La cumbre ministerial de la OMC que se celebra en Hong-Kong, aunque envuelta en ropaje de desarrollo, sólo pretende avanzar en las pautas de liberalización que cierren la Ronda de Doha y permitan el libre acceso del capital multinacional al comercio de la agricultura, los productos industriales y los servicios. El instrumento para dicha invasión […]
La cumbre ministerial de la OMC que se celebra en Hong-Kong, aunque envuelta en ropaje de desarrollo, sólo pretende avanzar en las pautas de liberalización que cierren la Ronda de Doha y permitan el libre acceso del capital multinacional al comercio de la agricultura, los productos industriales y los servicios.
El instrumento para dicha invasión del capital multinacional en las economías y los servicios de los 149 países que forman parte de la OMC es la eliminación de aranceles y los criterios de precaución respecto a las inversiones de capital extranjero. Esta estrategia se inscribe en la más genuina pretensión neoliberal de suprimir las regulaciones nacionales y reducir el peso del sector público en las políticas socio-económicas de sus respectivos países.
El marco en el que se formaliza el acuerdo es la Organización Mundial de Comercio, aunque de facto dichos acuerdos están mediatizados por las propuestas unilaterales de los países más ricos, que utilizan la OMC como árbitro de sus posiciones de fuerza y la siempre presente amenaza del FMI y el BM en caso de no someterse a los intereses de las empresas trasnacionales. Si hacemos un repaso de los efectos producidos por la OMC en los ámbitos que abarca la negociación fijada para Hong-Kong, llegaremos a la conclusión de que el panorama no puede ser mas negro y desesperanzador.
En materia de agricultura, las únicas ganadoras han sido las empresas multinacionales agroalimentarias que han destruido la agricultura familiar, han diezmado el empleo rural y condenado a ingentes can- tidades de personas campesinas a la emigración a cambio de fomentar los métodos de producción masiva que deterioran el entorno social y medioambiental y generan desempleo e inseguridad alimentaria.
La agricultura es hoy, para los países mas desarrollados, una moneda de cambio para propiciar el acuerdo en la apertura de los mercados a sus productos industriales y servicios, controlar mediante sus redes comerciales la producción agraria y desprenderse de los pequeños productores en su mercado interior. La reducción de las ayudas a la agricultura, en esta situación, no soluciona el problema y las contrapartidas pueden empeorar aún más las condiciones de vida y trabajo de la población que vive de la agricultura.
Respecto a los servicios y productos no agrícolas (NAMA), los acuerdos para eliminar las barreras arancelarias pondrán en manos de las multinacionales y sus políticas extensivas la propiedad del suelo, del agua, de los servicios financieros… Esto ocasionará la desaparición del sustento para cerca de 60 millones de personas que viven hoy de la pesca artesanal, del sector forestal o los bosques. Los países en desarrollo, con semejantes propuestas, no podrán disponer de una industria sostenible y la inun- dación de productos de bajo precio causarán enormes pérdidas de empleo industrial en el conjunto de los países de la OMC y especialmente en los países menos desarrollados.
El desarrollo del sector servicios que se augura con la liberalización irá de la mano de las empresas trasnacionales y supondrá la ruina de los servicios públicos a través de la política neoliberal de las privatizaciones. La pérdida de recursos del sector público, al renunciar a las políticas aran- celarias y la pérdida de empleo de calidad por la terciarización de la economía, no generará recursos públicos, ni demanda interna suficientes para sostener un proyecto económico nacional mínimamente estable. Las multinacionales, acostumbradas a abandonar el barco cuando éste se hunde tras haberle sacado todo el rendimiento posible, tendrán más que nunca el terreno abonado para sus prácticas depredadoras.
Los empleos, especialmente los de las mujeres, vinculados al sector servicios seguirán sometidos a una insoportable presión a la baja de sus condiciones laborales y salariales. Los intentos de aplicar, tanto en la Directiva Bolkestein de la UE, como en el Modo 4 en la OMC, la cláusula del país de origen para la contratación laboral, arruinarán la capacidad contractual de trabajadoras y trabajadores, lo que generará una fuga de personas con elevada cualificación a los países más desarrollados que contribuirá a deteriorar las posibilidades de un desarrollo sostenible en sus países de origen.
En definitiva, las propuestas que se están tratando de imponer para liberalizar aún más la agricultura, la producción industrial y los servicios, fomentarán el desmantelamiento de los sectores públicos, la trasformación de los derechos básicos a la educación, la sanidad, la protección social, la alimentación o el trabajo digno en simples mercancías que se compran y se venden en el mercado mundial, la pérdida de conquistas conseguidas en la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la pérdida de la capacidad de decisión de los pueblos respecto a cuestiones trascendentales para su subsistencia material e identitaria.
Una nueva ola de desempleo, migración masiva, riesgos alimentarios y conflictos serán los daños nada colaterales del sometimiento de la OMC y las políticas neoliberales de los gobiernos a los intereses de las corporaciones trasnacionales.
Con semejantes expectativas, el mejor acuerdo en Hong-Kong es el desacuerdo y la mejor noticia, la desaparición de la OMC del escenario internacional. Ambas cuestiones son necesarias para construir otro mundo posible en el que la globalización de derechos sea la norma y la libertad democrática de los pueblos para decidir unas relaciones internacionales de intercambio justo, solidaridad y cooperación el objetivo de las instituciones mundiales.
Por estas razones nos sumamos a la manifestación de Bilbao y hacemos nuestro el eslogan de la convocatoria: Los derechos no están en venta. ¡Pobreza cero!. ¡Stop a la OMC!