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México

Guerra sucia o terrorismo de Estado: los caminos de la impunidad

Fuentes: Comision Independiente de Derechos Humanos

Cuando era más joven estudiaba en el Colegio de Ciencias y Humanidades de Azcapotzalco y desconocía casi todo sobre la vida y la política en nuestro país.  El jueves de Corpus Christi, el Halconazo del 10 de junio de 1971, recibiría, junto con mi generación, un bautizo de sangre y fuego que marcaría mis años […]

Cuando era más joven estudiaba en el Colegio de Ciencias y Humanidades de Azcapotzalco y desconocía casi todo sobre la vida y la política en nuestro país.  El jueves de Corpus Christi, el Halconazo del 10 de junio de 1971, recibiría, junto con mi generación, un bautizo de sangre y fuego que marcaría mis años de militancia política en la izquierda socialista hasta el momento.  Ahora, 33 años después, jóvenes estudiantes universitarias, luchan por rescatar la memoria del olvido y mantienen la exigencia de justicia, por las que muchos hemos venido luchando desde entonces, para saber qué pasó verdaderamente, quiénes fueron los responsables de los hechos y qué fue de las y los estudiantes heridos, muertos, desaparecidos, perseguidos, humillados, calumniados.

Uno

Las asambleas realizadas casi al día siguiente del 15 de marzo hasta un día antes de la manifestación eran una novedad para quienes teníamos 16 años y nunca habíamos participado políticamente.  Quienes tenían experiencia eran maestras y maestros que impartían clases en los CCH y eran, en su mayoría, participantes del movimiento estudiantil de 1968.  Jorge Peña Rodríguez, militante trotskysta del Grupo Comunista Internacionalista (GCI), era uno de ellos.  Destacaba, junto con Alicia Sepúlveda, militante de una organización socialista y Jorge Ortiz, simpatizante trotskysta, entre los principales activistas y formadores de conciencia entre la juventud ceceachera.  Sus voces eran escuchadas y atendidas por miles de estudiantes que permanecíamos sentados en el piso de cemento durante las asambleas, aprendiendo a «quitarle los calzones a las palabras para estar a la altura de los sin calzones», como rezaban las primeras pintas que leíamos y repasábamos del libro «Los Muros tienen la palabra» que recogía los textos elaborados durante el Mayo del 68 en los muros de La Sorbona de París.

Dos

Durante casi tres meses de intensa actividad política, de aprendizaje frenético, de lecturas cotidianas, de asambleas interminables, de volanteo desmesurado, de elaboración de carteles y periódicos murales, buscábamos enterarnos de todo y comprender qué era lo que ocurría en nuestra escuela, en la Universidad, en el Politécnico, en otros lugares del país.  Los hechos se sucedían velozmente y corrían de boca en boca.  Ni la radio, que frecuentábamos escuchando a Los Beatles, que se transmitía por Radio Fiesta, ni mucho menos la televisión, que poco atendíamos al noticiero conducido por Jacobo Zabludowsky, y mucho menos los periódicos, que ni siquiera leíamos aún, reflejaban lo que ocurría en las universidades del país.  La Universidad de Nuevo León enfrentaba los intentos de limitar su autonomía.  En el Poli y en la UNAM se formaban Comités de Lucha y se constituía el Comité Coordinador (CoCo).  Se formaban una gran cantidad de grupos de activistas estudiantiles.  Se preparaba la movilización.  Se discutía intensamente.  No era fácil salir a manifestarse a la calle.  De hecho, desde el 2 de octubre y la masacre de Tlatelolco, no se habían permitido manifestaciones públicas.  El recuerdo de la brutal represión estaba presente para quienes lo habían vivido.  Para quienes solo habíamos escuchado alguna referencia, significaba un mundo de cosas por descubrir y entender de lo que había ocurrido.  La experiencia indicaba que había que actuar con cautela.  La juventud nos impulsaba a derribar muros y cuestionar lo establecido, aún a riesgo de actuar imprudentemente.

Tres

La marcha se decidió en cada escuela, en cada salón, en cada comité y en las intensas reuniones del Comité Coordinador.  Los grupos políticos, en ese crisol de tendencias de izquierda, opinaban, polemizaban, se confrontaban y coincidían en un ambiente de creciente participación de cientos y miles de activistas que despertaban políticamente.  Que sentían que podían expresarse abiertamente.  Que aprendían a conocerse.  No fue fácil, pero se llegó al acuerdo.  Los volantes llamaban a tomar la calle y solidarizarse con la UANL, contra la represión, por la libertad de los presos políticos del 68.

Cuatro

La convocatoria surtió efecto.  Miles de estudiantes se congregaron en la Avenida de Los Maestros y San Cosme.  La marcha pretendía llegar al zócalo de la Ciudad de México.  En un ambiente de tensión, se preveía la presencia de los policías pertenecientes al Cuerpo de Granaderos, quienes hicieron su aparición para tratar de impedir la manifestación.  Fue entonces que hizo acto de presencia un numeroso grupo compuesto por jóvenes identificados por pañuelos, guantes y tenis blancos, quienes portando varas de kendo, metralletas y pistolas, procedieron a golpear, perseguir y disparar a quemarropa contra los estudiantes.  Eran los integrantes de comandos para-militares denominados «Los Halcones», quienes trataron de aparentar que eran estudiantes y que se trataba de una riña entre grupos rivales.  Al principio todo fue confusión, gritos, algunos diciendo que se trataba de balas de salva, que no corrieran, que se juntaran.  Otros no alcanzaban a ver que era lo que ocurría.  Algunos más ya eran víctimas de los golpes de quienes eran expertos en artes militares.  Otros empezaban a caer con heridas de bala y eran auxiliados por quienes estaban a su lado.  Todo fue un maremagno.  Hubo quienes resistieron y trataron de defenderse en medio de la desbandada.  Imposible frente a comandos entrenados para matar.  Nervios, confusión, llanto, gritos.  Hubo muchos que se sobrepusieron a todo ello y buscaron como ayudar mejor y correr para evitar la agresión salvaje.  La persecución fue brutal por varias calles en torno a la Normal Superior.  Aún en las casas cercanas, donde entraban los estudiantes para protegerse, había riesgo de ser perseguido.  Los disparos duraron una eternidad.  La sangre de los estudiantes quedó regada en el pavimento.  Los heridos eran trasladados, buscando un lugar seguro, a domicilios particulares, a hospitales y centros de Salud, a la Cruz Roja y al Rubén Leñero.  Habían cuerpos tirados, ya sin vida, en el pavimento.

Cinco

La tarde y la noche del 10 de junio fue de una cacería impresionante.  Era imposible saber cuantos habían sido golpeados, heridos o asesinados.  Muchos lograron salir, a curarse a alguna casa particular, otros fueron trasladados a los hospitales, mismos que se transformaron en una verdadera trampa, ya que hasta esos mismos lugares llegaron los halcones a rematar a quienes estaban siendo atendidos.  Otros fueron detenidos y encarcelados.  Otros más fueron desaparecidos.

Seis

Al día siguiente, en las escuelas, se respiraba un aire de temor y angustia.  Los pocos activistas intentaban realizar alguna asamblea, pero los rumores de la llegada de policías y halcones, lo impedía.  Se organizaron brigadas de búsqueda de heridos en centros de salud y hospitales.  Se elaboraron listas de desaparecidos, tratando de ubicar su paradero, salón por salón se hacían listas, se recogían testimonios, se hacían periódicos murales.  Los muros se llenaban de nombres de heridos, muertos, desaparecidos.  Se contabilizaban por centenares.  Algunos nombres de muertos el 10 de junio, cuyos expedientes fueron integrados 33 años después, son: 1) Marco Antonio Aguilar Nájera.  2)Esiquio Altamirano García.  3) Raúl Argüelles Méndez.  4)Juan Antonio Arroyo Cortés.  5) Juan Báez González.  6) Alejandro Beltrán.  7)Ricardo Bernal Ballesteros.  8) Ignacio Cabrera Romero.  9) Jorge Callejas Contreras.  10) Fernando Castro Sánchez. 12) Jorge Mario de la Peña y Sandoval.  13) Luis Espinoza Martínez.  14) Rogelio Garza.  15) Javier Gómez Ochoa.  16) Héctor Arturo González Hernández.  17) Héctor Guzmán.  18) Raúl Juárez García.  19) Pablo López Bautista.  20) Luis López Ramírez.  21) César López Tirado.  22) Francisco Lugo Vázquez.  23) Efraín Márquez López.  24) Edmundo Martín del Campo Castañeda.  25) Daniel Antonio Martínez Avila.  26) Juan Martínez Beltrán.  27) Edmundo Martínez Campos.  28) Miguel Angel Mejía González.  29) Mauricio Mena Juárez.  30) Alicia Monroy Larios.  31) Javier Mora.  32) José Moreno Rendón.  33) Ernesto Muciño Díaz.  34) Eduardo Palacios Castañeda.  35) Palomo Chaparro.  36) Perdomo Villegas.  37) José Eduardo Reséndiz Martínez.  38) Irma Santiago Prieto.  39) Javier Robles Zúñiga.  40) Francisco Treviño Tavares.  41) José Jorge Valdés Berberley.  42) Víctor Arturo Vargas Muñoz.  43) Antonio Artemio Vargas Muñoz.  44) Manuel Vargas Salinas.  45) Otón Vázquez Tirado.  46) Ramón Zúñiga Pérez.  ¿Y los desaparecidos?  Al día siguiente, pasamos lista en nuestro salón de clases, con el alma en un hilo, conteniendo la respiración.  En el CCH Atzcapotzalco, años después, aún circulaban listas de nombres de desaparecidos.  Sus expedientes nunca han sido integrados.  Sus rostros juveniles no se olvidan.

Siete

Luis Echeverría Alvarez, expresidente de la República durante la represión del 10 de junio, Mario Moya Palencia, ex secretario de Gobernación, los generales Manuel Díaz Escobar y Raúl Mendiolea Cerecedo, y varios entrenadores y miembros del grupo para militar conocido como Halcones, en total 12 acusados por genocidio, fueron exonerados por el Juez César Flores Rodríguez el 24 de julio, quien determinó que no hubo genocidio, sino homicidios calificados, lesiones, obstrucción de la justicia y abuso de autoridad, pero que esos ilícitos han prescrito y, por tanto, negó las ordenes de aprehensión solicitadas por la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado.

Ocho

Memoria del fuego.  Posteriormente al 10 de junio, muchos estudiantes ya no volvieron a sus casas.  Fueron cientos de ellos, tal vez miles.  Los muertos y los desaparecidos permanecen en sus tumbas y en cárceles clandestinas.  Los heridos, algunos regresaron a las aulas y se transformaron en activistas la mayoría, otros, no regresaron a las aulas, en donde sus pupitres quedaron vacíos.  Los perseguidos, pasaron a engrosar las filas de las organizaciones políticas de izquierda nacientes, que apuntaban hacia la formación de partidos políticos, como el Partido Comunista Mexicano, el Partido Mexicano de los Trabajadores y el Partido Revolucionario de los Trabajadores, por mencionar algunos de los más conocidos, pero tomando en cuenta que fueron decenas, tal vez cientos, de organizaciones de diversa naturaleza y origen de izquierda, las que surgieron en ese período de los años 70s.  Otros más se fueron a las organizaciones político militares que en el Partido de los Pobres en Guerrero y la Liga Comunista 23 de Septiembre en diversas partes del país, tienen sus mayores referencias, y que, junto con el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), Partido Proletario Unido de América (PPUA), y decenas de organizaciones más, representaron el movimiento guerrillero que ya desde los años 60s se expresaba, creció en los 70s y se fortaleció hasta su persecución y debilitamiento hacia finales de esa década, siendo terriblemente diezmada por la política de terrorismo de estado desatada en su contra, conocida como guerra sucia, que significó cientos de desaparecidos, perseguidos, asesinados, exiliados y presos políticos, no solo contando a sus militantes, sino a gran cantidad de población civil que, como en Guerrero, siguen siendo gran parte de los 527 desaparecidos políticos que documentó el Comité Nacional Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos, integrado por familiares y que cumple 27 años de su existencia, ahora conocido con el nombre de Comité Eureka, donde destaca la figura emblemática de nuestra querida compañera Rosario Ibarra de Piedra.

Nueve

Crimen ¿sin castigo?  El pueblo no olvida.  La historia no solo la escriben los dueños del poder, sino los pueblos en lucha, mediante su resistencia, su organización, su capacidad de exigir justicia y el esclarecimiento de la verdad.  Los genocidas de ayer hoy se proclaman víctimas y piden perdón y olvido.  No buscan la reconciliación de la sociedad ni sanar heridas.  Buscan obtener la complicidad del olvido con la impunidad que han mantenido desde siempre.  Para obtener verdad y justicia, tenemos la memoria histórica, la capacidad de sentir cualquier injusticia y la firme convicción de seguir luchando por nuestros caídos, para quienes no pedimos un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha. 

Coyuntura: Foro 6 de agosto – Todas las Voces por la Seguridad Social
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Correspondencia de Prensa