Y he aquí que el eximio Consejo de Seguridad de la ONU golpea con el cetro en la mesa y truena que no, que Irán no tiene derecho a desarrollar la energía nuclear -al parecer, los augustos miembros ven la bomba en cada recodo de la geografía pérsica-, por lo que, si no suspende sus […]
Y he aquí que el eximio Consejo de Seguridad de la ONU golpea con el cetro en la mesa y truena que no, que Irán no tiene derecho a desarrollar la energía nuclear -al parecer, los augustos miembros ven la bomba en cada recodo de la geografía pérsica-, por lo que, si no suspende sus actividades de enriquecimiento de uranio en 60 días -el plazo se agota en las postrimerías de febrero-, lloverán las sanciones tecnológicas y financieras sobre la «conflictiva» nación asiática.
Nación que, como para reafirmarse conflictiva, ha respondido no cederá en su legítimo derecho a la supervivencia que le depararía este tipo de combustible, ante el previsto agotamiento de las reservas de hidrocarburo, y, como para que nadie cargue con la duda de su resolución, acaba de prohibir el acceso a sus centrales a 30 inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), adscrita a la ONU.
Miren que enfrentarse al poderío coligado de Occidente. ¿Estarán locos los iraníes? ¿Será el presidente Madmud Admadineyad el capitán desesperado de todos sus «chiflados» conciudadanos? Bueno, no solo de loco lo ha calificado el Primer Mundo. Hasta de fanático lo han tildado, en una cruzada que se dirige contra todo su pueblo, aunque haya sido precisamente a él a quien le manipularan la traducción de un discurso para recoger la cosecha del desprestigio.
Porque, en contraposición a lo reflejado con delectación por los grandes medios de prensa, personas que conocen el parsi insisten en que Admadineyad nunca ha llamado a «borrar a Israel del mapa», tal se ha acuñado, sino que, en la llevada y traída alocución del 29 de octubre de 2005, la palabra «mapa» ni siquiera aparece. Y, según la traslación al inglés de Juan Cole, profesor de Historia Moderna del Oriente Próximo y del sur de Asia, el nuevo «lucifer» -el otro, Saddam, ya cumplió su papel de pretexto para la invasión y pagó su cuota a la «justicia» de ocupantes y cipayos iraquíes-, el nuevo lucifer, decía, solo aludió a que «el régimen que ocupa Jerusalén debe desaparecer de la página del tiempo». Afirmación que refrendaría cualquier cuerdo en un mundo donde la locura suele ser pura conveniencia.
¿Que por qué cruzada? Habría que pasar de desavisado para preguntarlo. Empecemos por señalar que incluso la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos ha concluido que la proclamación por Irán de la necesidad de energía nuclear podría ser genuina, «dado que puede quedarse sin petróleo para exportar de acá a ocho años». Según el autor del estudio, Roger Stern, investigador de la Universidad Johns Hopkins, de Maryland, la inversión en la producción de petróleo iraní resulta inadecuada para compensar la disminución de los campos y el explosivo crecimiento de la demanda local. Claro, como todo científico que se respete, eludió las aseveraciones absolutas: «No estoy diciendo que Irán no tendrá petróleo en ocho años; estoy diciendo que estarán usando todo para ellos mismos».
La exclusión del justo medio
Los científicos pueden darse el lujo del ideal griego del «justo medio»; pero gran parte de los políticos no comulgan con lo que consideran medias tintas. Por eso, Israel planea un ataque nuclear contra instalaciones iraníes que podrían servir para fabricar el arma atómica, de acuerdo con el leal saber y entender de Tel Aviv, conforme a un The Sunday Times impertérrito ante el consiguiente desmentido del gobierno sionista.
Pero los halcones se las darían de ecologistas, eso sí. Las bombas que utilizarían serían menos potentes que las de Hiroshima y Nagasaki -el récord continuaría en la arena gringa-, y el ataque comenzaría con artilugios convencionales guiados por láser, los cuales se encargarían de abrir túneles por los que inmediatamente entrarían los nucleares. Estos provocarían una explosión a suficiente profundidad como para minimizar el riesgo de escape radiactivo a la atmósfera.
La guerra nuclear «limitada» se convierte en algo más que un barrunto si nos atenemos a los hechos expuestos por alguien tan solvente en lo intelectual como el sociólogo estadounidense James Petras: «Un análisis de las declaraciones oficiales, los documentos y los comunicados de prensa del gobierno israelí recogidos por sus representantes permanentes ante la Conferencia de Presidentes de Grandes Organizaciones Judías de EE.UU. (CPMAJO, por sus siglas en inglés) y sus seguidores, que publican artículos y dictan conferencias en los principales medios de comunicación, revela un esfuerzo coordinado para convencer a Estados Unidos de atacar militarmente a Irán».
Y este esfuerzo podría estar dando frutos, a juzgar por el empecinamiento en la guerra que, a contrapelo del anhelo pacifista de la mayoría de los norteamericanos, ha mostrado el presidente Bush en su última alocución, y por hechos como la masiva concentración de poder naval de USA en el Golfo Pérsico y en el mar Arábigo, donde han sido desplegados dos grupos ofensivos: el USS Enterprise y el Expedicionario de Ataque USS Iwo Jima.
La verdad
Como bien apunta el colega Ricardo López Dusil, en los últimos meses se han derramado ríos de tinta solo para dar por cierto lo que, de acuerdo con las evidencias, representa especulación remota: que el plan de enriquecimiento de uranio de Irán no resulte lo que Teherán afirma (el desarrollo de un programa de uso pacífico de la energía nuclear), sino el germen de un futuro -siempre futuro- armamento atómico, «lo que convertiría al país persa en una amenaza para ese territorio tan vasto e impreciso que definimos como Occidente».
Como nuestra fuente señala, con Irán se pretende aplicar una de las doctrinas más perversas: la de la guerra preventiva (es decir, por las dudas). Guerra que se libraría contra un Estado que, lejos de haber sido agresor, ha resultado agredido, incluso por un Saddam Hussein alentado por los Estados Unidos.
¿Qué fuerza oculta impele al siempre impreciso Occidente a catapultarse con saña ímproba contra un país que, a diferencia de Israel, por ejemplo, se ha adherido al Tratado de No Proliferación Nuclear (TPN), el cual faculta a sus signatarios a desarrollar la capacidad nuclear para generar electricidad? «Además del TPN, el gabinete iraní ha suscrito numerosos protocolos posteriores de inspección, con el fin de reducir la posibilidad de sufrir ataques preventivos, como el ejecutado en 1981 por bombarderos israelíes contra el reactor nuclear de Tamuz, a unos 60 kilómetros de Bagdad», capital del vecino Iraq.
Y si hasta hoy, se sabe, todas las indicaciones de la AIEA y los documentos obrantes demuestran que el cumplimiento ha sido total, ¿qué rayos buscaría el desapacible Washington con la pretendida arremetida?
Ah, uno de los «pecados» iraníes consiste en Don Petróleo. Pero el «sacrilegio» de los persas no acaba ahí. Sucede que, aparte de descollar como ejemplo de «díscolos», de rebeldes ante los dictados de Washington, en una zona humillada, ofendida por la garra imperial, se preparan para hacer lo impensable: abandonar el dólar y, en su lugar, utilizar el euro en sus transacciones comerciales, incluidas las petroleras, como modo de capear el temporal de las presiones estadounidenses contra las actividades financieras del país centroasiático.
Por tanto, Mambrú podría irse a la guerra. Solo que tendrá que andar con suavidad de bailarina clásica. Recordemos asuntos de «poca» monta como que Rusia le ha vendido armas al régimen de los ayatolás por unos mil millones de dólares -vox populi-, y que entre esos alijos figuran 29 sistemas misilísticos Tor-M1, capaces de identificar simultáneamente hasta 48 objetivos, a una distancia de entre 1,5 y 12 kilómetros, y de hacer impactar a dos de ellos al mismo tiempo. Complejos concebidos incluso para proteger sitios de ataques de bombas teleguiadas y de misiles crucero.
¿Serán locos los iraníes por haber derribado, recientemente, un avión espía de los Estados Unidos? Allá quienes sigan con el ritornelo de la demencia. Esto más bien parece decisión irrestricta de defender la soberanía. ¿Se lanzarán los gringos y sus adláres sionistas? En ese caso, la locura se reafirmaría lo más relativo del mundo.