Prácticas como el monocultivo, la agricultura intensiva y la privatización de los recursos naturales provocan pobreza y emigración. Bajo el epígrafe Alimentación, nueva agricultura y procesos migratorios en la Frontera Norte-Sur se desarrolló un seminario que planteó los perversos efectos que el modelo agrícola que el neoliberalismo impone produce en las economías de los países […]
Prácticas como el monocultivo, la agricultura intensiva y la privatización de los recursos naturales provocan pobreza y emigración.
Bajo el epígrafe Alimentación, nueva agricultura y procesos migratorios en la Frontera Norte-Sur se desarrolló un seminario que planteó los perversos efectos que el modelo agrícola que el neoliberalismo impone produce en las economías de los países del sur. Los ponentes plantearon la realidad concreta de África, Brasil o Marruecos, analizando la realidad de la agricultura y sus consecuencias en forma de pobreza y emigración.
La práctica del monocultivo, el papel de las multinacionales, la intensificación de los cultivos y la privatización de los recursos naturales, entre otros, provocan el desequilibrio medioambiental, fuerzan tremendas desigualdades sociales y están en el origen de numerosos movimientos migratorios y desplazamientos de población. En palabras de Manuel Delgado, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, «para que Europa permanezca encendida, África ha de sumirse en las sombras». Carlos Morientes hizo hincapié en el papel de la OMC (Organización Mundial del Comercio) como herramienta de estas políticas neoliberales, que imponen un modelo en el que «la vida no vale nada». Paul Nicholson, de Via Campesina, tras enumerar las causas y consecuencias de dicho modelo agrícola, detalló algunas propuestas para cambiar la situación, como el reconocimiento de la soberanía alimentaria de los pueblos, el acceso a los recursos naturales y a los medios, y el derecho a no salir o, en su caso, a retornar. Neuri Rosseto, del Movimiento Sin Tierra de Brasil, planteó cómo este modelo agrícola «no da valor al trabajo, a la cultura, ni al trabajador» y centró su atención en el grave problema de la propiedad de la tierra, con la perpetuación de inmensos latifundios y la subsiguiente necesidad de la reforma agraria.