El segundo Foro Social Mundial que se celebra en África podrá aparecer en las piezas de 20 segundos de los telediarios de todo el mundo como una edición aún más festiva y colorida con una mayoría de participantes africanos, seguidos de brasileños y, en mucha menor proporción, franceses. Un Foro marcado por las revueltas en […]
El segundo Foro Social Mundial que se celebra en África podrá aparecer en las piezas de 20 segundos de los telediarios de todo el mundo como una edición aún más festiva y colorida con una mayoría de participantes africanos, seguidos de brasileños y, en mucha menor proporción, franceses. Un Foro marcado por las revueltas en Túnez y Egipto.
Sin embargo, igual que la marcha no fue tan festiva ni animosa, sobre todo a partir de la segunda mitad del recorrido, cuando el calor y el cansancio empezaron a hacer mella entre los asistentes, la influencia de las revueltas árabes apenas si fue visible en la manifestación y hasta el momento, ha sido más un referencia transversal en los debates que un asunto protagonista en una jornada dedicada a «África y la diáspora», con una presencia mayoritaria de organizaciones senegalesas -casi la mitad de las 1200 registradas en el Foro.
El Campus universitario Cheikh Anta Diop, una ciudad misma dentro de Dakar, donde se celebran la mayoría de las actividades del Foro, es una sucesión de edificios de mediados y finales del siglo pasado en pésimo estado donde la vida universitaria no se ha interrumpido. Los estudiantes, concentrados, repasan los apuntes a la sombra de los árboles plantados en los secarrales que hacen las veces de espacios de recreo.
Mientras, los miles de asistentes al Foro intentan orientarse y encontrar en las facultades y en los núcleos de carpas de plástico alguna de las charlas o encuentros que hasta el día anterior no se conocían, cuando fue publicado el programa del primer día.En los laterales de las tiendas, en carteles pintados a mano, aparecen las actividades de las próximas horas: «Soberanía alimentaria en África», «Democratización en el Magreb», «Red de apoyo a los inmigrantes en su ruta a Europa»….
Pero en medio del aparente caos, el rumor de voces sólo interrumpido de vez en cuando por aplausos, empieza a revelar que nos encontramos en un ágora, una asamblea donde tienen voz las grandes ONG y movimientos sociales, pero también pequeñas organizaciones y supervivientes que tienen pocas oportunidades no sólo de contar su historia, sino también de presentar su organización, su trabajo y sus demandas. Ésta es la historia de lo que ocurrió bajo uno de estos toldos amarillos ayer por la tarde.
Tras una breve presentación de una de las voluntarias del Foro, Ann Igoroma , toma enérgicamente la palabra, en inglés. «Soy refugiada de Sierra Leona en Senegal. Tuvimos que huir de nuestro país porque nos asesinaron a nuestros maridos, mataron a nuestros hijos, nos violaron».
Son las cuatro de la tarde y el gesto del rostro sin edad de Ann, que mira a la única periodista en la sala directamente a los ojos, evidencia que no es la primera vez que cuenta su historia en público pero, sobre todo, que no es ésta la historia que viene a contar. Coge un puñado de papeles manoseados, desgastados de la mesa y los muestra a la sala: «Las Naciones Unidas nos dio estos documentos acreditando que éramos refugiadas, que nos iban a proteger, que tendríamos una casa, que nuestros niños tendrían derecho a la eduación. Pero a la mayoría de nosotras Senegal no nos ha reconocido el estatus de refugiadas y a las pocas que sí lo hicieron les dieron un documento sin fotografía de identidad que la policía no admite». Ann muestra una y otra vez los documentos como si entre todos fuésemos a encontrar la respuesta al absurdo de una burocracia de la que depende su vida, pero que no responde a ninguna lógica.
En frente, una docena de mujeres que corrieron la misma suerte permanecen sentadas escuchando sus infortunios en boca de su portavoz. «Nunca pensamos que nos convertiríamos en indocumentadas. Muchas de nosotras dormimos en la calle, otras están en la cárcel…. Llegamos en los noventa, nuestros hijos han crecido aquí sin educación, algunos de ellos han terminado en la prostitución… No sabemos qué hacemos aquí y tampoco podemos volver a Sierra Leona aún». Y se sienta. Mientras, algunas personas que han pasado ante la carpa han terminado entrando, escuchando y preguntando, por ejemplo, qué sentido tiene que Senegal no acepte como refugiados a aquellos que las Naciones Unidas reconocen como tal. Un abogado presente aclara que este país «sólo concede este estatus a un 10% de los que presenta la ONU».
En ese momento otra mujer comienza: «Sí, soy refugiada, huí de la guerra, violaron a mi hija cuando tenía ocho años y mataron a mi marido delante de mí. Llegué a Senegal sin nada en las manos. Hemos hecho muchas conferencias de prensa pero luego no pasa nada…». Es Neffie Jalloh, quien vuelve a mostrar los papeles que siempre tienen que llevar con ellas, que no les sirve para nada y que de desgastados dejan pasar la luz del mediodía.
Anna vuelve a tomar la palabra: «Más de una vez, nuestros hijos nos han preguntado para que organizábamos actos públicos, para qué estábamos haciendo esa entrevista. Les contestábamos que para que nos ayudaran. Pero al día siguiente no salía nada en los medios y nos preguntaban qué habíamos hecho mal. Estamos cansadas de contar lo mismo y que no sirva de nada».
Entre el público, el hijo de uno de ellas, mientras se levantan para dejar sitio para los siguientes ‘ponentes’, nos cuenta cómo tienen que buscarse la vida en la economía sumergida, él descargando barcos en el puerto, ellas cocinando para su comunidad, o en otros trabajos que no les permiten dejar de pasar hambre. El muchacho dice que consiguió llegar a Barcelona como inmigrante indocumentado a España hace poco más de un año. Fue deportado de vuelta a Senegal porque era donde la ONU le había reconocido su condición de refugiado.
Por su estabilidad en comparación con los países de la región, Senegal ha sido durante las dos últimas décadas el destino principal de los refugiados de las guerras de África occidental. Según los últimos datos de la Agencia de los refugiados de la ONU (UNHCR), en 2010 había más de 20.000 refugiados en este país procedentes de toda la región, la mayoría de ellos de Mauritania, y esto después de que en los últimos tres años hayan sido repatriados más de 20.000 mauritanos que llevaban dos décadas refugiados en Senegal.
El día de la marcha inaugural, unas ancianas octogenarias portaban un cartón en el que pedían «Parar las deportaciones de mauritanos por parte de Senegal a Mauritania». La explicación de esta extraña demanda tiene lugar hoy en esta misma carpa. «El sentimiento de ser refugiado nos une» dice el historiador Abdourahmane Allangara en francés mientras un joven traduce, mal, al inglés para que todos los asistentes, especialmente las sierraleonesas, puedan comprender su situación.
El colectivo ‘Unión para la solidaridad y la ayuda a los refugiados mauritanos en Senegal’ ha hecho bien en iniciar su ponencia con la historia de la configuración del país mauritano. Repasa la segunda mitad del siglo XX, donde la discriminación de la comunidad mauritana negra por parte de la árabe bereber es cada vez mayor hasta llegar a 1989, cuando un conflicto fronterizo con Senegal desata una ola de violencia étnica contra los mauritanos negros que terminó con la deportación de decenas de miles de ellos a Senegal y Malí, mientras que otros huyeron para salvar sus vidas. En total, unos 60.000 mauritanos salieron del país y han vivido 20 años como refugiados.
«Nosotros no somos consideramos mauritanos porque somos negros. Nos desprecian. No queremos volver». Ésa es la consigna que en la marcha inagural y ahora en la mesa algunos de los afectados explican. «Nadie nos garantiza que nos vayan a devolver nuestras tierras, ni que no volvamos a ser torturados, pasé dos años en una comisaría de policía en 1990 cuando intenté volver a mi país. Ya no soy de allí». Quien se ha levantado y ha tomado la voz es uno de los mauritanos que piden no ser ‘deportados’ a su propio país.
Hasta aquí llega el rumor de la carpa de al lado, donde un grupo de párrocos que trabajan en Mali, Senegal, Mauritania y Argelia ayudando a los inmigrantes en su camino a Europa explican las situaciones a las que se enfrentan diariamente. Un poco más allá, una colombiana explica las contradicciones a las que se tienen que enfrentar las misiones internacionales de transparencia electoral…. El ex presidente brasileño Lula da Silva, el de Bolivia, Evo Morales, entre otras importantes autoridades, han pronunciado discursos en actos multitudinarios en estos dos días de Foro. Muy cerca, refugiados de Sierra Leona y de Mauritania, también. Aunque estos últimos parezcan muy cansados de contar siempre lo mismo.
Fuente: http://periodismohumano.com/sociedad/libertad-y-justicia/el-foro-de-los-nadies.html