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El ejército de Myanmar está utilizando su estrategia característica de masacrar y arrasar con fuego

Fuentes: NPR [Imagen: Foto aérea publicada por la Organización de Derechos Humanos de Chin. Incendios destruyen edificios en la ciudad de Thantlang, en el estado de Chin (noroeste de Myanmar, el 4 de diciembre de 2021)]

Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Cuando el joven campesino regresó a su aldea, encontró los cadáveres, todavía humeando, en una cabaña calcinada. Algunos tenían las extremidades atadas.

El ejército de Myanmar, con unos 50 soldados, había irrumpido en la aldea de Done Taw a las 11 de la mañana del 7 de diciembre, disparando a las personas en la calle, informó el joven a AP. Él y otras personas residentes en la aldea, relató, huyeron al bosque y a los campos, pero 10 personas fueron capturadas y asesinadas, entre ellas cinco adolescentes, uno de ellos de sólo 14 años. Una foto tomada por su amigo muestra los restos carbonizados de una víctima tumbada boca abajo con la cabeza en alto, lo que sugiere que fue quemada viva.

«Estoy muy apenado, esto es inaceptable», dijo el joven de 19 años, que al igual que otras personas entrevistadas por AP, pidió permanecer en el anonimato por temor a las represalias.

La matanza de Done Taw es sólo una de las muestras más recientes de que el ejército de Myanmar está volviendo a la estrategia de masacres como arma de guerra, según una investigación de AP en base a entrevistas realizadas con 40 testigos, comunicaciones en redes sociales, imágenes por satélite y los datos de mortandad.

Las masacres y las tácticas de arrasar con fuego, destruyendo aldeas enteras, representan la última escalada de violencia del ejército birmano, tanto contra personas civiles como contra la creciente oposición. Desde que los militares tomaron el poder en febrero, han tomado medidas cada vez más brutales, secuestrando a hombres jóvenes y niños, matando a trabajadores de la salud y torturando a las personas detenidas.

Las masacres y las quemas también suponen una vuelta a prácticas que el ejército ha utilizado durante mucho tiempo contra las minorías étnicas, como por ejemplo contra personas de la etnia musulmana Rohingya, miles de las cuales fueron asesinadas en 2017. En estos momentos se acusa al ejército de haber matado al menos a 35 civiles en la aldea de Mo So, en la región oriental habitada por la minoría Karenni, el día de Nochebuena. Un testigo dijo a AP que muchos de los cadáveres de los hombres, mujeres y menores fueron quemados hasta quedar irreconocibles.

Esta vez, sin embargo, el ejército está utilizando estos métodos también contra personas y aldeas de su propia etnia, la mayoría budista Bamar. La mayor parte de las últimas matanzas ha tenido lugar en la región noroeste, e incluso en el núcleo residencial de mayoría Bamar, donde hay un fuerte apoyo a la resistencia.

Desde agosto, más de 80 civiles han muerto en asesinatos de tres o más personas solo en la región de Sagaing, según datos recolectados por la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), grupo que da seguimiento a las detenciones y muertes verificadas en Myanmar. Entre ellas se incluyen las muertes de las víctimas en Done Taw, cinco personas en la aldea de Gaung Kwal el 12 de diciembre y nueve personas más en el municipio de Kalay el 23 de diciembre, lo que forma parte de una tendencia que ha convertido a Sagaing en la región más mortífera del país.

El ejército también está retomando la táctica característica de destrucción completa de aldeas en donde pueda existir apoyo a la resistencia. Las imágenes por satélite que AP obtuvo de Maxar Technologies muestran que, desde septiembre y solo en la ciudad noroccidental de Thantlang, más de 580 edificios han sido incendiados.

La violencia parece ser respuesta a las fuerzas de resistencia locales que están surgiendo en todo el país. No obstante, el ejército está aniquilando a la población civil en el proceso. En Done Taw, por ejemplo, el ejército intervino después de que un convoy chocara con una bomba situada en una carretera cercana, pero las personas que murieron no formaban parte de ningún grupo de la oposición, según comentó otra persona de la aldea a AP.

«Eran trabajadores normales de la plantación de hoja de betel», dijo el soldador de 48 años. «Se escondieron porque tenían miedo».

Para la investigación, AP habló con docenas de testigos, familiares, un comandante militar que desertó del ejército, grupos de derechos humanos y personas funcionarias, además de analizar los datos de muertes de AAPP. También se revisaron imágenes por satélite y numerosas fotografías y vídeos, que personas expertas cotejaron con los lugares y acontecimientos conocidos.

Es probable que las cifras sean muy inferiores a las de los asesinatos reales, debido a que los incidentes suelen producirse en lugares remotos. La junta militar oculta la información, restringiendo el acceso a internet y revisando la telefonía móvil.

«En este momento, hay casos similares en todo el país, especialmente en el noroeste de Myanmar», informó Kyaw Moe Tun, el representante de Myanmar en las Naciones Unidas que se negó a abandonar su puesto después de que los militares tomaran el poder. «Fíjense en la tendencia, fíjense en la forma en que está sucediendo…. es una estrategia sistemática y generalizada».

El ejército birmano, conocido como Tatmadaw, no respondió a varias solicitudes de comentarios realizadas por teléfono y por correo electrónico. Tres días después del ataque de Done Taw, el periódico estatal Global New Light of Myanmar calificó las informaciones sobre los asesinatos de «noticias falsas» y acusó a países no identificados de «querer desintegrar Myanmar» incitando al derramamiento de sangre.

«La naturaleza descarada de este ataque realmente ilustra la escalada de violencia que podemos esperar en los próximos meses, en particular durante este próximo año», dijo Manny Maung, investigadora de Human Rights Watch.

Solo en la semana en que ocurrió la masacre de Done Taw, el ejército asesinó a otras 20 personas en Sagaing, según la investigación de AP. Y el 17 de diciembre, según la información ofrecida a AP por un testigo, los soldados mataron a nueve personas más, entre ellas un menor, en el municipio de Gantgaw, región vecina de Magway, confirmando datos que ya tenía AAPP.

El movimiento de tropas del ejército sugiere que es probable que la violencia en el noroeste se recrudezca. Dos convoyes militares de más de 80 camiones cada uno, que transportaban soldados y suministros procedentes de Sagaing, han llegado al estado vecino Chin, según un grupo de la resistencia. Un capitán del ejército en deserción informó a AP que los soldados situados en el estado Chin habían sido reabastecidos y reforzados en octubre, y que el ejército está almacenando municiones, combustible y raciones en Sagaing.

El capitán, que se hace llamar Zin Yaw, o Gaviota, es un veterano con 20 años de carrera militar que desertó del ejército en marzo y ahora entrena a las fuerzas de la resistencia. Explicó que sigue recibiendo información de amigos que todavía están en el ejército, y que tiene acceso a documentos de defensa, varios de los cuales compartió con AP para probarlo. Su identidad también fue verificada por una organización de militares desertores.

«Lo que más preocupa a la junta militar es ceder su poder», dijo Zin Yaw. «En el ejército tienen un dicho: si te retiras, destruye todo. Significa que, aunque sepan que van a perder, acaban con todo».

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El Tatmadaw derrocó a la enormemente popular Aung San Suu Kyi en febrero, alegando un fraude masivo en las elecciones democráticas de 2020 que dieron una victoria aplastante a su partido. Desde entonces, el ejército y la policía han dado muerte a más de 1.375 personas y han detenido a más de 11.200, según AAPP.

Uno de los primeros asesinatos en masa tuvo lugar el 14 de marzo en el municipio de Hlaing Tharyar en Rangún, la mayor ciudad de Myanmar, de acuerdo con un informe de este mes de Human Rights Watch. Testigos afirmaron que las fuerzas de seguridad dispararon contra las personas manifestantes con rifles militares de asalto y mataron al menos a 65 personas, incluyendo a transeúntes.

Con las tácticas del ejército cada vez más brutales, la ciudadanía ha contraatacado. La resistencia comenzó con protestas masivas y un movimiento nacional de desobediencia civil, pero se ha vuelto cada vez más violenta, con ataques a tropas y a instalaciones gubernamentales.

En mayo, el Gobierno de Unidad Nacional (NUG, por sus siglas en inglés) en la clandestinidad anunció un nuevo brazo militar, la Fuerza de Defensa Popular (PDF, por sus siglas en inglés), y en septiembre declaró una «guerra defensiva». Desde entonces, han surgido por todo el país grupos guerrilleros poco estructurados que se autodenominan PDF, con distintos grados de lealtad al NUG.

En julio se produjo un primer incidente, en donde el ejército puso en práctica sus tácticas de combate en zonas de mayoría budista. Se hicieron públicas las imágenes de las masacres en cuatro pequeñas aldeas, que el embajador de Myanmar ante las Naciones Unidas calificó de «crímenes contra la humanidad». Cuatro testigos declararon a AP que los soldados asesinaron a 43 personas en cuatro ataques, abandonando sus cuerpos en la selva.

El 9 de julio, camiones con tropas entraron en la aldea de Yin, en Kani, lanzando un ataque que dejaría 16 muertos, según el relato de tres testigos. Los soldados dispararon a la población, haciéndola huir. Después rodearon a un grupo en la selva cercana, explicó una mujer que fue capturada junto a su hermano.

Ella fue liberada, pero nunca volvió a ver a su hermano con vida. Cuando volvió con otras personas, tres días después, descubrió su cuerpo en el bosque, presentando signos de tortura y ya pudriéndose por el calor.

«Todos vivimos con miedo», dijo la mujer, que al igual que las demás personas habitantes de la aldea pidió permanecer en el anonimato por temor a las represalias. «Nos preocupa que puedan volver durante la noche».

Un hombre de 42 años relató que un grupo de búsqueda formado por 50 residentes de la aldea encontró tres grupos distintos de cadáveres. Algunos parecían haber sido arrastrados hasta la muerte por el suelo rocoso, con cuerdas o con su propia ropa. Los cuerpos habían sido saqueados en busca de oro.

«El olor era muy desagradable», dijo la persona informante. «No podíamos ni acercarnos”.

Toda la aldea vive ahora aterrorizada y con temor a hablar, explicó, esperando el próximo ataque, siempre con las maletas hechas y los ritmos normales de vida diaria congelados por el miedo.

Otra persona residente de Kani dijo a AP que cuando los soldados se acercaron a su aldea de Zee Pin Twin el 26 de julio, huyó a la selva. Volvió para encontrar su casa destrozada y ennegrecida por el fuego. Habían robado sus pertenencias valiosas, documentos importantes y comida. Otros bienes personales, como fotos de boda, yacían en un montón humeante.

Dos días después, habitantes de la aldea con perros de búsqueda encontraron 12 cuerpos, algunos enterrados en fosas poco profundas en la selva. Una persona informó a AP que vieron moratones y otros signos de tortura en los cadáveres, y que un hombre estaba amordazado y tenía las manos atadas con cordones de botas militares.

Las descripciones coinciden con las fotografías y los vídeos de cuerpos torturados y quemados que se han facilitado al grupo de seguimiento Myanmar Witness.

«Cuando hay imágenes y vídeos sobre tres sucesos distintos… es muy difícil negar los hechos», comentó Benjamin Strick, jefe de investigaciones de Myanmar Witness con sede en Gran Bretaña y Tailandia.

AP no pudo verificar de forma independiente las espeluznantes imágenes, pero éstas también coinciden con informes de incidentes recogidos por AAPP. John Quinley, especialista en derechos humanos de Fortify Rights, informó que el grupo cree que la violencia en Kani y en Sagaing es «resultado directo» de operaciones de grupos PDF en la zona.

«La estrategia de la junta de Myanmar es intentar crear un ambiente de terror, tratar de silenciar así a la ciudadanía e intentar también expulsar a las PDF», dijo Quinley.

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Esa estrategia puede no estar funcionando. La resistencia no ha hecho más que endurecerse, según habitantes de Kani.

«Toda la aldea desempeña un papel», comentó un hombre. «Algunas mujeres fabrican pólvora; la gente no trabaja; todas las personas habitantes de la aldea participan de alguna manera en la revolución».

Otro hombre describió el sentimiento de las personas supervivientes, en una aldea ahora unificada por el odio hacia la junta militar.

«Ya no tengo miedo», dijo. «En lugar de morir huyendo, usaré mi vida con un objetivo».

Se han registrado miles de deserciones en el ejército, aunque normalmente de rangos inferiores, informó Quinley, de Fortify Rights.

«Estas atrocidades están ocurriendo a gente corriente, como por ejemplo profesionales, estudiantes universitarios, personas empresarias», dijo. «Y por eso creo que hay un creciente movimiento de solidaridad que supera las diferencias religiosas y étnicas».

El Tatmadaw tiene la ventaja de la potencia aérea y las armas automáticas. Pero la oposición en Sagaing y en el estado Chin se basa en el conocimiento del terreno y en el apoyo de la población local, con algunas armas ligeras tradicionales de fabricación casera.

«Solo modifican sus capacidades de lucha para la guerra defensiva y la guerra de guerrillas», comentó Aung Myo Min, Ministro de Derechos Humanos del NUG, en una entrevista desde Europa.

Se cree que los ataques del ejército en Sagaing son la salva inicial de una campaña para acabar con la resistencia en el noroeste de Myanmar llamada Operación Anawrahta. Anawrahta fue un rey budista del siglo XI que estableció un imperio birmano. El nombre tiene un significado especial para los militares, explicó el veterano desertor, Zin Yaw.

«Significa que van a aplastar brutalmente a la ciudadanía «, dijo.

Más de 51.000 personas han sido ya desplazadas en siete municipios de Sagaing, incluido Kani, y otras 30.200 en el estado Chin, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas.

«Lo que estamos viendo en Sagaing es muy interesante, porque estamos hablando del núcleo de la mayoría Bamar que básicamente debería ser la base principal de este ejército», comentó Maung de Human Rights Watch. «La preocupación que los militares demuestran por su propia gente es reveladora».

Actualmente existen indicios crecientes de que el ejército está centrando su atención en el estado Chin. Los combatientes Chin afirman haber matado a decenas de soldados, según el análisis de redes sociales realizado por Myanmar Witness.

A medida que nuevos soldados han ido llegando al estado Chin, las personas residentes informan que las tropas han reprimido protestas con balas reales y palizas brutales. Una maestra de la ciudad de Mindat comentó que muchas personas huyeron desde el principio, pero que ella estaba decidida a no ser obligada a ello.

Entonces, el ejército disparó artillería en la ciudad para que las «casas temblaran como un terremoto», relató. Su primo, un miembro de las PDF, fue asesinado por un francotirador y su cuerpo fue utilizado para una trampa, dijo la maestra.

Esa noche, residentes de la aldea intentaron mover con palos el cadáver desde la distancia. El cuerpo explotó.

«No recuperamos su cuerpo», dijo. «En su lugar, tuvimos que recoger los trozos».

La maestra huyó a la vecina India en octubre.

A unas horas de camino en coche, hacia el oeste de Mindat, se encuentra Matupi, una ciudad con dos campamentos militares que ahora está desprovista de sus jóvenes, según una estudiante universitaria que huyó con sus dos hermanos adolescentes en octubre. Relató que el ejército encerró a la gente en las casas y les prendió fuego, escondió bombas en iglesias y escuelas, asesinó a tres dirigentes de las protestas que ella conocía y dejó cadáveres en medio de las carreteras para aterrorizar a la gente.

Sin embargo, la resistencia se ha extendido, informó.

«La gente tiene miedo del ejército, pero quiere la democracia y está luchando por ella», dijo desde la India, donde ahora vive. «Están gritando en favor de la democracia».

Thantlang, una ciudad cercana a la frontera con la India, también ha sido vaciada de habitantes tras cuatro meses de intensos combates, según la Organización Chin de Derechos Humanos. Las imágenes de drones vistas por AP que grabó el grupo en octubre y diciembre muestran incendios en el interior de edificios e iglesias carbonizadas, escuelas derrumbadas y casas en ruinas. Las imágenes coinciden con los incendios detectados por los satélites y con las entrevistas realizadas a habitantes de la aldea.

Rachel, una joven de 23 años que se había mudado a Thantlang en junio para escapar de la pandemia de COVID en Rangún, explicó que las personas residentes comenzaron a escuchar explosiones y disparos en la distancia. Los sonidos se fueron acercando gradualmente a partir de septiembre.

Cuando el bombardeo alcanzó la ciudad, ella y otras personas se escondieron en la planta baja de su iglesia local durante cuatro días.

Luego huyó a una aldea cercana. El 3 de diciembre, sin embargo, volvió a la ciudad a escondidas para recoger sus pertenencias. Mientras estaba en su casa con tres personas más, fuego de armas pequeñas y explosiones estallaron de repente en el exterior.

Sintió una quemadura caliente cuando una bala le desgarró el torso. Dos de las otras personas salieron corriendo, dejándola sola con su primo, quien tiene problemas para caminar debido a un defecto de nacimiento.

Ella le dijo que iba a morir y le pidió que se fuera. Pero él se quedó, envolviendo su estómago con una bufanda para detener la hemorragia. Los dos consiguieron llegar a su moto, y su primo la sujetó con una mano mientras conducía con la otra.

Un médico local determinó que la bala había impactado en su teléfono móvil y luego había entrado en el lado izquierdo de su estómago.

«Creo que habría muerto allí si la bala no hubiera tocado primero el teléfono», dijo Rachel, que pidió ser identificada por un solo nombre por seguridad.

Al día siguiente, consiguió cruzar la frontera hacia Mizoram, en la India. En una entrevista con AP desde Mizoram, dijo que volvería a casa a pesar del peligro para cuidar de su madre enferma de 70 años.

Mientras tanto, el campesino que informó a AP sobre la masacre de Done Taw se muestra desafiante. Antes apoyaba pasivamente a las PDF, pero ahora jura vengar los asesinatos de sus vecinos.

«He decidido luchar hasta el final solo por ellos», dijo. «Haré todo lo que pueda hasta ser arrestado o morir».

Fuente original en inglés: https://www.npr.org/2021/12/30/1069012597/the-myanmar-military-is-employing-a-familiar-strategy-of-massacres-and-burnings