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Cronopiando

El presidente dominicano y la farándula

Fuentes: Rebelión

Entiendo que el presidente de un Estado satisfecho en todas sus demandas, entre gira y gira por el extranjero, se aburra en su palacio a falta de problemas que resolver y programas de gobierno que cumplir. Debe ser muy tedioso presidir un Estado cuya feliz bonanza tiene a todos contentos, hasta me atrevería a decir […]

Entiendo que el presidente de un Estado satisfecho en todas sus demandas, entre gira y gira por el extranjero, se aburra en su palacio a falta de problemas que resolver y programas de gobierno que cumplir.

Debe ser muy tedioso presidir un Estado cuya feliz bonanza tiene a todos contentos, hasta me atrevería a decir que «gordos y coloraos» si no le robara el chiste al presidente.

Y porque el presidente tiene derecho a recuperarse de los ajetreos de aviones y aeropuertos y lo que quedaba por hacer, en el país, ya ha sido hecho, saludable es que el presidente inaugure festivales, salude a estrellas y estrellados, y reparta medallas y diplomas entre los agasajados llegados de Miami.

Tiene grandes proyectos para el país en relación al cine y hasta se atrevió, en arriesgado alarde de viejo publicista, a ponerle nombre a su proyecto de futuro colectivo: «Dollywood». Un simpático rejuego, supongo, con el nombre del país que gobierna y la industria del cine. El profesor Bosch, probablemente, lo hubiera celebrado.

Y entiendo que, dado el optimismo que irradia la nación, que más son las yolas que llegan que las que salieron, y la abundancia que se refleja en la calle, casi tan plena como la que muestran los hogares, el presidente se entretenga cumpliendo con amigos peloteros que no es lo mismo que peloteros amigos.

Y que todos los habituales distinguidos, como ha empezado el béisbol y «t`amos en pelotas», se den cita en la casa del astro, ejemplo y referencia, a decir del presidente, para la juventud de este país.

Descorchar semejante brindis no fue el único regalo del presidente al homenajeado. También le obsequió una banda azul confeccionada en París y la orden de los patricios.

Y entiendo que se nombre una comisión encargada del diseño de la banda y que ésta, a su vez, disponga dos subcomisiones paralelas que analicen la calidad del tinte y el traslado de la prenda por París, más una cena en el Moulin Rouge y la otra comisión correspondiente.
Y entiendo que se honre al pelotero con la orden de Duarte, Sánchez y Mella, porque el presidente tiene grandes proyectos para el país en relación al béisbol y hasta, es posible, que a estas horas ya le haya dado un nombre: «Sammynicana» para mayor contento del «profesor».
Aquí abajo, al otro lado de la casa de Sammy, tenemos hasta metro… o vamos a tenerlo. Y no hay nada más que pueda hacer nuestro presidente por quienes ni vamos a hacer carrera en el cine ni somos prospectos de las Grandes Ligas.

Lo único que de verdad no entiendo es para qué tenemos presidente.

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