Los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido están desarrollando aparatos cada vez más sofisticados para vigilar de cerca a los ciudadanos. Y cuando se trata de tecnología, EE.UU. parece determinado a seguir a la cabeza. «Cinco nueve, cinco diez», dice en voz alta uno de los estudiantes que participa en la investigación, tecleando […]
Los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido están desarrollando aparatos cada vez más sofisticados para vigilar de cerca a los ciudadanos.
Y cuando se trata de tecnología, EE.UU. parece determinado a seguir a la cabeza.
«Cinco nueve, cinco diez», dice en voz alta uno de los estudiantes que participa en la investigación, tecleando en su computadora portátil para ajustar mi altura (en pies).
«Eso es lo que mide», me notifica.
«Bueno, ahora lo estamos congelando», grita otro de los estudiantes mirando a su pantalla. «Tenemos su altura, su huella, y el ADN de su andar», agrega.
«¿El ADN de mi andar?», interrumpo, e inconcientemente levanto la cabeza de tal forma que capturan mi rostro con la cámara.
«¿Tenemos eso?», pregunta el profesor Rama Challap. «Nos basta con 30 cuadros -alrededor de un segundo- para conseguir una imagen con la que podamos trabajar», explica.
Rastreando individuos
Me encontraba en la Universidad de Maryland, justo en las afueras de Washington DC, donde Challapa y su equipo desarrollan tecnología de punta en materia de vigilancia ciudadana.
Habían corrido los muebles en la sala de conferencias para que pudiera moverme para adelante y para atrás; y colocaron cámaras suficientes para alimentar su base de datos digital con mis señas.
El ADN de mi andar, por ejemplo, es un código que registra la forma específica en que camino.
Su meta es diseñar un sistema que permita unir un rostro a ese código, esa altura, esa masa corporal. Para que la identificación sea instantánea.
«Si usted camina entre el público, nosotros podremos rastrearlo», dice el profesor, a través de elementos que «no necesitan de la cooperación de las personas».
Desde los ataques del 11 de septiembre, muchas mentes brillantes en la industria de la defensa dejan de lado el rastro de los misiles nucleares y se abocan en cambio al de los individuos, para identificar por ejemplo a atacantes suicidas.
Una sociedad controlada
La siguiente parada fue una agencia del Pentágono en un edificio apagado en un suburbio en Virginia.
La Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación de Defensa (Darpa, por su sigla en inglés), tiene una misión clara: asegurar que, cuando se trata de tecnología, EE.UU. vaya siempre a la cabeza.
Su historial es sorprendente. En la década de 1970, cuando aún escribíamos a máquina y copiábamos con carbónicos, Darpa avanzaba en Internet.
En la década de 1990, cuando todavía agujereábamos mapas, Darpa creaba la navegación satelital que ahora tenemos en los coches.
«Preguntamos a los líderes qué es lo que no los deja dormir», dijo su entusiasta director Tony Tether. «Qué problemas enfrentan una vez que han dejado sus puestos», agrega.
«¿Y cuáles son?», pregunto.
Hizo una pausa, y puso la mano en el mentón. «Preferiría no decirle. Es información secreta», responde.
Traducción
«Está bien, ¿podría decirme entonces en qué están trabajando hoy en día?», contesto.
«Ah, el idioma», dice muy seguro, chasqueando los dedos. «A menos que vayamos a entrenar a cada ciudadano estadounidense y soldado para que entienda 16 idiomas, debemos desarrollar una tecnología que les permita entender -en donde sea que estén- qué es lo que sucede a su alrededor», afirma.
«Espero que en el futuro seamos capaces de mantener conversaciones; por ejemplo, yo le hablaré en inglés y usted en francés, y será natural», dice.
«¿Y de la traducción se encarga la computadora?», pregunto.
«Si. Todo por computadora», asegura.
«Y esto de una sociedad totalmente vigilada, ¿es pura ciencia ficción?», sigo.
«No, no es ciencia ficción. Estamos desarrollando un avión no tripulado -un UAV- que sobrevolará durante cinco años con cámaras, y responderá a las órdenes que se le den para vigilar por aquí y por allá», indica.
«Esto se hace hasta cierto punto hoy por hoy en Bagdad. Pero es hacia donde nos dirigimos», afirma.
Tecnología inteligente
Resulta interesante que nosotros, el público, no nos preocupemos. Las encuestas de opinión, tanto en EE.UU. como en el Reino Unido, revelan que el 75% quiere más y no menos vigilancia.
En algunas ciudades estadounidenses, como Nueva York o Chicago, se piensa seguir los pasos del Reino Unido, donde todos los movimientos son monitoreados de cerca por cuatro millones de cámaras de circuito cerrado (CCTV).
Hasta ahora no se han inventado aparatos que nos graben dentro de nuestras casas, pero incluso eso está por cambiar.
Ian Kitajima voló a Washington desde sus laboratorios en Hawaii para mostrarme tecnología que «siente a través de las paredes».
«Cada individuo tiene un perfil distinto», explicó Ian, mientras sostenía una caja rectangular verde que parece el control remoto de una televisión.
Utilizando ondas de radio, se apunta a un muro y el aparato dice si hay alguien del otro lado. Resulta que el cuerpo humano emite señales de radio tan fuertes que la cajita percibe el ritmo de la respiración y los latidos del corazón.
Su empresa, Oceanit, lo someterá a prueba con la Guardia Nacional Hawaiana en Irak el año que viene.
Percibiendo la amenaza
«Primero, permite saber si una persona está viva o muerta en el campo de batalla», dijo Ian.
«Pero también muestra si una persona que se encuentra en determinada habitación va a hacerle daño, puesto que su corazón se acelera», dice.
«Dentro de 10 años la tecnología será mucho más avanzada. Podremos escanear a la gente con una de estas cosas y saber qué está pensando», afirma.
Me mira con curiosidad, notando mi aprensión.
«Sí, ya sé. Suena a Viaje a las Estrellas, pero es lo que se viene», remata.