Desde hace más de una década, en varios de sus libros y artículos, el profesor Immanuel Wallerstein, en su advertencia sobre el fin del actual sistema-mundo capitalista, ha escrito: «Las características estructurales básicas del capitalismo, como un sistema-mundo, operan bajo ciertas reglas que pueden ser trazadas en una gráfica como un movimiento de equilibrio ascendente. […]
Desde hace más de una década, en varios de sus libros y artículos, el profesor Immanuel Wallerstein, en su advertencia sobre el fin del actual sistema-mundo capitalista, ha escrito:
«Las características estructurales básicas del capitalismo, como un sistema-mundo, operan bajo ciertas reglas que pueden ser trazadas en una gráfica como un movimiento de equilibrio ascendente. El problema, al igual que con todo equilibrio estructural de cualquier sistema, es que con el paso del tiempo las curvas tienden a moverse lejos del punto de equilibrio y se hace imposible traerlos de vuelta al equilibrio». Entonces… «La consecuencia inmediata es una grave turbulencia caótica, que nuestro sistema-mundo está experimentando por el momento y continuará experimentándolo por quizá otros 20 a 50 años». En ese contexto, todos tratarán de empujar al sistema «en la dirección que piensan es inmediatamente mejor para ellos», y del caos «emergerá un nuevo orden… a lo largo de dos caminos alternos y muy diferentes». (1)
En el actual caos económico ¿quiénes están tratando de empujarlo?
Sin lugar a dudas los dueños del gran capital, los pocos que tienen el poder para cerrar los grifos del crédito y han dejado al mundo en una grave iliquidez, están tratando de empujar al sistema a una situación más caótica para poder tomar ventaja; por ejemplo, despidiendo a millones de trabajadores y, a mediano plazo, re-contratarlos por salarios más bajos y pocos o cero beneficios; o desapareciendo los miles de millones de dólares de «las malas inversiones» de los fondos de retiros privados, con lo cual el gran capital financiero se quita de sus espaldas la gran deuda (de papel) que tenían con esos trabajadores-inversionistas; y «cuando las cosas mejoren» re-engancharlos en la telaraña crediticia con la que comenzó todo este caos.
Otros, como Henry Kissinger, el ex Secretario de Estado de los EE.UU. en tiempos de Nixon (el manipulador del golpe militar contra Salvador Allende en 1973), parafrasean a Wallerstein y admite que: «Puede parecer poco razonable, pero no lo es, afirmar que, precisamente, la naturaleza inestable del sistema internacional genera una oportunidad única para la diplomacia creativa», en alusión a lo que el presidente Obama puede hacer para mantener la hegemonía estado unidense la influencia estadounidense «en proporción a la modestia de nuestra conducta»; modificando «la arrogancia moral que ha caracterizado demasiadas actitudes estadounidenses, sobre todo desde la caída de la Unión Soviética. Ese acontecimiento seminal y el período posterior de crecimiento global casi sin interrupción indujeron a muchos a equiparar el orden mundial con la aceptación de los designios estadounidenses, entre otros, nuestras preferencias domésticas», y que ahora terminó en un caos. (2) [Un caos que, hay que ser escépticos, puede ser manipulado por los amos del capital a través de sus entidades bancarias que controlan los flujos crediticios en todo el planeta.]
Y Kissinger advierte que: «Cada país deberá reevaluar su propia contribución a la crisis imperante. Cada uno tratará de independizarse, en el mayor grado posible, de las condiciones que produjeron el colapso; al mismo tiempo, cada uno se verá obligado a enfrentar la realidad de que sus dilemas solamente pueden ser resueltos mediante la acción común. Aun los países más ricos tendrán que afrontar recursos más escasos. Cada uno deberá redefinir sus prioridades nacionales». Y así «Surgirá un orden internacional si sale a la luz un sistema de prioridades compatibles. Se fragmentará desastrosamente si las distintas prioridades no pueden ser conciliadas».
La gran cuestión es si las «prioridades compatibles» del Norte rico son iguales a la del Sur, cuya gran mayoría dificilmente ha gozado de las bondades del sistema decadente.
Una respuesta a esta incógnita la están dando otros actores que quieren empujar al sistema hacia «otro mundo… posible», cómo lo dijo el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, en el Foro Mundial Social, que tuvo lugar el pasado fin de semana.
«El mundo desarrollado decía lo que teníamos que hacer en América latina, parecían infalibles y nosotros incompetentes, nos vendieron que el Estado no podía nada y que el mercado desarrollaría nuestros países, y ese mercado quebró por falta de responsabilidad y control, la palabra de orden de hoy es: otro mundo es posible, y aún más, es necesario e imprescindible que busquemos un nuevo orden», dijo Lula, en el hangar de la Universidad de Belém, donde tuvo lugar el Foro. (3)
Esa búsqueda de un nuevo orden es, sin lugar a dudas, el empujón que el Hemisferio Sur del continente, al mando de Brasil y Venezuela, está tratándole de darle al sistema-mundo en busca de un camino «alterno», como señala Wallerstein.
En este sentido, con ironía, Lula marcó distancia con el norte cuando dijo: «Me cansé de ir a Londres o a Nueva York a debates con yuppies de 30 años que decían lo que tenía que hacer Brasil y ni siquiera sabían dónde quedaba.» Con ironía invitó a «esos yuppies» a que vayan a decirle «a nuestro querido Obama» lo que tiene que hacer ahora.
Lula también habló del «dios mercado» que «quebró» -es decir del colapso del actual sistema alejado de su punto de equilibrio- por falta de controles estatales, y arremetió contra los protagonistas de ese proceso: «Esos banqueros que miden el riesgo de nuestro país cerraron la boca».
Y retomando las medidas keynesianas que Franklin Delano Roosevelt implementó en los EE.UU. durante la Gran Depresión de los 30’s, Lula reivindicó el rol del Estado en el contexto de la crisis global, para garantizar el empleo y la continuidad de los procesos productivos regionales. «En esta crisis el Estado tiene que asumir las inversiones», remarcó.
¿Pero al aplicar antiguas medidas keynesianas, es factible encontrar nuevos caminos alternos para salir del caos? Las medidas no son el camino, son únicamente una herramienta. Lo que el Sur está buscando finalmente es, en primer lugar, dejar de ser el «patio trasero» del Norte -como lo era cuando el sistema-mundo estaba en su punto de equilibrio-, y emprender su propia consolidación como una región independiente que, por sus propios medios e inteligencia, salga del atraso al cual ha estado encasillado por V Siglos.
¿Qué resultará del empuje sudamericano? Es muy difícil saberlo pues aún quedan muchas turbulencias por delante y, cómo dice Wallerstein, puede ser mejor o peor. Todo dependerá de lo que hagamos en el camino.
Notas:
(1) «The Depression: A Long-Term View» http://www.binghamton.edu/fbc/243en.htm
(2) «La opción es nuevo orden mundial o caos» http://www.clarin.com/diario/2009/02/01/opinion/o-01850320.htm
(3) «El Dios Mercado Quebró» http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-119294-2009-01-31.html