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30º aniversario de la muerte de Mao

Errores y aciertos del socialismo chino

Fuentes: Rebelión

El pasado nueve de septiembre se cumplieron treinta años del fallecimiento de Mao Tse-tung, ocurrido a sus ochenta y dos años. El tiempo transcurrido permite ya una valoración de los aciertos y errores del gran líder. Entre los primeros se halla la organización del Partido Comunista chino sobre una base campesina, la Larga Marcha, los […]

El pasado nueve de septiembre se cumplieron treinta años del fallecimiento de Mao Tse-tung, ocurrido a sus ochenta y dos años. El tiempo transcurrido permite ya una valoración de los aciertos y errores del gran líder. Entre los primeros se halla la organización del Partido Comunista chino sobre una base campesina, la Larga Marcha, los años de Yunan, la derrota de Chiang Kai-shek, la lucha antijaponesa, la fundación de la República Popular China y el desarrollo de la energía atómica y el armamento nuclear. Entre los fallos se encuentra el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Por ello los analistas chinos afirman que la obra de Mao consta de un 70% de éxitos y un 30% de tropezones

En 1966 me entrevisté con André Malraux en París. Venía de una larga entrevista con Mao Tse-tung que él me contó en parte. Para Malraux no había una revolución más parecida a la cubana que la china. Ambas se hicieron con el campesinado como fuerza principal proveedora de la masa insurgente; ambas incorporaron a la clase obrera después de la toma del poder. Lo más importante era que tanto en China como en Cuba no fue el partido el que fundó el ejército sino el ejército el que fundó el partido. En ambos procesos se dispuso primero de una estructura militar que alcanzó la liberación nacional. Después de tomar el poder los cuadros principales del partido emergieron de las fuerzas guerrilleras. En la Unión Soviética fue a la inversa, el partido tomó el poder con el apoyo de la clase obrera y organizó después a las fuerzas armadas e incorporó al campesinado.

Después del aplastamiento de los comunistas por Chiang Kai-chek durante la huelga de Shanghai, en 1927, Mao regresó a su aldea, que había conocido una desoladora hambruna. Con hombres obligados a comer cortezas de árboles podía hacerse mejores combatientes que con los obreros de Shanghai. Mao adquirió la certidumbre de que una toma del poder por el campesinado era posible y organizó nuevas milicias. Los marxistas leninistas ortodoxos estimaban que el campesinado jamás podía vencer aislado. Mao demostró lo contrario. Tras más de veinte años de lucha armada logró instaurar la República Popular China en 1949, sobre un país con un 80% de analfabetismo y un promedio de vida de treinta y cinco años.

En 1958 Mao ideó el Gran Salto Adelante, un diseño económico que pretendía saltar por encima de las etapas evolutivas por las que China debía transcurrir. Este plan ordenaba la fusión de vastos territorios en gigantescas comunas agrícolas y preveía estimular la producción de acero instalando en ellas pequeños altos hornos. El resultado fue catastrófico: la producción agrícola descendió vertiginosamente y el acero obtenido fue de tan mala calidad que no podía ser usado industrialmente. En el plano exterior un grupo era partidario de la alianza militar y económica con la Unión Soviética, su cabeza visible era el Ministro de Defensa Peng Te-juai.

Es un absurdo que dos de los países más grandes de la tierra, China y la Unión Soviética, bajo el signo del marxismo leninismo, no hubieran podido realizar una alianza efectiva que habría resultado devastadora para el imperialismo occidental. La alianza ruso-china comenzó a dar muestras de desgaste en los años cincuenta. China se opuso a la existencia de la república de Taiwan, a donde había huido Chiang Kai-shek y su camarilla. La isla, bajo la protección de la poderosa Séptima Flota de los Estados Unidos, fue declarada como una «provincia renegada» por el régimen de Pekín. Pero los rusos no apoyaron esa reclamación. Moscú temía que un conflicto sobre Taiwan pudiera degenerar en una crisis en el Océano Pacífico donde los soviéticos no contaban con una flota propia que los apoyara en esa zona.

En 1959 Kruschev viajó a Estados Unidos y se abrió la etapa de la «detente» entre Washington y Moscú. Los chinos sostenían la tesis que la URSS debía negociar desde posiciones de fuerza, negándose a una apertura dialogada. La reunión de Camp David, entre Eisenhower y Kruschev, les pareció una traición al movimiento revolucionario mundial. Estimaron que la dirección soviética actuaba de manera ingenua y poco perspicaz ante las demandas de Estados Unidos. Para aliviar la desconfianza china Kruschev, de retorno de Estados Unidos, viajó a Pekín. Asombrosamente, al final de su visita no hubo ningún comunicado lo cual fue una demostración evidente de las serias diferencias que habían dominado el coloquio.

En 1960 se reunieron los ochenta y unos partidos comunistas del mundo en una conferencia en Moscú con el fin de reparar la grieta sino-soviética pero no pudieron lograrlo y ello fue evidente en el comunicado final. El siguiente paso fue la retirada de todos los técnicos rusos de China y la cancelación de los programas de cooperación económica. Cuando Kruschev fue arrojado del poder por un golpe dirigido por Breznev, Moscú trató de reparar el diferendo enviando al primer Ministro Kosyguin por dos ocasiones sucesivas a Pekín.

En 1967 hordas juveniles atacaron la embajada soviética en Pekín y al año siguiente el régimen de Mao condenó la invasión soviética a Checoslovaquia. En 1969 ocurrieron los incidentes fronterizos en el río Usuri que generaron encuentros armados y muchos muertos de ambas partes. La invasión rusa a Afganistán empeoró las relaciones. La distensión con Estados Unidos iniciada por Kissinger, y cultivada con esmero por Richard Nixon, atenuó las contradicciones entre Pekín y Washington.

Cuando el gobierno soviético suspendió su ayuda económica a China y retiró sus técnicos de aquel país, dejando interrumpidas obras de gran magnitud, Mao destituyó al pro-soviético Peng Te-juai de la jefatura de las fuerzas armadas y designó a Lin Piao en su lugar. El fracaso de los planes económicos de Mao y el brusco distanciamiento de la URSS trajeron como consecuencia un deterioro de la situación económica y un descenso del prestigio de Mao.

Al hacerse un vacío de poder Liu Shao-chi tomó el control del partido y comenzó a realizar una reforma económica con ciertos ensayos dentro de la economía de mercado socialista, según las fórmulas de Lieberman y Ota Sik. Favorecía el desarrollo de la industria ligera y logró un aumento de la oferta de bienes de consumo con lo cual se incrementó el nivel de vida del pueblo. Más mantequilla que cañones, era la divisa del presidente Liu.

En 1964 los chinos lograron el estallido de su primera bomba atómica y comenzó la escalada de la guerra en Vietnam. El retorno de una situación de tensión internacional favoreció a los ortodoxos y Mao lanzó una ofensiva para rescatar el poder perdido. Chou En-lai atacó a los reformistas en un discurso en la Asamblea Nacional. Mao, por una parte utilizó al ejército: se eliminaron los grados militares. Por otra, lanzó una ofensiva ideológica que comenzó con una reforma de la Opera de Pekín. Una obra teatral de ambiente histórico estrenada en esos días del escritor Wu Jan, muy amigo de Liu, era en realidad una parodia de la destitución que Mao hiciera de Peng Te-juai. Finalmente se llevó el asunto a un pleno del Comité Central y los maoístas obtuvieron una victoria sobre el grupo de Liu Shao-chi, condenando la obra.

El grupo de Mao ganó varios cargos partidistas y se obligó a renunciar al Alcalde de Pekín. En mayo de 1966 se organizó un grupo especial para impulsar la Revolución Cultural. Mao había perdido el control y luchaba desesperadamente, con todos los recursos a su alcance, para recuperarlo. En agosto se creó la Guardia Roja y comenzaron a celebrarse mítines masivos en Tien An-men. Shanghai se declaró cuartel general de la rebeldía revolucionaria y se constituyó una Comuna. Fue descubierta una conspiración entre el Jefe del Estado Mayor Central, el Jefe de la Aviación y el comandante de la Guarnición de Pekín. Fueron arrestados y se denunció la conjura en un gigantesco mitin. Lin Piao fue destituido.

A mediados de 1968 China había llegado a una parálisis. Las estructuras del partido habían sido inmovilizadas y las del gobierno apenas funcionaban: de sus cincuenta y un ministerios sólo trece daban señales de actividad. En octubre de 1968 el XII pleno del Comité Central acordó la destitución de Liu Shao-chi como Presidente. Ello marcó la derrota de los reformistas. Acusaron a Liu de ser agente del imperialismo, de ser informante de la C.I.A., de haber trabajado secretamente para el Kuo Ming-tang, el partido del cabecilla reaccionario Chiang Kai-shek. Su destino permaneció ignorado. Se dice que fue ejecutado poco después de ser depuesto.

Mao lanzó a diecisiete millones de adolescentes a la calle para realizar proselitismo de sus ideas y propaganda política. «Cañonear el cuartel general» era el lema favorito de los jóvenes maoístas, basado en un dazibao del Maestro, una metáfora de la agresión contra el Partido que le había sido infiel. La Revolución Cultural duró hasta 1976. En 1977 fueron reabiertas las universidades y comenzó a afluir una nueva promoción hacia la educación superior. Para entonces las credenciales políticas no eran tan importantes como la aptitud.

Tras el término de la Revolución Cultural y la muerte de Mao, Hua Guo-feng asumió el mando supremo y más tarde Deng Xiao-ping, quien había sido duramente castigado durante el período de la Guardia Roja maoísta. Tras los cambios estructurales comenzados en 1980 el área de servicios aumento en un 17% su capacidad operativa y el yuan se reevaluó en un 2.1%. El Banco Central de China permitió que su moneda nacional fijase su tasa de cambio según las leyes de la oferta y la demanda. El propio Deng dijo de su reforma: «no importa que los gatos sean negros o blancos, lo importante es que cacen ratones».

Estados Unidos padece ahora un serio déficit comercial con China, importan más de la nación asiática de lo que exportan hacia ella. En 2005 la balanza comercial favorable a China se triplicó con relación al año anterior, alcanzando la cifra de doscientos billones de dólares. En la actualidad solamente un tercio de la economía se encuentra bajo control del estado. China se ha convertido en el tercer productor mundial de vehículos automotores pero 800 millones de chinos, o sea un 60% de su población, vive en área rurales con menos de un dólar diario para subsistir.

Estas reformas no están exentas de debate. Un grupo estima que China debe concluir las innovaciones iniciadas con Deng Xiao-ping privatizando las industrias que aún permanecen en manos del Estado, reduciendo el alcance y las dimensiones del gobierno y confiando más en la iniciativa personal. Otro grupo, llamado la Nueva Izquierda, cree que debe reducirse la desigualdad social que ha crecido en los últimos tiempos y es necesario reforzar la base de la seguridad social. Para ello el gobierno debe renunciar al mercado y combatir la corrupción.

China pudiera ser, al final del primer cuarto de este siglo, una de las economías más grandes del mundo, superando a Francia, Gran Bretaña y Japón. Los analistas coinciden en que los chinos tratan de crear una nueva cultura pragmática, orientada hacia los negocios y el crecimiento económico, que otorgue más oportunidades a la iniciativa privada. La pregunta queda, entonces, sin respuesta: ¿es posible la justicia social conservando la economía de mercado?

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