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Estados Unidos y la OTAN: hostigar a Rusia

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Fuentes: Mundo obrero

Hace dos décadas que Estados Unidos acerca su dispositivo militar a Rusia. El abandono unilateral por Washington del Tratado INF fue la última y temeraria vuelta de tuerca, acompañado de su construcción del escudo antimisiles en Polonia y Rumanía, que puede ser transformado en un sistema de ataque.

Ese cerco militar estadounidense busca el dominio y control definitivo sobre las antiguas repúblicas soviéticas, la voladura del proyecto ruso de cautelosa reintegración del espacio soviético, y la consolidación del poder militar norteamericano en el planeta, y no renuncia, incluso, al desmembramiento de la actual Rusia.

Durante mucho tiempo Estados Unidos alegó que el despliegue de su escudo antimisiles en Polonia y Rumanía servía para prevenir un ataque a Europa de Irán o Corea del Norte. Era una grosera mentira porque el objetivo siempre fue Rusia. Ahora, Estados Unidos está evaluando incluso el despliegue de misiles de medio alcance en Europa transformando los países del Este «en trampolín para el enfrentamiento con Rusia»: Europa puede estar ante un panorama que recuerda a la «doble decisión de la OTAN» de 1979, que llevó a Estados Unidos a desplegar 108 misiles Pershing 2 en la RFA, además de 464 misiles de crucero (160 en Gran Bretaña, 112 en Alemania Occidental, 96 en Italia, 48 en Bélgica y otros 48 en Holanda) y creó una gravísima situación en el continente.

En ese cerco militar a Rusia, Ucrania desempeña una función decisiva. Washington, tras levantar la ficción (inventada por sus servicios secretos) de una supuesta movilización masiva de tropas rusas para invadir Ucrania, alega esa «amenaza» para amenazar a Moscú con severas sanciones económicas y otras acciones. Rusia ha negado las informaciones difundidas por el Departamento de Estado sobre supuestas concentraciones de tropas en la frontera con Ucrania, y equipara las alarmas creadas artificialmente con el clima que preparó el ataque de la Georgia de Saakashvili a Osetia del sur en 2008. En noviembre de 2021, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, denunció que diez bombarderos estratégicos estadounidenses ensayaron un ataque con armas nucleares contra Rusia, desde el oeste y en oriente, durante los ejercicios militares Global Thunder. En ese mismo mes, aviones militares norteamericanos realizaron más de treinta vuelos en las cercanías del espacio aéreo ruso, mientras proliferaban las acusaciones occidentales sobre la preparación de un ataque ruso a Ucrania, que Moscú considera el pretexto urdido para justificar el despliegue de más fuerzas militares de la OTAN en las fronteras rusas. Añadiendo alarmas y presión sobre Moscú, el Washington Post publicaba el 3 de diciembre de 2021 un documento de los servicios de inteligencia estadounidenses según el cual Rusia prepara un contingente de 175.000 soldados para «invadir Ucrania a principios de 2022», información confirmada después por la Casa Blanca.

Pocos días después, cazas rusos siguieron a aviones de guerra estadounidenses y franceses que volaban en el Mar Negro cerca del espacio aéreo ruso. En ese escenario de agitación y fakenews, los servicios secretos ucranianos filtraron a los medios de comunicación que Rusia ha desplegado casi cien mil soldados en la frontera común y que se dispone a atacar Ucrania a finales de enero o principios de febrero de 2022. Ni Estados Unidos ni Ucrania han sido capaces de mostrar una imagen de ese supuesto y enorme contingente militar ruso desplegado. Lanzando gasolina al fuego, Zelenski acusó a Rusia de estar tras un intento de golpe de Estado que iba a tener lugar el 1 de diciembre de 2021, y que supuestamente habrían desarticulado los servicios de seguridad ucranianos. Zelenski no facilitó información para avalar la grave acusación, revelándose como otro espantajo más para incrementar la tensión en la zona del Mar Negro: todo huele a intoxicación. Poco después, el Alto Representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, emitía un comunicado exigiendo a Moscú que dejase de enviar ayuda humanitaria al Donbás, arguyendo que «agravaba el conflicto». Borrell no hizo ninguna mención a la utilización por Ucrania de drones turcos para atacar, en una violación flagrante porque su uso está explícitamente prohibido en los acuerdos de Minsk, ni tampoco al aumento de tropas ucranianas en el límite con el Donbás.

Aunque ha cedido la tensión en la frontera polaco-bielorrusa por la llegada de refugiados de Oriente Medio, Anthony Blinken ha llegado a afirmar que la crisis migratoria en la frontera polaco-bielorrusa era un plan urdido por Putin y Lukashenko para desviar la atención de la masiva movilización de tropas rusas en la frontera con Ucrania. En perfecta coordinación con las acusaciones de Washington y Bruselas, la agencia Bloomberg llegó a publicar un supuesto plan de ataque ruso a Ucrania desde tres puntos: Crimea, la frontera sur rusa y Bielorrusia. Estados Unidos quiere mantener un cinturón de inestabilidad en la periferia rusa, y la revuelta de Kazajastán es otro aviso.

Cuando terminaba 2021, el secretario del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional de Ucrania, Alexéi Danílov, declaró, como si levantara acta notarial, que no se veían signos de «ninguna amenaza de agresión abierta por parte de Rusia», aunque en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de los países de la OTAN, en Riga, Stoltenberg aumentó las alarmas afirmando que los países miembros «deben prepararse para lo peor en Ucrania», acusando a Rusia de «preparar una incursión militar». A su vez, Putin alertó sobre la posibilidad de que la OTAN instale misiles en Ucrania, lo que dejaría a Moscú a menos de diez minutos de recibir el impacto de un ataque nuclear.

En la primera sesión del Consejo Ministerial de la OSCE, Lavrov, tras su tensa entrevista con Blinken, denunció que la OTAN ha rechazado las propuestas de Moscú para evitar incidentes peligrosos mientras continúa acercando su dispositivo militar a las fronteras rusas. Pese a ello, en la conversación telefónica entre Biden y Putin del 30 de diciembre de 2021, el presidente norteamericano exigió que Rusia «retire sus tropas de la frontera ucraniana» y que Estados Unidos «respondería a una invasión con las más duras sanciones desde 2014». Biden aseguró que «Estados Unidos no tiene intención de desplegar armas ofensivas en Ucrania», aunque Estados Unidos y Rusia definen de forma distinta el concepto de «armas ofensivas». Putin exigió que la OTAN no incorpore a Ucrania y paralice su expansión, y que Estados Unidos y sus aliados no desplieguen armamento ofensivo en las antiguas repúblicas soviéticas.

La conversación de Biden y Putin apenas sirvió para que Estados Unidos continuase gesticulando con el peligro del «expansionismo ruso», mientras Rusia planteó ante la hipotética mesa de negociaciones la exigencia de que Ucrania no se incorpore a la alianza occidental y que tanto la OTAN como Estados Unidos retiren su dispositivo militar de las fronteras rusas: es una evidencia que Estados Unidos lleva equipos y tropas cerca del territorio ruso, y no al revés. Días después, Putin afirmó que Rusia respondería al nuevo despliegue militar estadounidense y de la OTAN en las fronteras rusas, y criticó la belicosidad de Estados Unidos recordando que «destruyó Yugoslavia e Iraq e invadió Siria» sin ningún derecho a hacerlo y sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU.

Rusia ha propuesto formalmente a Estados Unidos y la OTAN la firma de un Acuerdo de garantías de seguridad que incluya el compromiso de resolver pacíficamente las disputas, y que no realizen ejercicios militares en las cercanías de las fronteras rusas y en Ucrania, Europa oriental, Cáucaso y Asia central. También, que se excluya el despliegue mutuo de misiles terrestres de corto y medio alcance que puedan alcanzar el territorio de la otra parte. Además, Rusia exige el compromiso jurídico de la OTAN para detener su expansión y para excluir la integración de Ucrania, Georgia y otros países en la alianza occidental, y que los firmantes renuncien a emplazar armas nucleares fuera de su territorio, retornando las desplegadas en la actualidad. Para Moscú, la seguridad internacional es «indivisible», y propone que tanto Estados Unidos como Rusia se comprometan a no enviar bombarderos ni buques dotados de armamento nuclear a las proximidades del territorio de la otra parte.

Con consumada hipocresía, Estados Unidos reclama un orden mundial «basado en reglas», aunque ha violado sistemáticamente el derecho internacional y las resoluciones de la ONU, y pese a su historial bélico reciente y sus numerosas agresiones militares. Delegaciones de los dos países mantendrán contactos en Ginebra a partir del 10 de enero de 2022: Washington admite la apertura de esas conversaciones, pero es poco probable que acepte las propuestas rusas. Estados Unidos y la OTAN van a continuar hostigando a Rusia, incrementando la tensión internacional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.