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Es necesario luchar contra la digitalización de la vida

Fuentes: Rebelión

Ninguna argumentación teórica, en sí misma, será suficiente para abolir el capitalismo. No se puede decretar por decisión asamblearia su fin. Pero, ello no significa que no sean importantes, necesarias y esenciales las discusiones y los argumentos que abonen en la consolidación de una postura crítica, de oposición y resistencia frente a la desastrosa realidad que el capitalismo comprende para las inmensas mayorías. Y soy plenamente consciente que los argumentos por sí solos no bastan para que esas enormes mayorías que hoy experimentamos, como parte del dominio opresivo y explotador del capital, el exacerbado avance de la digitalización de nuestras existencias, optemos voluntaria y masivamente por cambiar el rumbo que significaría cerrar nuestras redes, desechar los smartphones o dedicar menos tiempo a los distintos pasatiempos virtualizados que hoy saturan nuestra existencia. Sin embargo, saber que las palabras no son suficientes no significa renunciar a la certeza del carácter imprescindible y urgente de construir un posicionamiento crítico, acompañado de medidas de oposición y resistencia activa frente a la amenaza de la digitalización omnipresente que avanza sobre nuestras vidas.

Hablar del profundo impacto que hoy (no en un futuro por llegar) tiene la mencionada digitalización, parte de reconocer la modificación que está operando en nuestros hábitos de conducta, en las pautas de socialización imperantes y en el modelo de concentración de riqueza que hoy se asienta a nivel global. No es solo la captación de nuestro tiempo de ocio, las alteraciones a nuestros esquemas mentales de atención o la fragmentación social que llegó con el encierro pandémico y parece no querer abandonarnos; es una transformación de nuestra existencia tal cual la conocíamos hasta ahora, y que pasa por la profundización de la dependencia de los dispositivos informáticos para cada vez más actividades cotidianas (ya no solo las laborales), el hecho de convertir las pantallas en casi la única manera de tener contacto con el mundo, tener que interactuar cada vez más con algoritmos y menos con personas para resolver dudas o necesidades del día a día, acentuar los consumos de tecnologías que pasan rápidamente del internet de las cosas al internet de los cuerpos, e identificar, ocasionalmente, la alteración de nuestros usos del tiempo por el desfasaje que produce la captación de nuestra atención por los dispositivos digitales, entre muchos otros aspectos.

Detallar las formas en que ocurre y las consecuencias que produce la digitalización es tan complejo como veloz es la profundización de su avance continuo. Por eso, una de las vías para identificar su impacto es analizar la manera en la que se moldea el sentido común dominante, que termina legitimando esa avanzada, y que va desde la defensa acérrima a las innovaciones de las tecnologías informáticas, hasta la negación absoluta de la posibilidad de un freno o alteración a dicha realidad, suponiéndola un hecho irreversible. En otras palabras, dicho sentido común se construye con los extremos del optimismo ingenuo (o tecnofilia despolitizada) y la resignación pesimista (o apatía derrotista); llamo a esto sentido común digitalizado. Para desentrañar tal idea, intentaré ahora dar cuenta brevemente de algunos de los elementos en que se despliega ese sentido común legitimador de la digitalización que nos acecha.

1. Aún persiste en algunas mentes la identificación de la tecnología con aquella añeja creencia del progreso humano como proceso lineal y, prácticamente, natural; una suerte de evolucionismo en su versión contemporánea. Frases como toda invención es una mejora, o el progreso humano no se detiene, no solo no son ciertas, sino que formulan un absolutismo del pensamiento que tiende a imposibilitar la crítica. No obstante, resulta evidente que cada vez son más las personas que ven el futuro como algo incierto, y para quienes es muy difícil construir argumentos que justifiquen su entendimiento del estado actual de nuestra civilización como una época de florecimiento de la humanidad, caracterizada por el bienestar general y la armonía social. Pues todo lo contrario; la actualidad no solo nos demuestra con hechos contundentes que no estamos encaminados hacia el florecimiento de la dignidad humana, la justicia o armonía social. El capitalismo que vivimos no es para nada el mejor de los mundos posibles, sino que es justamente el modelo que con más certeza nos aproxima al colapso civilizatorio. Los avances de las nuevas tecnologías digitales de la información y la comunicación (NTIC) difícilmente puedan revertir esta senda de decadencia pues han sido, en gran parte, artífices de su desencadenamiento.

2. Otra variante del sentido común que legitima acríticamente la digitalización de nuestras vidas es aquella que entiende las tecnologías como herramientas, esto es, como objetos neutrales cuyo impacto en nuestras vidas depende del uso que les demos. Tal argumento podría llegar a ser cierto si se tratara, tal como en el ejemplo que suelen usar quienes expresan esta idea, de un martillo. Pero, parece paradójico tener que aclarar que existen abismales diferencias entre los dispositivos propios de la digitalización y los martillos (o cualquier otra herramienta). Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) configuran un sistema de relacionamiento con nosotros mismos, con quienes nos rodean y con el entorno. Dichas tecnologías no son solo objetos (aunque algunas de ellas tengan esa expresión material, y otras no). Por el contrario, constituyen mecanismos, métodos o formas de ordenar tanto nuestro trabajo cognitivo como nuestro quehacer material. Están diseñadas para intervenir y alterar los procesos mentales y sociales en vías de obtener la mayor cantidad de información posible de los mismos, con el objetivo de parametrizar, reordenar y mercantilizar la mayor cantidad de aspectos posibles de la vida humana. Si tuviéramos que encontrar un ejemplo, tal vez el más cercano sería comparar el proceso de digitalización con el proceso histórico que llevo a los seres humanos a la invención del reloj. Por un lado, ese dispositivo es la manifestación material: el objeto reloj es la herramienta. Pero, por otra parte, el sistema que le subyace implica la organización humana en torno a medir, mantener e indicar el tiempo en unidades convencionales, con lo cual se alteró profundamente la experiencia de vida en todos los ámbitos. Eso sería el equivalente a la digitalización actual: una maquinación para realizar en forma eficiente y automática las acciones vitales, permitiendo tanto su medición como su mercantilización. La digitalización es un sistema, que no se agota en los objetos de los que se vale.

2.1. Una variante del argumento de la herramienta desencadena el no menos simplista dicho de la necesidad de apropiarse de la herramienta para fines nobles; esto es, para darle un uso distinto al que le dan las grandes corporaciones que las manejan. Parte de la respuesta a este argumento ya se ha esbozado al cuestionar la idea misma de la herramienta. Ahora solo resta enfatizar que el sistema (ya no la herramienta) muy difícilmente podría ser usado para otro fin, ya que se encuentra estructurado justamente en atención al interés especifico de quienes lo manejan; porque han sido o sus creadores o sus moldeadores. Este argumento es el equivalente exacto al de pretender usar el capitalismo para el beneficio de toda la humanidad, o usar el Estado para generar la igualdad social: ambas cosas imposibles, pues se trata de sistema estructurados para el fin opuesto: la acumulación egoísta y la opresión jerarquizada. El mayor peligro de esta falacia no es solo que pasma en una acción inofensiva a quienes pretenden oponerse al sistema, sino que los hace involuntariamente sus cómplices.

3. El tercer argumento, que en este caso no se identifica tanto ligado al sentido común sino más bien a la retórica de cierta parte de las personas de ideología de izquierda, aduce que la cuestión de la intensificación del uso de las NTIC no sería una problemática central o principal en relación a la cuestión del capitalismo, pues, supuestamente, no comprendería como su eje la cuestión de clase; siendo ese el problema principal frente al cual luchar. Pues bien, esa lectura sesgada de las contradicciones generadas por el sistema capitalista pierde de vista que la digitalización de la vida está causando, por un lado, el reemplazo de puestos de trabajo humano por maquinas (desempleo) y, por otro, una mayor precarización de las relaciones de trabajo que se disfrazan de distintas formas de vinculación comercial (emprendedurismo, trabajo freelance, trabajo ocasional, entre otros), en los que se desdibuja la relación contractual y se vulneran los derechos laborales y las garantías sociales que le son correspondientes. Además, estas tecnologías han favorecido la desregulación laboral tras la supuesta ventaja del teletrabajo o trabajo en casa, que tiende a difuminar y a ampliar la jornada laboral o, cuando esto no sucede, se aplica para una mayor vigilancia de las y los trabajadores, efectivizando un seguimiento y control de sus rutinas de trabajo, auspiciando la rutinización, mecanización y automatización de tareas, en aras de la mayor productividad o, en otras palabras, el uso de la tecnología para hacer más eficiente la explotación de la fuerza de trabajo en términos tanto individuales como colectivos. Así, las NTIC se convierten en una pieza clave fundamental para la acumulación de capital en la actualidad. Y esto sin mencionar la generación de nuevos empleos en el rubro específicamente tecnológico en los que se podrá vincular a la clase obrera; trabajos que van desde operario en línea de ensamblaje de artefactos tecnológicos, etiquetador de imágenes para entrenar inteligencia artificial o repartidor de mercancías en bicicleta; nuevos y numerosos gremios de la clase trabajadora del siglo XXI (que lejos, cada vez más lejos, está de la promesa del programador de videojuegos, el youtuber/influencer o el criptoinversionista; todas ilusorias fantasías para captar incautos).

4. También resulta un argumento de legitimación aquel que, sin esbozar idea alguna en favor de la digitalización de la vida, se esmera por negar cualquier posicionamiento critico desde la base de cuestionar a las personas que ensayan tales criticas; cuestionamiento que se funda en el uso de algunas de estas tecnologías: para poder criticar, primero tienes que dejar de usarlas, dicen. Aducen que hay un contrasentido entre el uso y la crítica simultáneos, y terminan proponiendo un absoluto insensato de todo o nada. Pero, será cierto que las únicas dos opciones frente al avance de las tecnologías sean las de incorporar cada una de ellas y aceptar acriticamente su intensificación y la digitalización de la vida, por un lado, o no hacer uso de absolutamente ninguna de estas tecnologías, por el otro? Tampoco se trata de prohijar un punto medio pusilánime e incoherente sino, justamente, de asumir un compromiso por la desdigitalización de la vida, es decir, abonar colectivamente a la construcción de un marco de acción crítico frente a la problemática. No es lo mismo hacer uso de un grupo de whatsapp para organizar la participación en una jornada de lucha, o para difundir la búsqueda de una persona desaparecida o ilegalmente capturada por la policía, que hacerlo para reenviar noticias falsas, bromas de contenido racista o misógino, o publicidad que fomente el consumo. No es lo mismo acceder a plataformas informativas alternativas para leer noticias que no circulan por medios hegemónicos que scrollear por horas en Instagram o Tik Tok. La lista de ejemplos es extensa, pero no apunto con ella a proponer un listado de lo que está bien y lo que está mal. Más bien, creo relevante reconocer que, en el estado de situación en el que nos encontramos, la desdigitalización puede empezar ahora por una acción consciente que busque boicotear la intensificación de la digitalización, con lo cual fomentemos usos de las NTIC que activen la critica desde adentro, al tiempo que fortalecemos los vínculos y encuentros entre quienes estemos dispuestos a seguir cuestionando el orden imperante, a seguir reconociendo que la mayor parte de los mensajes que ayudamos a hacer circular por internet no son necesarios, que nos cansamos de aquellos que se vanaglorian de cambiar de celular cada año o de hacer de su intimidad un show lastimoso y muy poco original. Así, de a poco, podremos darnos cuenta de los beneficios de desdigitalizarnos, y veremos que somos cientos o miles quienes estamos levantando la cabeza y despegando los ojos…eso aumentará nuestra capacidad para inventar nuevas acciones del boicot. En resumen, no hay que empezar por dejarlas para poder criticarlas; más bien funciona al revés.

5. Por último, pero no menos relevante dada su capacidad de inmovilización, un argumento que ayuda a que la digitalización de nuestras vidas siga su rumbo es aquel que indica que es imposible pensar otra cosa; que ya todo está perdido y, además, que la tecnología ya ha creado una ventaja que resulta insuperable; pues sus dispositivos nos tienen totalmente cooptados. Así de amplio es tanto el alcance del argumento como la capacidad que le atribuye a la acción de opresión. Desde luego, ante la grandilocuencia del ya todo está perdido y no hay nada que podamos hacer, mal haríamos en oponer un contraargumento pomposo como basta con que nos unamos para derrotarlo porque simplemente querer es poder. Pues no, así no va a funcionar. Es un hecho que el avance del capitalismo digital encontrará su limite en el agotamiento de los recursos del planeta. La acelerada expoliación del planeta por el extractivismo que requieren las NTIC es insostenible en el mediano plazo. No es verdad que la digitalización de la vida nos pueda seguir oprimiendo eternamente. Por ello, creemos necesario impulsar con paciencia un llamado a la acción perseverante, que parta en lo inmediato del análisis realista de la situación actual, y no pretenda iniciar la lucha por el final. Por lo mismo, creemos imperativo proyectar acciones que busquen modificar las condiciones actuales del avance opresivo, en este caso, del espectro de digitalización de la vida, sabiendo que la efectiva materialización del cambio total no hace parte de lo previsible en el corto plazo; pero que eso, precisamente, hace más urgente la acción organizada. En otras palabras, no podemos pensar en empezar por discutir cómo hacemos para que todo el mundo deje de mirar por horas y horas su celular, o las medidas para derribar en el corto plazo la capacidad disciplinadora y fragmentadora de las NTIC, ni mucho menos cómo serán las NTIC que se circunscriban a un modo de vida postcapitalista. Hoy el objetivo es más pequeño, pero no por ello menos significativo. Hoy el primer paso consiste en moldear y difundir el abordaje crítico ante la digitalización y en promover y fortalecer la acción del boicot frente a su intensificación desmesurada.

Nada de esto se completa con un escrito, ni mucho menos puede basarse en pensamientos individuales. Por ello, abono a este andar, necesariamente colectivo, algunas de las ideas que he podido madurar entre las conversaciones con quienes venimos pensando y masticando esta angustia, contemplando algunos de los comportamientos naturalizados por la digitalización de la vida que vemos o realizamos, con la esperanza de imaginar formas de revertirlos, partiendo por cuestionarlos. El propósito apunta a construir acciones a implementar, ejemplos a seguir o ideas a discutir, para seguir forjando la lucha contra el destino de alienación digital que nos plantea el capital.

1. Definir espacios y/o momentos libres de conectividad. No hace falta iniciar por grandes objetivos, simplemente algunos horarios o actividades, especialmente las relacionadas con la alimentación y aquellas que implican el encuentro con otras personas.

2. Cuestionar la convergencia digital que hace que usemos el celular para cada vez mas cosas; ver televisión o cine, escuchar música, leer, tomar fotografías, grabar audios o videos, programar el reloj despertador, etc. Retomar algunos dispositivos específicos para estas actividades, como la cámara fotográfica o la radio ayuda a descentrar la presencia del celular en nuestra cotidianidad.

3. Hacer llamadas telefónicas cuando se requiera, evitando la despersonalización del intercambio social a través de monólogos en audios de whatsapp, favoreciendo la concentración en una sola actividad a la vez y prestando real atención a quien nos habla.

4. Leer libros. El formato papel no solo ayuda a la concentración, sino que favorece la introspección. No solo se trata de informase o incorporar datos (lo que alcanzamos con el formato digital) sino de habilitar las pausas necesarias para pensar (relacionar, contrastar, contextualizar) y construir conocimiento (lo que lleva tiempo y esfuerzo).

5. Eliminar las apps de organización o gestión de las actividades cotidianas. La vida no es una empresa guiada por la productividad o la eficiencia.

6. Usar dinero físico y preferir comprar, especialmente los alimentos, en los comercios cercanos. Para esto, ayuda caminar las calles del barrio, conocer lugares y direcciones y, de paso, fortalecer el sentido de ubicación, atrofiado por el uso excesivo y naturalizado de las aplicaciones de geolocalización que nos indican cómo ir de un lugar a otro, pero nos impiden ser conscientes de los trayectos, obstaculizando relacionarnos con nuestro entorno.

7. Desactivar la opción de IA prefigurada en aplicaciones y motores de búsqueda. Si vas a usarla, que sea una elección consciente. Recuerda que no siempre “lo más fácil” o lo más rápido es lo mejor; que en el capitalismo nada es “gratis” y que no es real el mito de la “nube de datos”. El uso cotidiano de la IA implica un impacto profundo en nuestro ambiente, abona al extractivismo, al uso indiscriminado de agua y al calentamiento global. Infórmate.

En síntesis, es imposible definir con certeza una guía del qué hacer. Se trata simplemente de sumar una voz más a quienes piensan que algo hay que hacer; porque es tan necesario como posible. El punto de llegada no está definido ni hay un solo camino; pero intuimos que tomar el control de nuestra atención y consciencia es un gran primer paso. El segundo, es levantar la vista para reencontranos; cara a cara y cuerpo a cuerpo, porque las tecnologías que prometen comunicarnos, al tiempo nos separan y aíslan; prometen informarnos y no hacen más que envilecernos y distraernos. Solo siendo más, compartiendo pareceres, podremos dar luz a los siguientes pasos. Vamos a disputar el sentido común, a sembrar desdigitalización y a boicotear todo lo que podamos. Que no pasen por benefactoras las corporaciones del entretenimiento que lucran con nuestra alienación, que no se confunda consumismo con bienestar, que no se pueda decir impunemente que el progreso es la virtualidad, que no pase por normal que los programadores de IA piensen por nosotres, que nadie se conforme con mantener relaciones sociales solo a través de las redes, o que se aplauda la manipulación programada (ni que siga ganando elecciones). El presente es de lucha, el futuro es nuestro.