Las recientes pruebas con misiles que acaba de realizar el gobierno de Corea del Norte ha causado un enorme disgusto en algunos países, un enojo que algunos medios quieren hacer interesadamente extensible al conjunto de la comunidad internacional. El secuestro de este término en muchos de los actuales manuales periodísticos, otorgando dicha categoría a determinados […]
Las recientes pruebas con misiles que acaba de realizar el gobierno de Corea del Norte ha causado un enorme disgusto en algunos países, un enojo que algunos medios quieren hacer interesadamente extensible al conjunto de la comunidad internacional. El secuestro de este término en muchos de los actuales manuales periodísticos, otorgando dicha categoría a determinados estados, fundamentalmente occidentales ya algunos de sus aliados en otras zonas del mundo, proporciona elementos para presentar ese acontecimiento como una nueva escalada en el complejo escenario de las relaciones internacionales.
Sería absurdo negar que el movimiento de Pyongyang no ha tenido o tendrá repercusiones en las relaciones entre los estados, pero probablemente la clave de este nuevo tensionamiento no radica en las declaraciones y análisis que se nos presentan en estos días, atendiendo por regla general a los argumentos lanzados desde Washington o desde algún gobierno aliado suyo.
Corea del Norte lleva tiempo utilizando su capacidad nuclear como un arma diplomática para frenar las maniobras estadounidenses, que situaron al país asiático en el famoso «eje del mal». Por eso los dirigentes norcoreanos aprovechan esa potencialidad para evitar que las políticas neoconservadoras impulsadas desde la Casa Blanca generen un cambio de régimen en el país. El peso de la energía nuclear en la actual coyuntura diplomática se ha presentado como un peso capaz de desnivelar la balanza hacia un lado u otro. Por todo ello en ocasiones conviene no perder de vista, en relación directa con los movimientos norcoreanos, a la reciente reacción del gobierno iraní en esta materia.
Independientemente del debate en torno al armamento o al uso de la energía nuclear, en los actuales parámetros parece que el poseer esa capacidad sirve para evitar «ataques preventivos» o maniobras golpistas dirigidas desde Estados Unidos, y la falta de esa potencialidad deja a cualquier país en manos de los deseos de Washington, y sino que se lo pregunten al régimen de Saddam Hussein.
Falsos argumentos
Las pruebas que acaba de realizar Corea del Norte se enmarcan dentro de esos movimientos tácticos que desde el país asiático se desarrollan desde hace años. La elección del día tiene una importante carga simbólica, pues el cuatro de julio en EEUU se celebra el «Día de la Independencia», y ha coincidido también con el lanzamiento al espacio del Discovery. Por todo ello no es de extrañar que la postura norcoreana haya sido recibida en Washington como una provocación en toda regla.
Sin embargo los argumentos contra esas pruebas que se vienen lanzando estos días no guardan una relación directa con las verdaderas causas del enojo estadounidense y japonés principalmente.
Aquellos que argumentan la supuesta ilegalidad de las pruebas no defienden la verdad del asunto. Les guste o no, Corea del Norte ha seguido el protocolo internacional para llevar a acabo esos ensayos, «avisar a los navíos, cerrar los espacios aéreos, notificarlo previamente.», y es evidente que Pyongyang ha dado todos esos pasos. De ahí que como señalan expertos en la zona, «el lanzamiento de misiles per se no es una acción ilegal o un acto hostil». Porque no debemos olvidar que en base a la legislación nuclear, Corea del Norte tiene los mismo derechos que China o EEUU para sus pruebas de misiles o de satélites.
La atención mediática se ha centrado en la puesta en escena del misil Taepodong 2, cuya capacidad de alcance teórica sería de entre 4000 y 6000 kilómetros, lo que según señala Washington podría alcanzar las costas de ese país. No obstante, lo cierto es que la prueba de estos días está todavía en sus comienzos, de hecho el misil ha caído en el mar del Este (nombre que los coreanos dan al mar de Japón) a los pocos segundos de ser lanzado. Pero lo que realmente preocupa a los dirigentes norteamericanos es el desarrollo demostrado por los expertos norcoreanos que han conseguido desarrollar este modelo en ocho años sin haberlo probado con anterioridad. Ello da muestras de que la capacidad de desarrollo de la tecnología nuclear por parte de Corea del Norte sigue ganando enteros año tras año.
Y otro de los temores que no se han señalado es la verdadera intención de este nuevo modelo, pues hay quien apunta que más que un arma nuclear, Pyongyang estaría buscando poner en órbita un satélite que sería la contramedida a los que hoy en día dispone EEUU y otras potencias en el espacio. Ello abriría aún más el llamado frente de las galaxias.
Reacciones dispares
Las pruebas de los otros misiles habrían sido también un claro aviso para Japón, que en los últimos meses lleva acelerando una política de aproximación a las teorías intervencionistas de Washington, buscando los actuales dirigentes nipones romper con el pasado reciente del país en materia militar.
En esa cascada de protestas destacan las de Estados Unidos y Japón, aunque por motivos diferentes. En el primer caso, los diseñadores de la estrategia neoconservadora no pueden permitir que un país como Corea del Norte ose hacer frente a sus deseos imperiales, pero son conscientes también que Pyongyang ha sabido escoger el momento para lanzar esta «provocación». En esta coyuntura, con los frentes de Iraq y Afganistán abiertos, con la puerta a medio abrir en Irán, un ataque contra Corea del Norte es impensable, no sólo por la capacidad de respuesta nuclear del país asiático, sino también por las implicaciones de terceros países.
Japón por su parte se debate en un complejo dilema. Apostar por su realineamiento militar o mantener su pasado más reciente en línea cuasi pacifista, al menos en materia de política exterior. Las pruebas de los misiles han podido reforzar las tesis más militaristas, pero también ha podido encender la luz de alarma en una sociedad que sabe lo que significa una agresión militar contra la población civil.
Los otros miembros del grupo de «los seis», Corea del Sur, China y Rusia manifiestan otras posturas, bastantes alejadas de las de los anteriores. Seúl lleva algún tiempo apostando por una política de acercamiento con el norte, aunque de momento no se hayan dado los frutos esperados. China por su parte utiliza hábilmente la crisis actual, pues es evidente también que este caso no es su prioridad diplomática, a pesar de los comentarios de algunos analistas, al tiempo que actúa devolviéndole la jugada a Estados Unidos por la postura que éstos mantienen en el caso de Taiwán. Finalmente, Rusia no ve con malos ojos estos movimientos, ya que significan un cierto fracaso para la política unilateralista de Washington y le concede la oportunidad de recuperar parte de su pasado protagonismo en la escena internacional.
Tras el humo de los misiles no se puede ocultar el evidente carácter provocativo e intencionado de estas pruebas, ya pesar de la asimetría en materia militar que existe entre ambos países, Corea del Norte es consciente que su única baza, por el momento, para lograr mejoras económicas viene de su apuesta nuclear. Pero tampoco conviene cerrar los ojos cegados por ese humo y no querer ver las verdaderas intenciones de la otra parte. Y paralelamente tampoco cabría olvidar que estos acontecimientos tendrán a otros actores de menor calado a la expectativa de los acontecimientos, para seguir una vía u otra.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).