Traducido del gallego original para Rebelión por el autor
En la quinta edición de «Pós-Neoliberalismo II. Que estado para que democracia?» un buen libro coordinado por Emir Sader y Pablo Gentili para la editora brasileña Vozes, el siempre lúcido y didáctico Atilio Borón, analiza las cicatrices dejadas por la reestructuración del capitalismo promovida polos regímenes neoliberales. El sociólogo argentino concluye que la democracia y los mercados actuales son manifiestamente incompatibles por causa de la inédita mercantilización de la vida social provocada en los últimos treinta años por lo que él llama los «nuevos leviatanes».
Como el propio Borón indica, en teoría política la palabra «leviatán» evoca la imagen opresora del estado absolutista conjurado por Thomas Hobbes para poner fin a la devastación producida por las guerras civiles de «todos contra todos» en la Inglaterra del siglo XVII. Sólo que, continúa el sociólogo, en el contexto del neoliberalismo nacido a finales del siglo XX ya no hay un solo leviatán, sino muchos, y además de carácter privado. Habla, claro está, del enorme poder adquirido por una serie de conglomerados de gigantescas de empresas, las trasnacionales, que las tornó en actores políticos de primerísima orden, casi imposibles de controlar, en detrimento de la soberanía de los estados y, por tanto, de esa democracia que ya no es «del pueblo, por el pueblo y para el pueblo», como rezaba la fórmula de Abraham Lincoln.
Alguna vez ya hemos hablado (1) de las prácticas de muchas de estas megaempresas, con delitos probados contra los derechos humanos, contra los pueblos y contra el planeta, así como de las propuestas para controlarlas. Recuerden aquella ingenuidad de la autorregulación, bautizada cómo ‘Global Compact’ por Kofi Annan en 1999, o la que hace bien poco articularon los ponentes de la ONU Martin Scheinin y Manfred Nowak, por iniciativa de Mary Robinson, para crear una Corte Mundial que juzgue las multinacionales. Como bien dice Pedro Ramiro, del Observatorio de Multinacionales en América Latina, «con los antecedentes que existen, no parece fácil que en la actualidad pueda cuajar una propuesta de este tipo» (2).
La única iniciativa real que se le puede comparar surgió, como no, de la sociedad civil organizada, con el nombre de Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), heredero de aquel Tribunal Russell creado para juzgar los crímenes cometidos polos Estados Unidos en Vietnam (1966-1967) y que sesionó por segunda vez entre 1974 y 1976 para enjuiciar las dictaduras militares de América Latina. Hoy está formado por 130 figuras sobradamente prestigiosas del mundo artístico, religioso, político, abogados, escritores, expertos en derecho internacional, derechos humanos, etc.
Entre el 14 y el 15 de mayo se celebrará en Madrid una nueva sesión del TPP organizada por la red birregional «Enlazando Alternativas» (3), coincidiendo con la Sexta Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE y de América Latina y el Caribe, a los que se les harán llegar las conclusiones sobre las prácticas de Repsol-YPF, Unión Fenosa, Coca-Cola y compañía. Una buena ocasión para visibilizar las luchas de muchos movimientos sociales mundiales y pelear por una legislación internacional que se aplique la todos. Leviatanes incluidos.
(1) http://www.altermundo.org/content/view/2624/409/
(2) http://www.enlazandoalternativas.org/spip.php?article541
(3) http://www.enlazandoalternativas.org
* Traducido del gallego original para Rebelión: http://www.altermundo.org/content/view/3145/1/