«La
guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para provecho de
gente que sí se conoce pero que no se masacra»
Paul
Valéry.
Y esta ha sido una más. En menos de dos meses, la guerra entre las dos repúblicas de Azerbaiyán y Armenia dejó nada menos que 5.000 muertes, decenas de miles de heridos y desplazados, y millones de vidas destrozadas. Los armenios están denunciando el uso de municiones de racimo y fósforo blanco por los azeríes contra la población civil. Luego, como si nada, los dirigentes de ambos países se sentaron en la mesa, firmaron un alto el fuego gracias a la mediación de Rusia, y con un apretón de mano anunciaron el nuevo mapa de Cáucaso Sur y algo más.
En Armenia, grupos manifestantes exigían la dimisión del primer ministro Nikol Pashinyan, pero no porque había enviado al pequeño país y casi con las manos vacías a la guerra contra un protegido de Turquía -país dueño del segundo ejército de la OTAN-, sino por firmar la rendición del país. También el presidente del país Armen Sargsyan pide su cabeza y la convocatoria de elecciones extraordinarias para «evitar que el país se desmorone».
Fue tan sólo hace cuatro años en tan solo Cuatro Días de Guerra cuando Armenia perdió unos 2.000 hectáreas de tierra a Azerbaiyán. ¿Por qué, entonces, su gobierno ha estado incitando a la población con la ocupación de tierras azeríes e incluso anexionar la República Autónoma de Artsja-Karabaqh (RAAK)? La derecha suele ser «genéticamente» miope en sus análisis estratégicos, pero si es nacionalista, los instintos bajos le nublan la razón y se vuelve ciega. En Azerbaiyán hay una falsa sensación de seguridad y victoria, mientras en Armenia ahora reina ira, decepción, miedo y desconfianza. Pashinyan, primer ministro desde 2018 tras una pacíficas Revolución de colores, quiso independizar Armenia -aunque fuese un poquito- de Moscú para acercarse a la Unión Europea. Pero, en ciertas circunstancias, y esta es una de ellas «no se puede montar al caballo, estando agachado», dice un dicho persa: o una o la otra. Ahora, le acusan a Pashinyan de arruinar la tradicional confianza entre Moscú y Ereván sin obtener nada de Occidente, enfermo del COVID y en coma político, que le dejo literalmente tirada.
«Karabaj es Armenia«, dijo Pashinyan, a pesar de que para el derecho internacional sigue siendo azerbaiyano. El Partido Comunista de Armenia (PCA), que boicoteó las elecciones parlamentarias de 2018 por fraude masivo, acusa a Azerbaiyán y sus patrocinadores turcos de atacar deliberadamente a los civiles en Artsaj y Armenia, y critica el hipernacionalismo y la histeria etno-sectaria como respuesta a la situación. El PCA, desde el portal SolidNet, que refleja el análisis de los partidos comunistas del mundo, pide el reconocimiento de la RAAK como sujeto de derecho internacional.
Este choque no fue entre los dos pueblos, que han convivido durante miles de años en paz, sino entre el panturquismo y el panarmenismo: ya saben, el nacionalismo exacerbado está de moda, ocupando el lugar del fanatismo religioso como bandera de identidad de derecha, aunque cuando se fusionan crean un cóctel asesino.
El nuevo rediseño de la región
El acuerdo establece que:
- Los dos países permanecerán en sus posiciones actuales, lo que significa que Azerbaiyán recupera gran parte de las tierras que perdió a Armenia en la guerra de 1992-1994.
- La RAAK -un enclave reconocido por el derecho internacional como parte de Azerbaiyán, pero poblado y dirigido por armenios-, que fue el principal objetivo de Bakú en la guerra. estará bajo el control de Moscú a través de sus los 2.000 efectivos de las Fuerzas de Paz de Rusia que permanecerán en la región durante 5 años y renovables, impidiendo la tentación turca en su patio trasero: en el acuerdo del alto el fuego entre los dos estados estaba Rusia presente pero no Turquía.
¿Por qué Rusia no ayudó a Armenia?
Ha sido la pregunta del millón para quienes se niegan a aceptar que 1) los estados tienen intereses que no aliados, y 2) que las relaciones entre los estados y sus intereses son dinámicas, y porque los propios estados tampoco son estáticos. La respuesta de Kremlin ha sido lo siguiente:
- Durante años, Armenia ha ido rechazando una solución diplomática propuesta tanto por el grupo Minsk (formado por Rusia, EEUU y Francia), como por Moscú, afirma el canciller Serguéi Lavrov. Ahora lo acepta, pero después de miles de muertos y perdiendo territorio, que incluye el estratégico Corredor Lachin, que comunica Armenia con RAAK.
- Moscú estaba en contra de que Armenia mantuviera ocupados el 20 por ciento del territorio azerí, conquistados durante los enfrentamientos de 1992-1994; incluso antes de esta nueva ronda del conflicto, le había recomendado resolver esta situación con Bakú mediante diálogo.
- El acuerdo militar de 1997 firmado entre ambos estados compromete a Rusia a defender a la República de Armenia, que no a sus conquistas.
- El apoyo militar ruso sería una invitación a Turquía (y otras potencias) en enviar tropas en defensa a los azeríes, internacionalizando el conflicto, y posiblemente extenderlo a todo el Cáucaso.
- «Para nosotros, Armenia y Azerbaiyán son socios iguales«, dijo V. Putin sorprendiendo a los armenios que creían tener un lugar especial en el corazón de Kremlin: el 15 por ciento de la población de la Federación de Rusia es musulmana, recordó. Aun así, la presencia de los armenios en el gobierno de Putin se ha fortalecido: además del ministro de exteriores Serguéi Lavrov, un brillante diplomático, cuyo apellido armenio es Kalantaryan (nombre persa que significa «autoridad» y que en el Irán del siglo XVI se daba a los representantes de los gremios y pueblo ante el estado), está también el primer ministro desde el enero de 2020 Mijail Mishustin, de madre armenia y padre ruso-judío.
Rusia tiene su propia agenda: no evitó el choque; utilizó la táctica de «esperar y ver» y conseguir el resultado deseado: ambas partes le pidieron mediación.
La actual política exterior de Rusia está basada, principalmente, en la Doctrina Primakov, nombre del quien ejerció de primer ministro y también de ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Soviética y de Rusia. Yevgeny Primakov, georgiano, por cierto, recomendó que Rusia para recuperar su posición de potencia mundial y poner fin a la hegemonía unilateral de EEUU debería 1) recuperar su influencia en el espacio postsoviético y liderar la integración de los países del espacio euroasiático, y 2) crear asociaciones estratégicas con China e India. Y a pesar de que V. Putin fue su rival político, Lavrov, un buen discípulo de Primakov, está aplicando con gran éxito esta doctrina del realismo estratégico.
Las consecuencias de la guerra
- En este depósito de pólvora llamada Cáucaso, ni Francia ni EEUU, sino Rusia será la única potencia garante de la seguridad de Armenia, país estratégico por ser el único que comparte fronteras con Rusia e Irán.
- También la seguridad de Azerbaiyán y sus gasoductos, estas venas que le mantienen vivo, dependerán de Rusia. La ciudad azerí de Ganché (Ganja), por donde pasan varios gasoductos, también es el punto desde donde la OTAN envía suministros militares no letales a Afganistán. Y eso es una buena noticia para EEUU y Europa: cualquier opción es mejor que Turquía.
- Impedir la conquista de la RAAK por el sultán Erdogan: allí mandará Rusia.
- Devolver a Ereván a la órbita de Moscú, poniendo fin a la tentación francesa de probar su suerte en el Cáucaso.
- Aumentar el poder de influencia de Rusia en la región y en Europa, además de consolidar su posición como mediador en los conflictos mundiales.
- Deshinchar las ambiciones imperialista de Turquía: En la firma del acuerdo se impidió la asistencia de Tayyeb Erdogan, quien además habia rechazado un alto el fuego sin antes ocupar la RAAK.
- Las Fuerzas de Paz rusas controlarán la ruta comercial que conecta Turquía con el Cáucaso a través la región azerí de Nakhchivan.
- Desmontar el plan de Turquía en activar a unos 2000 terroristas yihadistas que había trasladado de Siria a las fronteras que Azerbaiyán comparte con Armenia e Irán.
- Ante un EEUU que intenta reducir el peso energético de Rusia en el mundo, imponiendo sanciones sobre su gas (para vender el esquisto estadounidense), Kremlin ha demostrado quien realmente decide sobre el flujo del petróleo y gas que llega a Turquía y Europa desde Azerbaiyán, país, que por cierto, ocupa el puesto 26º entre los dueños de las reservas mundiales de gas.
- Turquía, que está involucrada en los conflictos de Siria, Iraq, Libia, y el Mediterráneo oriental, y en su propio suelo, además, se enfrenta a la guerrilla kurda y a un sector del terrorismo «yihadistas», ahora tendrán que duplicar la vigilancia a los armenios del país. Teniendo a Erdogan de presidente, los ciudadanos de Turquía no necesitan ningún enemigo: EEUU, Europa y Rusia están disfrutando la caída de la potencia otomana al precipicio.
- Irán está confuso. Hasta hace un año, era aliados de Armenia por las amenazantes relaciones militares de Azerbaiyán con Israel y la OTAN. En septiembre pasado, Armenia e Israel establecieron relaciones diplomáticas. ¿Y, ahora qué? Este error del gobierno de Pashinian privó a su país del respaldo de una potencia como Irán: ¿Cómo se le ocurre un imprudencia de tal envergadura cuando Israel avisa a los cuatro vientos que va a atacar a Irán? La facción fundamentalista de la teocracia criticó duramente a Ereván y reclamó al gobierno iraní el apoyo militar para con los «hermanos chiitas» azeríes, sin embargo, la política oficial sigue siendo la neutralidad. La derrota de los armenios ha disipado, en parte, esta preocupación iraní puesto que Ereván ha retirado a su embajador de Tel Aviv por haber armado a Azerbaiyán con drones durante la guerra. Irán, además, con este acuerdo pierde peso y dinero: antes el transporte de mercancía azerí tenía que cruzar el cielo y el suelo iraní para llegar a La República Autónoma de Najicheván; ahora, el pacto obliga a Armenia autorizar el paso de los vehículos azeríes por su territorio para acceder a este estado.
El ganador final es el capitalismo bélico, nacionalista, fanático que ampara a las fuerzas más reaccionarias que están arrebatando a nivel mundial lo poco que queda de los derechos de los más desfavorecidos. ¡No a la guerra, a ninguna, y bajo ninguna bandera falsamente noble!