El Grupo de Lima no es amigo de los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Si lo fuera, bien pudo apoyar e involucrarse en una intervención militar bajo la dirección de Estados Unidos en Venezuela. ¿Por qué no lo son? ¿Por qué no lo hicieron o acordaron hacer en su […]
El Grupo de Lima no es amigo de los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Si lo fuera, bien pudo apoyar e involucrarse en una intervención militar bajo la dirección de Estados Unidos en Venezuela. ¿Por qué no lo son? ¿Por qué no lo hicieron o acordaron hacer en su reunión con Mike Pence el pasado lunes en Colombia? No lo son porque con su decisión se comportaron como el amigo que si se tiene, no se necesita enemigo («Como amigo como ese tú no necesitas enemigo»). Me refiero a que el 25 de febrero de 2019, el Grupo de Lima, en común acuerdo, declaró que:
«Deciden solicitar a la Corte Penal Internacional que tome en consideración la grave situación humanitaria en Venezuela, la violencia criminal del régimen de Nicolás Maduro en contra de la población civil, y la denegación del acceso a la asistencia internacional, que constituyen un crimen de lesa humanidad, en el curso de los procedimientos que adelanta en virtud de la solicitud presentada por Argentina, Canadá, Colombia, Chile, Paraguay y Perú el 27 de septiembre de 2018, y posteriormente refrendada por Costa Rica y Francia, y bienvenida por Alemania.»
El Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensoda, solicitó en el 2017 investigar en Afganistán y otros países miembro de la Corte, entre otros asuntos, «crímenes de guerra, entre ellos, tortura, trato cruel y contra la dignidad, violación y otras formas de violencia sexual, perpetrados por soldados del Ejército de Estados Unidos, y por miembros de la CIA, en los territorios de Afganistán, Polonia, Rumanía y Lituania». La respuesta de Estados Unidos, en cuanto a la jurisdicción penal e internacional de la Corte ha sido clara desde los tiempos de Bush II: Prohibir penalmente cualquier cooperación con la Corte Penal Internacional.
El «amigo» del Grupo de Lima no es amigo de la Corte Penal Internacional. Entonces, ¿por qué el Grupo de Lima no apoyó ni decidió involucrarse en una intervención militar bajo la dirección de Estados Unidos en Venezuela en su reunión con Mike Pence el pasado lunes en Colombia? El Grupo de Lima conoce la posición de Estados Unidos en cuanto a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional. También, el Grupo de Lima conoce que investigar «un crimen de lesa humanidad» en Venezuela por «la denegación del acceso a la asistencia internacional» es pedirle a la Corte Penal Internacional que termine investigando a Estados Unidos dentro de Venezuela de la misma forma que si se tratara de Afganistán, Polonia, Rumanía y Lituania.
Mike Pence, el pasado 25 de febrero de 2019 vio como en Colombia a Estados Unidos le salió el tiro por la culata, y como el Grupo de Lima traicionaba en común acuerdo a Estados Unidos. He ahí el abandono de su aguerrido Guido en la frontera de Colombia. Estados Unidos siquiera logró que el Grupo de Lima acordara imponer sanciones económicas a los activos de Venezuela dentro de sus respectivos países. Mike viajó al patio trasero de Estados Unidos -como le considera él-, pero aún dentro del Grupo de Lima, entre sus pares, salió trasquilado. Siquiera uno de sus pares estuvo dispuesto a cruzar con él, Guido y Estados Unidos la línea de fuego que le da jurisdicción a la Corte Penal Internacional para investigar «un crimen de lesa humanidad» en Venezuela. Pero, ¿no que la Corte Penal Internacional estaba muerta para Estados Unidos?
Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
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