El sacerdote de Vallecas afirma que «la pobreza es un negocio para el capital»
Resaltó la existencia de una pobreza mantenida y asistencial: «Planteamos la pobreza como algo que hay que mantener asistencialmente con limosna», pobreza que además ha sido convertida en negocio por el capital.
Iglesia del poder e Iglesia de base
Para comenzar a hablar de la Iglesia el Cura de Vallecas, Enrique de Castro, matizó la necesidad de considerar que no hay sólo una: «existe una concepción desde el poder y otra desde el pueblo, de base», posturas que no coinciden entre sí. La iglesia del poder -señaló- no refleja el espíritu de Jesús en lo que ofertaba al pobre. Hay pues -explicó- dos posturas en lucha, y hablar de la pobreza conlleva considerar ambas.
La primera -que tiene su máximo exponente en el Vaticano- nos presenta a un Dios vengativo, duro, mientras que en la Iglesia de los Pobres de Jesús se muestra una faceta diferente: «un Dios que dice no a la ley y que no es mediación para el Ser Humano»; en la primera media el Templo, en la segunda «lo que es mediador es que el ser humano recupere su fe». Señaló un gesto que es muestra de la revolución: «una mesa donde todos nos podemos sentar, la mesa de la subversión, en la que se sientan borrachos, prostitutas y pecadores» una mesa en la que no hay diferencias y se erige como «mesa de la igualdad».
Comportamiento ante pobreza: asistencia social
En lo que respecta al comportamiento ante la pobreza indicó que «Estamos en una sociedad en la que existe inquietud» -explicó-, en la que nada nos convence, ni siquiera las ONGs (que se presentan como «correas de transmisión del gobierno»), en la que creemos que la asistencia social es lo que funciona. En cambio, «derivar la pobreza en asistencia es mantenerla». «Planteamos la pobreza como algo a lo que tenemos que atender asistencialmente con una limosna», puso de manifiesto así la importante pregunta «¿es justa la caridad de la Iglesia?»
Los ricos no confían en sí mismos
En su intervención Enrique de Castro refirió también el espíritu en la pobreza y en la riqueza, señaló así la diferencia entre el rico y el pobre que es ‘la confianza en sí mismo’: «El rico no confía en su desnudez», porque somete su confianza a factores externos como el dinero, el pobre en cambio confía en si mismo porque no tiene nada. «Un pobre es un ser tan estéril que sólo sirve para que un rico haga méritos para ganar el cielo», señaló.
«La liturgia de la iglesia oficial está vacía, es separadora y divide»
En sus alusiones a la liturgia oficial, enfatizó, por un lado el carácter discriminatorio y jerárquico de la Iglesia concebida desde el poder, que separa (los paños son sagrados, el cura se viste de manera diferente), y que no abre las puertas a los pobres. Además indicó que de ella deriva la fuerte pobreza mantenida. «La liturgia de la mesa de Jesús era en cambio un desafío»: en ella se sentaban todos por igual.
De ese carácter jerárquico se extrae que en al Vaticano «no puedan ir los pobres, sólo los Jefes de Estado, y es por eso -apuntó- que «tiene que desaparecer». Señaló así la intención de «poner en evidencia a una jerarquía que ha dado la espalda al pueblo».
La pobreza: un negocio para el capital
En otro sentido, y refiriendo otra idea reiterada en otras conferencias y mesas de «Pobre Mundo Rico», señaló que «la pobreza no es sólo fruto de la injusticia, se ha convertido en un negocio para el capital». Indicó cómo por un niño pobre de nuestro país el Estado paga 65.000 pesetas diarias, que no recibe el niño; negocio que empieza a denominarse ‘mercado de la solidariedad’ y en el que ni las ONGs inspiran confianza.
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