Traducido para Rebelión por Aldo de Vos
¿Estamos en la víspera de la realización del nuevo Foro Social Mundial? ¿Cuál es su importancia para las luchas sociales globales hoy?
Desde que el capitalismo acentuó su tendencia por la transnacionalización y la mundialización, a partir de los años 70, se amplió no sólo el proceso de financiación de la economía, sino que se generalizó también la internacionalización de las cadenas productivas, cada vez más globalizadas. Para tener una idea, según el sociólogo argentino Atilio Borón, la estructura de poder internacional presenta, en su cúspide, cerda de 200 megacorporaciones, verdaderas liviandades modernas del mercado destructivo, cuyo poder económico es equivalente al de 182 países.
Si le agregamos las grandes corporaciones, la cosa crece mucho más. A ellas se les suman los organismos del sistema global del capital, como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y otros semejantes que, bajo la batuta del Imperio de Washington, dictan recetarios que son verdaderas sentencias de muerte para los países que vivencian la integración subordinada, desigual y sometida.
Combinando empresas, organismos y Estados, en una red poderosa, el sistema de poder dominante busca, de todas las formas, sustentarse a pesar de la destructividad global que es directamente responsable y que se estampa en la enorme destrucción ambiental, en la precariedad ilimitada del trabajo -del cual el desempleo estructural es el mayor de los flagelos- en la superfluidez creciente de las mercancías, materiales y simbólicas, en el culto al irracionalismo dominante y de los individualismos exagerados, para no hablar de forma más despreciable, de la política de guerra, modus vivendi del gobierno bushiano y su política del terror.
De esta manera, el capital global se estructura y se reproduce, lo que lleva a realizar, una vez más, el (des)encuentro de Davos, mezcla de megaempresarios y de gobiernos, de esos que mandan aquellos que compiten para aumentar su servilismo, hablando en un lenguaje que no necesita traducción simultanea.
Del otro lado del mundo tenemos el Foro Social Mundial de Porto Alegre, y el encuentro que no acepta la barbaridad ni la destrucción como la única alternativa. Es el encuentro polisémico de los hombres y mujeres que viven de su trabajo, que buscan un mundo «desmercadolarizado», donde el sentido humano y societario prevalezca contra el imperio de la mercancía-dinero. Donde la producción de bienes socialmente útiles se sobrepongan a la producción estrictamente acumulativa.
Son encuentros inconciliables y llega a ser grotesco, como lo hace el gobierno Lula, que quiere tener un pie aquí y el otro allá. Gobierno que ya se encuentra, vale decir, completamente desequilibrado y sin posibilidad de retorno.
En Porto Alegre, entonces, encontramos solidaridad, esperanza, vitalidad de los que saben rebelarse, de los que quieren la felicidad social para la humanidad. En Davos, se encuentran aquellos que se atoran de tanto acumular, deciden o son cómplices con las guerras, y que son responsables por un mundo donde millones viven en condiciones de las más disgregadas, no solo en los países llamados «Tercer Mundo», sino que también en el corazón del sistema, lo que llevó a algunos sociólogos del centro a hablar en brasilianiciación del Primer Mundo. Contra la irracionalidad instrumental desmesurada y descontrolada, otro mundo está siendo diseñado, en las luchas y acciones cotidianas, fuera de las transnacionales, de los organismos financieros internacionales, como el FMI, Banco Mundial, OMC, etc., lejos de los Estados imperiales y contra el capitalismo cuya lógica dicha neoliberal es cada vez más destructiva.
Si el Foro Social Mundial es el espacio de encuentro de los movimientos de oposición social al desorden mundial, bajo la impulsión de las luchas sociales donde se encuentra su fuerza y propulsión, es necesario, en el encuentro del 2005, que encuentre los caminos que le permitan convertir ese enorme empuje social también en fuerza política colectiva, global, imprescindible para enfrentar todas las batallas en curso en el mundo contemporáneo.