El auge revolucionario de México marca una nueva y dramática etapa en la revolución latinoamericana. En la misma puerta del estado imperialista más poderoso del mundo, las masas están entrando en acción a una escala sin precedentes, representando una seria amenaza para el capitalismo y el imperialismo. México no ha visto un movimiento como éste […]
El auge revolucionario de México marca una nueva y dramática etapa en la revolución latinoamericana. En la misma puerta del estado imperialista más poderoso del mundo, las masas están entrando en acción a una escala sin precedentes, representando una seria amenaza para el capitalismo y el imperialismo.
México no ha visto un movimiento como éste desde la expropiación del petróleo en los años 30. Las masas han demostrado un nivel impresionante de militancia, capacidad organizativa y disciplina. De la noche a la mañana, millones de trabajadores y campesinos se han puesto de pie y están luchando por sus derechos.
¡Qué visión tan inspiradora! ¡Qué maravilloso ejemplo para los trabajadores de todos los países! Esta es la respuesta final a todos aquellos cobardes y traidores que defendían que tras la caída de la Unión Soviética, el socialismo era imposible y que la clase obrera ya no era una fuerza revolucionaria.
Situación explosiva
La lucha comenzó en el plano electoral. Las masas estaban decididas a infligir una derrota al gobierno burgués reaccionario del PAN y echar al lacayo de Washington, Fox, que había vendido su país a los grandes monopolios estadounidenses a precios de saldo. Se reunieron masivamente alrededor del PRD y su líder, Andrés Manuel López Obrador.
Hegel dijo que la necesidad se expresa a través del accidente. El fraude electoral fue el «accidente» que sacó a la superficie todas las contradicciones que se habían estado acumulando en la sociedad mexicana durante décadas: ausencia de democracia, crecimiento económico que no mejora las condiciones de los pobres, desempleo y trabajos mal pagados, corrupción universal, millones de mexicanos obligados a emigrar al norte, todos estos factores se han combinado para crear una situación explosiva.
En el fondo, esto es una cuestión de clase. En México existe una desigualdad social extrema, es el cuarto país del mundo en número de multimillonarios mientras 50 millones de personas viven en la extrema pobreza. Las masas comprendieron perfectamente bien que los ricos controlan el gobierno y utilizan este control para saquear el país y enriquecerse. Como señala John Peterson en su artículo:
«El período preelectoral estuvo marcado por la polarización extrema, incluido el fermento en los sindicatos y el movimiento estudiantil, y una serie de ataques violentos por parte del estado: contra los trabajadores del acero en la ciudad de Lázaro Cárdenas en el estado de Michoacan; la represión contra los seguidores del EZLN en San Salvador Atenco; redadas contra un campamento de profesores en huelga en la ciudad de Oaxaca». (Mexico: Oaxaca- Punta de lanza de la revolución mexicana).
Esto explica la ardiente furia de las masas y su deseo de asestar un golpe contra la odiada oligarquía y su representante político: Vicente Fox. Las elecciones les daban esa oportunidad y la tomaron con entusiasmo. La campaña electoral tuvo el efecto de movilizar a millones de mexicanos corrientes, los trabajadores y los campesinos, la juventud revolucionaria, las masas oprimidas y explotadas, la intelectualidad progresista, es decir, todas las fuerzas vivas de la sociedad mexicana se alinearon contra todo lo que estaba corrupto, podrido, reaccionario y degenerado.
Naturalmente apoyaron a López Obrador, el principal candidato de la oposición y líder del PRD. López Obrador consiguió su apoyo con una campaña de agitación de masas y caravanas que recorrieron todo el país durante casi diez meses de campaña presidencial. Llenó plazas con trabajadores, campesinos y muchos de los que se han empobrecido con el movimiento de México hacia el sistema de libre mercado. Las masas respondieron con entusiasmo. Eso no es una sorpresa. Las masas siempre responden con entusiasmo cuando se les da una dirección.
El programa de López Obrador realmente es muy moderado: «Cree en el nacionalismo revolucionario: un gran gobierno, programas sociales, proteccionismo y autosuficiencia en petróleo y gas natural», esto es lo que dice George Grayson, un profesor de ciencia política del College of William & Mary en Virginia y autor de una reciente biografía de López Obrador. Este es el programa del reformismo. No supone un desafío fundamental al capitalismo. Pero es visto como una amenaza mortal por la oligarquía y sus maestros en Washington. Para ellos es una cuestión muy simple: López Obrador es un radical peligroso que está agitando a las masas y debemos detenerle a toda costa.
Para las masas también es una cuestión muy simple. Ellas no leen la letra pequeña de los manifiestos electorales. Para ellas, López Obrador es «nuestro hombre», está «por el pueblo y contra los ricos», etc., La fuerza de López Obrador no reside en sus discursos, artículos o manifiestos. Las masas no instruidas políticamente ven en él lo que quieren ver: la oportunidad de cambiar las cosas, cambiarlas radicalmente. Lo que Washington teme no es a López Obrador, sino a las fuerzas de clase que están tras él.
La hipocresía de los imperialistas
Washington vive con temor el creciente movimiento revolucionario que está recorriendo América Latina. Están decididos a levantar un «cordón sanitario» alrededor de la Venezuela revolucionaria para evitar la extensión de las ideas revolucionarias. Con toda probabilidad, la CIA echó una mano para garantizar la elección de Alan García -otro de los títeres de Bush− en Perú. Pero en México, las masas intervinieron directamente para desafiar este descarado ataque a sus derechos democráticos.
El imperialismo norteamericano y la oligarquía mexicana estaban decididos a impedir la elección de López Obrador, aterrorizados ante la perspectiva de un «Chávez mexicano» en las mismas fronteras de EEUU y asegurar la elección de Calderón, un antiguo ministro de energía y ferviente defensor de la política de libre mercado. El resultado fue las fraudulentas elecciones presidenciales del 2 de julio de 2006.
Estas damas y caballeros «democráticos» están sólo a favor de la «democracia» cuando pone un gobierno que defiende los intereses de los banqueros, los terratenientes y los capitalistas. Pero cuando los trabajadores y los campesinos hacen uso de sus derechos democráticos para elegir un gobierno que la clase dominante considera enemigo de sus intereses, no vacilan en idear conspiraciones contra gobiernos elegidos democráticamente. Recurren al fraude, la corrupción, el asesinato y los golpes militares. Asesinaron a Salvador Allende en Chile, derrocaron a Arbenz en Guatemala, intentaron derrocar a Hugo Chávez en 2002 y ahora han amañado las elecciones en México para evitar la elección de López Obrador.
No hay ninguna duda de que López Obrador ganó las elecciones y que la clase dominante mexicana, con una pequeña ayuda de la embajada de EEUU, amañó los resultados. Según los datos oficiales, López Obrador perdió por 240.000 votos en unas elecciones con 41 millones de votos de participación. Esto significaría que el candidato conservador, Felipe Calderón, ganó con menos del 1 por ciento. El hecho de que la diferencia sea tan pequeña indica que AMLO debería haber ganado con una gran mayoría. La burguesía no se ha atrevido a ir más allá de alegar que el candidato del PAN había ganado por la más estrecha de las mayorías. Las elecciones fueron robadas a favor de Calderón por Fox y sus aliados.
La escala del fraude es pasmosa, incluso para los niveles mexicanos. No menos de 904.000 votos no se contabilizaron en unas elecciones supuestamente ganadas por un margen de sólo 243.000 votos. Un gran número de personas que fueron a votar el día de las elecciones se encontraron con que sus nombres no estaban en el censo electoral. En un recuento simple 119.000 papeletas no se comprobaron, en aproximadamente 3.500 casillas (urnas), se depositaron 58.000 votos más del número de votantes registrados en el censo electoral. En otras casi 4.000 casillas, repartidas a los funcionarios electorales no se pudieron contabilizar. Algunos periódicos mexicanos han publicado fotografías de urnas en los basureros.
Estas irregularidades en cualquier país genuinamente democrático obligarían a las autoridades a hacer un recuento completo. Pero la judicatura mexicana, corrupta y reaccionaria, se ha negado a hacerlo. López Obrador comenzó por hacer desafíos legales. Naturalmente, todo esto ha sido rechazado por el tribunal electoral mexicano, que el 7 de septiembre nominó a Calderón presidente.
López Obrador
En circunstancias normales, las masas no prestan interés a la política. Raramente leen los periódicos y cuando lo hacen habitualmente es para ojear las páginas deportivas. Las elecciones en raras ocasiones despiertan mucho interés, mucho menos pasión. Este es especialmente el caso en México, donde durante décadas los partidos políticos fueron vistos sólo como vehículos para el saqueo del Estado y el enriquecimiento de políticos y sus clientes. Pero esto es algo diferente.
Este fraude electoral escandaloso inmediatamente sacó a las masas a las calles. Comenzando a finales de julio, después de un mitin de 3 millones de personas, los manifestantes han establecido un campamento de siete millas en el centro de Ciudad de México que ha paralizado el tráfico. Los acampados están de pie toda la noche alrededor del fuego, preparados para defender sus tiendas de campaña. Miles de personas acampadas bajo la lluvia torrencial durante semanas en las calles de Ciudad de México esperando la decisión del tribunal. De este modo comenzaron semanas de bloqueos callejeros y campamentos de protesta en el centro de la capital que han bloqueado el tráfico y cerrado negocios.
López Obrador se ha puesto a la cabeza del movimiento, desafiando al gobierno. Como resultado, el PRD está avanzando. Ahora es el segundo partido más grande en el parlamento recién elegido. En agosto, el PRD consiguió elegir a su primer gobernador en el estado de Chiapas, derrotando a un rival que contaba con el apoyo de una coalición de último minuto entre el PAN y el Partido Revolución Institucional, el PRI, que estuvo en la presidencia durante siete décadas hasta la victoria de Fox en 2000. ¡Esta es una respuesta resonante para aquellos que defienden que la militancia espanta al electorado!
Esto confirma la bancarrota de los sectarios (y los zapatistas) que se negaron a dar apoyo crítico a López Obrador contra Calderón en las elecciones. Estas damas y caballeros no veían diferencia entre los dos, porque los dos ‘eran burgueses’. Si se toma el programa de López Obrador, ciertamente no va más allá de los límites del capitalismo. Es un programa democrático-burgués. Pero esto hecho de ninguna manera es suficiente para caracterizar la base de clase del PRD. Ni nos autoriza a concluir que no hay diferencia entre López Obrador y Calderón.
Esto es absolutamente típico del pensamiento formalista y abstracto de los sectarios en todas partes, su total incapacidad de pensar dialécticamente y su total incapacidad para ponerse en el punto de vista de las masas. Los marxistas en México defienden, no la democracia burguesa, sino el poder obrero y el socialismo. Esto apenas necesita ser explicado. Pero, en primer lugar, a menos que seamos lo suficiente fuertes para tomar el poder y reemplazar la corrupta y podrida democracia burguesa por un régimen superior de democracia obrera, estamos obligados a defender cualquiera de los derechos conquistados por los trabajadores, incluido el derecho a voto y luchar contra los intentos de la burguesía mexicana de negar a la población su derecho a elegir un gobierno de su elección.
En segundo lugar, para convertirse en lo suficientemente fuerte para desafiar el poder burgués existente, es necesario que las pequeñas fuerzas del marxismo lleguen a las masas donde quiera que estén, establecer lazos con los trabajadores y campesinos, entablar un diálogo con ellos y llegar a acuerdos tácticos que nos permitan luchar juntos contra el enemigo común sin comprometer las cuestiones fundamentales. Ese fue siempre el método de Lenin y Trotsky, y se resume en la política de Lenin del frente único. Esto, naturalmente, es un libro sellado con siete llaves para la mentalidad sectaria.
Sophie McNeill, una periodista de televisión que visitó el campamento de Ciudad de México y entrevistó a López Obrador, da una descripción gráfica de la base de clase del movimiento a través de su propia observación de sus seguidores:
«Merodeando a través de los campamentos, puedes ver cómo este movimiento de protesta ha desenmascarado la profunda división de clase que existe aquí en México. La base de apoyo de Obrador está en gran parte formada por mexicanos de clase baja e indígenas que le ven como un salvador, la única figura contemporánea dispuesta a luchar contra la corrupción de la clase dominante. Los seguidores de Obrador sienten que él les ha dado voz y ahora ellos están aquí para ser escuchados. ‘Si no eliminamos el hambre, vamos a tener un desastre fatal inimaginable’, esto es lo que me decía un joven indio de Oaxaca. ‘Se va a derramar mucha sangre si no cambiamos la política económica del país'».
Los manifestantes bloquearon bancos y también oficinas de impuestos. Cuando los periodistas entrevistaban a los trabajadores de cuello blanco de la oficina de impuestos ellos utilizaban términos despreciativos hacia los manifestantes como «gente ignorante con bajos ingresos’. «Un seguidor de Obrador me ve hablando a los trabajadores de la oficina, ‘esta gente está contra nosotros porque ellos tienen todo en casa’, dice. ‘Ellos no necesitan nada. Estamos aquí porque tenemos una necesidad en mi pueblo. No comprendes, ellos cobran 600 pesos de lunes a sábado, de ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, ¡600 pesos!’, el hombre exclama. ‘¡Por eso estamos aquí!'»
Esta periodista puede que no sea un marxista, pero tiene ojos y oídos, y nos presenta una imagen muy clara de la naturaleza de clase del movimiento. Describe la actitud de la masa de gente pobre y explotada hacia López Obrador. Sienten que él les da voz y que ahora están aquí para ser escuchados. Esta es una expresión muy fidedigna de la relación entre las masas y López Obrador.
Los sectarios desaprueban esto. Sacuden la cabeza y chasquean la lengua. ¡Por supuesto! ¡Las masas deberían apoyarles a ellos y no a López Obrador! «Deberían» es una categoría filosófica que pertenece al idealismo kantiano, no al materialismo dialéctico. Este último toma el mundo como es, no como debería ser, analiza sus tendencias contradictorias y demuestra como se desarrollarán. El periodista continúa:
«Observo un par de ancianos indígenas frente a la multitud. El marido ha perdido la mayor parte de sus dientes y sus ropas están raídas. Hay lágrimas en sus ojos cuando se une al cántico de la multitud: ‘¡Obrador! ¡Obrador!’ Su esposa me mira y puedo ver que ella también está llorando. ‘¡Los pobres de México necesitaban a Obrador!’ me dice. El hombre que está junto a ella grita: ‘El presidente es Andrés Manuel López Obrador. ¡Quieran ellos o no!'»
Para el formalista sectario, estas actitudes son incomprensibles. No sólo que las masas apoyen a López Obrador, sino que lo hagan tan entusiastamente, con lágrimas en los ojos. ¿Cuál es el secreto de esta extraña química? Sólo uno: que las masas se han despertado de la apatía y han entrado en la lucha. Están comenzando a sentir su fuerza y poder colectivo. Y se identifican con el hombre alrededor del cual el movimiento se ha fusionado. En sus ojos, la figura de López Obrador adquiere un significado poderoso y casi místico.
The Nation publicó una descripción gráfica del ambiente de la población: «Han comenzado a levantar santuarios y altares, están pidiendo la intervención divina. Cientos se han convertido en peregrinos hacia el santuario de la Virgen de Guadalupe, algunos andando de rodillas, a pedir a la virgen morena que haga tu mojo. ‘¡Dios no pertenece al PAN!’ cantan cuando caminan penosamente por la gran avenida que lleva a la basílica. ‘AMLO merece un milagro’, comenta Esther Ortíz, una abuela de 70 años a un reportero cuando ella se arrodilla para rezar ante el altar dorado».
Algunas iglesias han proyectado un vídeo diciendo que López Obrador destruiría la familia mexicana. Como resultado, algunas personas han abandonado las iglesias. El mismo artículo se hace eco del enorme fermento social que incluso está llegando a las iglesias:
«En la Catedral Metropolitana a un lado del Zócalo, un joven devoto interrumpe al cardenal Norberto Rivera con loas a AMLO y rápidamente es sacado a empujones del lugar por los matones del prelado. Al domingo siguiente, las grandes puertas de la catedral estaban bajo intensa vigilancia y los feligreses son cacheados en busca de indicios de devoción a López Obrador. Cientos de seguidores de AMLO se arremolinaron frente al antiguo templo gritando ‘¡voto a voto!’ y que el cardenal rivera es un pederasta». (The Nation. 25/8/06).
Las líneas anteriores indican un profundo giro en el ambiente y perspectiva de las masas. La gente que se nos presenta en estas líneas no son activistas políticos sino hombres y mujeres mexicanos de la clase trabajadora que se han despertado a la lucha no por los libros y las teorías, sino por la vida misma. No tienen una ideología claramente definida. Aún están bajo la influencia de la religión. Pero así ocurrió con los trabajadores rusos en la primera revolución.
Lo que ha ocurrido en México es una completa confirmación del análisis marxista. En la lucha entre López Obrador y Vicente Fox, los marxistas mexicanos dieron apoyo crítico a López Obrador. Junto a las masas, participaron en la campaña electoral, pidiendo el voto para el candidato del PRD mientras que al mismo tiempo exigían un programa socialista. Esta posición correcta consiguió un eco significativo de las masas que estaban luchando para derrocar al gobierno Fox.
¿Inmadurez de las masas?
Algunos en la izquierda ven la influencia de la religión como un signo del «bajo nivel de conciencia política». Esto demuestra una ausencia lamentable de comprensión de cómo funciona la revolución. En enero de 1905, la clase obrera rusa entró por primera vez en la escena de la historia en una manifestación pacífica, encabezada por un sacerdote, apelando al zar (el «pequeño Padre»). En sus manos llevaban, no banderas rojas, sino iconos religiosos e imágenes de la Virgen.
Hizo falta la experiencia de la revolución y en particular la masacre del Domingo Sangriento para sacar estas ilusiones de la conciencia de las masas. Como solía decir Lenin, citando un viejo proverbio ruso, «la vida enseña». Tanto la anciana rezando por AMLO en la iglesia de la Virgen de Guadalupe como el joven que se enfrenta con el cardenal y es físicamente echado de la iglesia, están, a su manera, expresando un proceso revolucionario profundo.
Los esnobs de clase media señalarán la «inmadurez» política de las masas como un argumento contra la viabilidad de una revolución socialista en México. En Rusia también había personas como éstas: los mencheviques hablaban enérgicamente contra la idea de que los trabajadores rusos «atrasados» pudieran llegar al poder en Rusia antes que en la Europa occidental «avanzada». La historia demostró que esto era totalmente falso. El Partido Bolchevique bajo la dirección de Lenin y Trotsky, basándose en el movimiento vivo de las masas y la ideología revolucionaria del marxismo, dirigieron a los trabajadores y campesinos a la toma del poder y transformaron la historia del mundo.
Las masas en México han demostrado un muy alto nivel de madurez política, aunque en esta etapa sus acciones estén mucho más avanzadas que su conciencia política. Eso no es sorprendente. En cada país, las masas no aprenden de los libros sino de su propia experiencia, especialmente de la experiencia de la lucha. Los trabajadores aprenden más en un solo día de huelga que en diez años de experiencia normal. Y la revolución es como una huelga pero a una escala inmensa. Lenin, que era un gran teórico, solía decir: «para las masas una onza de práctica vale más que diez toneladas de teoría». En una revolución las masas aprenden rápido.
Los pequeños burgueses esnob y los burócratas gimen sobre el supuesto «bajo nivel político» de las masas. Los marxistas saludamos el movimiento de los trabajadores y campesinos mexicanos. De él sacamos entusiasmo e inspiración. Lo apoyamos con cada fibra de nuestro ser. Pero con su acción, las masas están arrojando el guante a la cara de la clase dominante. Lo que comenzó como una lucha contra el fraude electoral rápidamente se está convirtiendo en una situación revolucionaria, en donde los elementos de doble poder ya están comenzando a existir.
La teoría falsa de las «dos etapas»
El problema aquí no es el «bajo nivel de conciencia» de las masas, que están haciendo todo lo que está en su poder para cambiar la sociedad. El problema es, al contrario, el bajo nivel de conciencia de aquellos que pretenden ser los «dirigentes» de las masas, gente que puede haber leído libros, pero que carecen de espíritu revolucionario, que no tienen fe en las masas, que no creen en el socialismo y están corrompidos por el veneno del escepticismo. Estos ex-revolucionarios miserables, ex-guerrilleros, ex-comunistas que han abandonado la perspectiva del socialismo y se han pasado totalmente al capitalismo ejerciendo una influencia corrosiva y dañina en todas partes, pero particularmente en América latina.
En México estos mismos elementos están intentando contener el movimiento, confundir a los trabajadores y jóvenes con falsas ideas como la teoría menchevique-estalinista de las «dos etapas». Según esta perniciosa teoría, los trabajadores y los campesinos no deben luchar por el socialismo. En su lugar, deben apoyar a la «burguesía progresista», defender la «democracia» y después podemos hablar sobre el socialismo, en el oscuro y distante futuro. Algunos sectores del movimiento, bajo la negativa influencia del estalinismo, están intentando restringirlo a los estrechos límites de la democracia burguesa. Eso es un error fatal. En realidad, México ha dejado muy atrás la etapa de la revolución democrático-burguesa. Lo que se podía conseguir con la revolución democrático-burguesa se consiguió después de 1910-1917.
La burguesía mexicana ha tenido casi cien años para demostrar lo que puede hacer, y los resultados son bien conocidos para el pueblo de México. Hablar ahora de la necesidad de la revolución democrático burguesa en México es un engaño vergonzoso y una traición al pueblo. Lo que es necesario no es pedir a la burguesía «más democracia» sino preparar las condiciones para la toma del poder por la clase obrera, la única clase que puede sacar a México del callejón sin salida de la pobreza, la ignorancia y la opresión a la que la ha llevado la degenerada burguesía mexicana.
La etapa actual corresponde con la movilización inicial de las masas, su despertar a la vida política. Es bastante natural que esta etapa vaya acompañada por todo tipo de confusión e ilusiones, especialmente ilusiones democráticas. La forma de ayudar a las masas a superar estas ilusiones no es negar la democracia sino, todo lo contrario, luchar con la más absoluta determinación por todas las demandas democráticas, contra el fraude electoral, etc., pero explicar pacientemente que la única forma de garantizar la democracia y elecciones justas es para la clase obrera, en alianza con sus aliados naturales, el campesinado y el pobre urbano, es tomar el poder en sus propias manos. Mientras la burguesía mexicana corrupta permanezca en el poder, la democracia siempre se reducirá a una frase vacía. Eso es algo que todo trabajador y campesino mexicano puede comprender.
Marxismo y democracia
Las masas han recibido ahora una excelente lección sobre la naturaleza real de las instituciones de la «democracia» mexicana. A propósito, no son básicamente diferentes a las instituciones de cualquier otra democracia burguesa, sólo más descarada y estúpida. Este es también el caso con lo que irónicamente se describe como «prensa libre». Existe una montaña de pruebas de urnas electorales violadas, robadas o rellenas, papeletas alteradas y otras anomalías raras. Pero de toda la prensa mexicana sólo La Jornada lo mencionaba. John Ross escribe lo siguiente:
«El silencio de los medios de comunicación mexicanos y sus cómplices en la prensa internacional respecto al gran fraude es ensordecedor, aunque sí llenan sus periodicuchos con amplios ataques a López Obrador por cortar el tráfico en Ciudad de México». (La Nación. 25 de agosto de 2006).
Los marxistas siempre lucharemos enérgicamente para defender todos los derechos democráticos que ha ganado a través de la lucha la clase obrera. Mientras la clase obrera no esté en posición de derrocar al capitalismo y sustituir la falsa y corrupta democracia burguesa con una verdadera democracia de la clase obrera, tenemos el deber de luchar contra todos los intentos de la clase dominante de restringir la democracia. Participaremos en las elecciones y haremos uso de la lucha electoral para movilizar a las masas y educarlas en los límites de la democracia burguesa. Utilizaremos todas y cada de las aperturas democráticas disponibles, incluidos los parlamentos burgueses. Pero explicaremos que, en última instancia, la lucha real siempre tendrá lugar fuera del parlamento, en las calles, en las fábricas, en los pueblos y en los barracones del ejército.
El punto de partida inicial para la revolución mexicana es la lucha contra el fraude. Este esencialmente tiene un carácter democrático burgués. Pero en realidad esto sólo es una cuestión formal. En esencia, el movimiento de masas ha ido más allá de la etapa simplemente democrática. Tiene una lógica y dinámica propias y esto choca contra los mismos cimientos del dominio burgués. Cada día que pasa la cuestión no es a favor o en contra de López Obrador, la cuestión es: ¿Quién es el amo de la casa: ellos o nosotros?
La clase obrera
Los trabajadores deben plantear sus propias reivindicaciones de clase independientes, mientas que al mismo tiempo luchan por las demandas democráticas y empujan el movimiento hacia delante. Los trabajadores apoyarán a los elementos más radicales de los campesinos y los indígenas mexicanos, a las mujeres y la juventud. Sólo de esta manera el proletariado puede ganar el lugar que le corresponde a la cabeza de la nación.
Una posición clave la tienen los sindicatos. Los sindicatos son las organizaciones básicas de la clase obrera. Tienen que jugar un papel clave en la revolución socialista, tanto antes como después de la toma del poder. Desgraciadamente, parece que la mayoría de los sindicatos mexicanos (con honrosas excepciones como el sindicato de profesores de Oaxaca) no están participando activamente en el movimiento.
El potencial revolucionario de las masas se despliega a cada paso. Los sindicatos, aplastados por la grupa pesada de la burocracia, van por detrás. Esta es una debilidad seria. Pero tiene precedentes y no es necesariamente fatal. En la Revolución Rusa de 1917 muchos de los sindicatos estuvieron bajo el control de los mencheviques hasta noviembre e incluso después. Los bolcheviques tuvieron que basarse en muchos casos en los comités de fábrica, que estaban más cercanos al ambiente real de la clase obrera.
Mientras se continúa trabajando en los sindicatos y haciendo todo lo que está en su poder para implicar a los sindicatos en el movimiento revolucionario y preparar una huelga general, los marxistas deben participar enérgicamente en la creación de comités de acción, comités de huelga, asambleas populares y otros organismos tipo soviet que abarquen a las más amplias masas de trabajadores, campesinos, pobres urbanos y otras capas oprimidas.
La consigna principal en el momento actual en México son los soviets. Pero como la palabra rusa puede que no tenga significado para las masas en México, es mejor utilizar la terminología que ha evolucionado del movimiento revolucionario vivo de las masas. Cualquiera que sea la palabra utilizada, estará claro para los trabajadores y los campesinos, que se está hablando de órganos democráticos de lucha revolucionaria con una base amplia, que el día después de la victoria de la insurrección se puedan transformar en órganos de democracia revolucionaria directa. Esto se puede ver más claramente en el movimiento revolucionario en Oaxaca.
Insurrección en Oaxaca
La revolución en Oaxaca ha ido más allá que en ninguna otra parte. El «caudillo» local, Ulises Ruíz Ortiz, es el responsable de organizar numerosos asesinatos perpetrados por bandas armadas vinculadas al partido gobernante. Su gobierno de terror incluía secuestros, arrestos arbitrarios, encarcelamientos, tortura y asesinatos. Sus bandas armadas disfrutaban de impunidad en sus crímenes contra la población. Pero ahora la población se ha vuelto en masa contra él. Dos días del ataque a los profesores hubo una enorme manifestación con más de 400.000 personas, exigiendo la dimisión del gobernador.
El movimiento en Oaxaca se encontró con la brutalidad policial, dirigida indiscriminadamente contra hombres, mujeres y niños con gas lacrimógeno y balas, incluso utilizaron un helicóptero de la policía para extender el gas lacrimógeno sobre el campamento de huelguistas. Esto provocó una insurrección de masas en todo el estado y más allá. Los profesores se defendieron, echaron a la policía tras unas cuatro horas de lucha, recuperaron el centro de la ciudad. El heroísmo de los huelguistas se ganó la admiración de la población en todo el estado. Demostraron su determinación férrea y no se aterrorizaron en la sumisión.
Aquí vemos el potencial de la clase obrera y los sindicatos para ponerse a la cabeza de las masas en la lucha, mientas que luchan por sus propias reivindicaciones de clase independientes. La insurrección en Oaxaca estaba dirigida por los profesores. El sindicato de profesores (SNTE) tradicionalmente estaba vinculado al Partido Revolucionario Institucional (PRI), pero en Oaxaca la tendencia de izquierdas CNTE tenía el control de la sección local. Un proceso similar ocurrirá en un sindicato tras otro en el período turbulento de lucha de clases que ha comenzado en México.
Bajo la presión de las masas, incluso los sindicatos más burocráticos y derechistas se transformarán de arriba abajo. Una vez las masas se han movilizado en la lucha, inevitablemente desarrollarán un sentido de su propia fuerza: el poder de la organización de masas. Ha habido manifestaciones de masas de 120.000 personas con un ambiente de militancia nunca visto antes. El 7 de junio un testigo de la marcha decía: «Todo el acontecimiento estaba impregnado con un sentido de fuerza del pueblo».
El movimiento de las masas rápidamente llevó a la formación de una asamblea amplia estatal: Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, APPO). John Peterson escribe lo siguiente:
«El APPO ha surgido como una alternativa y un verdadero poder popular, la primera semilla de poder obrero en Oaxaca y en México. Representantes de las asambleas vecinales son elegidos en cada calle, que a su vez eligen los representantes a la APPO. Estos representantes elegido y revocables son responsables de la seguridad y de garantizar la gestión de la vida cotidiana en los barrios y en la ciudad». ¿Qué es esto si no es un soviet?
George Salzman escribe lo siguiente: «Aunque instigada como resultado de la iniciativa de los profesores y la horrible represión estatal, la asamblea iba más allá de las reivindicaciones originales de los profesores, que se limitaban a cuestiones educativas. La destitución del odiado gobernador se había hecho antes en tres ocasiones en Oaxaca. No es trivial, arriesgado por supuesto, pero no por sí mismo un acto revolucionario». (From Teachers’ Strike Towards Dual Power. Counterpounch. 30/8/06).
Esto va más allá del meollo de la cuestión. El movimiento revolucionario de las masas está yendo más allá de las reivindicaciones originales. Esa es la naturaleza de las cosas. La propia lógica de la lucha lleva a las masas a sacar conclusiones revolucionarias. Las masas sienten la necesidad de organizarse, expresada en las asambleas populares, que son soviets en todo menos en el nombre. Esta es la expresión organizada de un nuevo poder, que constantemente desafía el «sacrosanto derecho a gobernar» de la burguesía y sus agentes políticos. Los dos poderes rivales se dan empellones entre sí. Los trabajadores y los campesinos luchan por tomar la gestión de la sociedad en sus manos: el viejo poder se resiste. Se niega a acostarse y morir. Debe ser derrocado.
Las aspiraciones revolucionarias de las masas se pueden ver en el programa adoptado por la primera asamblea popular estatal, la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca, que se declaró autoridad suprema en Oaxaca, afirmando la ilegitimidad de la estructura social existente. Esto es doble poder, con las masas desafiando el poder estatal existente.
La APPO tiene una base amplia y esto es correcto. Pero según algunos informes no ha excluido explícitamente a ningún grupo político, que, si es cierto, sería un error. Según un informe de Nancy Davies, a la reunión inicial de la asamblea popular del 17 de junio «asistieron unas 170 personas representantes de 85 organizaciones». Incluidos, o al menos invitados, «estaban todos los delegados del SNTE, militantes sindicales, organizaciones sociales y políticas, organizaciones no gubernamentales, colectivos, organizaciones de derechos humanos, padres, campesinos rentistas, municipalidades y ciudadanos de todo el estado de Oaxaca». Su intención era abrirse a todos los ciudadanos del estado.
Parece que no tienen intención de excluir a los burgueses y otros explotadores de la asamblea. Sin embargo, en la práctica, los ricos apoyarían el régimen existente. Ellos no quieren participar en un órgano de poder revolucionario. La dirección inicialmente intentó limitar las reivindicaciones de la asamblea popular a la destitución del gobernador. Esta reivindicación, absolutamente correcta y en sí misma necesaria, no iba más allá. La destitución de un gobernador resolvería pocos de los problemas de la población. Las masas están luchando por el poder, por un cambio fundamental en la sociedad.
A pesar de los límites de la dirección, los trabajadores inmediatamente tomaron medidas revolucionarias que claramente desafiaban el poder estatal existente. Fortalecieron las barricadas contra futuros ataques policiales. Requisaron autobuses, no sólo comerciales, sino incluso vehículos de la policía y el gobierno, algunos de los cuales fueron utilizados para bloquear los accesos por carretera al zócalo y otros campamentos de la población, además de para propósitos de transporte. Han bloqueado autopistas y ocupado edificios del gobierno. Han evitado que el gobierno institucional cumpla con sus funciones: legislativa, judicial y ejecutiva (es decir, administrativa).
Estas tácticas van más allá de la desobediencia civil que López Obrador ha pedido. Estas acciones de las masas son «ilegales» desde el punto de vista del estado burgués. También han requisado armas, como escribe George Salzman: «Algunos de ellos tienen palos, varas de hierro e incluso machetes, pero son para la autodefensa. La cultura aquí es no ‘poner la otra mejilla’. No se sientan y rezan para que la policía no les golpee».
La lucha por los medios de comunicación
El ataque del 14 de junio destruyó la emisora de radio de los profesores, Radio Plantón, que ha estado sirviendo como fuente de propaganda pro-profesores desde el inicio de la huelga y como una emisora de comunicación vital. En respuesta, los estudiantes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) ocuparon la emisora de la universidad, una emisora con un transmisor mucho más potente y que mantuvo ininterrumpidamente el apoyo a la rebelión que crecía rápidamente. Sin embargo, los agentes del gobierno se infiltraron entre los estudiantes y destruyeron su equipamiento el 8 de agosto con ácido sulfúrico.
La lucha por el control de los medios de comunicación alcanzó una nueva etapa cualitativa cuando un grupo de mujeres golpeando cacerolas con cucharas de madera ocuparon la televisión y emisora de radio estatales. El servicio de emisión expropiado se rebautizó como TV Cacerolas. Durante este período las «voces y las imágenes de la población» dominaban estas ondas de radio normalmente controladas por el estado, como dice Salzman:
«La gente corriente con las ropas cotidianas hablaban de la realidad de sus vidas como la entendían, de lo que significaba para ellos el neoliberalismo, del Plan Pueblo Panamá, de su pérdida de tierra hacia las empresas papeleras internacionales, de las destartaladas escuelas de las montañas rurales sin aseos, de comunidades sin agua potable o alcantarillado sanitario y cosas similares, de todas las necesidades que deberían cumplirse si la riqueza no fuera robada por los capitalistas y los agentes del gobierno corrupto». (From Teachers’ Strike Towards Dual Power. Counterpounch. 30/8/06).
¡Qué imagen tan inspiradora se describe aquí! Y estas emisiones no se limitaban a Oaxaca.
El espíritu internacionalista de los trabajadores y su alto nivel de conciencia se podía ver en el hecho de que el Canal 9 emitió un documental de las condiciones de vida de los palestinos en los Territorios Ocupados. El Canal 9 y FM 96.9 cubrieron todo el estado durante tres semanas, del 1 de agosto hasta que fueron recuperadas por las fuerzas estatales con un asalto a primera hora de la mañana el 21 de agosto. En respuesta a esta agresión, los insurgentes ocuparon doce emisoras locales de radio que pertenecían a nueve empresas diferentes. La lucha por el control de los medios de comunicación continúa.
El papel del imperialismo
Calderón tiene el apoyo del imperialismo mundial. Tanto George Bush como el embajador de EEUU, Tony Garza, se dieron prisa indecente en felicitar a Calderón después de las elecciones del 2 de julio. Ahora que esta «victoria» se ha confirmado, Washington y los miembros de la Unión Europea hacen cola para poner sus manos en PEMEX, la empresa estatal de petróleo de México.
Los imperialistas estadounidenses están mirando los acontecimientos al sur de Río Grande con creciente alarma. Según la emisora Air America, han desplegado patrullas de la armada norteamericana para «salvaguardar las plataformas petroleras mexicanas en el Golfo». Sin embargo, la perspectiva de una intervención armada real por parte de las fuerzas estadounidenses es remota. El ejército norteamericano está empantanado en Iraq y Afganistán. Es altamente improbable que quieran abrir un nuevo frente en este momento, y menos aún en América Latina.
Los estrategas del imperialismo saben que es imposible intervenir exitosamente contra una revolución. Recibieron una dura lección en Irán en el pasado y no han olvidado que les humillaron. Si intentaran intervenir en México se enfrentarían con una resistencia feroz. El pueblo mexicano lucharía como tigres para defender su país contra el odiado imperialismo extranjero. Se producirían movimientos explosivos en cada uno de los países de América Latina, y no sólo al sur de Río Grande. El reciente movimiento de masas de los inmigrantes en EEUU demuestra el poderoso potencial revolucionario del gran número de latinos oprimidos que ahora constituyen la mayor minoría étnica. Los imperialistas rápidamente se enfrentarían con insurrecciones dentro del propio EEUU si se atrevieran a invadir México. El enorme descontento que recorre profundamente la sociedad norteamericana se fusionaría en esta cuestión. El régimen Bush podría ser echado del poder abriendo una situación totalmente nueva dentro del propio EEUU.
Una intervención directa por parte de las fuerzas del imperialismo norteamericano está por tanto descartada en la situación actual. Pero eso no significa que Washington permanezca con los brazos cruzados. La CIA y la embajada de EEUU en Ciudad de México estarán activas, conspirando junto con Fox y sus títeres para aplastar la revolución. Los repetidos ataques sobre el movimiento en Oaxaca son como reconocer en un estado de guerra corriente. Tienen la intención de poner a prueba sobre el terreno para una confrontación más seria. Pero han sido repelidos por la acción militante de las masas que han demostrado su determinación para defenderse.
La clase dominante mexicana tienen un registro particularmente sangriento en la represión de movimientos de protesta de masas. Esto se demostró en la brutal represión en septiembre y octubre de 1966, justo antes de que comenzaran los Juegos Olímpicos, cuando el presidente Gustavo Díaz Ordaz ordenó la masacre de los estudiantes en huelga en una plaza no lejos de donde ahora están acampados los manifestantes. Murieron asesinatos 300 en la Plaza de las Tres Culturas, sus cuerpos fueron incinerados en el Campamento Militar Número 1 al oeste de Ciudad de México.
El periódico liberal La Jornada publicaba una fotografía de un aficionado donde se veía convoyes del ejército con soldados disfrazados de campesinos y jóvenes. Esto indica que se está llevando a cabo una campaña sistemática de provocaciones. López Obrador ha comparado al presidente Vicente Fox con Díaz Ordaz. La comparación es acertada. Si Fox no ha utilizado todavía el ejército no es por consideraciones humanitarias sino porque teme las consecuencias. Un enfrentamiento sangriento y todo México ardería en llamas. Algunas fuentes revelaron que más del 70 por ciento de los soldados rasos votaron el 2 de julio por López Obrador. El ejército se rompería en pedazos y Fox sería expulsado del poder, poniendo en el orden del día la transformación revolucionaria.
El mismo artículo de John Ross señala la evolución de las consignas coreadas por los manifestantes:
«La evolución de estos sortilegios es fascinante. Al principio, la consigna estándar ‘voto por voto, casilla por casilla’ era automáticamente invocada cada vez que López Obrador daba un paso hacia el micrófono. ‘¡No estás solo!’ y ‘¡Presidente!’ tenían sus momentos. ‘¡Fraude!’ es aún popular, pero en estos últimos días ‘¡No pasarán!’ ‘¡Ellos no pasarán!’, el grito de los defensores de Madrid cuando las hordas fascistas de Franco golpeaban las puertas de Madrid en 1936, y que a menudo se pueden escuchar.
«En este contexto, ¡No pasarán! Significa que ‘no dejaremos que Felipe Calderón llegue a la presidencia'».
Sin embargo, el 7 de septiembre el TRIFE, a pesar de todas las evidencias, decidió a favor de Calderón. El tribunal electoral de México ha tomado su decisión. Su fallo no puede ser recurrido. Eso significa que todos los cauces legales y constitucionales están agotados. La única forma de avanzar ahora es la lucha revolucionaria.
La decisión del tribunal electoral fue en sí misma una provocación flagrante. «Observa que Calderón, el candidato del PAN que había sido declarado vencedor por el tan criticado Instituto Federal Electoral (IFE) por un 55 por ciento de los 41.6 millones de votos, ha sido obsequiado con decenas de miles de votos que no podían ser comprobados. El TRIFE, en un recuento parcial de menos del 10 por ciento de los 130.000 precintos depositados dos semanas antes de la decisión final, ha dado 237.000 votos, así aumenta el margen de victoria de Calderón». (Artículo de John Ross, publicado online el 6 de septiembre de 2006).
En otras palabras, el tribunal electoral admitió todas las acusaciones de fraude y después, ¡dio la victoria a Calderón! Inmediatamente, varios miles de seguidores de AMLO se reunieron a las puertas del búnker del tribunal al sur de Ciudad de México, gritando: «¡Fraude! ¡Rateros!» y los jueces tuvieron que ser escoltados por la policía militar.
La Convención Nacional Democrática
En medio de estos dramáticos acontecimientos, el subcomandante Marcos y sus seguidores han desaparecido del mapa político. Debido a su política equivocada, los zapatistas se han condenado a la insignificancia política. Como ya pronosticamos, han quedado desacreditados por su escandaloso comportamiento en las elecciones, junto con los sectarios ultraizquierdistas que intentaron organizar la «campaña alternativa» dirigida contra López Obrador. En contraste, los marxistas mexicanos de Militante adoptaron una política correcta, ofreciendo apoyo crítico a López Obrador y ahora jugando una parte importante en el movimiento revolucionario de las masas.
Ahora López Obrador ha defendido la convocatoria de una Convención Nacional Democrática para decidir el futuro del país y elegir un presidente democrático. Este es un paso importante. Pero ¿qué representa? ¿Qué es la Convención Nacional Democrática? Esta cuestión se está debatiendo a todos los niveles en el PRD, especialmente a nivel de la base. Sin duda para la burocracia del PRD es simplemente otro mitin de masas para presionar a Felipe Calderón. Calderón podría ofrecer concesiones. Podría ofrecer incluir a algunos dirigentes del PRD en puestos menores de su administración. Como el PRD está infiltrado por elementos del PRI, que sólo están interesados en obtener carreras ventajosas para sí mismos, esto podría llevar a conflictos internos dentro del PRD.
La base del PRD, los trabajadores, los campesinos y la juventud revolucionaria, no quieren las migajas de la mesa de la burguesía, quieren tomar el poder. Para ellos la Convención Nacional Democrática es un gobierno alternativo. Pero como el estado burgués ya ha reconocido el gobierno de Calderón como el único gobierno legítimo, la declaración de un gobierno de resistencia encabezado por Andrés Manuel López Obrador sería un acto revolucionario abierto.
Andrés Manuel López Obrador ha prometido una «transformación radical» del país creando un gobierno paralelo. Él dijo: «Vamos a un cambio profundo, un cambio de raíz, porque eso es lo que necesita México. Es una transformación radical. Vamos por la construcción de un nuevo país que sea justo y honorable (…) No sólo decidiremos nuestra forma de gobierno… sino algo más importante también se definirá: el plan básico para la transformación de México».
¡Eso es lo que desean fervientemente los trabajadores y campesinos! La base del Partido de la Revolución Democrática no quiere acuerdos o compromisos con la burguesía. Las masas que apoyan al PRD no quieren que el partido se comporte como el PAN y el PRI. No quieren un partido que, cuando llega al gobierno, colapse en la corrupción y el arribismo. Por tanto, es necesario introducir un programa que garantice que un gobierno del PRD realmente represente a la población. Este programa existe. Es el programa de cuatro puntos que Lenin elaboró en víspera de la Revolución Bolchevique:
1) Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los funcionarios.
2) Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado.
3) No al ejército permanente sino el pueblo en armas.
4) Gradualmente, todas las tareas de la administración deben ser realizadas por todos a turnos («¡cuando todo el mundo es un burócrata, nadie es un burócrata!»).
La cuestión de la violencia
López Obrador promete evitar la violencia. Propone una revolución no violenta para transformar México y recomienda a sus seguidores seguir el camino de la resistencia civil no violenta, como hizo Martin Luther King Jr. y Mahatma Gandhi. Pero eso no depende exclusivamente de las buenas intenciones de AMLO. ¡La burguesía tiene sus propias ideas sobre esta cuestión!
El líder del PRD ha convocado a un millón de delegados en el Zócalo para la Convención Democrática Nacional el Día de la Independencia Mexicana, el 16 de septiembre, una fecha habitualmente reservada para un gran desfile militar. Por lo tanto está preparado el terreno para un serio enfrentamiento. Fox está preparando aplastar el movimiento por medios violentos. Ya está utilizando la prensa a sueldo y preparar a la opinión pública para reforzar la lucha y la represión violenta de los manifestantes. La burguesía se está preparando para actuar. El día que Fox iba a leer su discurso sobre el Estado de la Nación, rodearon el Congreso Nacional con un anillo de acero. En un informe desde Ciudad de México publicado en The Nation, John Ross escribe:
«El edificio que alberga el Congreso en esta gran Plaza del Zócalo de la ciudad está rodeada por barreras de metal de dos metros de alto soldadas entre sí aparentemente para frustrar un atentado suicida con coche. Detrás de este muro de metal, 3.000 robocops con visera, la Policía Preventiva Federal (PPF, una fuerza policial procedente del ejército), y miembros de la elite del Estado Mayor, o comando militar presidencial, formando una segunda línea de defensa. Armados con lanzadores de bombas lacrimógenas, cañones de agua y según se dice tanques de ligeros, esta fuerza tiene la misión de proteger la ley y el orden y las instituciones de la república frente a la muchedumbre de izquierdas que amenaza con asaltar el palacio legislativo, o eso es lo que dijo el presidente a los ciudadanos en repetidos mensajes en la televisión nacional». (The Nation. 25/8/06).
En estas circunstancias, es necesario evitar caer en provocaciones. Pero una cosa es aconsejar a las masas que eviten la violencia sin sentido y enfrentamientos desordenados con la policía y el ejército, que sólo darían a las autoridades una excusa para iniciar una campaña de represión sangrienta. Pero otra, bastante diferente, es crear ilusiones en que el estado burgués puede ser derrotado sólo por la resistencia pasiva. El movimiento debe dar pasos para defenderse. Los elementos de resistencia popular ya existen en forma embrionaria. Es necesario comenzar preparativos sistemáticos y serios para una milicia popular, dispuesta y capaz de defender los campamentos y proteger las manifestaciones contra las provocaciones armadas.
En el centro de toda la ecuación está el comportamiento del ejército. En última instancia, el resultado de la lucha estará determinado por esta cuestión. El ejército consiste en jóvenes trabajadores y campesinos de uniforme. ¿Permitirán que se les utilice por el estado de los empresarios para aplastar al pueblo?
Ambas partes han apelado al ejército. En un discurso grabado anteriormente a la nación la noche de su confirmación, Calderón aprovechó para alabar al ejército mexicano como una de las instituciones más apreciadas de la nación. Se está preparando claramente para utilizar el ejército para echar a los decenas de miles de manifestantes que están acampados en la capital. Por su parte, López Obrador ha menudo ha llamado a los generales para que no permitan que se utilice el ejército en un enfrentamiento político contra su pueblo. ¿Este llamamiento encontrará eco o no? Esa es la cuestión.
En cualquier ejército hay diferentes capas. Hay una capa de elementos atrasados y desclasados, una minoría de gamberros y fascistas potenciales, dispuestos a cualquier acto de barbarie. En el otro lado del espectro hay una minoría de soldados que son revolucionarios en potencia o reales. Los primeros estarían preparados para disparar contra los civiles desarmados. Pero la mayoría de los soldados corrientes estarían horrorizados ante tal perspectiva. Simpatizan con el movimiento de masas y estarían dispuestos a pasarse al lado de la revolución. Pero para que esto ocurra, es necesario que vean que las masas están decididas a recorrer todo el camino.
La policía siempre es más atrasada que el ejército, aunque incluso en la policía hay diferentes capas. Han atacado a manifestantes y golpeado a gente despiadadamente, han disparado bombas lacrimógenas y golpeado a manifestantes desarmados con sus porras. Los diputados del PRD han sido asaltados. La policía ha desplegado tanques de agua en las calles que rodean el edificio del congreso y cientos de policías patrullan las calles de la capital. En Oaxaca la policía y las fuerzas paramilitares a su servicio se han comportado con incluso mayor violencia.
Los marxistas no defienden la violencia. Estamos de acuerdo en que la transferencia pacífica del poder a la clase obrera sería altamente deseable. Pero también hemos estudiado la historia y aprendido unas cuantas lecciones. La lección principal que nos enseña la historia de la lucha de clases es: que ninguna clase privilegiada entrega jamás su poder y privilegios sin luchar. La clase dominante debe ser desarmada. Esa es la única manera de evitar la violencia y el baño de sangre. Pero eso sólo es posible a condición de que las masas estén armadas y movilizadas para la transformación revolucionaria de la sociedad.
Las lecciones de Oaxaca
El movimiento maravilloso de las masas de Oaxaca representa una amenaza directa a la clase dominante. Pero las autoridades no se atrevieron a iniciar un ataque directo como hicieron el 14 de junio. Cualquier intento de aplastar la insurrección popular por la fuerza llevaría a una total explosión. En su lugar, recurrieron a operaciones clandestinas selectivas contratando asesinos y bandas policiales. Un artículo titulado por Diego Enrique Osorno explica cómo el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, está organizando bandas armadas para aplastar el movimiento.
«Además de los hombres armados, tropas de la Policía Ministerial Estatal, la Policía Preventiva Federal y la policía municipal están todas participando en llevar a cabo una ‘Operación de Limpieza’. Un desertor del ejército mexicano que lleva el nombre de Aristeo López Martínez está trabajando en una oficinal municipal, uno de los principales participantes de esta operación inspirada por el manual de ‘Operaciones Psicológicas en Guerra de Guerrillas’ escrito por la CIA en los años ochenta para los ‘contras’ nicaragüenses en su guerra contra el gobierno democrático de ese país.
«En dos reuniones con otros oficiales de la policía, López Martínez ha invocado este documento contrainsurgente, que mantiene que el campo de batalla son ‘las mentes de la población’, tanto del enemigo como de ‘nuestras tropas’.
«El manual está lleno de actos mayoritariamente ilegales de temeridad. Entre las tácticas recomendadas está la práctica de asesinatos colectivos mediante la contratación de criminales, la infiltración de la insurgencia con el objetivo de sabotear a los otros». (The Narco News Bulletin. 28/8/06).
Estas bandas armadas ya han cometido actos de asesinato y sabotaje. Frente a la violencia organizada del estado, la población tiene el derecho a defenderse. En Oaxaca, la APPO ha formado una ‘policía de profesores’ que ha evolucionado en una fuerza de autodefensa altamente disciplinada, eficiente y controlada popularmente, capaz de pasar a la ofensiva si es necesario. ¡Esa es la forma de proceder!
La situación en Oaxaca no es única: los mismos problemas básicos existen en cada estado de México. Movimientos insurreccionales similares estallarán inevitablemente en otras zonas del país. El ejemplo de la milicia obrera de Oaxaca debería copiarse, desarrollar y extender a todas las otras zonas. La milicia popular debería estar organizada en líneas democráticas y estrechamente vinculada a los centros de trabajo, zonas locales, sindicatos, grupos locales del PRD y otras organizaciones populares. (…)
La formación de una milicia popular vinculada a las asambleas populares y otros órganos de democracia revolucionaria es una cuestión urgente. La necesidad defender los campos y manifestaciones surge del propio movimiento, y sólo está justificado como una parte integral del movimiento revolucionario de masas.
Extensión de las asambleas populares
La cuestión decisiva es el establecimiento de órganos de poder revolucionario («soviets») en cada estado. El movimiento por el establecimiento de asambleas populares está extendiéndose rápidamente por todo México. El viernes de 1 de septiembre, la quinta marcha de Oaxaca convocada por la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca congregó a más de 300.000 personas según calculaba Las Noticias. La multitud cruzó el centro de la ciudad y acabó la marcha derribando las efigies del gobernador en el zócalo. Una colgada boca debajo de una bolsa de basura.
Desde el estrado en el Zócalo el líder de la sección 22 del sindicato de profesores, Enrique Rueda Pacheco, utilizó la famosa consigna del Che Guevara: «Hasta la victoria siempre», para afirmar que Oaxaca lucharía hasta la victoria. Más significativo aún cuando dijo que lucharán en la arena nacional por un gobierno del pueblo.
«Tenemos un movimiento nacional», dijo. «Defendemos la unidad nacional, incluido el PRD (Partido de la Revolución Democrática), los zapatistas y toda la nación». Pero dejó claro que la APPO no tenía lazos con grupos armaos: «No tenemos lazos, ni relaciones ni coordinación con ninguna organización guerrillera armada… respetamos todas las formas de lucha, la gente participa en sus propias formas».
También estaban presentes personas de Michaoacán que participarán en su tercera Asamblea Popular el 9 de septiembre, y según Rueda, están dispuestas a la lucha nacional. La misma idea de una lucha estatal encontró eco en otros oradores, incluido el dirigente de la Federación de Sindicatos y Organizaciones Democráticas de Oaxaca (FSODO). (…)
¡El movimiento no ha terminado!
Lenin dijo hace tiempo que hay cuatro condiciones para una situación revolucionaria: 1) la clase dominante debe estar dividida y en crisis, 2) l clase media debería estar vacilante entre la burguesía y la clase obrera, 3) las masas deberían estar preparadas para luchar y hacer los mayores sacrificios para tomar el poder y 4) un partido y dirección revolucionaria que estén preparados para dirigir a la clase obrera hacia la conquista del poder. En México en el momento actual están presentes todos estos factores excepto el último.
La proclamación de Calderón como presidente de México no es el final de la historia, sino que lleva al movimiento revolucionaria a una nueva etapa. Las clases contrarias se dirigen hacia un momento decisivo. Así lo entienden también los estrategas del imperialismo. El periódico Los Angeles Times (3/9/069) citaba a Armand Peschard-Sverdrup, un experto mexicano del Centro de Estudios Internacional y Estratégicos de Washington:
«La pregunta es: ¿está México al borde de una crisis política? Y después del viernes se podría decir que ha entrado en esa esfera. No parece existir voluntad de negociación ni compromiso… Es como dos trenes que se encaminan a chocar frontalmente».
El mandato de Fox acaba el 1 de diciembre. Hasta entonces el torbellino de agitación continuará, con alzas y bajas. El resultado final es imposible de predecir con certeza. En el período inmediato hay muchos puntos inflamables. El 15 de septiembre, la víspera del Día de la Independencia de México, el presidente Fox pretende pronunciar el tradicional grito de «¡Viva México!» desde el balcón presidencial que mira al Zócalo. Los seguidores de AMLO han jurado no abandonar la plaza y proclamar su propio grito a la nación ese día.
Otro punto de indignación será el 16 de septiembre, cuando se celebre el importante desfile militar destinado a conmemorar el 196 aniversario de la liberación de México de España. López Obrador ha convocado a un millón de delegados de todo el país para converger en el Zócalo ese día para celebrar una «Convención Nacional Democrática» que se espera declare un «gobierno de resistencia».
Calderón probablemente combine la represión con los sobornos para comprar a dirigentes del PRD. El fiscal general de Fox, Carlos Abascal, ya ha avisado a López Obrador que si forma un gobierno paralelo, podría ser acusado de usurpación de poderes, un crimen que conlleva una larga pena de prisión. El PRD está siendo amenazado con la pérdida de su registro electoral por impedir que Fox pronunciara el discurso sobre el Estado de la Unión. Pero, como en el pasado, estas amenazas sólo consiguen enfurecer aún más a las masas e incrementar el apoyo al PRD y a AMLO.
Es posible que la elite gobernante mexicana decida sacar a López Obrador de escena por medios más permanentes si éste se niega a hacerlo. Junto con el fraude electoral y la corrupción, el asesinato es un arma tradicional en el arsenal de la clase dominante mexicana, como ocurrió con Emiliano Zapata y Francisco Madero.
Ocurra lo que ocurra, México ya no volverá a ser igual. Si el PAN se aferra al poder, el gobierno será muy inestable. Estará sacudido por crisis y divisiones, y probablemente no pueda terminar su mandato. La sociedad mexicana está profundamente dividida en líneas de clase. La polarización continuará aumentando, creando grandes posibilidades para la corriente marxista.
Doble poder
En su favor, López Obrador se ha mantenido firme y ha defendido la creación de un gobierno paralelo. Pero no ha dicho precisamente cómo se crearía este gobierno. En el pasado él ha dicho que sus seguidores continuarían la corriente de protestas callejeras durante años si era necesario.
«Lo que podemos decir con toda certeza es que estamos dispuestos a resistir el tiempo necesario. ¡Podemos estar aquí años si la situación así lo requiere!» Pero esto no es posible. Es esencial que el movimiento de masas avance continuamente, que conquiste una posición tras otra. Una revolución que no pasa a la ofensiva está condenada. Es por tanto necesario elaborar una estrategia que defina claramente los objetivos en cada etapa y que cada paso sea en la dirección de tomar el poder.
Pero por su propia naturaleza una situación de doble poder no puede durar mucho tiempo. Tarde o temprano la contradicción debe resolverse, de una forma u otra. Ya sea que los trabajadores y campesinos derroquen el viejo poder y tomen el poder en sus manos, o puede terminar con que el viejo poder se restablezca y liquide los órganos embrionarios de poder obrera. No hay una tercera vía posible.
La clase dominante mexicana está dividida y en crisis, pero todavía tiene en sus manos el aparato del estado y todas las demás palancas de poder. Las masas están en las calles y están creando las formas embrionarias de un nuevo poder estatal. El viejo orden se tambalea, pero es niega a morir. El nuevo orden lucha por nacer. Esa es la esencia de la situación. Para resolver esta contradicción, es necesaria una dirección determinada y previsora. Pero eso es lo que está ausente.
Algunos de los estrategas del capital probablemente preferirían entregar el poder a López Obrador, para que las masas aprendan la dura lección de la escuela del reformismo. Pero la mayoría ha decidido atrincherarse. Temen que López Obrador no sea capaz de controlar a las masas y que un gobierno del PRD esté bajo la presión de ir más allá de lo que pretendía inicialmente. La paralización de la sociedad mexicana durante unos meses es un inconveniente para ellos. Pero también es un problema para las masas. Los trabajadores y sus familias deben comer. La sociedad no puede existir en estado de parálisis permanente. Tarde o temprano, se debe resolver la contradicción central.
Por ahora López Obrador ha optado por mantener la lucha. Sin embargo, sufre una inmensa presión. Carentes de una perspectiva revolucionaria, los dirigentes de la pequeña burguesía del PRD inevitablemente tenderán a dudar, vacilar y llegar a un acuerdo con el enemigo.
Desgraciadamente, hay indicaciones de que un sector de los dirigentes del PRD está comenzando a asustarse del movimiento de masas que ellos han conjurado, como el aprendiz de brujo de la famosa obra de Goethe. Han desatado unas fuerzas que no pueden controlar. Un sector de los dirigentes más corruptos finalmente se unirá a Calderón. Esto provocará una crisis en el PRD. La base exigirá la expulsión de los elementos burgueses de la dirección. ¡Es el momento de purgar el PRD de elementos ajenos: burócratas corruptos e infiltrados burgueses del PRI!
López Obrador desea utilizar a las masas para presionar a la burguesía y que haga concesiones. Ese es el verdadero significado de la «desobediencia civil pasiva». El movimiento de masas está haciendo imposible el funcionamiento normal de la sociedad. Espera que la clase dominante se asuste y le de lo que quiere. Pero esto es un error de cálculo.
Según pase el tiempo sin un resultado claro, el cansancio y el desencanto aparecerán. Si no hay una solución clara, el movimiento finalmente amainará y la burguesía volverá a tomar el control. Habrá un sentimiento general de desencanto y el movimiento de masas de nuevo sufrirá un reflujo, al menos durante un tiempo. Sin embargo, sobre bases capitalistas no hay solución posible para los trabajadores y campesinos de México. Habrá nuevas crisis, huelgas e insurrecciones. Mientras tanto, es necesario construir una corriente marxista revolucionaria en el PRD, los sindicatos y la juventud.