Ya empezaron las reuniones del Grupo de los 20 en Yakarta, Indonesia, con reuniones de los ministros de economía y los presidentes de los bancos centrales para analizar el rumbo de la economía mundial y las condiciones para la recuperación. La misma preocupación que en la cumbre de Roma en octubre pasado.
La presidencia del G20 pasó de Italia a Indonesia y se anticipa que el lema para octubre del 2022, en la Isla de Bali será: “Recuperarnos juntos, recuperarnos más fuertes”. Es un mensaje en el lenguaje diplomático de una de las cumbres del poder mundial, ya que si existe algo desparejo es la recuperación económica luego de la recesión de 2020. En efecto, las desigualdades no sólo operan entre países de mayor desarrollo relativo, sea EEUU, Europa, China o Japón respecto de los demás; sino y muy especialmente al interior de cada país, si consideramos los ingresos de las personas. La recuperación económica privilegia los ingresos de los/as propietarios/as de medios de producción, que se miden en ganancias y rentas, acrecentadas en estos tiempos, muy por encima de los ingresos provenientes de la venta de la fuerza de trabajo, sea de manera regularizada o irregular, condición esta última de creciente “normalización”, derivada de la impunidad empresarial.
Por eso vale interrogarse si es posible un objetivo enunciado en primera persona del plural, cuando la desigualdad de ingresos y patrimonio resulta agigantada en la recuperación económica del 2021 y este comienzo del 2022 a favor de los réditos de los propietarios más concentrados del capital mundial. La recuperación privilegia el interés de clase de propietarios/as de medios de producción, especialmente aquellos más concentrados.
¿Qué esperar del G20?
Su constitución como cónclave de presidentes surgió a propuesta del Presidente de EE.UU., George W. Bush en plena crisis del 2008. En la ocasión, convocó al grupo de técnicos preexistentes, el G20, que trataba sobre los problemas de deuda externa, entre ellos a la Argentina y constituirse desde entonces en cónclave de Presidentes para consideración de la crisis mundial.
Allí quedó la Argentina, por problemas históricos de su endeudamiento y no por una importancia «de grande» entre los principales países del mundo. Es curioso, pero el país sostiene como una gran tragedia el problema de la deuda externa, o eterna, como mejor se prefiera. La representación local llevará al cónclave del G20 la discusión relativa a las sobre-tasas del FMI, al mismo tiempo que negocia contra reloj una reestructuración del impagable préstamo (estafa) del 2018. Es posible que los contertulios en Yakarta escuchen la voz demandante del argentino presente, pero contestarán con el silencio o la diplomática declaración final llamando a la cooperación internacional para un crecimiento compartido.
El G20 es territorio del poder global, más allá de contradicciones en su interior. La discusión central es cómo superar los problemas del crecimiento contemporáneo, no la solución a las demandas de la sociedad empobrecida o a los reclamos solidarios de un país de inserción subordinada.
Nuestra conclusión remite a los resultados de las agendas debatidas en los sucesivos G20, que en estos años se concentraron en la emergencia sanitaria sin soluciones verificables que apunten a resolver problemas de los sectores más perjudicados.
La realidad se contrasta con los gigantescos beneficios de los laboratorios medicinales y la salud privada, en desmedro de la salud pública demandada por la sociedad empobrecida. Ocurre lo mismo con mensajes relativos a evitar el calentamiento global, al mismo tiempo que fracasan todos los intentos por limitar los desarrollos productivos contaminantes. Para muestra del tema vale considerar el discurso ecologista del caso local y los desarrollos mineros y petroleros con el argumento de la recuperación económica y del empleo.
El objetivo del G20, en tanto cónclave del poder capitalista global, se circunscribe a crecer y acumular, con beneficios sesgados que reproducen las inequidades en nuestro tiempo, con base en la explotación y en el saqueo. La agenda necesaria de los pueblos continúa siendo una asignatura pendiente.
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.