Tres elementos básicos acosan al petróleo: reducción de la reservas y alta demanda, escalada de precios y especulación financiera (como su consecuencia más inmediata), y fracaso cada vez más evidente de los llamados biocombustibles para reemplazarlo como alternativa energética mundial, que lo convierten a su vez en potencial detonante de conflictos geopolíticos-militares a corto plazo. […]
Tres elementos básicos acosan al petróleo: reducción de la reservas y alta demanda, escalada de precios y especulación financiera (como su consecuencia más inmediata), y fracaso cada vez más evidente de los llamados biocombustibles para reemplazarlo como alternativa energética mundial, que lo convierten a su vez en potencial detonante de conflictos geopolíticos-militares a corto plazo. En este escenario, y atendiendo a su propia supervivencia, las potencias capitalistas (principalmente el Imperio estadounidense) ya han trazado estrategias militares para preservar su hegemonía geopolítica-energética en las regiones claves productoras de petróleo. En esta dialéctica interactiva petróleo-economía mundial (como detonante de conflictos armados por la supervivencia), el oro negro ya se ha convertido en el eje estratégico de una potencial crisis global del sistema capitalista.
En la energía (básicamente petróleo, gas y derivados del petróleo) se encuentra la clave que mueve los centros vitales de producción, elaboración y transporte de todo lo que fabrica y consume el planeta nivelado por este modelo de «globalización» económica capitalista.
Las reservas de crudo están hoy en niveles mucho más bajos que hace un año y los incentivos de mercado para almacenar petróleo en caso de que surjan problemas de abastecimiento se han evaporado, según los especialistas y la propia OPEP.
En suma, la conjunción del «dólar débil» y del incremento en la demanda, alimenta la escalada del precio del petróleo (el motor de las economías centrales y emergentes) con el consecuente peligro de desatar un proceso inflacionario con retracción de la economía y del consumo a escala global.
Además de la especulación con la baja del dólar que hace subir el precio del petróleo en los mercados globales (los grandes inversores se refugian en las acciones petroleras) la producción petrolera mundial enfrenta dos problemas claves a futuro:
A) La reducción de la producción y el agotamiento de la reservas (que también se retroalimentan para subir los precios),
y B), el cada vez más evidente fracaso de los biocombustibles (la «alternativa etanol») para reemplazarlo como motorizador energético de la economía mundial.
Esta posibilidad de agotamiento a corto plazo del combustible que mueve a la economía mundial y que conforma el resorte estratégico de la supervivencia de las potencias capitalistas, precipitan a su vez distintas hipótesis y especulaciones sobre el petróleo como detonante inmediato de conflictos geopolíticos-militares.
¿Qué pasaría, por ejemplo, con EEUU, la Unión Europea y China (los principales consumidores mundiales) si se agotaran las reservas de crudo?
Estados Unidos consume mundialmente:
• El 33% de los hidrocarburos
• 1 de cada 4 barriles de petróleo
• 40 de cada 100 litros de gasolina
• 1 de cada 3 derivados de hidrocarburos
• 1 de cada 5 de los destilados
El déficit del 25% de su consumo energético equivale a unos 12 millones de barriles diarios de petróleo y gas, que tiene que importar, principalmente de Venezuela y Medio Oriente.
Según coinciden varios informes técnicos, las grandes potencias mundiales (conformadas por las grandes economías y las grandes corporaciones multinacionales que controlan gobiernos y recursos estratégicos a escala global) tienen un déficit cercano a los 40 millones de barriles diarios de hidrocarburos.
En el transcurso de esta generación para el 2020 éste déficit sobrepasará los 100 millones de barriles diarios, porque sencillamente ninguno de esos países tienen reservas petrolíferas en sus territorios que le alcancen más allá del 2015.
Según expertos y productores mundiales consultados por el diario The Wall Street Journal, cada vez más personas clave en la industria del petróleo están apoyando una idea que durante mucho tiempo fue marginal: que el consumo del mundo se acerca a un límite práctico para la cantidad de barriles diarios que se pueden bombear.
Algunos pronostican que los productores del crudo podrían alcanzar ese techo tan pronto como en 2012.
Este límite aproximado -que dos altos ejecutivos de la industria citados por el Journal sitúan en torno a los 100 millones de barriles diarios- está muy por debajo de la demanda que se proyecta para las próximas décadas.
La producción actual está en unos 85 millones de barriles al día, según el Journal.
Hace unas semanas, el presidente ejecutivo de la petrolera estadounidense ConocoPhillips se hizo eco de estas conclusiones en un discurso durante una conferencia en Wall Street. «No creo que el suministro supere los 100 millones de barriles al día», dijo. «¿De dónde se supone que saldrá todo ello?», añadió.
Incluso algunos funcionarios de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo pronostican límites, pese a que la OPEP siempre ha insistido en que es capaz de abastecer al mundo.
El presidente de Libya National Oil Corp. también afirmó en la conferencia de Londres que será difícil para el mundo producir más de 100 millones de barriles diarios.
Por su parte, el ex jefe de exploración y producción de la petrolera nacional de Arabia Saudita, Sadad Ibrahim Al Husseini, afirmó que la falta de ingenieros y equipos limitará la capacidad de aumentar la producción y mantener el ritmo de demanda de la economía global. Además, dijo, los campos recién descubiertos tienden a ser más pequeños y más difíciles de desarrollar.
Según un informe publicado en el periódico Soberanía, en el año 2021 Venezuela, Irak, Irán, Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Nigeria, Rusia y ciertos países de la región del Asia Central, serán los únicos sobrevivientes de la era del petróleo .
Todos los demás países, hoy productores, dentro y fuera de la OPEP, sencillamente no tendrán petróleo .
La conclusión no deja dudas: quien controle el petróleo controlará a su oponente. Quien controle el petróleo controlará los misiles, aviones, submarinos, portaaviones, tanques y armamento nuclear táctico que pueda ser empleado en futuras guerras de control militar, y para la cual la dinámica energética del petróleo es clave para su desarrollo.
La invención de la doctrina del «eje del mal» y de la guerra contra el «terrorismo islámico» con que la Casa Blanca justificó las invasiones de Irak y Afganistán, se explica en el hecho de que el 90% de las reservas mundiales de petróleo y gas están en manos de países musulmanes de la OPEP, de Rusia, y de regiones musulmanas de la antigua Unión Soviética.
Europa, EEUU y China (las tres economías mundiales claves) están aquejados por el mismo síndrome: el déficit de hidrocarburos, un elemento esencial para su supervivencia y sin el cual sus infraestructuras industriales, económicas y militares se desmoronarían en pocas décadas.
Esto emparenta y junta a los viejos imperios europeos con el nuevo imperio unipolar norteamericano en una cruzada permanente: invadir países para apoderarse de recursos naturales estratégicos y de petróleo, el elemento vital para su existencia futura.
Y explica la «sociedad» natural existente -más allá de los discursos «opositores» europeos en la ONU- entre el capitalismo norteamericano y el europeo en las invasiones militares ejecutadas por el Pentágono, pero aprovechadas económicamente, en primer lugar por los consorcios norteamericanos, y secundariamente por las corporaciones europeas que participan del botín de guerra con el petróleo y de todo el negocio de la ocupación.
Según informes del Departamento de Energía de EEUU, la demanda mundial de petróleo pasó de 15 a 82 millones de barriles al día entre 1955 y 2005, un aumento del 450%, mientras que la producción mundial crecía hasta ahora en una cantidad capaz de satisfacer esa demanda.
Las proyecciones indican que la demanda mundial seguirá creciendo en la misma proporción, o más rápido, en los próximos años impulsada en gran medida por el creciente consumo energético de China, India y otros países en pujante desarrollo capitalista.
Pero, como contrapartida de esta demanda creciente de petróleo, una gran mayoría de expertos cree que la producción mundial de crudo «convencional» (liquido) pronto alcanzará un techo, en 2010 o 2015, y luego comenzará una disminución irreversible de las reservas.
El Departamento de Energía de EEUU reconoció en mayo pasado que el mundo está saliendo de la Era del Petróleo y entrando en la Era de la Insuficiencia.
El nuevo escenario, según el historiador estadounidense Michael T. Klare (The Nation, noviembre 2007), significa el comienzo de una nueva era de competición energética y creciente uso de la fuerza militar para proteger las fuentes extranjeras de petróleo, cuyas reservas están mermando drásticamente.
Un informe del Consejo de Relaciones Exteriores titulado Nacional Security Consequences of U.S. Oil Dependency, apoyado por líderes demócratas y republicanos, alerta contra los peligros a la «seguridad del flujo» de petróleo extranjero, concluyendo que «una fuerte presencia militar estadounidense es clave en las áreas que producen y en las rutas marítimas» que transportan ese crudo hacia EEUU.
El presidente George W. Bush ya expuso claramente esta política orientada al control de las grandes reservas energéticas cuando, el 13 de septiembre pasado, afirmó que la salida de tropas de Irak permitirá que Irán pueda «controlar una parte clave del abastecimiento global de energía».
Según el experto Michael T. Klare, en este escenario es previsible que los demócratas no se opondrán a un ataque a Irán si se lo presenta como una acción para prevenir que Teherán amenace los abastecimientos de petróleo del Golfo Pérsico controlados por EEUU.
De acuerdo con Klare, esta situación llevará a que la próxima Administración (sea demócrata o republicana) aumente el uso de la fuerza militar para proteger esos flujos y las inversiones en regiones conflictivas como Asia y el Golfo Pérsico.
La clave petrolera del ataque a Irán
Irán es la potencia que tiene la llave estratégica para el dominio y control militar de la región del Golfo Pérsico y del llamado «triángulo petrolero» (Mar Negro-Mar Caspio-Golfo Pérsico), por donde pasa más del 40% de la producción petrolera y gasífera mundial, y resulta un elemento clave para la supervivencia futura de las potencias capitalistas sionistas con EEUU a la cabeza.
Si hay guerra en Medio Oriente, se paraliza el estrecho de Ormuz, y si se paraliza el estrecho de Ormuz, se paraliza el transporte del 40% de la producción mundial del crudo, elevando su precio a escalas astronómicas (US$150 el barril, según cálculos en boga).
Y si estallan los precios del crudo, estallan los mercados capitalistas (y el modelo económico vigente) a escala global, y si estallan los mercados capitalistas estalla el planeta con la recesión y los conflictos sociales y gremiales como protagonistas centrales.
Tres razones claves y fundamentales explican un potencial ataque a Irán por parte de EEUU:
En primer lugar, el desenlace militar se hace inevitable porque Irán (la mayor potencia del mundo islámico) es una pieza clave en el gran tablero de la «guerra fría» por el control geopolítico-militar y energético mundial entre EEUU y Rusia, que tiene como escenarios centrales de disputa a Medio Oriente y Asia.
En segundo lugar, y como ya se dijo más arriba, Irán es la llave estratégica para el dominio y control militar de la región del Golfo Pérsico y del «triángulo petrolero» (Mar Negro-Mar Caspio-Golfo Pérsico), ya que por dicha región pasa más del 40% de la producción petrolera y gasífera mundial, siendo esta situación vital para el desarrollo y supervivencia de las potencias capitalistas sionistas.
Y en tercer lugar, el surgimiento de Irán como potencia nuclear-petrolera-islámica, aliada estratégica de Rusia y de China (potencias desequilibrantes en el orden del dominio imperial capitalista mundial) pone en peligro la supervivencia del Estado de Israel y la hegemonía del control económico, geopolítico y militar estratégico del poder imperial sionista en la decisiva región del Medio Oriente y del Golfo Pérsico, utilizada por EEUU como llave de proyección militar hacia el Asia.
En este escenario, el ataque militar a las usinas nucleares iraníes se torna inevitable, no por el «capricho» de Bush y de Ahamadineyad, o de Olmert, sino como resultante lógico de una ecuación de intereses estratégicos que tiene al petróleo como objetivo central.
Si bien (como coinciden todos los expertos) la operación militar contra Irán (y quizás Siria) está programada para antes de la finalización del segundo mandato de Bush, una postergación, por la causa que sea, llevará a que la misma sea ejecutada por el próximo que asuma en la Casa Blanca.
Resumiendo: el escenario (por ahora en suspenso) de un ataque de EEUU a Irán, se motoriza a partir de una resolución estratégica de frentes de conflicto con el petróleo como detonante principal, que supera a cualquier aventura personal de sus ejecutores de turno, tanto en la Casa Blanca como en Teherán.
Y en esta dialéctica interactiva petróleo-economía mundial (como detonante de conflictos armados por la supervivencia), el oro negro ya se ha convertido en el eje estratégico de una potencial crisis global del sistema capitalista.
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(*) Manuel Freytas es periodista, investigador y analista, especialista en inteligencia y comunicación estratégica.