El 6 de junio de 1944, el día D, se inició en la playa francesa de Normandía la tan dilatada apertura del Segundo Frente, que en algo alivió la presión que las tropas alemanas habían ejercido durante los últimos tres años en el frente soviético-alemán, donde se daban las más fieras batallas que aniquilaron un […]
El 6 de junio de 1944, el día D, se inició en la playa francesa de Normandía la tan dilatada apertura del Segundo Frente, que en algo alivió la presión que las tropas alemanas habían ejercido durante los últimos tres años en el frente soviético-alemán, donde se daban las más fieras batallas que aniquilaron un total de 607 divisiones de la coalición hitleriana (en igual tiempo las tropas anglo-norteamericanas derrotaron y capturaron en África y Europa un total de 176 divisiones); en el frente oriental también se aniquiló lo fundamental del material de guerra de la Wehrmacht y sus aliados, el 75% de los tanques, piezas de asalto y artillería y un porcentaje mayor de la aviación. En la guerra contra la URSS, Alemania perdió diez millones de soldados, las tres cuartas partes del total de sus bajas en esta guerra.
Con estos datos de ninguna manera se pretende disminuir la importancia político-militar que para acelerar el final de la guerra tuvo la apertura del Segundo Frente. El desembarco en Normadía demostró la firmeza de los aliados para combatir hasta su total derrota al nazi-fascismo e eliminó las esperanzas de Hitler de que la alianza en su contra se rompiera. También, al ser expulsada Alemania de los países que ocupaba en Europa Occidental, empeoró la situación del III Reich, que perdía así sus bases de operaciones aéreas y navales, además del posible empleo de recursos naturales y humanos que extraía de esos países, lo que presagiaba su próximo desmoronamiento. Es preciso señalar que este desembarco no podía jugar ya el papel que habría jugado en años anteriores, ya que se abrió sólo cuando se hizo patente que la Unión Soviética era capaz de alcanzar con sus propias fuerzas la derrota militar de la Alemania Nazi, para liberar del yugo hitleriano a los países europeos.
La apertura del Segundo Frente en el noroccidente de Francia estuvo al mando del General Dwight David Eisenhower, quien comandó una fuerza expedicionaria procedente de las islas británicas, compuesta por 1.213 barcos de guerra y 4.126 de transporte. Durante los dos primeros días desembarcaron 107 mil hombres, 14.000 vehículos y 14.000 toneladas de diferente material de guerra. La operación se llamó Overlord y su parte acuática, Neptuno. La fuerza expedicionaria se componía en su totalidad de 2’876.436 hombres, de los cuales 1’533.000 eran norteamericanos.
La parte alemana tenía agotada casi todas sus reservas y no podía tomar en consideración un posible incremento posterior. La mayor partes de sus fuerzas estaban comprometidas en el frente oriental, donde combatían el 70% de la Wehrmacht. Cuando se produjo el desembarco había más alemanes luchando contra Tito en Yugoslavia, que en Normandía. Por otra parte, el Ejército Alemán ya no era el de los años anteriores, sus mejores hombres habían caído muertos o habían sido hechos prisioneros en las batallas de Moscú, Leningrado, Stalingrado, Kursk, Kiev, etc. Según Louis Snyder, historiador norteamericano del City College de New York: «La gran Wehrmacht ya no era la soberbia máquina de guerra sino unas huestes heterogéneas formada por húngaros, polacos, rusos, franceses y hasta negros e indios. Las divisiones que defendían la ‘Muralla del Atlántico’ estaban compuestas en gran parte de hombres muy mayores, de soldados muy jóvenes y de extranjeros obligados a combatir por el Reich». Según Gerd Von Rudshtedt, Comandante General de las fuerzas alemanas en Occidente: «La muralla del Atlántico era una ilusión, inventada para confundir tanto al pueblo alemán como al enemigo. A mí siempre me molestó cuando leía leyendas sobre la inquebrantable defensa. Era ridículo llamar a esto barrera. Hitler nunca la visitó y no vio qué es lo que representaba en la realidad».
Además, hubo grandes discrepancias entre los jefes de la defensa alemana respecto a la organización del rechazo a una operación de desembarco, que imposibilitaron una acción más efectiva de los escasos medios con que contaban.
El 5 de junio de 1944, en la costa sur de Gran Bretaña se concentraron 287.000 combatientes de los diferentes tipos de armas que conformaban la fuerza expedicionaria. Durante la noche se movilizaron fuertemente resguardados por buques de guerra; la operación se efectúo con todo sigilo. El General Eisenhower empleó brillantemente todos los factores a su favor y no dejó ningún detalle al azar. Desembarcó en Normandía, el lugar que menos esperaban los alemanes. Lo lógico hubiera sido que, tal como esperaba el enemigo, lo hiciera por el Paso de Calais, que es la distancia más corta entre Inglaterra y Europa continental. Lo realizó en un día que no era bueno para efectuar desembarco alguno, por lo que una buena cantidad de generales alemanes, confiados en el mal tiempo, estuvieron ausentes, entre ellos Rommel. Empleó en forma óptima la aviación, fuerza en la que su superioridad era indiscutible. Llegaban oleadas de mil aviones que bombardeaban las fortificaciones de la costa francesa, las redes ferroviarias y los depósitos de toda índole.
Desembarcaron luego 13.000 paracaidistas norteamericanos y 5.300 británicos, que se encargaron de aislar ciertas zonas estratégicas del resto de Francia. Con los primeros rayos del sol matutino, seis acorazados comenzaron el bombardeo naval, el mayor entre agua y tierra que registra la historia. Luego los dragaminas limpiaron la costa de minas y los hombres ranas destruyeron los obstáculos marinos. También se logró aislar del resto del país una franja de la costa francesa. Luego una impresionante flota, compuesta por 5.339 barcos, copó las aguas del Canal de la Mancha en la zona de Normandía; se encontraba tan bien protegida que los submarinos alemanes sólo pudieron hundir un destroyer noruego.
De estos navíos partieron incontables lanchas de desembarco, que al abrir sus compuertas depositaron a miles y miles de aguerridos soldados, muchos de los cuales murieron como consecuencia de nutrido fuego de metralla que los esperaba, pero la mayor parte de ellos logró apoderarse de largos trozos de playa. La lucha adquirió un ritmo frenético, cercano al salvajismo. Después los soldados debieron vencer los enormes acantilados que separan la tierra firme de la playa, lo mismo las minas, las alambradas y los fortines enemigos. Los alemanes no se rendían sino que luchaban con mucha bravura. Los ingleses, como siempre, dieron muestras de excepcional valor y coraje.
Para la primera semana, las tropas aliadas se habían apoderado de 130 Km de costa, adentrado hasta 30 Km en tierra firme y desembarcado 16 divisiones. Todo esto se logró gracias a la perfecta coordinación que existió entre todas las ramas y comandos de los ejércitos aliados. Se trató de un éxito no sólo militar sino también político y de un verdadero golpe moral al ejército nazi. A partir de la primera semana, toda la iniciativa en este frente quedó en manos de las fuerzas aliadas.
Para la segunda semana habían desembarcado cerca de 600.000 hombres y 100.000 vehículos. Para el 26 de junio, este ejército tomó Cherburgo. El 7 de agosto, Alemania realizó un contraataque con la intención de arrojar a los aliados de nuevo al mar, pero en el transcurso de cinco días sólo lograron penetrar algunos kilómetros en las líneas aliadas; la operación terminó en un rotundo fracaso. El 17 de agosto, el general Patton tomó Rennes, capital de la Bretaña francesa, y se apoderó de Saint Malo, al sur de Normandía. Para el 21 de agosto había concluido la batalla. Los aliados, luego de un aplastante triunfo, hicieron 50.000 prisioneros. Los alemanes se retiraron en desorden en dirección a París.
El 15 de agosto, en el Mediterráneo francés, en la costa comprendida entre Tolón y Cannes, se produjo un segundo desembarco. Las tropas francesas estaban al mando del General Jean de Latrre de Tassigny. Para fines de mes estos ejércitos habían liberado Tolón, Niza, Marcella y avanzaron en dirección a Avignon, Lyon y Dijon. En septiembre se unieron con el ejército de Patton.
El 19 de agosto se produjo el levantamiento de París. Las tropas aliadas se dirigieron rápidamente hacía la capital francesa, a la que entraron cuando las fuerzas de la resistencia francesa la habían liberado. El General Leclerc comandó las tropas francesas que primero entraron a París y el 20 de agosto, desde Montparnasse, anunció la rendición de 10.000 alemanes a cargo de la guarnición de París. Al día siguiente, el General De Gaulle desfiló a píe por los bulevares de la Ciudad Luz. La batalla por Francia le costó a la Wehrmacht 500.000 bajas. Los alemanes se dirigieron maltrechos a resguardarse tras la línea Sigfrido.
Tres semanas después del día D, los aliados habían desembarcado 2’000.000 de soldados y habían sufrido 224.000 bajas. Las tropas aliadas había llegado a la frontera con Belgica para fines de agosto; el 2 de septiembre tomaron Lieja; el 3, Bruselas y el 4, Amberes.
Así terminó esta importante, desde todo punto de vista, etapa de la guerra. Importante ¡Sí!, pero de ninguna manera definitiva ni determinante como afirman los modernos falsificadores de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, que pretenden transformar el desembarco en Normandía en la toma de Berlín y el 6 de junio de 1944 en el 9 de mayo de 1945.
No se trata de restar méritos a esta operación, pero cada cosa debe tener su puesto correspondiente en la historia. Se debe recalcar que si el desembarco se hubiera realizado anteriormente, la guerra hubiera terminado antes. El retraso de esta operación no sólo significó que el peso de la guerra recayera casi totalmente en los hombros de la parte soviética sino también que el martirio de los pueblos ocupados se prolongó inútilmente. Henry L. Stimson, entonces Ministro de Guerra de los Estados Unidos, escribe en sus memorias, de 1948: «No abrir a tiempo el frente occidental en Francia significaba trasladar todo el peso de la guerra a Rusia».
La lucha, aunque dura, fue menos dura que en el frente oriental, donde, además de tener tropas más selectas y numerosas, los alemanes peleaban con mayor decisión y coraje. Ahora, 70 años después, se pretende olvidar el enorme sacrificio del heroico pueblo soviético en la lucha por liberar al mundo del peligro fascista. Pero la verdad es inobjetable. La Enciclopedia Académica Norteamericana escribe lo siguiente sobre la batalla de Normandía: «Los alemanes resistieron más de un mes, mientras las fuerzas aliadas se fortificaban en las repletas costas. Los defensores, sin embargo, se encontraban en una situación no muy equilibrada, puesto que Hitler se vio obligado a enviar a gran parte de sus fuerzas desde Francia al frente oriental donde atacaban los soviéticos». Se refiere a que la URSS cumplió la promesa hecha a los aliados en Teherán, de que después del desembarco en Normandía, ellos comenzarían una ofensiva general en el frente soviético-alemán, con el fin de disminuir la presión que sobre los aliados se produciría en Francia. Esta ofensiva, denominada Operación Bagratión, produjo tales derrotas a la Wehrmacht que el alto mando alemán las calificó de «Peor que Stalingrado».
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