Los falsos reportes que señalan como «insurgentes» a civiles asesinados en incursiones militares nocturnas se han vuelto un problema crónico para las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán. En una ronda de entrevistas con la prensa, el general David Petraeus, jefe de la guerra en Afganistán, difundió el mes pasado los presuntos resultados de casi […]
Los falsos reportes que señalan como «insurgentes» a civiles asesinados en incursiones militares nocturnas se han vuelto un problema crónico para las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán.
En una ronda de entrevistas con la prensa, el general David Petraeus, jefe de la guerra en Afganistán, difundió el mes pasado los presuntos resultados de casi 3.000 «redadas nocturnas» llevadas a cabo por las Fuerzas de Operaciones Especiales entre mayo y julio: 365 «líderes insurgentes» asesinados o capturados, 1.355 combatientes del movimiento extremista Talibán capturados y 1.031 muertos.
Esas cifras se presentaron para subrayar los «éxitos» de esas operaciones en el intento de por lo menos dañar al Talibán.
Pero una correlación directa entre el aumento de las redadas nocturnas en la meridional provincia de Kandahar y una aguda reducción en la proporción de artefactos explosivos improvisados entregados por la población local señalan que los ataques fueron muy contraproducentes, impulsando el dominio del Talibán sobre los habitantes del lugar.
Los ataques nocturnos, que se consideran una violación a la santidad del hogar y generan grandes cantidades de víctimas civiles, son la mayor causa de ira popular contra las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), como admitió el general Stanley A. McChrystal, antecesor de Petraeus, en su pronunciamiento de marzo sobre el tema.
No obstante, McChrystal aumentó los ataques de las Fuerzas de Operaciones Especiales de los entre 100 y 125 al mes que tenían lugar bajo el comando de su predecesor, general David McKiernan, a 500 mensuales durante 2009. Y las cifras presentadas por Petraeus revelaron que McChrystal había duplicado la cantidad de redadas en los hogares a 1.000 por mes antes de ser relevado de su cargo en junio.
Esa intensificación de los ataques nocturnos, que se inició en abril, se concentró principalmente en distritos de Kandahar y sus alrededores.
El porcentaje de bombas colocadas por el Talibán junto a carreteras y entregadas por la población civil promedió 3,5 por ciento entre noviembre de 2009 y marzo de este año, según estadísticas del Pentágono.
Pero apenas comenzaron las redadas de las Fuerzas de Operaciones Especiales, en abril, el porcentaje de entregas cayó estrepitosamente, a 1,5 por ciento, pese a que la cantidad de bombas caseras que quedaban allí era prácticamente la misma que el mes anterior.
En julio, la proporción de entregas se mantuvo, de promedio, en 1,5 por ciento.
En la primavera de 2009 se produjo una correlación similar entre un repentino aumento de la ira popular hacia las fuerzas extranjeras y una reducción en la cantidad de entregas.
En el primer cuatrimestre de 2009, las entregas promediaban 4,5 por ciento. Pero a comienzos de mayo de ese año, un ataque aéreo de Estados Unidos contra la provincia de Farah mató a entre 97 y 147 civiles, según la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán.
A medida que la ira popular por esa matanza se extendió por el país, la proporción de entregas cayó a 2,1 por ciento al mes, aunque los artefactos explosivos improvisados aumentaron menos de 20 por ciento.
Entonces McChrystal asumió el mando y ordenó cuadruplicar las redadas nocturnas. La proporción de entregas continuó promediando apenas 2,2 por ciento durante los siguientes cinco meses.
En Kandahar y otras partes del país, el enojo popular con las tropas extranjeras sin dudas se agudizó a raíz de la detención y matanza de civiles que conllevaron las redadas nocturnas.
Según cifras difundidas por Petraeus, por cada individuo que fue objeto de captura o matanza selectiva en esas operaciones, otros tres no seleccionados fueron asesinados y otros cuatro detenidos.
En casos anteriores de informes falsos presentados por unidades de las Fuerzas de Operaciones Especiales, una gran proporción de los 1.031 asesinados en las redadas e identificados como «insurgentes» fueron simplemente lugareños que habían salido de sus casas armados cuando oyeron a los atacantes.
El general McChrystal se refirió a ese problema crónico en un comunicado de marzo sobre su orden de realizar redadas nocturnas. A veces las «respuestas instintivas» de un hombre afgano por «defender su hogar y su familia» son «interpretadas como actos insurgentes, con resultados trágicos», dijo.
El problema de los falsos reportes salió a la luz con más vigor luego de una redada fallida, el 12 de febrero en Gardez, cuando dos hombres que salieron de edificios del complejo atacado por una de esas unidades fueron muertos a balazos. Pocas horas después, las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN emitieron un comunicado describiendo a los dos hombres como «insurgentes».
La falsedad se reveló después, solamente porque resultó que los dos hombres eran un policía y un fiscal. En el mismo incidente, la unidad que llevó a cabo el ataque mató accidentalmente a tres mujeres, dos de ellas embarazadas, pero informó a sus superiores que también estaban vinculadas a la insurgencia. McChrystal defendió a la unidad de las Fuerzas de Operaciones Especiales de las acusaciones de testigos en cuanto a que sus miembros habían intentado encubrir la matanza, incluso luego de que una investigación del Ministerio del Interior afgano declaró públicamente que el testimonio era creíble.
La cifra de 1.355 insurgentes «capturados» en las redadas que difundieron las fuerzas de Estados Unidos y la OTAN también es engañosa. En respuesta a una consulta de IPS sobre la misma, el encargado de relaciones públicas, mayor Sunset R. Belinsky, confirmó que reflejaba el número de «insurgentes o presuntos insurgentes capturados durante las operaciones».
En su audiencia de confirmación en junio, Petraeus se refirió a los 365 blancos de las redadas como «talibanes de mediano y alto rango, y otros líderes extremistas».
Sin embargo, luego cambió la terminología. No se puede saber si eran «líderes» porque el Talibán no se maneja con organigramas y sus combatientes no están organizados en unidades militares, dijo a IPS un oficial de las fuerzas conjuntas a condición de que se preservara su identidad.
Gareth Porter es un historiador y periodista de investigación especializado en la política de seguridad nacional de Estados Unidos. Su último libro, «Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam» (Peligros del dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam), se editó en 2006.
Fuente: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=96453