Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
El pasado domingo los ciudadanos de Polonia han corregido considerablemente el rumbo de su país y han cambiado al equipo de gobierno. El partido gobernante perdió. Su lugar en el gobierno lo ocupará la oposición. Y nadie considera esto extremismo ni atentado a la estabilidad.
Pero vamos por orden. El 21 de octubre se celebraron en Polonia elecciones parlamentarias anticipadas. Recordemos que sólo hace dos años, en las elecciones anteriores, el partido «Ley y Justicia» (PiS, Prawo i Sprawiedliwość), encabezado por Jaroslaw Kaczynski, logró una convincente victoria. Su hermano gemelo – Lech Kaczynski – ya había sido elegido, para entonces, presidente del país. Parecía que los hermanos y el partido que lideraban tenían ante sí un futuro despejado, que habían recibido un mandato claro del pueblo para dirigir el país. Sin embargo, la felicidad no duró mucho…
La prensa rusa esconde cuidadosamente el hecho de que en la Polonia que repudió el socialismo a finales de los años 80 y se lanzó de cabeza a las procelosas olas de la economía de mercado, la cosa no va precisamente de maravilla. Hay una tasa de paro muy alta (hasta el 20% de la población activa), los precios crecen constantemente, y el país entero se ve agitado por huelgas de los trabajadores, que exigen subidas de los salarios. Polonia se mantiene apenas gracias a las copiosas ayudas de la Unión Europea, pero la industria y la agricultura están prácticamente derrumbadas, lo que obliga a cientos de miles de polacos a emigrar a Europa Occidental y Norteamérica. A los polacos se les prometió a finales de los 80 y principios de los 90 un pastel recubierto de miel. Pero resultó que la miel solo estaba en la superficie, el relleno tenía sabor amargo.
Cuando llegaron al poder hace dos años, los hermanos Kaczynski prometieron mucho al pueblo. Pero la situación económica de la gente sólo ha empeorado, y encima los dirigentes polacos han estropeado las relaciones casi con todo el mundo que les rodea. No solamente han superado a todos sus predecesores en la tasa de odio hacia Rusia, sino que se las ingeniaron para morder la mano que les alimentaba – la Unión Europea: Polonia impuso su veto al comienzo de conversaciones para un nuevo acuerdo entre la UE y Rusia, y en otras cuestiones, Polonia también mantenía una posición particular, obteniendo con amenazas nuevas cesiones por parte de la UE, lo que provocaba una tremenda irritación en la «vieja» Europa.
Simultáneamente, el gobierno de los hermanos Kaczynski estuvo acompañado de una serie de grandes escándalos de corrupción, que llevaron a la disolución de la coalición gobernante. Las elecciones anticipadas resultaban inevitables. Al elector todo esto le hartó considerablemente. Por eso el domingo pasado les dio a los desmelenados hermanos un buen «tortazo». El partido «Plataforma Cívica», (PO, Platforma Obywatelska), con Donald Tusk al frente, habría recibido, según datos provisionales, cerca del 44% de los votos, el ya exgobernante partido PiS, alrededor del 30%. La tercera posición la ha ocupado el bloque electoral «Izquierda y Demócratas», con un 13%. Entra también en el parlamento el Partido Campesino (o Popular) Polaco, con un 8%. Todos los restantes partidos y bloques no pudieron superar la barrera del 5% y se quedan fuera del parlamento. Se espera que el nuevo primer ministro de Polonia será Donald Tusk.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la «Plataforma Cívica» ha logrado una sólida supremacía, pero, por lo visto, el partido no tendrá por sí solo mayoría absoluta en el parlamento, y no podrá formar un gobierno monocolor. Así que habrá que ir a un gobierno de coalición, sea con los «izquierdistas» o con los «campesinos». El nuevo gobierno no tendrá estabilidad interna. Tanto más cuanto que en su cargo sigue el presidente Lech Kaczynski, el cual, por razones comprensibles, no se va a preocupar especialmente de la solidez del nuevo gobierno.
En la práctica no hay grandes diferencias entre los que ganaron y los que perdieron. El partido PiS se considera conservador y la PO, liberal. Pero una y otra en las cuestiones principales, las económicas, defienden los intereses de las oligarquías local y occidental. La diferencia se encuentra apenas en el recubrimiento ideológico de esa política. Así que, en Polonia, más o menos como en Ucrania, como resultado de las elecciones adelantadas, se cambia de gobierno, pero los problemas fundamentales que desencadenan las crisis se quedan intactos.
Junto con lo anterior, las elecciones en Polonia nos indican una determinada reorientación geopolítica de la cúpula del país. Donald Tusk no oculta su tendencia a reestablecer las buenas relaciones con Alemania, relaciones que los hermanos Kaczynski dañaron notablemente. El tema no está en su particular intratabilidad, sino en que ellos, desde el principio, se orientaron hacia EEUU, considerando que hay que tener tratos con el auténtico dueño de la unión euroatlántica, y no con sus vasallos, a quienes identifican con Europa Occidental, Alemania incluida. Es decir, que la derrota del partido PiS es la derrota de las fuerzas «prousamericanas».
Los representantes de la PO ya han informado de su disposición para retirar a los soldados polacos (unos 900) de Irak, probablemente a comienzos del próximo año. Eso es un fuerte golpe a EEUU, pues los yanquis precisamente ahora buscan febrilmente el mantener las cifras del «contingente internacional» de las tropas ocupantes de Iraq. Por lo que respecta a la espinosa cuestión del despliegue en Polonia del sistema de escudo antimisiles, el nuevo gobierno continuará las conversaciones con los EEUU. Pero sin el entusiasmo anterior, y planteará a Washington condiciones más duras para la ubicación en Polonia de los sistemas antimisiles yanquis.
Todavía es difícil pronosticar como va a estructurar el nuevo gobierno las relaciones con Rusia. Hay que suponer que el nuevo equipo no tendrá una rusofobia tan aguda y necia como la de los Kaczynski. No por excesivo amor a Rusia, sino porque la anterior postura perjudica seriamente los intereses de Polonia. Como resultado de la histeria que les provocaba Rusia a los Kaczynski, Polonia pierde rápidamente el gran mercado ruso, lo que produce una extrema irritación a cientos de miles de polacos, que, desde hace tiempo, se dedican a «hacer dinero» en el comercio con Rusia. Así que este otro factor también trabajó fuertemente en contra de los conservadores polacos.
Pero volvamos a las circunstancias de los cambios políticos en Polonia. El «partido del poder» sufrió una derrota , la oposición formará gobierno. Todo esto ocurrió como resultado de unas elecciones. Y nadie pone en tela de juicio el resultado. En el enorme diluvio de opiniones y comentarios con motivo de las elecciones, no aparece prácticamente el tema de la falsificación de los resultados de la votación. A nosotros esto nos resulta casi increíble, pues tras 16 años, el grupo gobernante de la Federación Rusa nos ha enseñado que está dispuesta a mantenerse en el poder por todos los medios -legales e ilegales.
En Polonia, pese a toda la dureza de la lucha política, de alguna manera se las arreglan sin maquinaciones. Y ello no se debe a una especial honradez de la élite polaca, sino a la conciencia de la necesidad de una corrección periódica del rumbo del país, dependiendo de las circunstancias del momento y la voluntad de los electores. Eso permite evitar conmociones mucho más serias. Pero he aquí que en Rusia, «desde arriba», por lo visto, creen que el poder viene de Dios, e interesarse por las opiniones reales de los ciudadanos no es una necesidad decisiva. ¡Como van a equivocarse los habitantes de los altos despachos de Moscú! No en balde Europa se preocupa de la limpieza de las elecciones. Allí saben bastante bien, a fin de cuentas, como se acaban los «juegos» en torno a la voluntad popular.
Fuente: http://sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=1795
Andrés Urruti pertenece al equipo de traductores de Cubadebate y Rebelión.