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El rol de la República Islámica de Irán hoy

Fuentes: Rebelión

En las últimas elecciones del 14 de junio Irán se jugaba no pocas cosas. Luego de los últimos 8 años bajo del liderazgo de Mahmoud Ahmadineyad y su abierta apuesta a una política exterior independiente y desafiante, las consecuencias de un alineamiento «occidental» en torno a la condena arbitraria y autoritaria al país, pesan en […]

En las últimas elecciones del 14 de junio Irán se jugaba no pocas cosas. Luego de los últimos 8 años bajo del liderazgo de Mahmoud Ahmadineyad y su abierta apuesta a una política exterior independiente y desafiante, las consecuencias de un alineamiento «occidental» en torno a la condena arbitraria y autoritaria al país, pesan en gran medida a una población que ve afectada su economía y vida cotidiana, desde la capacidad de importación de alimentos hasta lo mas absurdo, la adquisición de medicamentos.

El ganador de las elecciones, el abogado, ex parlamentario, diplomatico y representante del Ayatola Alí Jamenei en el Consejo de Seguridad Nacional, Hasan Rohani, se hace cargo de un sector mas moderado que el del Ahmadineyad. Apela, ya lo dijo en su campaña, a «reconciliarse con el mundo» y a intentar llevar adelante políticas de cooperación productiva. Al mismo tiempo transita por la continuidad política del gobierno, al declarar abiertamente que pretende que occidente respete a su país al momento de establecer diálogos.

A simple vista podemos notar que dos de los mas importantes temas para la sociedad iraní hoy son la economía y la política exterior. En el ordenamiento internacional actual, y en mayor medida para Irán, estos dos ámbitos están profundamente relacionados. La insistencia de Irán en desarrollar un proyecto de país propio, en permanente interpelación a las lógicas políticas modernas liberales desde la revolución de 1978 le han ubicado como «enemigo» permanente, unotro al que se le teme y por eso mismo se ataca, tanto con violencia tanto como concreta, basada en argumentos que difícilmente resisten un análisis serio, incluso dentro del marco de reglas que los actores predominantes han fijado voluntariosamente. Así, ante una política exterior no condescendiente, los mas vastos ataques tienen la forma de sanciones económicas y demonización mediática para conseguir un efectivo aislamiento internacional.

La excusa es el Programa Nuclear iraní. Todas las sanciones que se han impuesto al país, desde la UE, EEUU y la ONU hasta se basan en la condena a hechos que, en ningún caso, ha sido posible probar. Eso, insisto, a partir de las mismas reglas e instituciones que el ordenamiento internacional se ha dado. Se castiga la política de Irán, y por lo tanto a su población, por la posibilidad incierta de que, en algún momento, pudiese desarrollar armas nucleares, cuando los mismos países que arman estos artilugios argumentales son los que las han desarrollado, utilizado y las mantienen hasta el día de hoy. Se pasa por alto que este país es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, instrumento que permite,al mismo tiempo, que estos Estados privilegiados – EEUU, China, Rusia, Inglaterra, Francia- las conserven. Algo curioso es que sean estos mismos países los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, órgano encargado de decidir las cuestiones de paz y guerra en el mundo.

En este contexto, la República Islámica de Irán juega un importante rol a la hora de desarticular los discursos hegemonizantes en torno a lo que es válido o no en política internacional. Es, definitivamente, un aporte a la construcción de crítica política al status quo, al mismo tiempo que evidencia del desplazamiento de poderes al que asistimos desde finales del SXX.

No es gratuito que uno de los mayores legados de Ahmadineyad sea el creciente acercamiento entre América Latina, parte del Mundo Árabe, África y el mundo persa, en el contexto de la cooperación sur-sur. Tampoco lo es que, aún cuando se ha tratado de cuestionar la democracia del país, desde gobiernos que asimismo son criticados, el 72% del padrón electoral haya acudido a las urnas. ¿No es precisamente el voto la máxima expresión de la democracia, según los expertos en estas tecnologías políticas? Extraño, ¿o sospechoso?

Un lector medianamente capaz puede observar como un país como este pone en evidencia las inconsistencias políticas de los Estados que se han atribuido el poder de decidir por otros. Esperamos que Irán, a pesar de los costos que paga su población, pueda seguir contribuyendo a ese de/velar permanente.

Profesora de Historia, Diplomada en Cultura Árabe e Islam, Magíster (c) en Estudios Internacionales. Universidad de Chile.

Blog de la autora: http://analisiscriticointernacional.blogspot.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.