Humo blanco. Tradicional señal de la Capilla Sixtina para anunciar la elección colegiada de un nuevo pontífice. La alegoría no es fortuita, aunque sí involuntaria: como Hugo Chávez (e.p.d.) profiriera en una intervención ante la ONU inmediatamente después de la participación de George W. Bush: «¡Huele a azufre!». En la histórica sede del cónclave apostólico, […]
Humo blanco. Tradicional señal de la Capilla Sixtina para anunciar la elección colegiada de un nuevo pontífice. La alegoría no es fortuita, aunque sí involuntaria: como Hugo Chávez (e.p.d.) profiriera en una intervención ante la ONU inmediatamente después de la participación de George W. Bush: «¡Huele a azufre!». En la histórica sede del cónclave apostólico, los 115 cardenales ataviados con su beatífica capa roja juran absoluta confidencialidad en torno a las deliberaciones intramuros. Acaso el mismo procedimiento ritualístico que precede a la selección de los jefes de Estado en los cónclaves no oficiales de las cúpulas corporativo-empresariales, aunque acá sin la anuencia de la «guía divina». Un tal Jorge Mario Bergoglio se erige con el triunfo. Argentino de ancestros italianos, se rumora. Primer papa no europeo en mil 300 años, se presume. Las quinielas yerran. Por vez primera en la historia dos santidades serenísimas compartirán los sagrados aposentos del Estado Pontificio: el emérito ilegítimo, Benedicto XVI, y el electo legítimo, Francisco (aún incierto si le anexionan el número «I» romano). Más que una dirigencia paralela, una concesión a las demandas de ciertos sectores que urgen modernizar a la Iglesia: para tal fin, la curia romana ordenó seguir la moderna usanza habitacional de los «roommates». Felizmente se pronostica que la relación será tersa. Y es que en lo relativo a las filiaciones políticas ambos tienen harto en común: al teutón (¿o ario?) se le identifica con las huestes juveniles nazis, al ítalo-gaucho con el antiguo régimen militar de Rafael Videla. La cuña, para que apriete, debe ser del mismo palo: ¡Habemus Papam!
La mano de dios
Como buen argentino, y anticipadamente con la mira puesta en el papado, Francisco se encomendó a la única religión que no acepta agnósticos en la Argentina: el fútbol. No por nada es socio credencializado del club San Lorenzo de Almagro. Interprétese como una ayudadita para amasar simpatías, o más exactamente como un trampolín para alcanzar su máximo sueño: a saber, igualar en divinidad a Diego Armando Maradona, quien presume ser el legítimo tenedor terrenal de la mano de dios.
La mano invisible
En el argot de la economía clásica, la mano invisible representa una suerte de fuerza esotérica inherente a la economía moderna o el mercado. A la manera de un acto divino, la mano invisible actúa sin la intervención o mediación del hombre. Es como el espíritu santo, que con métodos discrecionales, inescrutables como los caminos del señor, desciende de los cielos para embarazar a las vírgenes elegidas. La reconocida capacidad gestora-administrativa de Francisco hace sospechar que su suerte fue decretada por una de esas fuerzas misteriosas e impersonales que rigen los asuntos de la economía moderna.
La mano negra
Una de las hipótesis en torno a la elección de Jorge o Francisco o Francisco I para el cargo de sumo pontífice, refiere a un fenómeno creciente en América Latina: la conversión masiva a otras religiones o credos. Se especula que el nombramiento de un latinoamericano tiene como finalidad contener la ola de conversiones en la región que concentra la población católica más nutrida del mundo -cerca del 42 por ciento. En suma, se estima que la iglesia echa mano (negra) de un cardenal argentino para frenar el estallido de conversiones, poner en marcha una política de reevangelización regional, y revitalizar la transferencia de riquezas provenientes de la América católica (¿remedo tardío de las antiguas reformas borbónicas?).
La mano peluda
La dimisión de Joseph o Ratzinger o Benedicto XVI está vinculada, según el propio alemán, a su falta de vitalidad para enfrentar los escándalos que rodean a la iglesia, específicamente los relativos a abusos sexuales. Se desconoce si el nuevo papa gaucho cambiará de dirección en lo que se refiere al flagelo pedofílico rampante en la iglesia católica, o continuará la política de encubrimiento y la eterna indulgencia que envuelve las voluptuosas historias ocultas de la mano peluda.
Fuente: http://lavoznet.blogspot.com/2013/03/francisco-o-la-mano-de-dios-o-la-mano.html