La Guerra híbrida es la mejor definición para los conflictos modernos, cubriendo una combinación de la guerra irregular, terrorismo y crimen organizado para lograr objetivos políticos. David J. Kilcullen coronel australiano (ret.), asesor del Departamento de Defensa de Estados Unidos y ayudante del general David Petraeus, ISAF. En los inicios del tercer milenio, más concretamente […]
La Guerra híbrida es la mejor definición para los conflictos modernos, cubriendo una combinación de la guerra irregular, terrorismo y crimen organizado para lograr objetivos políticos.
David J. Kilcullen coronel australiano (ret.), asesor del Departamento de Defensa de Estados Unidos y ayudante del general David Petraeus, ISAF.
En los inicios del tercer milenio, más concretamente durante la mañana del 11 de septiembre de 2001, el mundo despertó ante las sobrecogedoras y terribles imágenes del ataque simultáneo sufrido por los Estados Unidos, a manos de militantes de la red terrorista Al Qaeda («La Base» en su traducción del árabe original). No sólo eso: dentro del plano militar, el concepto de guerra clásica -Ejército «1» frente a Ejército «2», ambos radicados en Estados Nación-, desapareció totalmente dando paso al conflicto conocido como «Guerra Híbrida», que se analiza a continuación. La invasión de Afganistán iniciada por la OTAN bajo el liderazgo del país atacado (los mencionados Estados Unidos de América), mostró a sus altos mandos, desde el inicio de la contienda, que no se hallaban ante una confrontación corriente. El enemigo se visualizaba bajo dos vertientes, siendo la primera de ellas, una organización terrorista enmarcada dentro del fundamentalismo islámico, surgido según especialistas desde el año 1979 por tres acontecimientos puntales en la historiografía moderna del conocido como mundo árabe-islámico: la revolución de febrero de dicho año en Irán -con la consiguiente caída del Sha Reza Pahlevi, aliado de Occidente, y la sustitución de la Monarquía Imperial por una República teocrática bajo los auspicios del clérigo Ruhollah Khomeini-; la toma de la Gran Mezquita de la Meca en abril -siendo este lugar el más sagrado para los creyentes musulmanes, dicho asalto fue pertrechado por fundamentalistas que consideraban a la gobernante casa de Saud «herética»- y, por último, la invasión por parte de 140.000 efectivos del ejército soviético del estado de Afganistán.
El segundo enemigo o combatiente a citar enlaza con este país: se trataba del movimiento talibán (la traducción de dicha organización podría denominarse como «estudiantes del Corán»). En efecto, como su nombre indica, eran alumnos de las madrasas o escuelas de pensamiento islámico -principalmente localizadas en la ciudad de Peshawar en la frontera nororiental del Pakistán- financiadas por capital saudí y de las monarquías petroleras del Golfo Arábigo. De este modo propagaban su visión ultraconservadora del Islam. Desde los inicios de la contienda, que ya dura casi 17 años (a fecha actual ha superado al conflicto en Indochina/Vietnam, como la guerra más larga en la cual el Ejecutivo norteamericano se ha visto inmiscuido), tanto el Secretario General de la Alianza Atlántica, como los relatores de Naciones Unidas y los generales del Comando Central estadounidense, meditaron cómo y en qué forma actuar ante dichos combatientes o grupos de fuerzas insurgentes. ¿Podían ser clasificados como ejércitos y verse protegidos por los principios de la Convención de Ginebra? ¿De ser fuerzas de mercenarios, la legalidad internacional les daba amparo frente a una detención de la posteriormente conocida como «Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad»?
Sería el Departamento de Defensa estadounidense, a través de su cabeza visible el secretario Donald Rumsfeld, quien acuñaría el término para dichos sujetos: «Combatiente ilegal«, muy similar al término esgrimido por el Kremlin en 1999 al iniciarse la segunda campaña en Chechenia («Formaciones armadas ilegales«). Si bien en sus inicios, dicho designio preveía la protección de los combatientes en caso de ser capturados con vida, un resquicio legal esgrimido por el fiscal general estadounidense (John Ashcroft) formalizó la capacidad del ejército de dicho país y sus fuerzas de seguridad (a la cabeza de las mismas, la Agencia Central de Inteligencia o CIA en sus siglas originales) para realizar detenciones sin garantías y trasladar a supuestos insurgentes, colaboracionistas o simpatizantes del régimen talibán o de la red de Al Qaeda a la base naval conocida como GITMO, en la bahía de Guantánamo en Cuba. Por aquella época, autores como Michael Ignatieff [1] certificaban el fin de la guerra convencional y el paso a los «conflictos virtuales» o «guerras irregulares/híbridas». Dichos conflictos no se librarían mayoritariamente en campos de batalla. No. Por primera vez la matriz bélica se derivaba hacia varias vertientes: de la «guerra convencional» se pasaba o dirigía hacia la guerra política, ciberguerra y hacia factores incipientes en busca de desestabilización como eran los intentos de manipular a la opinión pública y sociedad de un determinado país -en mayor medida, esto ha sido dirigido hacia estados miembros de la OTAN-. Si nos centramos en el límite espacio temporal entre los tres lustros que iban de 2001 a 2016, como ejemplos de guerra híbrida, varios autores han citado mayoritariamente cuatro conflictos como ejemplos básicos de esta nueva metodología de la ciencia militar. Estos serían:
- La Guerra de 34 días entre el estado de Israel y el Hezbollah libanés (12 de julio – 14 de agosto de 2006).
- La ofensiva del autodenominado «Estado Islámico» sobre el Norte y Centro de la República de Irak.
- Los ciberataques de la Federación Rusa a países otrora miembros de la Unión Soviética (Estonia, en 2006), el conflicto ente Rusia y Georgia por el territorio de Osetia del Sur en agosto de 2008 y la injerencia rusa en Ucrania desde 2014.
- Las campañas de desinformación por parte de organizaciones vinculadas a ideologías excluyentes o de la denominada «alt right» (extrema derecha) para subvertir a la población contra la ola de refugiados llegada a Occidente desde septiembre de 2015.
Ejemplo número I: Hezbollah vs. estado de Israel
Ocurrido en lo que muchos estudiosos de la región consideran «el lugar más volátil y peligroso sobre el planeta» (el Levante, entendiéndose como tal la antigua Palestina que abarcaría los actuales territorios de Siria, Líbano, Israel, Gaza y Cisjordania), fue sin duda el primer ejemplo de la victoria «moral» de un actor no estatal sobre el ejército de una nación soberana. El grupo militante y de ideología islamista Hezbollah («El Partido de Dios»), surgido entre 1982-1983 durante la invasión del Líbano por parte del Tsahal o ejército regular israelí, logró desmoralizar a los militares y operativos de dicho país durante 52 días de conflicto.
La nueva invasión terrestre del país de los cedros, junto al bombardeo indiscriminado por parte israelí de las infraestructuras de dicha nación, respondía al ataque realizado conjuntamente entre Hezbollah y el grupo islamista palestino Hamas a asentamientos de colonos cercanos a las granjas de Shebaa -ocupadas ilegalmente por el ejecutivo hebreo desde la retirada en 2000 de sus fuerzas armadas de territorio libanés-. Dichos actos, ocurridos el 12 de julio de 2006, en los cuales se usaron misiles anti persona y armamento pesado, causaron 5 bajas, 2 heridos y la captura de un soldado israelí. Ehud Goldwasser y Eldar Regev, heridos críticamente sucumbirían mientras estaban bajo cautiverio del Hezbollah. Un único soldado, el cabo Gilad Shalit sería el superviviente de dicho ataque que no duró más de 20 minutos. Shalit fue intercambiado en octubre de 2011 a través de la Administración de Binyamin Netanyahu por 1.027 prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Previamente, el antecesor de Netanyahu en el cargo, Ehud Olmert, recuperó los restos mortales de Goldwasser y Regev en otro intercambio con líderes de Hamas y Hezbollah, siendo el «trueque» en esa ocasión, la libertad de 5 militantes de dichas organizaciones -entre ellos, uno de los jefes militares del Hezbollah, Samir Kuntar- y el retorno de los cuerpos de 199 insurgentes [2].
Israel usó el asalto a la zona fronteriza y la muerte de sus militares como casus belli no sólo contra Hezbollah y el estado libanés. También procedió a bombardear la Franja de Gaza, quel se encontraba regida por Hamás y bajo bloqueo económico del ejecutivo de Jerusalen, aduciendo la connivencia de la organización islamista palestina con su contraparte libanesa. De nada sirvieron los llamamientos a la diplomacia entre lágrimas del primer ministro libanés, Fuad Siniora. Israel bombardeó sin tregua las principales ciudades del país, desde la capital (Beirut) a la ciudad costera de Trípoli (no confundir con la capital de Libia, de mismo nombre) y Tiro. Infraestructuras tales como el aeropuerto internacional Rafic Hariri de Beirut o la central térmica de Jiyeh, fueron reducidas a cenizas tras intensos y continuos bombardeos por parte de la aviación israelí. Si bien la superioridad aérea israelí quedó patente sin lugar a duda alguna, la destrucción indiscriminada de dichos emplazamientos, junto a numerosos barrios y distritos del sur de Beirut, pusieron a la comunidad internacional en contra del Estado hebreo. Igualmente, la ofensiva por tierra fue un auténtico desastre en palabras de los propios mandos castrenses israelíes: Hezbollah usó tácticas clásicas de guerrilla y guerra urbana, así como el uso de tecnología militar y de comunicación -supuestamente suministrada por su benefactora, la República Islámica de Irán-, para desmoralizar al Tsahal israelí de una manera similar a la usada por el Vietcong casi cuatro décadas atrás. Si bien Israel logró una «victoria» al devolver al Líbano a un estatus económico y social de casi dos décadas atrás, Hezbollah emergió como una fuerza militar y organización de liberación nacional que dejó al país vecino como un «gigante de pies de barro». De hecho, el Partido de Dios capitalizó su victoria moral, para lograr varios escaños en los comicios parlamentarios de 2009. Autores como Matthew Levitt, fueron claros: «Lo que la gente no acaba de ver o caer en cuenta es que Hezbollah, va más allá de ser una organización militante, una entidad caritativa o un partido político. Es un estado dentro del Estado con redes que abarcan desde la educación a la prensa (a través de su órgano propagandístico, la cadena Al Manar)» [3].
Ejemplo número II: Ofensiva del autoproclamado «Estado Islámico» sobre la república de Irak
Entre los días 4 a 10 de junio de 2014, militantes del autoproclamado «Estado Islámico» (también conocido como «ISIS», «ISIL», «DAESH» y anteriormente como «Al Qaeda en Irak), capturaron casi sin encontrar oposición la ciudad de Mosul, segunda urbe de la antigua Babilonia. Dicho suceso localizó desprevenidas por completo a todas las cancillerías occidentales, las cuales, tras el fiasco de la invasión de dicho país en marzo de 2003, habían invertido millones de dólares para dotar al ejecutivo de Bagdad de unas fuerzas de seguridad, capaces de lidiar contra una guerrilla bien organizada, heredera de los aparatos de seguridad de Saddam Hussein pero que se había visto obligada a huir a Siria en 2010, tras la victoria de las tribus sunitas bajo control estadounidense conocidas como «Hijos del Amanecer». Sería en el país vecino donde las milicias insurgentes, aprovecharían el alzamiento ocurrido contra Bashar Al Assad en marzo de 2011, para reorganizarse y asaltar de nuevo territorio iraquí y regiones limítrofes (p.e Jordania y el Ante Líbano). Unido a ello, el primer ministro iraquí, el chií Nouri Al Maliki explotó las tensiones sectarias para atacar de nuevo a la minoría sunita a través de escuadrones de la muerte (muy similar a la metodología conocida como «Salvadorización«), a raíz de la retirada de las tropas estadounidenses a fines de 2011.
No se debe dejar en el tintero que, asimismo, el propio ejército iraquí anteriormente disciplinado, pasó a ser uno de los entes más corruptos del país tras los decretos de reorganización / disolución de las fuerzas armadas nacionales dictadas por el virrey estadounidense L. Paul Bremer. Se podría decir que los militantes fundamentalistas entraron en Mosul sin disparar un sólo tiro. El 30 de junio de 2014 el líder de dicho movimiento apocalíptico, Abu Bakr Al Baghdadi -que comenzaría a usar el título de «Califa Ibrahim»- proclamaría el Califato Global, sin fronteras marcadas y como respuesta a la abolición de dicha entidad sociopolítica y religiosa por parte de Mustafá Kemal Ataturk en 1924 (justamente 9 décadas atrás, contemplándose así el fin del Imperio Otomano y del sueño Panislamista) [4]. Varias suras o capítulos del sagrado Corán hacen referencia al denominado «botín de guerra». Sin duda alguna, las huestes de Al Baghdadi localizaron en Mosul no sólo un botín, sino todo un ajuar o tesoro: desde Humvees del desmoralizado y huido ejército iraquí, a equipos de comunicación de alta gama, armamento ligero y pesado, junto a divisas fuertes localizadas en el banco central de la ciudad -el cual abastecía de capital financiero a la Gobernación de Nínive-. Seguidamente se harían por espacio de varias semanas con la presa de Mosul, cuyo significado e importancia no radicaban únicamente en la disponibilidad total de 750 megavatios, sino que, tras varios años de mantenimiento inexistente, el colapso de dicha estructura energética podía crear una marea que ahogase a casi dos millones de almas. Un bombardeo y operación conjunta entre las fuerzas de seguridad del Gobierno Regional del Kurdistán (Peshmerga) y el ejército de EEUU, lograron desalojar a los integristas de la presa.
Sin embargo, su control de Mosul era total y 1.800 guerrilleros bien pertrechados, mantuvieron bajo un clima de terror y brutalidad total a los habitantes de la ciudad durante casi 3 años. Sólo la implicación de fuerzas paramilitares como las Brigadas Badr y las Fuerzas Populares de Movilización -todas ellas bajo entrenamiento y control iraní-, junto a bombardeos de una nueva coalición de países de la UE y la dirección de EEUU lograrían expulsar a Estado Islámico de la ciudad. Es significante que una supuesta fuerza menor como se consideró a este grupo militante, controlase un territorio del tamaño de Inglaterra y usase la incipiente internet para transmitir su mensaje apocalíptico, nutrir sus filas mediante captación de jóvenes tanto del mundo islámico como conversos occidentales y crear un campo de batalla y brutalidad global [5].
Ejemplo número III: La Federación rusa y el nuevo tablero global
El 25 de abril de 2005, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin declaró que la desaparición de la Unión Soviética había sido el mayor desastre geopolítico de fines del siglo XX e inicios del XXI. Si bien es cierto que el desmembramiento de la antigua patria comunista sorprendió por su rapidez a propios y ajenos (menos de 11 meses entre 1990 y 1991), la transición al «modelo democrático liberal», no se aplicó ni cumplió en la Rusia post soviética. La reformas de choque marcadas impacientemente por el Fondo Monetario Internacional, el peligroso y temerario desmantelamiento de ojivas nucleares en el espacio post soviético, un ejército desmoralizado tras los conflictos en Afganistán y Transcaucasia, junto al auge de antiguos mafiosos reconvertidos en oligarcas ligados al poder, presentaban un horizonte no muy halagüeño. La crisis constitucional de 1993, respondida con tanques que bombardearon el Parlamento, la debacle en la república rebelde de Chechenia y la crisis financiera de 1998, hundieron al país en el abismo. La llegada de V. Putin en 1999 tras una nueva escalada de violencia en Chechenia y Dagestan, junto al hartazgo de la sociedad crearon las condiciones óptimas para el desmantelamiento del estado democrático ruso a través de una Guerra Híbrida en toda regla. Esta se basó en varios frentes, los cuales fueron:
- El reinicio de la escalada bélica en Chechenia, satisfaciendo así los deseos de los «Halcones del Kremlin» ligados principalmente al Servicio Federal de Seguridad (FSB).
- La supresión de los movimientos sociales basados en el desprestigio de los partidos políticos de tendencia liberal (Unión de Fuerzas de Derechas de Boris Nemtsov) o neocomunistas (el Partido Comunista de la Federación Rusa, dirigido por Gennadi Zyuganov). También el retiro forzoso de políticos de primera línea, que buscaban el procesamiento de legisladores vinculados a casos de corrupción (los casos más conocidos, fueron el cese del antiguo Jefe del Ejecutivo, Mikhail Kasyanov y el retiro del antiguo canciller Yevgeny Primakov).
- Cese del pluralismo en los mass media y censura en internet. El Kremlin a través de empresarios afines, logró controlar los principales canales de televisión públicos y privados. El acoso e intimidación de periodistas críticos fue un hecho (los casos más notables fueron los asesinatos de Anna Politkovskaya y Magomed Yevloyev). La «red de redes», aún siendo implementada tardíamente en Rusia a manos de la Fundación Soros, ha sido controlada desde sus inicios con un nivel de censura similar al de China, según Amnistía Internacional.
- El «Extranjero Cercano». Tras la implosión soviética, cerca de 25 millones de personas de etnia rusa pasaron a ser extranjeros en los nuevos estados post-1991. Dichas personas, son un arma perfecta para el Kremlin y organizaciones rusófilas para desestabilizar gobiernos soberanos. Acciones muy similares a las del lebensraum germano o el discurso pro-serbio de Slobodan Milosevic en Gazimestan en junio de 1989.
Este último caso quedó certificado en Estonia. Dicho país, antigua república constituyente de la URSS hasta 1991 -aunque la ONU consideró dicho territorio, junto a otras dos naciones bálticas (Letonia y Lituania) como anexiones ilegales tras la II Guerra Mundial-, sufrió el primer ciberataque moderno de la historia. El motivo fue el traslado de una polémica estatua («Monumento a Soldado Soviético») de la plaza de Tõnismägi en el centro de la capital del país (Tallin) al Cementerio de las Fuerzas Armadas. La minoría étnica rusa del país (320.000 personas, un 25% de la población) atacaron al ejecutivo aduciendo xenofobia y revanchismo hacia los ciudadanos rusos. La rama juvenil (Nashi, «los nuestros») del partido gobernante «Unidad» en Rusia, pidió un boicot total hacia Estonia y la defensa de la ubicación inicial del monumento. El 27 de abril de 2007 el caos llegó al país báltico. Un ciberataque coordinado «tumbó» las webs del Parlamento Nacional (Riigikogu), el Banco Central, el «KANAL 2» de tv y de partidos políticos como la «Alianza Reformista Estonia». La consecuencia de dicho ataque fue la creación por parte de la OTAN del «Centro Cooperativo para la Ciber Defensa» en Tallin.
Seguidamente el punto más tenso entre la OTAN y el Gobierno Ruso se certificó en agosto de 2008 en la llamada «Guerra de Cinco Días» ocurrida entre Georgia y la región separatista de Osetia del Sur. Dicha zona, junto a la autoproclamada República de Abjasia, son entidades autónomas del gobierno de Tbilisi desde un conflicto que duró desde 1989 a 1993. La «Pax Romana» establecida entre Boris Yeltsin y su homólogo georgiano, el antiguo canciller soviético Eduard Shevernadze, junto al establecimiento de tropas de paz rusas en la zona; no evitaron continuos choques violentos (siendo el más claro, la crisis de la Garganta del Pankisi en 2001, donde también se vieron inmiscuidos rebeldes chechenos). Tampoco la rama diplomática apaciguó los ánimos. El reconocimiento de la independencia unilateral de Kosovo por parte de varios países miembros de la UE y EEUU, tuvieron una respuesta amenazadora por parte de la eminencia gris del Kremlin, Vladislav Surkov: «Tomamos nota«.
El presidente reelecto de Georgia, el joven Mikhail Saakhasvli, en sus horas más duras por la crisis financiera y una oposición que denunciaba sus métodos autoritarios, quiso recuperar el apoyo popular en una desafortunada aventura: El 7 de agosto de 2008 bombardeó la capital rebelde suroseta de Tsikhinvali, pensando que la OTAN y EEUU le apoyarían frente al «Imperialismo Ruso». No fue así: George W. Bush se encontraba en las postrimerías de su Administración, con un senado y congreso hostil que le atacaban por su gestión y desarrollo de la guerras de Irak y Afganistán. No se planteaba introducirse en otro lodazal. En la UE y Europa, sólo Francia a través de Nicolás Sarkozy y antiguos miembros del bloque socialista como Polonia o Ucrania, censuraron el contraataque ruso. Las fuerzas georgianas fueron expulsadas y masacradas de Tsikhinvali a Gagra y Gudauta. La única región rebelde administrada en un 80% por Georgia, la anteriormente citada Garganta de Pankisi, pasó a ser ocupada por fuerzas rusas en su globalidad. Antiguos rebeldes chechenos, ahora miembros de las fuerzas especiales (Spetsnaz) rusa en los batallones Vostok y Zapad («Este», «Oeste») usaron tácticas de guerra urbana en territorio georgiano y ocuparon durante 20 días la ciudad de Gori, en el centro del país -siendo también la localidad natal de Josef Stalin, la presencia de tropas rusas allí se vio como un factor de guerra psicológica y desmoralizante-. Finalmente Nicolas Sarkozy, como emisario de la UE y Dmitri Medveded -presidente ruso, aunque V. Putin era primer ministro y era realmente quien dictaba las órdenes desde Moscú- sellaron un alto el fuego. Que no evitó que el Jefe de Estado Ruso, firmase un Ukaz o decreto presidencial sancionando la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. Sólo Rusia, Venezuela, Siria y Nicaragua han aceptado la soberanía de dichos territorios rebeldes a fecha de septiembre de 2018.
Finalmente la acción de Rusia y su guerra híbrida se trasladó entre 2013-2014 (y continúa) hacia Ucrania. Dicho país cuyo nombre significa literalmente «Frontera» ha estado en conflicto con su antigua patria hermana desde el primer momento tras su independencia. El arsenal nuclear, las bases rusas, la situación de Crimea y Sebastopol hasta marzo de 2014, los derechos lingüísticos de las minorías y la delimitación de pasos geográficos han envenenado las relaciones por espacio de casi dos décadas y media. Desde septiembre de 2013 el ejecutivo de Kiev y la presidencia de Viktor Yanukovich, ambas aliadas de Moscú se hallaban en una situación límite.
A la posibilidad de acceso como socio preferente a la UE y ejercicios conjuntos con la OTAN, se hallaba latente una corrupción sistemática, la depreciación diaria de la moneda nacional, alzamientos populares en la regiones del Donbass (rusófonas) y los choques entre aquellos que quería mantener leyes de memoria histórica que no demonizasen la etapa comunista ni nombrasen la hambruna de 1932-33 (Holodomor «Muerte Negra»), frente a aquellos que deseaban la prohibición de toda simbología comunista y su sustitución por «héroes nacionales» de dudosas acciones durante la II Guerra Mundial (Stepan Bandera -líder de la Fraternidad Nacionalista Ucraniana- y Roman Shukhevych -comandante de Ejército Insurgente Ucraniano-, ambos colaboracionistas de los nazis durante la ocupación de Ucrania y acusados de masacres como las de Volhynia y Galitzia contra polacos y judíos).
A partir de noviembre de dicho año y tras la revocación por el presidente de un paquete de reformas consensuadas por la Rada Suprema (Parlamento Nacional) junto a la UE y el FMI, surgió un movimiento ciudadano de oposición conocido como Euromaidan («Plaza Europea»). La revocación de las medidas por parte de Yanukovich fueron vistas como parte de una claudicación de Kiev frente al «hermano mayor» (Moscú).
El Kremlin contraatacaría aduciendo que dicho movimiento era una conspiración del filántropo húngaro-norteamericano George Soros para crear el caos como en las antiguas «Revoluciones de Colores» (en 2003 en Georgia, en 2004 en la propia Ucrania y en 2005/2010 en la república centroasiática de Kirguistán) o hundir a naciones-estado en la anarquía como ocurrió en la Libia post-Gaddafi. No ayudó que los sectores mas ultras del nacionalismo ucraniano tomasen el control de las protestas. Allí se mezclaron dirigentes del partido antisemita «Sector de Derechas», junto a Svoboda («Libertad») o el Partido Radical del Oleg Lyashko. Finalmente la presión popular acabó en febrero de 2014 con la presidencia de V. Yanukovich , quien huiría a Rusia, y con el Ejecutivo liderado por Nikolai Azarov. A pesar de que la presidencia pro tempore -que recaería sobre el Secretario del Parlamento, Alexander Turchynov- acordó retomar las negociaciones con la UE y el FMI, así como convocar elecciones parlamentarias y legislativas anticipadamente, Ucrania Oriental -debido a la presencia de más del 70% de la minoría rusa en esa región- y la región autónoma de Crimea, se declararon en rebeldía frente a «la junta fascista de Kiev».
El caso de Crimea y la ciudad de Sebastopol eran especialmente peligrosos. La península localizada en el Mar Negro, había sido territorio ruso hasta 1954, cuando el líder de la URSS, Nikita Khrushev la cedió a la República Socialista de Ucrania para «afianzar la hermandad entre naciones«. Desde Moscú siempre se añoró el recuperar la zona. Los acontecimientos se aceleraron: Entre el 20 de febrero y el 19 de marzo de 2014, tropas rusas sin identificación asaltaron la península y ayudados por milicias cosacas y la antigua policía antidisturbios ucraniana (Berkut) tomaron las bases navales de Feodosia y Simferopol. Seguidamente el almirante de mayor rango destinado en la zona, Denis Berezovsky desertó a Rusia. 24 horas después más de la mitad de la Armada Ucraniana estacionada en Sebastopol seguiría sus órdenes. El Consejo Supremo de Crimea sería disuelto, los líderes locales Sergei Aksyonov y Vladimir Konstantinov proclamarían la soberanía de la república para seguidamente solicitar la anexión por parte de la Federación Rusa. Hecho que aceptaría y suscribiría junto a dichos políticos, el presidente ruso, Vladimir Putin en Moscú el 19 de marzo de 2014. Acto seguido, todas las instituciones ucranianas en Crimea cesaron sus actos, así como la principal minoría presente en la zona (los tártaros) eran desposeídos de sus derechos y su líder Mustafá Dhzemilev detenido y deportado a Ucrania.
Si ya las acciones en Crimea fueron lesivas para la paz global y para un posible «reboot» de las relaciones entre Washington y Moscú, el conflicto -posteriormente guerra, que continúa hoy día como un «conflicto congelado»-. El Donbass, zona mayoritariamente industrial y ligada a la explotación minera, a la par que rusófona en casi un 97% de su población, no optó por la vía del referéndum de Crimea. Varios líderes locales -muchos de ellos ligados a la inteligencia militar rusa (GRU) con experiencia en conflictos post soviéticos, proclamaron la vía secesionista y se levantaron en armas: nacían así los «Estados de Novorossiya» (Nueva Rusia). La aplicación de «mano dura» por parte de Kiev, dando lugar al bombardeo de comités locales en Odessa, en el cual murieron incineradas 29 personas, dieron paso a una guerra urbana sin cuartel entre el gobierno ucraniano y los rebeldes de la «República Popular de Donetsk» y la «República Popular de Luhansk». Las acusaciones entre Kiev y Moscú acerca del apoyo a uno u otro bando eran continuos. Kiev acusaba al Kremlin de transportar milicianos chechenos ligados al déspota local Ramzan Kadyrov hacia el Donbass, junto a mercenarios griegos, serbios y cosacos (los conocidos como batallones Vostok, Stinger y Sparta). Moscú contraatacaba advirtiendo de la presencia de ultraderechistas europeos del UKIP británico, del Movimiento Social Republicano (MSR) español y de antiguos comandantes del UÇK Kosovar entre las filas ucranianas. El peor momento se vivió en la tarde del 17 de julio de 2014 cuando un misil tierra-aire derribó el vuelo de Malaysia Airlines con destino a Yakarta, en el que perecieron 298 personas de nueve países distintos . No se han depurado aún informes de la autoría total del ataque indiscriminado. Mientras la guerra en el Donbass continúa a pesar de los acuerdos suscritos en Minsk (Bielorrusia) en 2015 por parte del presidente ucraniano, Petro Poroshenko y su homólogo ruso, Vladimir Putin [6]. La última baja en dicho conflicto fue el autoproclamado presidente de la República de Donetsk, Alexander Zakharchenko, el pasado 30 de agosto, a causa de un ataque con coche bomba.
Ejemplo número IV: Desinformación en los medios de comunicación de masas
Finalmente, nos referiremos a una tipología de conflicto o «guerra» de uso o terminología reciente y cuyo alcance no se encuentra en los campos de batalla. No es otro que los usos de propaganda manipulada/falsa y la guerra de (des) información. La aparición en 1991 de la World Wide Web a través del ingeniero Tim Berners-Lee y el auge de lo que el vicepresidente norteamericano Al Gore denominó «autovías de la información«, buscaba llevar a buen puerto el desarrollo de la idea de Aldeas Globales, acuñada por el semiólogo canadiense Marshall McLuhan. El principal escollo fue desarrollar una tecnología rápida, eficaz, económica y al alcance de cualquier ciudadano del planeta. Sería desde 2008 con la revolución digital, aparición de redes sociales y «economía del conocimiento» a través de dispositivos al alcance de todo ciudadano -desde tablet a teléfonos móviles/celulares con acceso a la red-. ¿Significaron estos hechos una mayor democratización de las sociedades y el reconocimiento total de los movimientos ciudadanos? Ciertos politólogos y académicos consideraron que sí, que como ocurrió en revoluciones pasadas (el uso de la prensa y pasquines durante la Revolución de 1917 en Rusia, la distribución de sermones de Ruhollah Khomeini en cintas de casete en el Irán de 1979, o el uso masivo de la TV en 1989 durante los sucesos que dieron lugar al fin del Bloque Socialista) el manejo/implementación del internet fue un puntal para alzamientos pro democracia -finalizasen estos con la caída de los ácratas gobernantes o juntas dictatoriales que regían los distintos estados mentados-. La cronología de dichos hechos, hasta nuestros días sería:
- Las revoluciones de colores en el espacio post soviético (2004-2014).
- Los sucesos de agosto de 2007 en Myanmar/Birmania, para pedir el fin de la Junta regida por el General Than Shwe.
- Las protestas callejeras en Irán tras el supuesto «pucherazo» en las elecciones presidenciales de junio de 2009, que facilitaron la reelección al presidente conservador Mahmoud Ahmadinejad. Igualmente durante el verano de dicho año, la red global mostró los asaltos y abusos de las fuerzas de seguridad china contra la minoría islámica de los uigures en la región autónoma de Xinjang.
- Los inicios de la conocida como «Primavera Árabe» (2010-2014), cuya mecha inicial ocurrió en Sidi Bouaziz, Túnez al inmolarse el joven vendedor callejero Mohamed Bouazizi. Dichas protestas traspasaron fronteras en el área del Magreg y Machrek, deponiendo a dictadores como Ben Alí en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, provocando la intervención de la OTAN en Libia para expulsar del poder a Muammar Gaddafi y dio pie al inicio de una cruenta Guerra Civil en Siria que aún no ha finalizado.
- Los movimientos de protesta social del 15 de mayo de 2011 en España (también conocido como «Los Indignados»). Plataforma social apartidista y asamblearia que surgía como respuesta a las medidas de austeridad impuestas desde Bruselas al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero y que derivó en la creación de distintos grupos políticos «anti troika» (siendo la «troika», legisladores de Europarlamento a favor de medidas de austeridad neoliberal, que limitaban las ayudas sociales a desempleados, entre otras muchas). Dicho movimiento que también tenía entre sus principios finalizar con el bipartidismo vigente en múltiples países de la UE, traspasó fronteras: Primero en México país que sufría unos índices de corrupción sistémica alarmantes y una guerra no declarada entre los cárteles de drogas y las fuerzas de seguridad del estado, posteriormente en Grecia, país de la Unión «sacrificado» en aras de estabilidad en la eurozona y finalmente en ex repúblicas del bloque socialista como Eslovenia, Macedonia o Bulgaria e incluso Turquía -donde las paulatinas medidas autocráticas del primer ministro Erdogan y el escándalo de corrupción de su ejecutivo a fines de 2013, comenzaron a alejar al país de su alianza con la UE-. Ejemplos de los Partidos surgidos en respuesta a estos hechos y que han usado las plataformas digitales para transmitir su mensaje serían: «Podemos» en España, «Syriza» en Grecia, la Alianza «Morena» en México» o el «Partido Democrático de los Pueblos» de la minoría kurda en Turquía.
- Finalmente la respuesta de los conocidos «Estados Profundos» (en apariencia democráticos, pero regidos por autócratas por lo general vinculados a los servicios de inteligencia, o bien basando su poderío legislador en dichos aparatos de seguridad). Casos notables serían la aún investigada supuesta injerencia rusa en ciberataques durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, que darían la victoria al candidato republicano Donald J. Trump. Desde mayo de 2017 el Fiscal Especial de dicho caso, el antiguo director de la Oficina Federal de Investigación, Robert S. Mueller ha intentado probar que distintos ataques desde sitios web vinculados al Kremlin (la cadena RT o el grupo «Sputnik»), junto al encuentro de ex asesores del Presidente Trump como el cesado Asesor de Seguridad Nacional Michael T. Flynn con el embajador ruso Sergey Kislyak a fines de 2016 para comentar el posible fin de las sanciones contra Rusia; tras la anexión de Crimea. El ex oficial de inteligencia naval Malcolm Nance, relataría en su última obra como la ciberguerra era y es un hecho, siendo usado por distintas «naciones canallas» [7] (desde Corea del Norte a Irán), o grupos terroristas y militantes (Hezbollah, Estado Islámico, los Cárteles Mexicanos, grupos de extrema derecha, etc.). El antiguo zar antiterrorista de EEUU, Richard A. Clark [8] destacó que mayoritariamente los grupos denominados de «Alt-Right» («Derecha Alternativa», en realidad organizaciones xenófobas y violentas que buscan la supremacía blanca) vierten sus discursos en la red, junto a informaciones falsas para desde septiembre de 2015, crear un clima de hostilidad hacia los refugiados llegados a Europa y Occidente debido a las múltiples guerras que sufre Oriente Medio. Noticias que de un modo que se podría denominar «ingeniería social» o «despliegue de noticias falsa para crear un ambiente de pánico», logró que distintos grupos xenófobos como «Alternativa por Alemania», «Amanecer Dorado» (en Grecia), «Jobbik» en Hungría, «Svoboda» en Ucrania pasaran a ser la tercera fuerza más votada.
Epílogo ¿el fin de la contrainsurgencia?
En este ensayo se ha intentado mostrar desde una metodología y visión historiográfica, como en este nuevo milenio y era para la humanidad, el concepto de «guerra clásica» ha cambiado para siempre. Ello implica sin duda que una de las principales tácticas usada por los mandos militares para combatir o debilitar la «guerra no convencional», la contrainsurgencia (COIN, por sus siglas en inglés), presumiblemente pase a ser no operativa a partir de las próximas décadas. La contrainsurgencia implementada en el Sudeste Asiático entre 1954-1978, Latinoamérica en la década de los años 80 del siglo pasado u Oriente Medio desde los inicios de la «Guerra contra el Terrorismo», no puede aplicarse sobre un terreno que puede ser virtual (el ciberespacio), social (la mentalidad e idiosincrasia de ciudadanos de distintas naciones) o localizado en zonas geográficas inaccesibles (espacio exterior). Urge pues, una respuesta decisiva de los países que conforman las Naciones Unidas, para hacer frente a una nueva era de previsibles conflictos, que pueden dar lugar a choques o diferenciaciones dentro del equilibrio del planeta.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
KILCULLEN, David (2009). The accidental guerrilla: Fighting small wars in the midst of a big one. New York. Oxford University Press.
MATTIS, James (2005). Future Warfare: The Rise of Hybrid Wars. Proceedings Magazine, Vol. 132/ II/I, 233.
[1] IGNATIEFF, Michael (2003) Guerra Virtual – Más allá de Kosovo, Paidós. Barcelona. pp. 131-134.
[2] BLANDFORD, Nicholas (2011).Warriors of God: Inside Hezbollah’s Thirty-Year Struggle Against Israel. New York, Random House. pp. 417-422.
[3] LEVITT, Matthew (2015). Hezbollah: The Global Footprint of Lebanon’s Party of God. Georgetown University Press. pp. 356-359
[4] WARRICK, Joby (2015). Black Flags: the Rise of ISIS. Doubleday. pp 169-174
[5] MORELL, Michael Joseph (2016). La gran guerra de nuestro tiempo: La GUERRA CONTRA el TERROR contada desde dentro de la CIA, de AL QAEDA a ISIS. Barcelona. Memoria Crítica pp. 320-324
[6] BALDWIN, Natylie y HEARTSONG, Kermit (2015). Ukraine: ZBIG’s Grand Chessboard & How the West Was Checkmated. Next Revelation Press. pp. 310-324
[7] NANCE, Malcolm (2016). The Plot to Hack America. Skyhorse Publishing. pp. 253-259
[8] CLARKE, Richard A. (2017). Warnings. Harper Collins Publishing. pp 99-112.
Mariano López de Miguel. Investigador predoctoral en Universidad de Cantabria desde Abril de 2015. Historiador y máster en Historia Contemporánea por la Universidad de Cantabria («EL FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO: ORIGEN Y EXPANSIÓN (DE 1979 AL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001″ [2013]), especialista en conflictos de Europa del Este y Oriente Medio. Ha publicado «Génesis del fundamentalismo islámico. Auge de los movimientos islamistas globales con los ejemplos de Egipto y Argelia de 1979 a 2001» [2016], (en colaboración con Fabio Angeoletto de la Universidade Federal de Mato Grosso (UFMT). «La Génesis del Fundamentalismo Islámico y el Auge de los movimientos islamistas globales» (2014).