El primer acuerdo alcanzado el 2 de abril entre el G5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido más Alemania) e Irán en torno al programa nuclear del país persa es el resultado de un trabajo diplomático de años entre ambas partes, que deberá igualmente ser ratificado a través de un acuerdo definitivo antes del […]
El primer acuerdo alcanzado el 2 de abril entre el G5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido más Alemania) e Irán en torno al programa nuclear del país persa es el resultado de un trabajo diplomático de años entre ambas partes, que deberá igualmente ser ratificado a través de un acuerdo definitivo antes del 30 de junio. La algarabía en las calles de Teherán a la llegada del canciller Zarif grafica la construcción simbólica de una victoria para buena parte de la opinión pública iraní, que radica en un punto anhelado para el país: el levantamiento de las sanciones introducidas previamente por EE UU y la Unión Europea (UE), en torno al programa nuclear de Irán, que impactaron en la economía del país en un contexto complejo -mientras caían los precios internacionales del petróleo-. Para lograr ese cometido, el gobierno de Rohani se comprometió a no construir nuevas instalaciones nucleares y a no enriquecer uranio por encima del 4% -es decir, todo bajo el parámetro de fines pacíficos- en los próximos 15 años. También se acordó que la República Islámica sólo pueda llevar adelante este proceso en la planta de Natanz. Por último, se estableció la posibilidad de un ingreso permanente de inspectores de la ONU, de acuerdo a lo establecido en el Protocolo Adicional de No Proliferación.
Dentro del marco de los países árabes, el pacto fue bien recibido: los actuales gobiernos de Siria, Arabia Saudita, Líbano, e Irak, aún con crecientes diferencias ideológicas, manifestaron que el acuerdo puede traer una etapa de estabilización en el convulsionado Medio Oriente, que enfrenta asimismo el despliegue de fundamentalismos de dudosa procedencia, como el autoproclamado Estado Islámico -antes llamado ISIS-. Incluso Turquía, a través de su canciller Mevlut Cavusoglu, manifestó su acuerdo con lo anunciado por el G5+1 e Irán, contrastando rencillas previas.
Una de las voces disonantes a este importante pacto fue la de Benjamín Netanyahu, el reelecto primer ministro israelí, quien ya había fustigado contra el mismo en el propio Congreso de EE UU -cuando había sido invitado por sectores del Partido Republicano que también se oponían a la negociación desarrollada por Obama-. Netanyahu habló de «mal acuerdo», e incluso llegó a afirmar que el mismo «legitima el ilegal programa nuclear». Diversos analistas argumentan que esta lectura resulta apresurada de acuerdo a los condicionamientos a Teherán que alcanzó el G5+1, pero también destacan que responde a la necesidad interna de intentar explicar lo sucedido de cara a Israel, teniendo en cuenta la férrea oposición de Netanyahu a este acuerdo durante la campaña electoral que le permitió reelegirse.
Rusia puede anotarse un rol destacado en este desenlace: el papel del canciller Lavrov en las negociaciones fue clave, haciendo valer la histórica relación Moscú-Teherán. Como trasfondo de comunicaciones entre Putin y Rohani, Zarif pidió en innumerables rondas de diálogo previas la presencia de Lavrov como punto esencial para lograr el resultado que finalmente tuvo lugar. Se puede hablar, entonces, del impacto de un nuevo orden internacional -comandado por el bloque de los BRICS, y sus «locomotoras» China y Rusia- en la confección de este acuerdo.
Como sea, la algarabía de Teherán deberá ser contrastada con la quita de sanciones en el corto plazo: el canciller estadounidense John Kerry habló de una reducción «gradual» y Zarif le salió al cruce, previendo la eliminación en los próximos meses. Asimismo, dentro de los EE UU, la coexistencia de dos mesas de negociación simultáneas con La Habana y Teherán podría ayudar a explicar la «jugada doméstica» de Obama de sancionar a Moscú y Caracas, considerando a ambos como los dos nuevos «blancos» geopolíticos de Washington. Hablamos de un intento de reequilibrio en las relaciones internacionales de EE UU y, por ende, de un nuevo realineamiento internacional del gobierno de Obama de cara a unas disputadas elecciones presidenciales en 2016, en las que los republicanos amenazan con volver a la Casa Blanca.
Juan Manuel Karg. Politólogo UBA y analista internacional CABA – Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Fuente: http://tiempo.infonews.com/nota/149275/el-realineamiento-internacional-detras-del-acuerdo-ee-uu-iran