El fraude se ha consumado. La decisión del tribunal convalidó la bribonada de las urnas embarazadas y el algoritmo. Las grandes televisoras, el empresariado, los técnicos norteamericanos en supercherías electorales, los intelectuales cooptados por el régimen finalmente tienen de qué regocijarse. El golpe de estado cibernético logró su siniestra ambición. El pueblo mexicano ha sido […]
El fraude se ha consumado. La decisión del tribunal convalidó la bribonada de las urnas embarazadas y el algoritmo. Las grandes televisoras, el empresariado, los técnicos norteamericanos en supercherías electorales, los intelectuales cooptados por el régimen finalmente tienen de qué regocijarse. El golpe de estado cibernético logró su siniestra ambición. El pueblo mexicano ha sido burlado. Ahora falta por ver qué saldrá de esta monstruosa alteración de la estabilidad institucional.
Tras la Marcha del Silencio y la destitución de Macedo de la Concha todo parecía indicar que Fox había recapacitado y estaba dispuesto a respetar la voluntad popular. Las elecciones del dos de julio demostraron que insistió en sus fullerías sólo que cambió de táctica. Para colmo coronó su nefasto sexenio con el portazo que el Congreso le dio en el rostro, negándole el acceso; confrontación jamás ocurrida en la historia mexicana.
A ninguno le cabe dudas de que el desgobierno de Fox ha sido el peor en cien años de vida republicana, (incluyendo a Don Porfirio). Todas las promesas incumplidas, desde los quince minutos para solucionar el problema de Chiapas hasta la creación del millón de empleos, han proporcionado el saldo pernicioso de este gobierno. Los únicos que han sido satisfechos en sus aspiraciones son los empresarios que han visto una macroeconomía favorable a su expoliación de la clase trabajadora.
Donde más ha sufrido el estropicio foxista ha sido en la política exterior que se ha visto atropellada por una postración ante el reaccionario gobierno de Bush. México, tan celoso de su soberanía, que tanta sangre costó instaurar, se vio reducido a una satrapía de la Casa Blanca demostrando una docilidad vergonzosa en todos los foros internacionales.
Para alcanzar un desastre mayor han envilecido las campañas electorales usando el recurso del miedo y la denigración del adversario. Ya los comicios mexicanos no tendrán nunca la integridad cívica que debieran tener. Ahora el sistema gangsteril prevalecerá en el futuro a base de calumnias, tergiversaciones, presiones psicológicas y ardides de mala ley para desacreditar a quien se oponga al poder establecido.
También hay que añadir las colosales malversaciones del erario público que aún se encuentran bajo investigación. Los anteriores mandatarios mexicanos no se caracterizaron por su probidad y casi todos los presidentes del PRI se retiraron como acaudalados magnates pero lo de este sexenio probablemente establecerá cifras insólitas en la rapacidad voraz del tesoro de la nación.
Fox violó el carácter laico del republicanismo mexicano, establecido desde Juárez, con un acercamiento de beato ferviente a los dominios de la fe, lo cual ha llevado a alguno a calificar este gobierno como el de «la revancha de los cristeros». Ha sido un aprendiz de empresario que nunca logró organizar ni coordinar su propio gabinete; como líder fue indeciso y le faltó la energía necesaria para trazar rumbos coherentes y categóricos; no ha sabido planificar ni comunicarse con su país. Trató de usar en un inicio la populachería del ranchero ingenuo, asumiendo una imagen de cándido pueblerino que muchos creyeron caería en gracia de las masas. A la larga se demostró que esa era en realidad su manera inexperta, inmadura y torpe de manejar los asuntos públicos.
Su desprecio por la cultura se demostró en su designación de los funcionarios que atendieron ese sector que quedó desamparado, en manos de gente sin la ilustración y sapiencia necesarias para manejar un área tan delicada. Su inmensa ignorancia quedó demostrada en sus discursos donde confundía nombres de escritores que jamás había leído y hacía citas erróneas. Un presidente que jamás ha abierto un libro no está capacitado para tan alta misión.
Fox deja al país sumido en una grave crisis institucional, por un escamoteo de la voluntad popular. Ningún presidente mexicano se había retirado de los Pinos dejando tal confusión, tanto caos, una nación sumida en la escisión, el desbarajuste y el desconcierto. Ahora falta por saber qué sucederá en el futuro inmediato.
El sentido común de Andrés Manuel López Obrador no parece inclinarlo a propiciar las condiciones para una guerra civil. Sin embargo, igual disposición no se advierte de la otra parte y fue visible en el descomunal servicio represivo, (tanquetas, muros de acero, miles de agentes armados con garrotes para someter al pueblo), que mostró el poco escrúpulo que tuvo Fox en secuestrar al Congreso.
Quien ordenó esa operación autoritaria en cualquier momento puede cometer el error fatal de producir víctimas y ello desencadenaría una explosiva cadena de acontecimientos que puede conducirnos de vuelta a 1910. Confiemos en la sana racionalidad de los mexicanos para contrarrestar tanta estulticia, tantas violaciones de la institucionalidad, tanto desastre acumulado en el deplorable gobierno que está por terminar.