecciones, con el auxilio de la misión de la ONU intentó impedir el triunfo de René Preval, el candidato de las mayorías, mediante la manipulación del conteo de votos -denunciado por dos miembros del Consejo Electoral- y la quema y destrucción de urnas, lo que fue rechazado por los sectores más empobrecidos y marginados del país más pobre de nuestra América en vigorosas protestas callejeras. Victoria importante porque ni el hecho de ser un país ocupado -una vez más-, ni la represión de las fuerzas de la ONU, que no vacilaron en disparar contra la muchedumbre, pudieron contra la rebeldía del pueblo desarmado y obligaron a reconocer la victoria del candidato popular.
Disminuidos en su eficacia los recursos no bélicos del sistema de dominación imperial, es muy sospechoso el ingreso de tropas yanquis a República Dominicana, supuestamente en «misión humanitaria». A todas luces se intenta amenazar al movimiento popular de Quisqueya y también al entrante gobierno de Preval en el país vecino.