Si el desprecio causara una herida de un milímetro en la piel, el Presidente Bush estaría desangrándose. Como es el hombre más detestado y detestable del planeta, millones de heridas de un milímetro ya habrían acabado con su cuerpo. Pero no es así… el Emperador gringo no tiene nada que temer durante su paseo por […]
Ningún presidente gringo ha sido asesinado fuera de Estados Unidos. Desde Lincoln hasta Kennedy, pasando por Garfield, McKinley y el atentado a Reagan, todos han sido víctimas de sus propios ciudadanos y en su propio territorio.
Por ello llama la atención el despliegue monumental, cada vez más gigantesco, que acompaña la breve gira de Bush por América Latina. De pronto se acordó de su patio trasero, luego de haberse dedicado con ahínco a bombardear Irak y Afganistán. Mejor hubiera sido que no se acuerde de nosotros. Vino a la región sin haber sido invitado, solamente porque había espacio en su agenda: siete días para visitar cinco países.
Los grandes emperadores de la China viajaban precedidos de avanzadas de especialistas que preparaban hasta en los mínimos detalles los lugares a visitar, y eran acompañados de séquitos interminables de soldados, cronistas, ingenieros, científicos. La diferencia es que aquellos eran, además de aguerridos guerreros, hombres con visión histórica, cuyas ambiciones de poder se traducían en obras monumentales como la Gran Muralla China. Pero este mequetrefe inseguro y titubeante que fue puesto en la presidencia del país más poderoso del mundo, tiene pocas ideas en la cabeza y el único muro que está construyendo es el que separa a México de Estados Unidos para frenar a inmigrantes empobrecidos.
Los preparativos del viaje, son impresionantes, ello es innegable. Me imagino lo que le costará al contribuyente de Estados Unidos cada escala técnica de su presidente. Aún visitando los países «amigos» (Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México), lo hace como si estuviera en el frente de la Guerra de Irak.
Desde mi ventana sobre el aeropuerto de Guatemala, he visto aterrizar durante la semana anterior a la llegada de Bush más de 12 aviones C-5 Galaxy y C-17 Globemaster de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Los C-17 son, para quienes no lo saben, los más grandes aviones militares de carga, que pueden transportar en cada viaje dos filas de tanques, vehículos blindados, helicópteros, y 100 soldados sentados. El C-17 tiene la altura de un edificio de 5 pisos, y puede cargar 77 toneladas.
Yo me pregunto: aparte de una o dos limusinas presidenciales (blindadas), una ambulancia (blindada), un par de helicópteros (blindados)… ¿qué más pueden llevar a Guatemala una docena de C-5 y C-17, para una visita de 24 horas?
Esta misma operación tiene lugar en los otros países que visitó en América del Sur. Dice la prensa que no solamente el aeropuerto de Montevideo sino el de Laguna del Sauce y de Colonia han sido ocupados por tropas de Estados Unidos, para garantizar el despliegue de 12 aviones de guerra de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, cinco «tanqueros» que transportarán combustible, seis Galaxy de carga y un C-17 con tropas y helicópteros de combate, que controlarán las «zonas de exclusión». Si tanta alharaca se hace para las escalas técnicas de Uruguay y Guatemala, para Colombia el Emperador ha debido de tomar más o menos el doble de precauciones.
Mientras escribo estas líneas veo despegar, y sobre todo escucho, el atronador sonido de los F-15 que hacen maniobras sobre la ciudad, enloqueciendo las alarmas de los autos, como una demostración de fuerza un tanto estéril, pues ya se sabe que cuando llega el Emperador, los aeropuertos se cierran horas antes y horas después, todo el tráfico aéreo se interrumpe, y a nadie se le ocurra cuestionar esta práctica que ya es parte de lo «normal».
La zona de «exclusión» es prácticamente toda la ciudad de Guatemala, aunque el Emperador solamente hará un corto trayecto por las calles de la ciudad. Su agenda indica que se trasladará en helicóptero al pequeño poblado de Santa Cruz Balanyá, donde todo está preparado para causar una grata impresión al visitante.
Dice un articulista que el pueblo ha sido sometido a un «extreme make-over», como ese programa televisivo donde en una semana transforman una casa vieja en una casa nueva. Pero en este caso, es más bien una gruesa capa de «make-up» la que se ha aplicado a Santa Cruz Balanyá, porque lo único que se ha hecho es remozar las fachadas de las calles que recorrerá a pie el Emperador, desde la escuela hasta el parque central.
Así es la cosa: puro teatro y migajas. La «gira» no tiene ningún valor real, es solamente una manera de contentar a los «corchos» de la región, los buenos alumnos, los que flotan. Una pena que Lula sea parte de ese paquete, pero lo cierto es que mantiene una posición ambigua entre su discurso progresista y la realidad de sus acciones. Los avances sociales en Brasil distan de ser los que prometió: la estructura misma de poder se mantiene incólume. Empresarios y latifundistas siguen dominando el gigantesco país y «tolerando» las reformas sociales y los paliativos que Lula aplica desde su primer mandato para mantener su nivel de popularidad.
El Emperador llega -dicen sus periodistas- con una «agenda social», es decir, con una hipocresía desbordante en alguien que se conoce en todo el planeta por su política genocida y de confrontación. Además, ¿de qué agenda social puede hablar el presidente de un país que no reconoce convenios internacionales, que privatiza la salud y la educación? Las migajas que Estados Unidos destina a América Latina para lavarse la cara, ascienden a menos de 1,200 millones de dólares anuales, pero no son nada en comparación a los 3 mil millones de dólares que recibe Israel cada año. La «ayuda» anual de Estados Unidos a nuestra región equivale a lo que ese país gasta en cuatro días en la guerra de Irak. Y ojo que la mayor parte de la «ayuda» no es para «educación y salud», como descaradamente dijo Bush en Brasil, sino para otra guerra motivada por los intereses de Estados Unidos: el narcotráfico.