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Como ganar unas elecciones en Rusia

El carrusel

Fuentes: Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti

Escrutado el 96% de los votos emitidos en las elecciones a la Duma Estatal, la Comisión Central Electoral (CCE) ha proclamado los siguientes resultados: Rusia Unida – 64,1% ; PCFR (Partido Comunista de la Federación Rusa) – 11,6% ; PLDR (Partido Liberal Demócrata de Rusia) – 8,2% ; Rusia Justa – 7,8%. De los 11 partidos que participaban en las elecciones sólo esos cuatro superaron la barrera del 7% y podrán formar grupos en el parlamento.

El resto de partidos participantes no llegaron ni al 3% necesario para recibir financiación pública y no tener que reembolsar los gastos hechos en medios para la propaganda política gratuita. Entre ellos, el mejor resultado lo tuvo el Partido Agrario – 2,4%. Los que fueran en otro tiempo partidos con representación parlamentaria, «Yabloko» (liberales prooccidentales) y UFD (Unión de Fuerzas de Derecha) recogieron un 1,6% y un 1%, respectivamente. El proyecto liberalderechista pro-Kremlin «Fuerza Cívica», un 1,1%, es decir, más que la UFD. «Patriotas de Rusia» recibió un 0,9% de los votos, el «Partido de la Justicia Social» – 0,2%, el PDR (Partido Demócrata de Rusia) – 0,1%.

De este modo el Kremlin ha demostrado que la democracia, e incluso la simple apariencia de elecciones honestas y democráticas ya no son necesarias para el poder. Es significativo que los resultados ofrecidos, supuestamente recontados por la CCE, de hecho son una especie de «matriz», en la cual se habría hecho encajar como fuere la voluntad de los electores rusos. No por casualidad, justo una semana antes del día de las votaciones, en la emisión dominical del telenoticiario «Vremia» prácticamente las mismas cifras fueron divulgadas como resultado de un sondeo del Centro Ruso de Estudios de la Opinión Pública (CREOP) con el característico comentario: puede que esos sean exactamente los resultados de las elecciones.

Así que el poder habría conseguido lo que deseaba. El «rating» (en inglés en el original, N del T) de Putin alcanzó casi dos tercios de los votos (a los electores les han metido en la cabeza durante dos meses que en Rusia no se elegía a la Duma, sino que se votaba a Putin). En la Duma se le hacía sitio al viejo y fiel aliado del «partido del poder», el PLDR, y también a «Rusia Justa», que, después de la entrada de Putin en las listas de «Rusia Unida», ya se estaba descomponiendo de forma incontrolada.

Ahora ya no habría de que preocuparse. Sólo queda un pequeño detalle: convencer al pueblo de que esto es precisamente lo que quería, para que no hayan ni protestas, ni juicios, ni revueltas. Para lograr ese «convencimiento» se han invertido muchas horas de programación postelectoral en todos los canales centrales de televisión. En ellos los vencedores y los periodistas a su servicio se han comportado de manera descarada y desbocada. Y esto confirma una vez más el hecho de que la auténtica voluntad del pueblo ha sido alterada. En caso contrario no habría necesidad ninguna de convencer a nadie de nada.

Las pasadas elecciones han resultado ser las más sucias y deshonestas en la historia de la actual Rusia, aunque nunca han faltado falsificaciones, mentiras y suciedad en el curso de las campañas electorales en nuestro país. En la noche del 2 de diciembre, el presidente del CC del PCFR Guennadi Ziuganov declaró que no le merecían credibilidad los datos de la CCE, por cuanto diferían notablemente del recuento paralelo realizado por los comunistas. Y, aún más importante, a causa de la oleada de irregularidades en el día de las votaciones. He aquí apenas algunas de ellas: la eliminación de papeletas con votos en Bashkiria y Daguestán, el voto ilegal mediante certificados de baja (para justificar que no pueden votar en el lugar en que están censados, N del T), aunque esos mismos electores ya habían votado como incluidos en su registro de votantes. Esta última infracción legal se ha dado prácticamente por todas partes. Además, una negativa masiva a entregar las copias de las actas de votación a los interventores electorales, lo que es una burda violación de la legalidad. En este aspecto, se distinguió especialmente la región de Kemerovo, donde las comisiones electorales locales no quisieron entregar las copias hasta «consultar» con la comisión territorial.

Por cierto, que el porcentaje record de participación – más de un 62%, lo que supone un 7-8% más que en el año 2003, resultó ser también una reserva importante de falsificaciones en el día de la votación. En primer lugar, las maquinaciones se realizaron con ayuda de los certificados de baja, cuando las mismas personas votaron varias veces, se comprende a quien. A esas personas se las llevó en autobuses por campos y ciudades. Y llegaron hasta la capital, aunque semejante método de actuación en Moscú fuera más complicado: aquí había más interventores, y los electores estaban mejor informados. Por ejemplo, los periodistas de «Novaya Gazeta» llevaron a cabo en Moscú un experimento. Haciéndose pasar por activistas de la pro-Kremlin «Rusia Joven» y por deportistas de la ciudad de Yaroslavl que no habían podido conseguir a tiempo el certificado de baja en su lugar de origen, lograron votar varias veces, aunque ello fuera una escandalosa violación de la ley. A quien votaron los pseudo «jóvenes rusos» no se sabe, porque esa fue una iniciativa particular, por su cuenta y riesgo. En general ese método de votación (que ya ha recibido la denominación de «carrusel») se ha utilizado a nivel estatal, y es también perfectamente conocido a quien han votado mayoritariamente los jóvenes quedan vueltas en ese «carrusel». De la magnitud de esas acciones hablan los siguientes datos oficiales. En la República de Komi la cifra de certificados de baja para las elecciones se ha multiplicado por 54 con respecto a las del año pasado, en Khakasia, por 58, en Chuvashia es 28 veces mayor. Y la media en el conjunto del país es de 4 veces más.

De forma extremadamente amplia se ha empleado otro medio de falsificación: el voto bajo control, cuando a la gente se le fuerza a coger el certificado de baja y a votar en el lugar de trabajo o estudios (allí donde hay colegios electorales: escuelas, clínicas, facultades, instalaciones municipales) o a fotografiar con un móvil sus papeletas de voto ya marcadas en el lugar adecuado. En caso de negativa a hacerlo se escucharan amenazas de perder primas, pagas extraordinarias, o hasta de ser despedido. Naturalmente, esas exigencias pueden evitarse si hay decisión. Pero no todo el mundo tiene inventiva, o simplemente valor para ello. A fin de cuentas, si la participación en las elecciones es un deber ciudadano, como nos quieren hacer ver las autoridades oficiales, no debería de convertirse en una hazaña ciudadana, porque el voto es, por definición legal, secreto. En el caso contrario simplemente no puede hablarse de elecciones limpias y democráticas.

Tampoco podría hablarse de elecciones democráticas si, en Chechenia, con una participación oficial del 98% vota por Rusia Unida el 99,2% de los votantes, y en Ingushetia, donde ni el poder central ni el de la república (poder, por supuesto «rusiaunidista»), a causa de muchas circunstancias no tienen apoyo, el porcentaje correspondiente de votos a RU es del 97%. ¡Hasta el difunto Turkmenbashi (presidente de la República de Turkmenia, famoso por sus dudosas, pero aplastantes mayorías electorales, y sus métodos dictatoriales, N del T) podría envidiar semejantes resultados! Aunque el gobierno de Bashkiria (que ocupa, por derecho propio, una de las cinco primeras plazas en cuanto número de irregularidades), donde Rusia Unida, pese a todos sus esfuerzos consiguió «sólo» el 86% seguro que sí les envidia. Un cuadro parecido hay en Tatarstán, donde también hubo multitud de irregularidades , y Rusia Unida alcanzó el 85%. Las repúblicas de las nacionalidades también han resultado esta vez campeonas por la presión sobre los votantes y todo tipo de ilegalidades, sólo que la amplitud de estas ha sido, con mucha diferencia, mayor que en anteriores campañas.

«Los datos que llegan a nuestra sede electoral central testifican una escala inaudita de presión administrativa y de arbitrariedades que han imperado en el curso de las votaciones» – declaró G. Ziuganov, en una conferencia de prensa para periodistas rusos y extranjeros, que se celebró en el edificio del CC del PCFR. «La actual «apisonadora» administrativa ha superado todos los precedentes, incluidas las tristemente célebres elecciones presidenciales de 1996. Pero si con Yeltsin se utilizaron, como norma, dos medios, la intimidación y la falsificación de las actas electorales, hoy, el poder se ha puesto fuera del campo legal en toda línea, para «exprimir» el resultado necesario bajo un «líder nacional».

Por lo que se refiere al estado de ánimo en la sede del PCFR en la noche de las elecciones no era ni de confusión ni de abatimiento. Por desgracia, se había pronosticado un comportamiento semejante al producido por parte del poder. Concretamente, en el último mes se encaminaba en tiempos dada vez más acelerados hacia los «estándares democráticos» de Kazajstán, donde, recordemos, el parlamento es monopartidario. Evidentemente, hacia esa meta tiende también el «partido de gobierno» ruso. Formalmente la legislación rusa prohíbe una Duma Estatal de partido único, pero, como es conocido, ni el jefe del estado ni sus partidarios de «Rusia Unida» prestan demasiada atención a esas limitaciones legislativas. Quien impide establecer el monopartidismo del Kremlin es el PCFR. Como resultado de las elecciones puede decirse que los comunistas son el único partido político que no ha podido machacar el rodillo de la «democracia soberana». Todos los restantes, sean los actuales o anteriores proyectos del Kremlin, o los liberales de la UFD y «Yabloko» han resultado muertos por esta «democracia soberana». Al borde de la muerte se encuentra también «Rusia Justa». Hay que remarcar que el actual 11,6% que se atribuye al PCFR (muy significativamente, ese resultado prácticamente no cambia de una región a otra, aunque en el poco poblado Extremo Oriente, tradicionalmente, los votos al PCFR han sido menores que en otras regiones; por lo visto hay que ir acostumbrando a la población a estas cifras), como consecuencia de la altísima barrera (del 7% para acceder al parlamento) pesan más que el 12,4% de las anteriores elecciones a la Duma.


Todavía un detalle importante. En Moscú, donde trampear y falsificar los votos es más difícil, los comunistas multiplicaron por dos su resultado, en comparación con el de 2003, recibiendo, según datos oficiales, casi un 14% de los votos. En tanto que «Rusia Unida» recibía, en la capital, un 54% , es decir, un 10% menos que en el conjunto del país. Y en Moscú tampoco se evitaron las falsificaciones y maniobras administrativas, pero la votación en la capital muestra una tendencia, y esta no es demasiado favorable para el Kremlin. En Petersburgo, «Rusia Unida» recibió su mínimo, un 53%. Allí, ciertamente, mediante maniobras administrativas, se ha conseguido salvar a la «Rusia Justa» de Mironov, que ocupó el segundo puesto con un 15%. De otro modo se arriesgaba a no llegar al 7% necesario de media en el país.


Por supuesto, no puede hablarse de éxito, y mucho menos de victoria de los comunistas. Sí, hemos resistido, pero no podemos, en el marco de las reglas que desprecian absolutamente nuestros adversarios, defender nuestro resultado. El PCFR está dispuesta a disputar el resultado de las elecciones en los tribunales. Sin embargo, es sabido que los litigios judiciales no traen cambios positivos sustanciales. Incluso siendo desenmascarados, los falsificadores no cargan con las responsabilidades debidas por sus actuaciones. Y la impunidad engendra nuevas infracciones, como resultado de las cuales, en el momento actual, el sistema electoral en Rusia se ha degradado.

Lo único que temen los manipuladores del Kremlin es la voz del pueblo. Por eso El PCFR se dispone a desarrollar acciones en la calle en defensa de elecciones limpias y democracia. Y en absoluto está dispuesto a rendirse. Pero para esa lucha, para que resulte exitosa, es necesario precisamente valor ciudadano, una posición activa de todo aquel que se indigne porque su voto, su posición vital, su verdad, han sido dejados «fuera», y todos los que no han apoyado a «Rusia Unida» (cuyos apoyos, por cierto, incluso teniendo en cuenta los inflados datos oficiales serían como mucho, el 36% de las personas con derecho a voto) han sido declarados enemigos.

Esta victoria (de «Rusia Unida») puede acabar siendo completamente pírrica. Especialmente ahora, cuando la mentira de los «rusounidistas» se hace evidente. Pero, por ejemplo, Vladimir Putin, por el cual han votado muchos ingenuos electores, en lugar de elegir diputados, ¿no irá a trabajar a la Duma, y, muy posiblemente renunciará a un ilegal tercer mandato presidencial? ¿Y entonces en quién recaerá la confianza de millones de ciudadanos? Si al actual resultado del 64% de «Rusia Unida» se le quita la diferencia con su resultado de 2003 tenemos una cifra del orden de treinta y tantos por ciento. Más bien poco para el líder de la nación. Si vemos ese porcentaje de diferencia como exclusivamente de Putin, el resultado para «Rusia Unida» sería nulo o incluso negativo. Pero como ese «nulo y negativo» se cubre con el nombre de Putin, se consiguen 310-315 puestos en la nueva Duma. Y eso significa nuevas «monetizaciones», «reformas del sistema de viviendas públicas» y otras leyes del mismo estilo, funestas para los ciudadanos, están garantizadas.

¿Nos someteremos, vamos a tolerar seguir con la pobreza y la humillación? Los comunistas están convencidos de que todo aquel a quien le importe el futuro del país y su presente, no puede, no debe tolerar y sufrir más la arbitrariedad y la humillación.

Fuente: http://www.sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=2101