El desnudo. En el calendario de arriba, el de la buena vida, lo último en moda solidaria es quedarse en cueros. El despelote por una buena causa. Bomberos, azafatas, médicos, falleras, policías… descubren su teta o nalga más humanitaria. La estupidez, el olvido, la farsa, marcan el pasar de los días. El carnaval triunfa. El […]
El desnudo. En el calendario de arriba, el de la buena vida, lo último en moda solidaria es quedarse en cueros. El despelote por una buena causa. Bomberos, azafatas, médicos, falleras, policías… descubren su teta o nalga más humanitaria. La estupidez, el olvido, la farsa, marcan el pasar de los días. El carnaval triunfa.
El despojo. En el calendario de abajo, el de la vida dura, no hay con qué taparse, dónde esconderse. El saqueo y la humillación prevalecen. Cada día, una batalla. La lucha por la digna supervivencia. «Quienes hemos hecho la guerra sabemos reconocer los caminos por los que se prepara y acerca», advierte el Subcomandante Marcos desde Chiapas. «La señales en el horizonte son claras. La guerra, como el miedo, también tiene olor. Y ahora se empieza ya a respirar su fétido olor en nuestras tierras». La destrucción manda.
El calendario. Del latín calendarium, apelativo que recibía el «libro de cuentas» en el que los prestamistas romanos apuntaban los nombres de sus deudores y la cantidad fiada. Los intereses se pagaban en las calendas, el primer día de cada mes, con la luna nueva. Arriba y abajo, el calendario registra las facturas de la vida. Unos, hacen las cuentas y cobran. Otros, siempre los mismos, pagan.
El mañana. Está aún por hacer, por llegar, por inventar. «A veces, en las madrugadas que me encuentran deambulando sin reposo posible, alcanzo a treparme a una voluta de humo y, desde muy arriba, nos miro», cuenta Marcos. «Créanme que lo que se alcanza a ver es tan hermoso que duele mirarlo. No digo que sea perfecto, ni acabado, ni que carezca de de huecos, irregularidades, heridas por cerrar, injusticias por remediar, espacios por liberar. Pero sin embargo se mueve. Como si todo lo malo que somos y cargamos, se mezclara con lo bueno que podemos ser y el mundo entero redibujara su geografía y su tiempo se rehiciera con otro calendario. Vaya, como si otro mundo fuera posible». Un mundo nuevo, bueno. Con otro almanaque. Y otras cuentas.