Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Mientras las negociaciones nucleares entre los P5+1 e Irán se extendieron más allá de un plazo (impuesto en gran parte por EE.UU.), la disfuncionalidad del enfoque del Gobierno de Obama es cada vez más evidente.
Desde abril, cuando las partes anunciaron un conjunto de «parámetros» para un acuerdo final, los altos funcionarios del Gobierno han marcado posiciones públicas sobre los más importantes temas irresueltos que, francamente, no concuerdan con lo que se acordó en abril. Incluyen una demanda de EE.UU. para una retención no limitada de antemano de un embargo de armas convencionales y otros aspectos del régimen de sanciones autorizadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Nunca ha habido alguna perspectiva seria de que esas posiciones estadounidenses puedan suministrar realmente bases para resultados negociados. Tomemos, por ejemplo, la demanda del Gobierno de Obama de la retención ilimitada de un embargo de armas convencionales y otros aspectos del régimen de sanciones contra Irán autorizadas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No solo Teherán pone objeciones a esa demanda, Rusia y China -como EE.UU. miembros permanentes con poder de veto del Consejo de Seguridad- también lo hacen.
El Gobierno de Obama definió posiciones sombrías sobre el futuro de sanciones de la ONU y algunos temas pendientes ostensiblemente para refutar acusaciones de «debilidad» de sus oponentes internos y para eludir críticas de aliados tradicionales de EE.UU., Israel y Arabia Saudí, de que está «apaciguando» a Irán.
Pero si Obama y su equipo quieren llegar finalmente a un acuerdo, tendrán que retirarse, en algún punto, de las posiciones diplomáticamente insostenibles que han asumido de modo tan público, exponiéndose al hacerlo a ataques políticos aún más fuertes.
Este es el dilema (enteramente autogenerado) que actualmente se vislumbra ante el Gobierno de Obama. Desde el principio de esta semana crecía un relativo optimismo de que las negociaciones de Viena podrían estar a punto de producir un acuerdo final. Los funcionarios de los gobiernos participantes dicen que se ha llegado a compromisos sobre aspectos previamente en disputa de levantamiento de las sanciones estadounidenses y europeas y la mayoría de las sanciones de la ONU contra Irán.
Los negociadores estadounidenses e iraníes también han hecho progresos hacia la resolución de las diferencias sobre los tipos de investigación nuclear que Irán realizará cuando se llegue a un acuerdo final.
Ante este trasfondo, los desafíos más difíciles que enfrentan las siete delegaciones en Viena se relacionan con la redacción de una eventual resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que las anule resoluciones anteriores que autorizan sanciones internacionales contra Irán y comience formalmente la implementación de un acuerdo final. En este contexto las demandas poco realistas de EE.UU. de que se mantenga un embargo ilimitado de armas contra Irán se han convertido en el principal obstáculo que bloquea la conclusión de un acuerdo nuclear exhaustivo.
Hubo considerable especulación, en Washington así como en Viena, sobre que el Gobierno de Obama estaría ansioso de terminar las negociaciones antes del 9 de julio. (Según una ley promulgada recientemente en EE.UU. si el Gobierno hubiera presentado el texto de un acuerdo nuclear final al Congreso antes del 9 de julio el Congreso habría tenido 30 días para considerarlo, desde el 9 de julio hasta el 7 de septiembre la ley otorga al Congreso 60 días.)
Una especulación semejante, sin embargo, no tomó en cuenta el verdadero cálculo de la Casa Blanca: que, al modificar las posiciones de negociación de EE.UU. para permitir un acuerdo sobre los términos de una nueva resolución del Consejo de Seguridad -preparando el terreno para un acuerdo final en esta semana- el Gobierno recibiría más críticas políticas que si parecía «ponerse duro» y dejar pasar el 9 de julio.
Este cálculo explica por qué, según los funcionarios de los gobiernos participantes, la posición de EE.UU. respecto a los términos de una nueva resolución del Consejo de Seguridad se ha hecho, durante los últimos días, menos conducente al logro de un acuerdo final. Además EE.UU. parece estar alentando a sus socios británico y francés en las negociaciones a que definan sus posiciones cada vez más individualizadas sobre el tema.
Como resultado, las delegaciones de P5+1 en Viena pasan ahora más tiempo negociando entre ellas que con sus contrapartes iraníes. Cuando interactúan con los representantes iraníes su diálogo se convierte, en efecto, cada vez menos en una negociación multilateral entre los P5+1 e Irán y cada vez más en una serie de negociaciones bilaterales entre Irán y varios estados de los P5+1.
El Gobierno de Obama parece calcular que puede actuar de esta manera durante un período de tiempo que aún no se ha especificado, después del cual podría modificar silenciosamente las posiciones de negociación de EE.UU. y lograr un acuerdo final, afirmando todo el tiempo que al «mantenerse duro» Washington persuadió a Teherán y Moscú para adoptar posiciones más «razonables». Esto será teatro político con poca conexión con la realidad diplomática. Pero es la narrativa que Obama y compañía quieren crear.
No cabe duda de que Obama y sus asesores en la Casa Blanca piensan que están manejando difíciles dinámicas políticas interiores con admirable destreza. Pero, en términos diplomáticos, su enfoque asume que otros protagonistas claves -incluido Irán- esperarán indefinidamente a que Washington se ponga serio y llegue a un acuerdo. También asume que si el proceso se rompe debido a un impasse inducido por EE.UU. sobre los términos para una nueva resolución del Consejo de Seguridad, el resto del mundo se tragará la narrativa del Gobierno de Obama de que es por culpa de Irán y Rusia.
Las probabilidades de que estas presunciones resulten falsas son mayores de lo que Obama y su equipo están dispuestos a reconocer, una realidad que hace que su camino sea estratégicamente irresponsable. Fundamentalmente, esta irresponsabilidad proviene de la incapacidad de apreciar toda la importancia de un acuerdo nuclear con Irán -y más allá, de una realineación de las relaciones de EE.UU. con Teherán- para los intereses estadounidenses, en Medio Oriente y en todo el mundo.
El Gobierno de Obama sigue tratando un posible acuerdo nuclear como lo que podría describirse como un acuerdo asimétrico de control de armas, mediante el cual Irán renuncia a sus ambiciones- regularmente aseveradas por los políticos estadounidenses y rechazadas con la misma regularidad por Teherán- de desarrollar armas nucleares y que EE.UU. renuncia… bueno, no a gran cosa.
El Gobierno todavía tiene que tratar un potencial acuerdo nuclear como algo que los intereses estadounidenses realmente requieren, es decir, un crítico paso inicial en un proceso más amplio de acercamiento con la República Islámica de Irán, un acercamiento tan profundo como la realineación de las relaciones de EE.UU. con la República Popular China en los años 70.
Es de esperar que el Gobierno de Obama termine con su teatro político sobre una nueva resolución del Consejo de Seguridad dentro de los próximos días y llegue a un acuerdo nuclear con Irán. Pero sería mucho mejor que el Gobierno renunciara enteramente a este tipo de teatro y se dedicase a la tarea seria de reformular las relaciones entre EE.UU. e Irán.
Flynt Leverett sirvió como experto en Medio Oriente en el personal del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) de George W. Bush hasta la Guerra de Irak y trabajó previamente en el Departamento de Estado y en la Agencia Central de Inteligencia. Hillary Mann Leverett fue experta sobre Irán del NSC -de 2001 a 2003- y una de las pocas personas de la diplomacia estadounidense autorizadas a negociar con los iraníes sobre Afganistán, al-Qaida e Irak. Ambos son autores de Going to Tehran.
[Este artículo apareció originalmente como blog en HuffingtonPost]
Fuente: https://consortiumnews.com/2015/07/11/obamas-posturing-risks-iran-nuke-deal/