GAZPROM, L’arme de la Russie,
Por los periodistas Valery Paniouchkine y Mikhaïl Zygar (ACTES SUD, 2008. Francia. Editor original: Zakharov, Moscú, 2008)
Tiempo hace que no me sumergía en la lectura de un libro monográfico sobre Rusia, desde que publicara en Información Comercial Española (nº 563, febrero de 1984) el comentario al libro La Cleptocratie. La Délinquence en la URSS (Ed. La Table Ronde. Paris, 1984). Libro de denuncia periodística también, con carácter general entonces; aplicado a la industria del gas, ahora. En treinta y cinco años, muchos han sido los cambios, y la URSS se ha desgranado en varias repúblicas independientes, quedando Rusia como la principal. El comunismo se desmoronó allí y se abrió paso una forma de economía de mercado, inicialmente con maneras salvajes y un extraordinario coste para la población que pagó con una importante reducción en la esperanza de vida. No nos vamos a entretener aquí en recordar esta historia, que puede seguirse leyendo el libro de divulgación histórica CAMARADAS. Breve historia del comunismo, del historiador Robert Service Ediciones B, S. A., Barcelona, 2009, que en casi setecientas páginas la resume en forma ligera. También puede consultarse Capitalismo, comunismo y coexistencia, por J. K. Galbraith y Stanislav Menshikov (véase mi comentario en SYN@PSIS N.º 39, marzo-abril 2009), y para el período más reciente, con perspectiva económica, el libro de Jacques Sapir Le nouveau XXI siècle. Du siècle américaine au retour des nations (véase mi comentario en SYN@PSIS N.º 40, mayo-junio 2009).
Una advertencia previa me parece imprescindible: El lector que no lea este libro con precaución, que no lo lea y relea con cautela, se verá envuelto en la atmósfera creada por estos periodistas con la técnica de desplazarse por la cronología de los hechos adelante y atrás sin respetar su concatenación, amagando algunas incoherencias y dificultando la comprensión de los acontecimientos en su justa medida. Descontextualizando los hechos, separándolos y reinsertándolos en otro lugar, hacen creer lo que no es e incluso lo que no dicen apodícticamente, por lo que no mienten. Añadamos la ausencia de rigor en todo aquello que es lo más relevante y el entretenimiento al que arrastran al lector con los fuegos de artificio de acontecimientos interpretados a la luz del efecto mediático y no del rigor y exigencias de la lógica. Los autores no profundizan ni en las causas ni en los mecanismos ni en los protagonistas. Unas pinceladas, combinadas con técnica narrativa de acción para dar mayor sensación de importancia a lo que dejan en suspenso que a lo efectivamente escrito. Advertido el lector, el libro tiene su interés, particularmente por el extraordinario papel geopolítico que tiene la industria del gas para Rusia y por la voluntad recobrada de ser una gran potencia, como se deduce del uso estratégico que está haciendo el Primer ministro (y ex-presidente) Putin y el Kremlin una vez conseguido el dominio sobre Gazprom (abreviatura de Gazovaïa Promychmennost, traducible por «industria del gas»), una vez recuperada buena parte de la propiedad dispersa entre una maraña de sociedades intermedias que los autores nos dan a conocer. Ellos mismos nos dirán, hacia el final del libro, que Gazprom posee el 68% de las reservas probadas de gas en Rusia, con una capacidad de producción demostrada de 620 mil millones de metros cúbicos.
Con sus idas y venidas, el libro nos da una primera idea de la evolución de la propiedad del negocio del gas en Rusia y de su recuperación por el poder político, fundamentalmente a partir de la entrada de Vladimir Putin en la escena política como Primer ministro, que sería el vértice giratorio tras el mandato de Eltsin. El libro nos introduce con unas pinceladas históricas desde la construcción del primer gasoducto (Saratov-Moscú), bajo la responsabilidad de Lavrenti Beria, encargado también de la fabricación de la bomba atómica soviética, y fusilado después (parece renovarse la polémica en torno a él y su relación con Stalin, a beneficio del FSB, antiguo KGB, con la intención de Putin de darle una imagen algo humanista, señalar la continuidad de la URSS a través de Rusia y dar señal de que Rusia es una gran potencia nuclear. Un reciente artículo nos pone al día: Staline, Beria, le grand retour, por las politólogas y criminólogas Hélène Blanc y Renata Lesnik, en DIPLOMATIE N. º 39). Seguirán: el acuerdo de Nikita Kruschev con Erico Mattei, presidente del ENI italiano, en 1960 y el acuerdo de Breznev con Willy Brandt, «gas a cambio de tubos», en 1970, que daría lugar, en 1973 al inicio de transporte de gas. Tras estas breves referencias, el libro profundiza en el período que comprende tres Presidencias de Gazprom: la de Victor Thernomyrdine (lo fue hasta 1992), seguida de la de Rem Viakhirev y la de Alexandre Miller; mencionando apenas su relevo por Victor Zoublov (ex-Primer ministro), en junio de 2008, por obvias razones de la fecha de edición. Puestos a simplificar, podríamos decir que los autores presentan a Tchernomyrdine como el bueno, a Viakhirev como el malo y a Miller como obediente funcionario de un Putin opaco, del que no sabremos cómo accede al poder, dejando aparte el hecho de su nombramiento por Eltsin, sin que podamos saber cuáles eran sus apoyos ni comprender los mecanismos (o intrigas) que le hacen ascender.
De la fuerza geoestratégica del gas ruso nos dan cuenta los autores, señalando la dependencia de Finlandia al 100 por 100, Bulgaria y Eslovaquia al 90 por 100, Grecia al 80 por 100, Austria al 75 por 100, Alemania al 45 por 100 (en p. 286 dirán 40 por 100), Italia al 25 por 100 y Francia al 21 por 100 (en p. 286 dirán 25 por 100). Gazprom produce 800.000 millones de metros cúbicos, el 20 por 100 del gas mundial. Las tuberías de Gazprom sobre territorio ruso alanzan los 156.000 Km. (160.000 Km., dirán en p. 30). Tras el fracaso de Gorbachev, valorado por su oratoria más que por su determinación y dominio de la evolución política de la URSS, Eltsin se convirtió en Presidente de una Rusia (la URSS desparece «de jure» en diciembre de 1991) que tuvo que pactar con Ucrania y con Bielorrusia, perdiendo un tercio de sus yacimientos, un tercio de sus gaseoductos y una cuarta parte de la potencia de sus estaciones decomprensión. Las privatizaciones comenzaron y con ellas aparecieron hombres de negocios que se enriquecieron enormemente. La privatización de Gazprom se encargó a Piotr Mostovoï, adjunto del ideólogo de las privatizaciones, Anatoli Tchoubaïs, (en 1996 dirigió la campaña de Eltsin), según él Gazprom quedaría a salvo de las privatizaciones por razones técnicas: la integración de los cuatro océanos de gas y los 12 gasoductos no podían existir independientemente. Tchernomyrdine, pudo preservar la condición de monopolio y que no se pudieran vender las acciones sin acuerdo de la dirección.
El de Eltsin es un período enmarañado de desvalijamiento de las propiedades estatales, dándonos a entender que los beneficiarios estaban alrededor del poder, destacando la camarilla de su hija, su yerno y el empresario Berezovski. En cuanto a Gazprom y sus dirigentes, que bien pudiéramos asimilar al concepto galbraithiano de tecnoestructura, hubo reparto de acciones, sobre todo en sociedades intermedias para la distribución y exportación, que hicieron ricos a Viakhirev y a otros ejecutivos que ostentaban, a beneficio propio, la representación de intereses supuestamente públicos. Un Estado con las arcas vacías («raros eran aquellos que, a excepción de Gaïdar, sabían que las reservas de oro del país habrían podido caber en una sola maleta» ver p. 38), con los almacenes vacíos de productos («no quedaban mas que dos semanas de reservas de alimentos.» Ibídem), y una empresa, Gazprom, con capacidad de ingresar por las exportaciones, mueven al gobierno de Gaïdar a autorizar a las empresas del gas y a las petroleras a domiciliar en cuentas exteriores el 38% de sus ingresos en divisas, para comprar productos alimentarios que luego se venderían a precios libres. A poco que uno reflexione sobre las maneras de organizar la financiación del Estado con recursos provinentes de Gazprom, que suministraba gas sin cobrar, a cambio de su autonomía del poder, se percata de lo mal instrumentada que estaba, que obligaba a la amenaza de confiscación de parte de sus bienes por impago de impuestos, sin que después se pudiera ejecutar por las deudas contraídas por impago del gas suministrado. Gazprom se iba fortaleciendo como conglomerado, con su propio banco (Gazprombank), con su empresa de medios de comunicación Gazprom-Media, que pertenece a Gazprombank y que en el año 2001 se hizo con la cadena de televisión NTV, que pertenecía al oligarca Vladimir Goussinski), con sociedades mixtas para la exportación (Gunvor, de la que se dice en el libro que exporta todo el gas de Gazprom y que uno de sus propietarios es un amigo personal de Putin, Gennadi Timtchenko) o para explotar yacimientos, etcétera, pero sin que quede muy clara la manera en que todo eso se ejecutaba conforme a derecho y a los intereses del Gobierno, en una mezcla entre las necesidades financieras del Estado, el enriquecimiento personal de funcionarios y políticos hasta el más alto nivel, la participación de recientes hombres de negocios surgidos de la liberalización y de las privatizaciones, que participan en algunas de las sociedades creadas, a veces en el extranjero.
El ascenso de Putin es uno de los puntos clave peor tratados en el libro. Tal vez se nos haga extraño por la falta de contacto con otras formas de ejercicio del poder, pero, así y todo, la ascensión de Putin desde la defensa de su tesis en el Instituto de Minas de Leningrado, pasando por el Comité de relaciones económicas exteriores de Leningrado, hasta alcanzar la jefatura de los servicios secretos FSB (antes KGB) y ser elegido para Primer Ministro, es un recorrido que merece una explicación que los autores no dan. ¿Cómo llega a destacar entre otros?, ¿Cuáles son sus apoyos? ¿Quiénes lo proponen?¿Qué intereses representa? Si hay razones de riesgo personal para los autores, como en algún momento señalan y no pueden decir según qué, tal vez hubiera sido mejor no escribir el libro, en lugar de dejar tantos cabos sueltos y ser tan imprecisos. Sin embargo, es precisamente a partir de la entrada en escena de Putin y de sus colaboradores (principalmente, el actual presidente ruso Medvedev y Miller) que la acción política en torno a la industria del gas se va aclarando y se perfila lo que podíamos considerar una línea estratégica de actuación estatal para aprovechar las reservas rusas de gas y la red de gaseoductos construidos, que permiten someter a otras empresas extractoras de gas en Rusia, como Surgutneftegaz, Lukoil, Rosneft, TNK-BP Nortgaz y Novotek (p. 339), así como el desarrollo de esta industria que requería ya nuevas e importantes inversiones para descubrir nuevos yacimientos ( Zapoliarnoié y, desde otoño de 2007, Youjuorousskoié) y construir nuevos gaseoductos (como el bautizado South Stream, que ha de llevar gas de Rusia y de Azarbayan a Europa atravesando el Mar Negro y Turquía, y que, como señala una información reciente -véase Le Figaro, 14-15-16 de agosto de 2009- avanza en las negociaciones y ha incorporado a Italia, además de Austria que comparte la plataforma gasística de tránsito centroeuropeo, Baumgarten, a través de una joint-venture de la empresa austriaca OMV y Gazprom).
Dr. Fernando G. Jaén Coll., Profesor Titular Universitat de Vic.
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