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Foro Social Mundial: de la defensiva a la ofensiva

Fuentes: La Jornada

Traducción: Ramón Vera Herrera

El Foro Social Mundial (FSM) se reunió en Nairobi, Kenya, entre el 20 y el 25 de enero. La organización, fundada como contrapeso a Davos, ha madurado y evolucionado más de lo que se percatan inclusive sus participantes. Desde el principio, el FSM ha sido espacio de encuentro de un amplio espectro de organizaciones y movimientos de todo el mundo que se definieron a sí mismos como opositores de la globalización neoliberal y del imperialismo en todas sus formas. Su lema es «Otro mundo es posible» y su estructura la de un espacio abierto sin funcionarios, voceros o resolutivos. El FSM ha estado en contra de la globalización neoliberal y el término altermundistas se acuñó para definir la postura de sus proponentes: otra clase de estructura global.

En las primeras varias reuniones del FSM, que empezaron en 2001, el énfasis fue defensivo. Los participantes, cada vez más numerosos, denunciaron los defectos del Consenso de Washington, los esfuerzos de la Organización Mundial de Comercio (OMC) por legislar el neoliberalismo, las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las zonas periféricas para privatizarlo todo y abrir fronteras al libre flujo de capital, y la agresiva postura de Estados Unidos en Irak y en todas partes.

En esta sexta reunión mundial, este lenguaje defensivo se redujo mucho: simplemente todo mundo lo dio por hecho. Y estos días Estados Unidos parece menos formidable, la OMC parece trabada y básicamente impotente, el FMI casi olvidado. El New York Times, al informar sobre la reunión en Davos este año, se refirió al reconocimiento de que hay un «viraje en la ecuación de poder» en el mundo, de que «en realidad ya nadie tiene el control», y que se han sacudido «los mismos fundamentos del sistema multilateral», lo que «deja al mundo falto de liderazgos en un momento en que es cada vez más vulnerable a los impactos catastróficos».

En esta caótica situación, el FSM representa una alternativa real, y crea gradualmente un entramado de redes cuya influencia política emergerá en los próximos cinco o 10 años. Los participantes del FSM han debatido por largo tiempo si deben continuar siendo un foro abierto o deben comprometerse a acciones políticas estructuradas y planeadas. En silencio, casi subrepticiamente, quedó claro en Nairobi que el punto no estaba más a debate. Los participantes harían ambas cosas: mantener el FSM como un espacio abierto, incluyente, para todos aquellos que desean transformar el sistema-mundo existente y, al mismo tiempo, permitir y alentar a quienes quieren organizar acciones políticas específicas, y organizarse para ello en las reuniones del FSM.

La idea clave es la creación de redes, para cuya construcción el FSM está singularmente equipado a escala global. Existe ahora una red de feministas muy efectiva. Por primera vez, en Nairobi, se instituyó una red de luchas laborales (que definió el concepto de «trabajador» de manera muy amplia). Ahora existe una red en curso de intelectuales activistas. Se reforzó la red de movimientos rurales/campesinos. Germina también una red de quienes defienden las sexualidades alternativas (que permitió que los movimientos de gays y lesbianas afirmaran en Kenya su presencia pública, algo que antes había sido difícil). Hay una red contra la guerra (preocupada en lo inmediato con Irak y Medio Oriente en lo general). Hay también redes funcionales en ámbitos específicos de lucha: por el derecho al agua, contra el VIH/sida y por los derechos humanos.

El FSM también genera manifiestos: el documento conocido como Llamamiento de Bamako, que expone toda una campaña contra el capitalismo; un manifiesto feminista, que cuenta ahora con un segundo borrador que continúa evolucionando; un manifiesto laboral que acaba de nacer. No hay duda de que habrá otros manifiestos mientras continúe el FSM. El cuarto día de la reunión se dedicó esencialmente a las reuniones de estas redes, y cada una de ellas decidía qué tipos de acciones conjuntas podrían emprender, a nombre propio, pero dentro del paraguas del FSM.

Finalmente, se prestó atención a lo que significa hablar de «otro mundo». Hubo discusiones y debates de mucha seriedad acerca de lo que queremos significar con el término democracia, quién es trabajador, qué es la sociedad civil, cuál es el papel de los partidos políticos en la construcción futura del mundo. Estas discusiones definen los objetivos, y las redes son una buena parte de los medios por los cuales podrán realizarse estos objetivos. Las discusiones, los manifiestos y las redes constituyen la postura de ofensiva.

Esto no significa que el FSM no tenga problemas internos. Sigue siendo real la tensión entre las organizaciones no gubernamentales más grandes (cuyas sedes y fuerza están en el norte, y que respaldan al FSM pero se presentan en Davos) y los movimientos sociales más militantes (particularmente fuertes en el sur, pero no únicamente). Se reúnen en un espacio abierto, pero las organizaciones más militantes controlan las redes. El FSM semeja a veces una tortuga lenta y pesada. Pero en la fábula de Esopo, la veloz y fulgurante liebre de Davos perdió la carrera.