El mundo no se repone, una tras otra las llamadas catástrofes naturales están sacudiendo la tierra y nos encontramos con una sucesión de muerte y destrucción, cuyas víctimas normalmente son las clases más desfavorecidas. Al hilo de estos acontecimientos, y con las imágenes del terremoto que ha afectado a diferentes lugares del sur asiático, nos […]
El mundo no se repone, una tras otra las llamadas catástrofes naturales están sacudiendo la tierra y nos encontramos con una sucesión de muerte y destrucción, cuyas víctimas normalmente son las clases más desfavorecidas. Al hilo de estos acontecimientos, y con las imágenes del terremoto que ha afectado a diferentes lugares del sur asiático, nos encontramos con la ocasión propicia para poner en tela de juicio muchas de las políticas humanitarias que se sucederán estos días.
Bajo el manto humanitario se esconderán las realidades, las desigualdades y las desestructuraciones sociales, económicas y políticas que asolan durante todo el año a buena parte de esas sociedades que hoy sufren los efectos del terremoto. Las conciencias de las potencias internacionales se blanquearán con algunas limosnas puntuales, suficientes para virtualizar a través de algunas imágenes el enorme sufrimiento que padecen millones de ciudadanos, fruto en ocasiones de las propias políticas impulsadas desde occidente o por agentes y élites locales fieles a los designios occidentales.
Hace unos meses fue Aceh (tsunami), anteayer le tocó a Nueva Orleáns (huracán), ayer era Centroamérica (inundaciones) y hoy Jammu&Kashmir, Pakistán, Afganistán, India (terremoto), y probablemente mañana otro nuevo protagonista se sume a la lista. El guión es el mismo, y en ocasiones la guinda que decora el desastre posterior la ponen determinadas ONGs, que bajo el disfraz de ayuda humanitaria desarrollan una labor de proselitismo religiosos o político muy concreto. Recientemente, un informe ha denunciado la rapiña que están llevando a cabo algunas ONGs en Aceh (el Grupo de Cinesiología de Respuesta Internacional a los Desastres es una de las señaladas), donde lejos de ayudar a la población local se busca expandir sus influencias y ganar adeptos. Otros en cambio buscan el negocio de la reconstrucción y de la ayuda humanitaria, ajenos también al sufrimiento local.
La tercera pata de este situación es la que representan los políticos locales, que tras unos días intentarán sacar su parte del pastel, ahuyentando toda duda sobre su responsabilidad en la prevención y atención a este tipo de acontecimientos. Y mientras tanto las castigadas poblaciones de esos lugares estarán esperando a reponerse de este primer trauma para hacer frente a este «otro desastre» que se les avecina en el tiempo.