1. El poder objetivo El futuro de la humanidad está intrínsecamente vinculado al futuro de China y de su conductor decisivo: el Partido Comunista (PCC). La fuerza de sus condiciones objetivas lo evidencia de inmediato. Es el país más poblado del mundo, que abarca la quinta parte de la humanidad; la tercera economía más grande […]
1. El poder objetivo
El futuro de la humanidad está intrínsecamente vinculado al futuro de China y de su conductor decisivo: el Partido Comunista (PCC). La fuerza de sus condiciones objetivas lo evidencia de inmediato. Es el país más poblado del mundo, que abarca la quinta parte de la humanidad; la tercera economía más grande del planeta y la de mayor crecimiento de las últimas décadas; el quinto país más grande de la tierra; el mayor ejército que existe; capacidad nuclear estratégica; veto en el Consejo de Seguridad; mejor posicionado para superar la crisis económica mundial; gobierno estable con un presidente popular y progresista, respaldado por la gran mayoría de los ciudadanos; lealtad política de las Fuerzas Armadas; escaso grado de corrupción y alta eficiencia del sector público; identidad nacional sólida basada en una cultura milenaria y software de geopolítica mundial, cuyo grado de sofisticación solo es comparable al de la clase política estadounidense.
2. Washington reconoce a la segunda superpotencia mundial
La conjugación de estos factores hizo posible el gran «rito de pasaje» de los Juegos Olímpicos del año 2008, que evidenció la transformación de una potencia regional territorial en una superpotencia global, a la par de Estados Unidos. El imperialismo estadounidense lo entendió tempranamente. El tablero de ajedrez mundial de Zbigniew Brezinski daba alto valor a una alianza estratégica con China —el jugador decisivo del continente decisivo, Euroasia—; Henry Kissinger, el cínico geoestratega de la pax americana ha estado en los últimos meses en un intenso lobbying a favor de la priorización de la alianza transpacífica con China, frente a la alianza transatlántica con la castrada clase política europea; y la Secretaria de Estado Hillary Clinton acaba de acordar con el gobierno chino un «diálogo estratégico y económico», que los presidentes Barak Obama y Hu Jintao darán a conocer en la próxima cumbre del G-20, en Londres.
Descartando públicamente fricciones con China por los espinosos asuntos de Tibet, Taiwan y los derechos humanos, la Señora Clinton expresó sin pelos en la lengua la esperanza de que China no deje de «comprar bonos del tesoro estadounidense», dejando claro que sin la ayuda de Beijing, Washington no puede recomponer su economía. Y lo mismo vale para los problemas climatológicos y los fracasos de la política estadounidense frente a Corea del Norte, Myanmar, Afganistán, Paquistan, Irán y Medio Oriente.
3. El Partido Comunista repite la hazaña de la Unión Soviética
Cuando el hijo de campesinos, Mao Ze Dong, se reunió el 23 de julio de 1921, en la casa de los hermanos Li en la zona de ocupación francesa de Shangai, acompañado por sus (futuros) doce discípulos, para constituir el Partido Comunista de China —tarea que terminaron siete días después de su huída de Shangai, en el «Granma chino» en el lago Nan Hu– nadie hubiera podido creer que apenas veintiocho años después, Mao fundara la República Popular de China en la Plaza Tian An Men. Y que, antes de que pasara un siglo, un país semifeudal, atrasado e invadido por el imperialismo occidental y japonés pudiera convertirse en la segunda potencia de la tierra; repitiendo la hazaña de la Unión Soviética.
4. La estabilidad del gobierno
Si la trayectoria china sigue las huellas de la URSS, la pregunta ineludible es: ¿Cuál será su evolución futura? Al modelo de la autosuficiencia socialista de Mao (1949) siguió el modelo de la «reforma y apertura» (1978), conocido también como el «socialismo con características chinas», iniciado por Deng Hsiao Ping y continuado por Jan se Min y Hu Jintao. Durante todos estos periodos, el Partido no solo no ha perdido el poder, como sucedió en el socialismo histórico europeo, sino que ha alcanzado logros extraordinarios en muchos campos, desde los derechos de la mujer a la seguridad pública, la excelencia científica y educativa, el desarrollo económico y la elevación general de la calidad de vida, entre muchos otros. El efecto de estos logros es, que hoy día habrá muy poca gente en China que piense que exista una alternativa de poder razonable al Partido Comunista que pueda garantizar lo conquistado y prolongarlo hacia el futuro.
5. Partido y vanguardia
Lo que decidirá el futuro del país y, en buena parte, de la humanidad, es la evolución del Partido. Muchos factores externos juegan un papel importante en esa evolución, pero desde una perspectiva inmanente puede haber poca duda, de que el actual gobierno del Presidente Hu Jintao representa una línea progresista y popular, con características de vanguardia.
Ser vanguardia significa la capacidad de plasmar el pasado-presente-futuro en una cosmovisión coherente y realista que guía la teoría hacia el éxito de la praxis. Es posiblemente en la estética del poder, donde se expresa con más sutileza ese pensamiento de vanguardia -o su ausencia. El futurismo fascista italiano expresaba el culto a la fuerza y la brutal negación del derecho a la vida; la arquitectura del stalinismo refleja la patética monotonía de la gran producción industrial y del poder monolítico del Estado; y el funcionalismo actual representa la terrible esterilidad del unilateralismo estético-político de la modernidad.
Si vanguardia es tradición y apertura, algunos de sus más notables ejemplos se encuentran en la arquitectura pública del Estado chino, muchas de ellas realizadas por la vanguardia arquitectónica mundial e insertado por la voluntad del Partido en el milenario mundo chino. Por ejemplo, el Gran Teatro Nacional de china, «Un edificio moderno sin compromisos de ningún tipo, una creación total», según su autor, el arquitecto francés Paul Andreu, que se construyó en el centro de las milenarias formas de poder del imperio chino, la Plaza Tian An Men, la Ciudad Prohibida, el Palacio del Pueblo y las residencias del gobierno actual.
Sin embargo, la línea de vanguardia del actual gobierno no se limita a la estética. Se ha tomado la decisión de ampliar y reforzar los múltiples centros de investigación sobre el marxismo y se observa una mayor preocupación por conservar el poder económico del Estado, es decir, no identificar la modernización de la economía con su privatización.
El gobierno del Presidente Hu Jintao es una esperanza evolutiva del proceso que Mao Tze Dong llevó al triunfo en 1949. Evolución significa en la biología resultados aleatorios, cuya funcionalidad depende de la presión selectiva del entorno. Bajo este criterio la evolución del PCC ha sido exitosa. El gobierno de Hu Jintao representa la esperanza de que la esencia progresista del proceso que empezó con Mao y sus doce discípulos, se pueda conservar en la segunda superpotencia del mundo.