Las formas clásicas de explotación del hombre por el hombre ya denunciadas por los pensadores del socialismo desde hace varios cientos de años, si bien perduran de forma general, unas veces maquilladas y otras en su expresión natural y cruel, están siendo acompañadas con otras formas de explotación y alienación que se vienen desarrollando e […]
Las formas clásicas de explotación del hombre por el hombre ya denunciadas por los pensadores del socialismo desde hace varios cientos de años, si bien perduran de forma general, unas veces maquilladas y otras en su expresión natural y cruel, están siendo acompañadas con otras formas de explotación y alienación que se vienen desarrollando e imponiendo fundamentalmente en las llamadas sociedades desarrolladas.
Me refiero a esa nueva forma de explotación del individuo y de la sociedad, que representa el consumismo. Una forma nueva de explotación surgida en el siglo veinte y cuyas consecuencias van mas allá de los efectos negativos y dolorosos que siempre tuvo y sigue teniendo la explotación de los trabajadores bajo el sistema capitalista de producción.
Consumismo igual a destrucción del planeta
La Cumbre de Río de Janeiro de 1992 señaló que la modificación de las actuales pautas de consumo en el mundo industrializado, es decir la eliminación del consumismo, debería de ser una de las tareas principales de la humanidad para el próximo siglo, pues solo así se podría salvar al planeta de la catástrofe que se avecina. Han pasado ya más de once años desde la celebración de la famosa cumbre convocada por Naciones Unidas, y quitando los cientos de discursos, los compromisos incumplidos y las miles de promesas de los gobernantes de los países ricos e industrializados, muy poco se ha hecho. Mientras tanto, la conciencia del peligro mortal crece y los efectos del deterioro medioambiental se multiplican.
Sin embargo a nadie se le escapa, que los primeros en sufrir las consecuencias del grave deterioro en el medio ambiente son los habitantes pobres de los países menos desarrollados y esto lo vemos todos los días. Ellos no poseen masivamente automóviles, ni aparatos de aires acondicionado, posiblemente ni siquiera frigoríficos, ellos no son los que contaminan y sin embargo, sobre ellos caen más directamente los efectos de las grandes emanaciones de dióxido de carbono causantes del calentamiento de la atmósfera y del efecto invernadero y cuando se enferman, bien sabemos todos que no existen para ellos y sus familiares, hospitales, médicos ni medicamentos suficientes, como los que existen en la otra parte del planeta causante del grave y alarmante proceso de contaminación.
Tampoco podemos olvidar que la población mundial tardó decenas de miles de años en alcanzar la cifra de 1.000 millones de habitantes, cifra que se alcanzó en torno al año 1800. Sin embargo, tan solo en los últimos doscientos cuatro años, la población mundial ha alcanzado una cifra superior a los 6.300 millones de habitantes, sin olvidar que los datos de los expertos establecen que para el año 2050, esta cifra podría llegar a los 9.000 millones.
Esta gran explosión demográfica, unida a la acelerada degradación de las condiciones naturales elementales para la supervivencia de la humanidad, está provocando una gran preocupación en muchos países, sobre todo en lo menos desarrollados, ya que casi el total del crecimiento de la población indicada se está dando y se dará en los países pobres del denominado Tercer Mundo.
La gran mentira del consumismo
Habrá que preguntarle a los dirigentes políticos de los países más ricos e industrializados, si van a seguir mintiéndonos a todos los habitantes del planeta. Habrá que preguntarles si van a seguir diciéndonos que es necesario consumir más, para garantizar nuestro desarrollo y bienestar y con ello, ayudar al desarrollo de los países pobres.
Hasta cuando esta mentira, pues todos los estudios rigurosos que se están realizando por instituciones prestigiosas, demuestran que no es posible que todos los habitantes de nuestro planeta puedan alcanzar algún día, el mismo nivel del llamado desarrollo y bienestar que tenemos los habitantes de los países desarrollados y no es posible, porque el planeta llamado Tierra no tiene suficientes recursos como para que 6.000 millones de habitantes, y no digamos 9.000, puedan consumir y despilfarrar de la misma manera que lo hacemos los que vivimos en la parte privilegiada del planeta. Harían falta tres planetas como La Tierra, para poder disponer de los recursos necesarios para que los 6.000 millones de habitantes vivieran con este mismo nivel de consumismo insostenible.
Esa es la verdad, aunque sea muy cruda y por ello, los ciudadanos, los consumidores de los países ricos e industrializados, no podemos cerrar los ojos ante esta terrible realidad, pues la verdad es que para que nosotros, el 20% de la población mundial, podamos seguir viviendo con este nivel de consumismo y despilfarro de los recursos naturales, será necesario que el otro 80 % siga viviendo en las condiciones de pobreza actual. El funcionamiento de la economía de los países ricos se apoya en el consumismo y en la existencia de esas grandes desigualdades.
Hay que globalidad la justicia social
Se ha globalizado la desigualdad y por ello cada vez hay mayores diferencias entre los países ricos y pobres. Pero esto no es inevitable y hay que decir que esta situación se puede cambiar, pues otro mundo es posible, otros sistemas son posibles y que es posible globalizar la cultura, la sanidad, el respeto al medio ambiente, y sobre todo que es posible globalizar una alimentación justa para todos los habitantes del planeta, porque para ello si hay recursos en este planeta llamado Tierra, pero ello será posible si se pone freno a la carrera armamentística, al dominio de unos países sobre otros y a la destrucción de los recursos naturales.
Hay que optar por un consumo racional y sostenible en una sociedad justa y sostenible, y el logro de esos dos objetivos deben ir juntos.
Consumo sostenible igual a cambio de sistema
Hay que decir no a este nuevo sistema de explotación de la humanidad, que representa el consumismo actual y hay que defender frente a esa explotación, un consumo sostenible.
Pero el consumo sostenible o consumo racional supone mucho mas que cambiar un producto perjudicial para el medio ambiente o para los humanos por otro más respetuoso, o seleccionar los residuos urbanos en nuestro hogares, implica ante todo, cuestionar nuestro sistema de sociedad, conlleva examinar nuestro papel ante las desigualdades de la economía mundial y significa retar a los gobernantes para que realicen políticas que favorezcan un cambio en el actual sistema de producción y consumo.
Y sobre todo, conlleva el asumir que el mantenimiento del modo de vida actual de las sociedades consumistas, solo se podrá hacer a costa de mantener también el actual modo de vida de las poblaciones de los países pobres, llegando incluso a justificar guerras e invasiones para seguir apropiándose de los recursos naturales que aún les queda a los países pobres.
El consumismo representa explotación
Podemos afirmar por tanto, que el consumismo afecta de manera negativa a todos los ciudadanos del mundo, independientemente del lugar donde habiten, a unos, los que habitamos en las llamadas sociedades desarrolladas, nos afecta a través de una doble explotación.
La que sufrimos como trabajadores y la que sufrimos como consumidores, provocando conductas generalizadas de consumo irracional y casi compulsivo con el señuelo de que cuanto mas tengamos y mas consumamos, seremos mas felices y nos acercaremos mas a los patrones y conceptos de vida que nos imponen los poderosos que gobiernan la tierra.
Y por otro lado, la que sufren los ciudadanos de los países pobres que como consecuencia del consumismo y de la sobreexplotación de los recursos del planeta, ellos no podrán salir de la pobreza y del subdesarrollo para así poder mantener el consumismo y despilfarro de recursos existentes en el mundo rico.
La dependencia de los consumidores
Junto con los efectos que el consumismo está teniendo para la destrucción del medio ambiente y por ello para la propia supervivencia del planeta, tenemos que señalar los efectos que dicho modelo de comportamiento de los consumidores, están teniendo para su propia calidad de vida y para su propia situación económica.
Este aspecto relacionado con el consumo es objeto de silencio y este silencio no es sorprendente pues para romperlo se requiere que la sociedad se pregunte sobre su propio estilo de vida y ponga en entredicho la noción de que tener mas conlleva ser más feliz y disfrutar de una mayor calidad de vida.
Ya hemos señalado que los consumidores de las economías industrializadas nos afanamos por consumir mas y mejores bienes de consumo. Sufrimos una dependencia casi paranoica de este tipo de bienes, que sirven de estímulo externo para compensar nuestro déficit interno, y además buscamos en ellos un símbolo de la posición social. Las clases dominantes siempre encarnan una imagen de excelencia en la realización de posibilidades humanas: poder, seguridad, riquezas, comodidades, refinamiento y cultura. Las demás personas, al querer imitarlas, pierden la capacidad autónoma de definir aquello que es digno de ser poseído; la formación de sus gustos y preferencias queda subordinada a los valores de unos pocos privilegiados. Este análisis constituye el elemento clave donde se enraíza la ideología del consumismo, sin bien con otros aspectos mediáticos y publicitarios.
El consumo de bienes normales satisface necesidades físico-objetivas y, en consecuencia, tiene un punto de saturación. Por el contrario, el bienestar y la satisfacción de los bienes de posición o relacionales se miden en comparación con los de otros consumidores y otros momentos históricos, lo que implica la ausencia de un límite, pues el afán de diferenciarse de los demás es interminable.
Esta situación, esta llevando a los consumidores de los países de economías desarrolladas, como es el caso concreto de España, al sobreendeudamiento, es decir a gastar por encima de sus propios ingresos y con ello convertirse en rehenes del sistema.
Hay que denunciar los efectos del consumismo
Sin embargo, siempre que pensamos en evitar o limitar los daños al medio ambiente generados por la producción, distribución y consumo de bienes adicionales, estamos de acuerdo en que habría que introducir técnicas y productos menos perjudiciales, pero no pensamos en reducir la producción y el consumo de los propios medios materiales.
En este sentido, la promoción del consumismo a través de la publicidad, la televisión comercial y los grandes centros comerciales, debe ser desafiada por lo propios consumidores. Una prioridad importante para lograr que el consumo sea una simple satisfacción de necesidades, debe ser el librarnos de las cadenas personales que impone el hábito de consumo exacerbado. Cadenas de tipo psicológico que nos hacen sentirnos infelices si no logramos imitar los patrones de felicidad que la publicidad nos muestra.
Quiero terminar con una afirmación sobre el futuro de la sociedad de consumo y como consecuencia de ello del consumismo: la sociedad de consumo es una etapa de la historia que desaparecerá. Lo que no se puede prever es si será por un cambio de mentalidad inspirado en la necesidad de supervivencia o por una Apocalipsis de la sociedad capitalista industrializada que lo sustenta como consecuencia del agotamiento de los recursos y la destrucción del medio.