Traducción Susana Merino
Sesenta millones de chinos, la mayoría campesinos están siendo víctimas de la más grave sequía ocurrida en la región desde hace entre cincuenta y cien años, según las zonas. Más allá de su impacto social se plantea el problema de cuales son las causas de este fenómeno que acosa igualmente a Tailandia, Laos y Vietnam.
En cuclillas en medio de su campo, Zhong Min ya no reconoce su valle. En esta estación los espejos de agua de los arrozales inundados debían brillar al pie de las montañas. Pero el paisaje no es ahora más que una extensión de bloques de tierra seca: «No ha caído ni una gota de agua desde hace cuatro meses» testimonia, impotente el viejo campesino. Ante una previsible penuria de agua, sus vecinos y él habían intentado por lo tanto limitar la roturación , renunciando a cultivar arroz y reemplazándolo por el maíz. Pero «nunca imaginamos que la situación sería tan grave. Actualmente lo hemos perdido todo».
Su pueblo Jiu Ming se sitúa al oeste de Guangxi a unos 150 km de la frontera vietnamita. Junto a Guizhou y a Yunnan, es una de las provincias chinas más afectadas por la sequía que se mantiene desde setiembre. Es la peor desde hace entre cincuenta y cien años, según las zonas con una población de 60 millones de habitantes sufre la penuria del agua, a 20 millones les falta el agua potable, afirman los medios locales y la agencia de prensa nacional Nueva China.
En la provincia de Guizhou, a 86 de las 88 ciudades les falta el agua y en el mundo agrícola las pérdidas directas llegan ya a los 23,7 mil millones de yuans (2,6 mil millones de euros aproximadamente) según el ministerio chino de agricultura.
Un puñado de expertos investiga el amarillento panorama
Como la mayoría de los campesinos de las zonas pobres, Wang Fang no dispone de ningún seguro privado. Sus únicos ingresos proceden de un huerto de mangos que está por desaparecer. Luchando desenfrenadamente contra la evaporación, pasa sus días transportando dos baldes de agua, que llena en la zona baja, por la fuerte pendiente en donde crecen sus árboles. A pesar de la ayuda de sus hijos de 7 y 10 años, no logra regarlos lo suficiente, dado que el débil curso de agua del que depende su esperanza de salvar la cosecha, se está agotando rápidamente.
Frente a esta situación, las autoridades se han movilizado. Sobre la sinuosa ruta que vincula dos pueblos de montaña, una columna de rutilantes vehículos 4×4 ha estacionado en el polvo. Un puñado de «expertos» como se los llama examina el amarillento paisaje. Dichos cuadros del partido local recorren ordenadamente el cantón para «evaluar las necesidades y llevarles asistencia a los habitantes» explica el responsable del grupo. A una distancia respetable los campesinos paran la oreja. Hace días que ven pasar camiones de bomberos llenos de tubos y de poderosas bombas de agua. Esta vez esperan que la ayuda les llegue a ellos.
La ayuda mutua está resueltamente alentada por los medios del Estado .
Sobre el total de la zona afectada, cuya superficie es mayor que la mitad de Francia han sido desplegados varios miles de militares. Se han cavado pozos, se ha organizado la distribución de agua potable de la que carecen unos 18 millones de habitantes. Una asistencia en la que también colaboran los habitantes más afortunados que todavía tienen acceso al agua.
«Ayer, los del pueblo de enfrente han venido con 10 caballos a verter agua en nuestro reservorio» testimonia Zhong Min, dividido entre su deber de solidaridad y su temor creciente a medida que se van agotando las reservas de su aldea
La ayuda mutua es auspiciada por los medios del Estado que desde hace semanas multilican los reportajes en las regiones más afectadas. Entre las imágenes que más han golpeado a la gente: son las que muestran a personas ancianas recogiendo, para alimentarse, hierbas silvestres que habitualmente se dan a los cerdos,
Es la tercera sequía en tres años
«En estas circunstancias, uno se da cuenta en qué medida el agua es un tesoro» afirma una habitante de Mile, en Yunam, que además detalla como el reciclaje se ha impuesto por si mismo a los habitantes: «El agua que utilizamos para lavarnos sirve inmediatamente para lavar la ropa y luego se la damos a los animales…»
Este déficit de precipitaciones que llega al 50% desde setiembre, se explicaría por una combinación de varios factores. Más allá de la variabilidad pluviométrica natural, muchos invocan un origen antrópico. Según Zhang Junfen de la ONG Green Earth Volonteers, esta situación es uno de los signos del cambio climático, «del calentamiento global»
Mencionando la «fuente de los glaciares del Tibet» que intervienen en el equilibrio hidrográfico de la región, señala que el déficit de agua «que comenzó hace ya diez años está convirtiéndose en estructural» Una tendencia a la sequía que confirma Wang Fang: «Es la tercera sequía en tres años» se lamenta la agricultora.
La sequía habría reducido a la mitad la producción de jebe(1), de té y de flores. Otros apuntan a una más directa influencia del hombre sobre el equilibrio climático, especialmente a la recurrencia cada vez más masiva a técnicas tendientes a provocar precipitaciones artificialmente. En 2009 fueron utilizadas en un tercio del territorio chino, según cifras del Cotidiano del pueblo
El diario numérico Caixing menciona como factor agravante la urbanización irracional y para el ecologista Zhang Junfen el sur del país es víctima de la escasa infraestructura de riego y de almacenamiento de agua: «Los habitantes extraen agua directamente de las fuentes disponibles, ríos y lagos, en la medida de sus necesidades. Recursos antiguamente abundantes pero que se agotan». Una disminución cuantitativa pero también cualitativa, puesto que las fuentes se hallan cada vez más contaminadas y por lo tanto a menudo no son aptas para el uso agrícola.
Pero por ahora muchos habitantes tienen además otras preocupaciones porque la sequía que habría reducido a la mitad la producción de jebe, té y flores según la agencia Nueva China, ha provocado inflación en alimentos más indispensables como las legumbres cuyos precios se ha cuadruplicado en Guizhou. De modo que cerca de los 60 años y por primera vez en su vida
Zhong Min, que vendió siempore el arroz a 20 centavos de euro el kilo, ha debido comprarlo:»al doble de caro, con el dinero que me mandan mis hijos» confiesa con lágrimas en los ojos
Nota:
(1) Jebe, árbol del caucho
Sylvain DULAC, en Jiu Ming (Guangxi, China)
La Croix, 05.04.10