Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Mohamud, víctima canadiense
¿Por qué pueden los occidentales unirse al ejército israelí mientras los occidentales que quieren unirse al ejército islámico son despreciados y asesinados? ¿En qué sentido el ejército israelí es menos censurable que el islámico?
En las últimas semanas ha habido una serie de artículos sobre la juventud occidental que acude a Siria y ahora a Irak para unirse al EI «califato». Se estima que unos 11.000 combatientes de esos ya han dado el salto. Hasta 130 canadienses se han unido, incluyendo el estudiante de la Universidad de York Hamilton Mohamud Mohamed Mohamud, un canadiense de origen somalí, conocido por sus amigos y familiares como una persona alegre y bien adaptada, vestido a la última moda, que escucha música pop y ve películas de adolescentes como el resto de la feliz familia multicultural de Canadá.
En septiembre, Mohamud fue declarado el primer canadiense asesinado por las fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos en Siria.
Mientras el primer ministro canadiense Stephen Harper convoca con entusiasmo a voluntarios para integrar bombarderos canadienses y fuerzas de tierra -70 de un contingente de 600 miembros ya están allí- en poco tiempo estos soldados canadienses tendrán como objetivo exterminar a los yihadistas canadienses que como Mohamud se encuentran lejos de casa. Pocos canadienses sienten que la misión de Canadá en Afganistán, en la que murieron 158 soldados y ha dejado cerca de 2.000 soldados canadienses traumatizados y heridos, produce algo de valor para los afganos. Tampoco nadie cree que contribuyó a la seguridad de Canadá, que es presumiblemente el objetivo de las fuerzas armadas. Ahora el primer ministro está ansioso por repetir este desastre, aún cuando la frustrada juventud canadiense reaccionó uniéndose a la última guerra santa contra la ocupación occidental del Medio Oriente.
Tanto el compromiso de Mohamud como el de Harper con el multiculturalismo es claramente superficial. Mohamud realmente cree que el islam es especial, que Occidente tiene la intención de destruirlo y él llegó a rechazar la cultura pop occidental cuando la consideró como un debilitamiento de su fe. Para Harper, el multiculturalismo es el pegamento que une a los canadienses al mercado mundial regulado por Estados Unidos, donde países como Canadá tienen un lugar económicamente privilegiado. Él no puede creer realmente que aviones de guerra canadienses que matan a iraquíes -y canadienses- de alguna manera mejoran la situación en Irak.
Por el contrario, el patrioterismo generado por luchar en una guerra lejos de casa es una gran cantidad de votos al tiempo que Harper se prepara para las próximas elecciones de 2015. Al igual que en Afganistán, una vez que las tropas están allí y mueren, «patrióticos» canadienses los apoyarán, y los que regresen en bolsas para cadáveres, aunque en el fondo, como Harper, nadie cree en que su sacrificio hace algún bien a alguien. Es bueno para el líder liberal Justin Trudeau, quien realmente opinó del último fiasco en la formulación de la política exterior de Harper: «Una vez más [Harper] se basó en la retórica más que en los hechos y la información. No tiene ningún plan, no ha justificado para qué ir a la guerra en Irak».
Jóvenes como Mohamud son condenados por equivocados e ingenuos. Pero, en realidad sólo están respondiendo a la llamada cínica de Occidente para derrocar al gobierno sirio, una política occidental de décadas de antigüedad y sigue siendo el objetivo del gobierno de Estados Unidos, a pesar de que el presidente Bashir Assad es la principal fuerza resistiendo al ES.
Es difícil creer que detrás del rostro angelical de Mohamud se esconda un ser sanguinario interesado en la limpieza étnica de chiíes, cristianos y seculares. Sin embargo, es oficialmente un «terrorista» y los soldados canadienses que ya están sobre el terreno en Irak son oficialmente los buenos que ahora rastrean a los Mohamuds para matarlos sin escrúpulos, entre los aplausos de los medios de comunicación occidentales.
Sí, Mohamud fue ilegalmente a un país extranjero para luchar en una guerra ilegal, tal como es definida por los políticos occidentales. ¿Por qué estaba con ganas de ir allí, abandonando la seguridad y la prosperidad económica que su familia había conseguido para él en Canadá? ¿Dónde estaban esos yihadistas hace 50 años? ¿Por qué ahora?
La respuesta por supuesto es «Israel». La violenta ocupación de tierras árabes en 1948 fue suficientemente mala, pero el embargo y la rápida colonización de toda Palestina desde 1967 radicalizaron el Medio Oriente y se convirtió en un grito de convocatoria a la yihad para los musulmanes de todo el mundo. El impulso aún está vigente y seguirá estándolo mientras Israel está haciendo lo que está haciendo.
Aunque el EI está ahora ocupado ahora la creación de un califato donde está la menor resistencia -Siria y el Irak suní, su objetivo es derrocar no sólo a chiítas y cristianos, sino a todos los judíos de Palestina-. Desde el principio, las acciones de Israel han sido y siguen siendo «ilegales» a la luz del derecho internacional y seguirán inspirando a lo largo a tales yihadistas en el apocalíptico futuro.
¿Qué pasa con el flujo constante de jóvenes judíos «que hacen aliá» (la inmigración de judíos de la diáspora a la tierra de Israel), siguiendo casi el mismo viaje físico de los mohamuds y al igual que estos recogiendo armas para luchar contra el enemigo? ¿Por qué no pueden ser buenos canadienses multiculturales, observando sus rituales en los tranquilos suburbios de Canadá, igual que la mayoría de los musulmanes canadienses observan en silencio sus rituales sin matar a nadie?
Debido a que los judíos de todo el mundo tienen la opción legalmente reconocida de apoyar la yihad de Israel contra sus vecinos musulmanes. Sí, yihad, porque Eretz Israel (Gran Israel) sigue expandiéndose agresivamente 70 años después de su fundación. Israel no tiene fronteras acordadas, se autodenomina un «Estado judío» donde los judíos se definen de acuerdo con la herencia racial en lugar de la creencia religiosa (el fundador de Israel, Ben Gurion era un ateo declarado).
Los canadienses de ascendencia judía pueden subirse a un avión con destino a Tel Aviv y recibir automáticamente la ciudadanía y el pasaporte israelíes en la frontera, un privilegio que no disfruta ningún otro grupo étnico de Canadá. Si tienes entre 18 y 49 años, también se espera que sirvas en el ejército. Para algunos jóvenes judíos ávidos de aventura, esto es parte de la atracción de Israel: ir allí, conseguir un arma y matar legalmente árabes «en defensa de Israel». Y si las incomodidades de la vida en Israel se vuelven demasiado frustrantes, reservar un vuelo de regreso a Toronto y relajarse en su tranquila casa suburbana, lejos de los combates. Sin que nadie le haga preguntas.
Esto desafía el derecho internacional, donde los ciudadanos deben tener los mismos derechos, independientemente de su raza, y se espera de un gobierno que negocie las fronteras aceptables con sus vecinos. Sin embargo, a diferencia del EI, Israel y sus partidarios armados de Canadá no se enfrentan a sanciones internacionales.
¿Por qué estos jóvenes son respetados e incluso alabados en Occidente, mientras que los mohamuds son despreciados y asesinados? ¿En qué sentido es el montaje del ejército israelí menos censurable que el del EI? Avram está actuando al igual que su homólogo yihadista Mohamud, en busca de aventura, para tener la oportunidad de ampliar los territorios del Gran Israel, al igual que Mohamud está dispuesto a ampliar el califato.
¿Quién es el verdadero terrorista? La respuesta es, por supuesto, «ambos». Ambos están llevando a cabo una guerra para expandir violentamente sus territorios en desafío del derecho internacional. Pero la cultura occidental alaba a Israel y le permite a Avram literalmente salirse con la suya, mientras demoniza a Mohamud. Avram ahora será asistido por soldados canadienses para matar a compatriotas canadienses como Mohamud.
Para luchar contra el terrorismo, tanto a Mohamud como a Avram hay que desalentarlos. De hecho, si Israel acatara el derecho internacional, los mohamuds no serían engañados para unirse a una campaña dudosa que está lejos de la intención del Corán original de yihad. Ese tipo de terrorismo se resecaría en una noche.
En cambio, este flujo constante de los que hacen aliá y los yihadistas va a continuar y en ambos casos, en el intermedio de su violencia, eventualmente visitarán Canadá, retornando como asesinos aguerridos -musulmanes y judíos- de nuevo a suelo canadiense, algunos sufriendo estrés postraumático y capaces de perpetrar ataques «terroristas» en el pacífico Canadá. Y a ellos unirán los legales soldados canadienses, enviados a tierras musulmanas para combatir yihadistas, sólo para volver a enfrentarse a un futuro incierto en Canadá, que sufre sus propios traumas.
Fuente: http://ericwalberg.com/index.php?option=com_content&view=article&id=535